Compañeras de instituto (2: Miriam y Lucía)

Siguen las confesiones. Ahora, Miriam y Lucía, relatan como se excitaron aquella tarde...

Compañeras de instituto 2: Miriam y Lucía.

El ambiente que Irene y Lorena habían dejado con su historia, fue excitante.

A todas les había calentado la historia, y también les había sorprendido.

Algunas de ellas necesitaron otro trago para digerir aquella aventura tan caliente, pero la noche iba a depararles alguna más.

-Tengo que decir que me ha sorprendido mucho –admitió Miriam-, pero me ha excitado. ¿A vosotras?

Hubo risitas y asentimiento, pero la cara pícara que había puesto Miriam delataba algo más.

Lucía la miró, se levantó, se sentó junto a ella, y muy pomposamente las dos dijeron al unísono:

¡Nosotras también queremos contar algo muy excitante!

.

-Pasa esta tarde por mi casa y te lo doy –le dijo Miriam cuando salían de Lengua-, además no habrá nadie encasa, y podremos conspirar a gusto.

A Lucía le encantó la idea, y aquella tarde fue a casa de su amiga con el pretexto de recoger un libro.

Pero la insinuación de criticar a todo el instituto, chicos, chicas y profesores, era mucho más atrayente que aquel estúpido libro.

En su casa, Miriam esperaba la visita de su amiga, con la que le encantaba charlar.

Hablaban de todo: del insti, de la ropa, de música… Pero sobretodo, a Miriam le encantaba hablar de sexo con Lucía.

No habían tenido muchos rollos con chicos, de hecho, en ese momento ninguna de las dos tenían novio, a pesar de que eran bastante agraciadas con el físico.

A Miriam pues, le encantaba contarle las cosas que ella hacía con los chicos, y su amiga, le contaba a su vez sus experiencias.

Llegó Lucía exhausta por la carrera que se había dado. A ella también le apetecía hablar con Miriam, porque tenía que contarle una de esas cosas que tanto les gustaba contarse.

Miriam la condujo hasta su cuarto y comenzaron a charlar.

A la media hora Lucía creyó llegado el momento de comenzar su pequeña confesión.

-Todavía no me has preguntado porqué me fui tan pronto el sábado.

-No lo he hecho porque espero que tú me lo cuentes.

-¿Y si no fuera nada especial?

-Mira Lucía, que nos conocemos, y esa cara que pones es que me quieres contar algo que has hecho con Jorge…?

-¿Cómo sabes que es con Jorge?

Joder tía, porque se nota a la legua que está loquito por ti, y porque no te estás viendo la cara de satisfacción que se te ha puesto cuando he dicho su nombre.

Ya sabes que siempre que puede te mira el culo.

A ti Raúl te mira las tetas

¡Mentirosa!

Es verdad, ¿no te has dado cuenta, Miriam?

¿De verdad me mira las tetas?

De verdad.

-Raúl es un cerdo.

-Sí, pero no sólo Raúl te las mira.

-¡Pero bueno! ¿Has venido para hablar de mis tetas, o de lo que le hiciste a Jorge?

La cara juguetona que Lucía estaba poniendo, denotaba que iba a ser algo excitante, y Miriam se preparó para escuchar.

-Salimos del "Chispas". Tú no nos viste porque habías ido al baño. Me dijo si quería dar una vuelta con él y le dije que sí. Estaba caliente, y sabes que Jorge me da morbo.

-Sí porque te mira el culo

-E sábado no me lo miró.

¿Ah, no?

-No. ¡Me lo tocó directamente! Y me gustó, me gustó mucho.

No pude soportarlo y me tiré a su cuello. Sabe besar muy bien, y yo sé que le vuelvo loco. La polla se le puso dura enseguida, sólo hacía falta rozarle un poco para darse cuenta, y cada vez, me besaba con más fuerza.

Me agarró las tetas y casi me arranca el sujetador de lo fuerte que me lo sacó.

¿Cómo la tiene?

-Es muy gorda, gordísima. Cuando la busqué, estaba súper hinchada.

-¿se la comiste!

-No me faltaron ganas, pero estábamos en medio de la plaza, y hacía frío. Le hice una paja sin sacársela. ¡Fue genial!

Miriam comenzó a imaginar como la polla de Jorge era manipulada por Lucía, y como las tetas de su amiga eran manoseadas por el chico. Mientras lo pensaba, no pudo evitar un escalofrío de placer, y sus pezones comenzaron a reaccionar.

Lucía seguía sin darse cuenta de que su amiga estaba distraída imaginando.

-Me estiró tanto los pezones, que estuve a punto de gritar de placer. Me decía guarradas, que si le encantaba mi gordo culo, que siguiera que estaba a mil, que quería follarme, que se la mamara, que quería correrse en mi cara

Miriam se estaba poniendo muy caliente. Los detalles que Lucía estaba dando, la estaban excitando de veras.

Además, Lucía estenografiaba con gestos y voces provocativas los comentarios del chico.

Miriam no pudo reprimir pellizcarse uno de sus ya gordos pezones. Le produjo gran placer, y como parecía que Lucía seguía con la historia y que no se había dado cuenta, decidió pellizcarse el otro. Otra vez, Y otra vez.

Mmmmmmmm. Le encantaba pellizcarse sus pezones. Le gustaba ponerlos duros y darles pellizcos.

Lucía seguía contando.

-Joder qué tetas tienes –Lucía se detuvo un mínimo instante. Su amiga se estaba pellizcando las tetas de la excitación.

Siempre se habían contado esas cosas, pero nunca había apreciado que su amiga se excitara. Cuando Miriam le contaba sus aventurillas, Lucía nunca había experimentado ningún placer, ni excitación. Pero ver a Miriam pellizcarse esos gordos pechos, comenzó a suponerle, un pequeño cosquilleo en su conejo, como cuando Jorge le había echado la mano al culo.

Decidió inventarse el final, porque cuando el chaval estaba a punto de correrse, sus amigotes le estropearon el orgasmo.

Lucía continuó:

-Nos metimos en un portal, y le dejé que me levantara la camiseta y que me chupara los pezones. Mmmmmmm, que rica sensación tía, ¡dios como los chupaba.

Miriam no sabía lo que le estaba pasando. Lo que contaba Lucía no dejaba de ser morboso y excitante, pero ella, mientras lo oía, estabatotalmente descontrolada. Pellizcaba sus pezones casi con rabia, le dolían de la excitación. Querría abrir la boca y dejar escapar esos gemidos de placer que estaba intentando ocultar.

Mientras Lucía seguía inventando, Miriam metió con cuidado la mano por el escote.

Lucía estaba tan alucinada como mojada. Si seguía así, pronto debería callar para tocarse.

Sí, ella quería tocarse también. Las grandiosas domingas excitadas de su amiga, le estaban volviendo loca. No podía apartar la vista de ellas. ¿Cómo serían?

Las suyas no estaban mal, a ella le gustaban, pero las de su amiga eran enormes. Había que acabar con aquello. Si callaba, su amiga dejaría de tocarse, y a ella, ver como Miriam sem ordía los labios y se pellizcaba con fuerza los pechos, le estaba mojando las bragas.

Volvió a preguntarse, cómo se sentiría si apretaba esas tetas. Eso a ella le encantaba. Si le apretaban las tetas, se volvía loca.

Miriam había dejado libre de sus dedos el pecho más cercano a Lucía, y se dedicaba al otro.

Lucía vio su oportunidad. Era la única que tenía de saber que se sentía al amasar unos pechos tan grandes como los de Miriam.

Siguió hablando:

-Y me produjo gran placer en los pezones, Miriam, gran placer.

Estiró la mano, y pellizcó con suavidad el pecho de su amiga.

Miriam, dio un leve respingo de placer.

Lucía volvió a pellizcar algo más fuerte.

El respingo se convirtió en un gemido quedo.

Lucía no lo aguantó más. ¡Ahora o nunca!, -pensó.

Puso las manos en los hombros de Miriam, y la obligó a acostarse sobre la cama. Se tiró sobre ella, y sus manos agarraron con furia las gordas tetas de su amiga.

El gemido de Miriam fue prolongado.

¡Sácalas, sácalas!

Lucía le sacó la camiseta y el sujetador, Miriam buscó la boca de Lucía para aplacar su excitación.

Los gemidos y suspiros de placer que ambas emitían, se perdieron en sus bocas.

Las lenguas jugaban, pero las manos tampoco se estaban quietas.

Lucía, pellizcaba y apretaba esos dos trofeos que habían provocado su excitación.

Mientras, Miriam imitaba a Jorge manoseando el culo deLucía, y metiéndole la mano entre las bragas.

Se tomaron una pequeña Taegu para desprenderse de la ropa, y Lucía volvió a caer sobre Miriam.

Esta vez, su lengua buscó las enormes aureolas. Las acarició conn la punta de la lengua, arrancando de Miriam gemidos intensos.

Agarró una de las tetas, y se la introdujo en la boca. Era tan grande que no pudo ni engullir la cuarta parte.

¡Mámalas, Dios! ¡Mámamelas!

Miriam estaba enloqueciendo. Su mejor amiga le estaba comiendo las tetas, y no sólo no le repugnaba, sino que le estaba dando un placer brutal

Lucía continuó succionando los grandes pezones, pero no podía reprimir algunos gemidos ahogados. Las caricias que Miriam le proporcionaba en sus muslos, estaban haciendo que chorreara en abundancia.

Miriam estaba disfrutando mucho, pero también quería saber, qué sentía Lucia al comerle las tetas.

¡Ahora voy a jugar yo! –Dijo-.

Lucía se tendió sobre la cama. Ella también deseaba que le comieran las tetas. Quería saber si Miriam lo hacía bien.

Ella estaba satisfecha de sus chupadas, pues Miriam había pedido insistentemente más.

No le dio mucho tiempo a pensar. Enseguida, espasmos de placer le recorrieron por todo el cuerpo, y no pudo reprimir el gritar:

¡Aaaaaaah! ¡Sí, sí! ¡Me gusta así!

Los labios de Miriam, se cerraron en torno a los pezones de Lucía. No eran tan grandes ni gordos como los suyos, pero resultaba sabroso y placentero, e3scuchar los gemidos de su amiga.

Le había puesto a cien con la historia vivida con Jorge, y ahora ella quería que Lucía gimiera de lo lindo.

Así pues, bajó su mano hacia abajo, jugando con la parte interior dde los muslos de Lucía, mientras seguía mordisqueando las tetas de su amiga.

Esta le facilitó el trabajo. Abrió las piernas, y permitió que los dedos de Miriam, se enredaran en la mata de vello que se hallaba a la entrada de su cueva.

-¡Estás súper mojada, puta! –Dijo Miriam-, mientras uno de sus dedos buscaba ek botón del placer de Lucía-.

Esta sólo podía gemir y disfrutar. Su amiga jugaba con su clítoris: lo movía en círculos pequeños, con gran lentitud al principio, y cuando no lo esperaba, imprimía gran velocidad, produciendo en Lucía, grandes espasmos de placer.

¡Ooooooh! ¡Oooooooh! ¡Sí, Sí! ¡Pajéame, vamos! ¡Hazme un dedo! ¡Vamos guarra!

Lucía, se movía descontroladamente sobre la cama. Aquello estaba siendo maravilloso.

-¿Te gusta, zorrita? –preguntó Miriam sin parar de mover los dedos-:

¡Sí joder, sí! ¡Sigue

, sigue! ¡Más rápido! Más rápido! ¡Más! ¡Mas! ¡Más!

Los jadeos de Lucía, cada vez más acelerados, anunciaron el orgasmo.

Miriam frotó enérgicamente su mano por todo el coño de Lucía, mientras esta se contraía en una brutal eyaculación.

Lucía tardó poco en recuperar el aliento, y volvió a colocarse sobre Miriam, que ansiosa, esperaba que su amiga le devolviera el favor.

-Ahora vas a ver –aseguró Lucía-.

Con glotonería buscó la boca de Miriam que la recibió con ansia.

-Vamos, hazme gozar nena, que me has puesto a mil.

Lucía volvió a comer las tetas de Miriam. Esta vez, las estrujó con deleite, comprobando que a su amiga le encantaba.

Buscó su monte de Venus con una mano, mientras con la otra, seguía pellizcando los pezones.

El coño de Miriam, tenía menos pelo que el suyo, y no le fue difícil encontrar el clítoris.

Miriam estaba muy excitada, y Lucía advirtió que la hinchazón del botón del placer de su amiga era creciente.

Los gemidos de Miriam no tardaron en empezar a hacerse más intensos. Comenzó a moverse al ritmo de las penetraciones, que los expertos dedos de Lucía iban realizando en su interior.

¡Más más más! ¡Así joder, así!¡Más ritmo más!

Lucía aceleró el ritmo de sus embestidas. Sabñía que su amiga estaba a punto de alcanzar el orgasmo, y no quiso hacerla sufrir.

Aceleró y aumentó la intensidad de las penetraciones, y escuchó la frase que le produjo música celestial.

¡No puedo más, joder! ¡Me voy a correr! ¡Voy a gritar! ¡Diooooooooos! ¡Aaaaaaaaaaah!

A pesar de que estaban solas en la casa, Miriam se tapó la boca con la almohada, para ahogar los fuertes gemidos quele había producido el orgasmo.

Mientras recuperaba el aliento, Lucía aprovechó para volver a acariciar esos enormes pechos, que le habían provocado una grandiosa excitación.

Se besaron.

-Joder comn la polla de Jorge, -comentó Miriam-. Nunca pensé que me pudiera excitar tanto esa historia.

-Yo nunca pensé que me iba a excitar viendo como te pellizcabas las tetas.

-De todos modos, no ha estado tan mal, ¿no?

-Ha sido genial, -aseguró Lucía-.

.

Y allí, en el salón de Irene, los pezones de Miriam volvieron a crecer, y fueron mirados con descaro por todas.

-Ahora solo me faltaría escuchar que vosotras dos también os liasteis –comentó irónicamente Lorena-.

¿Quieres oírlo?