Compañeras de Piso (13)

Cap XIII - Paola y Vero en la ducha.

CAPITULO XIII - Paola y Vero en la ducha

Allí estábamos las dos solas en casa, ya que Yolanda había salido esa noche con el novio. A Paola le habían dicho que en un par de semanas la iban a destinar de secretaria a la UCAM, ya que el incidente con el profesor había llegado a oídos de altas esferas, así que dentro de poco abandonaría el piso. Aunque yo creo que nunca la olvidaré, después de lo que me hicieron en el cumpleaños de Yolanda. El caso es que allí estábamos las dos, aburridas, viendo la tele y hablando de cosas de mujeres. Pero de pronto, Paola me preguntó si me gustó lo que me hicieron en el cumpleaños. Yo claro, me quedé un poco sorprendida con la frialdad con la que me lo preguntó, así que estuve unos segundos callada, hasta que le respondí que sí, que me encantó. Entonces la conversación giró drásticamente hacia temas de si lo habíamos hecho ya con chicas, de como nos masturbábamos, todo bastante natural la verdad. Nunca se me había ocurrido hablar de esos temas con nadie, pero me sentía realmente cómoda. Pero el tiempo se nos echó encima, y mañana teníamos que madrugar, así que decidimos irnos a la cama. Yo decidí darme una ducha antes de acostarme, para intentar bajar un poco el calentón que llevaba, pero entonces Paola saltó y me preguntó si me importaba que se duchase conmigo. Yo me quedé supersorprendida, pero eran más las ganas de tocar ese cuerpo que tenía que el corte que me daba, así le dije que no me importaba nada, incluso le dije que así ahorrábamos agua.

Entramos en el baño, y comenzamos a desnudarnos. Era increíble el cuerpo que tenía, aunque seguramente ella pensaba lo mismo de mí. Cuando se quedó en ropa interior, me pidió que le soltara el sostén, que a ella se le atascaba de vez en cuando. Me puse detrás de ella, acariciando mi coñito con su culo, y se lo solté. Ella de inmediato se dio la vuelta, rozando sus tetas con las mías, y me dijo que me diese la vuelta, que ella me quitaría el mío. Per en vez de quitármelo, se bajo hacia mi tanga y me lo comenzó a bajar, muy suavemente, rozándome con mis muslos, y eso me encantaba. Me apoyé en el borde de la bañera para no caerme, y ella mientras me lo bajaba, me empezó a dar besitos en mi culo. Eran tan tiernos, que comencé a excitarme, así que abrí el grifo del agua caliente, para ver si el calor del ambiente disimulaba el calor que sentía por dentro.

Ella se quitó su tanga y yo me quité mi sujetador, y allí nos quedamos las dos, desnudas, observando el cuerpo de la otra, pero sin hacer nada por tocarlo. Yo no me atrevía a dar el primer paso, así que me cogió la mano y me incitó a entrar en la ducha. Una vez dentro cogió el jabón y la esponja y comenzó a frotarme muy despacito. Empezando por mi espalda, la recorrió de arriba a abajo haciendo círculos con la esponja, pasó por mi culo, bajó por mis muslos, dio la vuelta, subió por mi cintura, acarició mis pezones y llegó de nuevo a mi cara. Ni que decir, que mientras hacía ese camino, me excité de un modo distinto al de siempre, ésta vez si que era un orgasmo que te recorría todo el cuerpo. Cerraba los ojos, suspiraba, me apoyaba en la pared, estaba en una nube, en un sueño del que no quería despertar. Entonces ella llegó a mi cara, se acercó lentamente y me dio un beso, suave, tierno. Se separó y al momento lo volvió a hacer, así un par de veces más, hasta que me dio la esponja y me dijo que la enjabonara.

Con lo cachonda que estaba en ese momento, cogí la esponja, y comencé a bajarla por sus tetas, grandes y redondas, con esos pezones tan rojos y sabrosos, que estaba deseando comérmelos. Mientras bajaba hasta su entrepierna, ella acariciaba mi espalda, lo que me hacía tener unos escalofríos maravillosos. Cuando llegué a su coñito me dijo que no quería esponja, que el resto se lo enjabonase con la mano, así que me unté las manos de jabón y comencé a frotarlas por esos muslos tan duros, por ese culo tan rico, todo en ella estaba puesto en su sitio, y bien puesto. Fui subiendo por su espalda, enjabonando cada centímetro de su cuerpo, hasta que llegué arriba. Ella se dio la vuelta, y de nuevo nos quedamos cara con cara, muy próximos, tanto que nuestras propias narices se tocaban. Sus manos acariciándome la espalda bajaron hasta mi culo, agarrándolo con fuerza y apretándome contra ella, lo que hizo que nuestros labios se tocaran.

Comenzamos a besarnos locamente, como si nuestra vida dependiese de ello. Nuestras manos acariciaban los cuerpos mientras nuestras lenguas se enzarzaban en una lucha sin fin. Entonces una de sus manos fue a parar a mi conejito ardiente, lo que me hizo lanzar un suspiro al aire. Ella se dio cuenta, así que se puso de rodillas y comenzó a tocar mi clítoris suavemente, a saborearlo con su lengua. Mis suspiros pasaron a ser gritos de placer, casi no podía ni tenerme en pie. Mis piernas comenzaron a temblar, signo de que estaba apunto de correrme. Le gritaba que no parase, hasta que de mi interior comenzó a salir un hilillo que iba a parar justo a su boca. Ella sin dudarlo se lo tragaba, deseosa de que saliera más, así que sin dudarlo me metió un par de dedos en mi coño y comenzó a follarme, lo que hizo que ese hilillo se convirtiera en un pequeño grifo que descargaba con fuerza sobre su cara y sus tetas.

Este primer orgasmo me hice tener el punto de ninfómana que nunca tengo, así que la tiré al suelo de la bañera y le abrí de piernas. Tenía todo ese jugoso coño para mí. Lentamente comencé a meterle un dedito y luego otro, mientras mi lengua pasaba por su clítoris, ya grande de la excitación. Ella se pellizcaba los pezones mientras gritaba a cada lametón que le metía. Sabía que esta chica era más dura que yo a la hora de correrse, y que unos simple dedos no harían nada, así que sin dudarlo, cogí mi querido desatascador, tan largo y negro, y se lo metí un poco. Se lo sacaba y se lo volvía a meter, aunque esta vez más, y así poco a poco fue entrando todo. Ella gritaba como una loca, y sus gritos me ponían cachonda a mí, y me pedía que lo moviera, y no quería decirle que no, así que comencé a follarla con ese palo negro. Se lo sacaba y se lo metía completamente, mientras ella estaba en extásis, apretándose fuertemente las tetas. Se lo movía lo más rápido que podía, una y otra vez, hasta que no pudo más y comenzó a correrse. No era tan exagerada como yo, pero era la mar de bonito ver como ese coño echaba sus jugos.

Entonces fue ella la que me tiró a la bañera, y me dijo que ahora me tocaba a mí sufrir. Yo le dije, si eso es lo que quieres, lo tendrás, y me puse a cuatro patas y le abrí el culo con mis manos. Ella comenzó a follarme con su lengua mientras se untaba los dedos de la mano en jabón. No tardó en meterme un par de dedos en mi culo, que estaba deseoso de sentir ese improvisado consolador de plástico. Yo le pedía que me metiera más dedos, el puño entero si era preciso, y ella me concedió ese deseo. Me metía tres dedos, luego fueron cuatro, y al final me metía el puño entero. Ahora sí que gritaba como una loca mientras me movía su brazo dentro de mi culo. Lo sacó y comenzó a meterme el desatascador, poco a poco se fue abriendo camino hasta que llegó al máximo que podía llegar. Le dije que lo moviera, que lo agitara con fuerza, y así hizo. Me follaba como pocas veces había podido hacer yo sola, pero echaba en falta algo que me encantaba hacer en la ducha. Así que me tiré bocarriba y le pedí que cogiera la alcachofa. El agua caliente directamente sobre mi clítoris si que me hacía perder la visión. Y así fue, ella me seguía follando el culo con el desatascador mientras con la alcachofa me apuntaba directamente al clítoris, incluso me la metía en mi coño alguna vez que otra. Gritaba, me mordía los labios, cerraba los ojos, así hasta que mi orgasmo llegó, echando mis jugos hasta bien arriba, empapándola por completo.

Yo estaba exhausta, pero me dijo que ella también quería probar lo de la alcachofa, así que se sentó en el borde de la bañera y yo comencé a apuntarle con el chorro del agua caliente, cada vez más cerca. Ella gritaba y me decía que eso era único. Yo me incorpore y comencé a comerle esas tetazas que tenía. Le mordía los pezones con pasión mientras la alcachofa seguía haciendo su trabajo. Estaba superexcitada, así que aproveché y le metí un dedito por el culo, suavemente. Sus gritos eran descomunales, estaba apunto de correrse, y yo quería probar esos jugos, así que dejé la alcachofa, y con mi mano comencé a frotarle ese clítoris enorme que tenía. No tardó casi nada en correrse sobre mi boca y mi cara. Ella no se corría a lo bestia como yo, sino que sus jugos se deslizaban por su coño y bajaban por su entrepierna, solo había que encontrar el sitio adecuado para recogerlos en mi boca y llevárselos a ella. Escupirlos sobre sus tetas para luego recogerlos de nuevo. Las dos quedamos exhaustas, pero bien conformes con el trabajo hecho.

Acabado eso, nos pegamos una ducha, bien fría eso sí, y nos fuimos cada una a su cuarto. Eso sí, me dijo que era el mejor orgasmo que había tenido nunca, y que cuando se fuera del piso usaría la técnica de la alcachofa para saciar su calor.