Compañeras de instituto (1: Irene y Lorena)

Seis amigas, se reencuentran diez años después, para recordar sus tiempos de instituto. Profesores, exámenes y ... ¡confesiones!Irene y Lorena, son las primeras en contar lo que hicieron.

Compañeras de instituto 1: Irene Y Lorena.

Habían pasado diez años. A veces se veían por la calle, pero nunca se juntaban más de dos.

Por fin habían decidido quedar una noche, lejos de sus novios para cenar.

Habían ido todas juntas al instituto, y esa noche recordarían antiguos compañeros, exámenes y profesores.

Pero no sabían, que con algo de alcohol en el cuerpo, se iban a contar algunas intimidades, y que aquello iba a terminar en un final apoteósico.

Esa noche les devolvería recuerdos placenteros, y les regalaría un gran fin de fiesta..

Las cinco llegaron a casa de Irene, temprano. Esta ya les estaba esperando.

Cenaron y comenzaron a beber.

Con demasiado alcohol en la sangre, con las mejillas sonrosadas, y con los primeros síntomas de calor corporal, empezaron las confesiones.

¿Y qué confesiones!

Irene y Lorena, se llevaron una sorpresa al abrir la habitación del hotel.

Esa noche, sería la cuarta en su viaje de estudios, y habían llegado a aquella ciudad a pasar dos días.

La sorpresa consistía,en que en la habitación doble, solo había una cama.

-No importa, es de matrimonio, -manifestó Lorena.

A Irene tampoco le importó. ¿Qué más daba? Iban a salir y a pasarlo bien, y la cama era secundario.

Se arreglaron, y salieron a disfrutar de la noche.

Bebieron, rieron y tontearon con los chicos.

Rendidas, llegaron a la habitación y ambas se metieron en la cama.

Irene se durmió enseguida, pero a pesar del cansancio, Lorena no podía conciliar el sueño.

Lo había pasado genial en aquella disco. Había bailado con muchos chicos, y se había pegado a ellos para notar sus erecciones.

Le encantaba provocar las erecciones en los chicos.

Para ella, era mágico notar como aquel bulto crecía, provocado por los disimulados restregones de sus tetas contra el cuerpo de sus pobres víctimas.

Esa noche, había sido más descarada, sabiendo que a los dos dias se iría y que no la volverían a ver.

Dudó un poco, pero no le quedaba otro remedio. Sabía que si no lo hacía no dormiría. Además, ya estaba húmeda pensando en aquellas erecciones.

Desabrochó dos botones de su camisón, y se acarició los pechos. Primero con delicadeza, pero luego los agarró con fuerza. Le entraron ganas de gemir, de apretarlos todavía más. De restregarsse contra el colchón. Pero la realidad, y el cuerpo de Irene a su lado se lo impedían.

Bajó poco a poco la mano hasta su sexo, y lo palpó por encima de las bragas. Estaba húmedo.

Con la mano libre se pellizcó con cuidado los pezones.

Anhelaba cogerlos con fuerza, pero sabía que si lo hacía no podría reprimir un gemido, y temía que Irene se despertara.

Abrió ligeramente las piernas, y una de ellas, rozó la de su compañera casi imperceptibllemente.

Lorena acarició el botón del placer, que ya estaba hinchado y clamaba que lo calmaran.

Su dedo comenzó las caricias con delicadeza, aunque si hubiera estado sola, lo hubiera hecho salvajemente, como solía hacer en su cama muchas noches.

La excitación iba en aumento, cada vez el placer que sentía era mayor.

Abrió algo más las piernas, y esta vez sí, su pierna izquierda se pegó al culo de Irene.

Lorena temió que su compañera se despertara. Aguardó un poco, y al ver que Irene no reaccionaba, se decidió a introducir uno de sus dedos en su mojado coño.

A su lado, Irene había conseguido dormitar, pero su sueño no era profundo.

Notó un pequeño roce en su muslo, y eso terminó por romper el frágil sueño que la poseía.

Mientras en sin moverse intentaba recuperar el sueño que había desaparecido, escuchó casi imperceptible una especie de ruido. Escuchó con atención.

Entonces el muslo de Lorena impactó contra su culo. Irene pensó que Lorena estaba dormida, y permaneció a la escucha.

Lorena se arriesgó a abrir la boca y aplacar sus ganas de gemir, exhalando pequeñas bocanadas de aire, mientras su mano y sus dedos, ya incontrolables, se movían con rapidez por todo su cuerpo.

Irene percibió los débiles suspiros deLorena y no tuvo dudas. Sabía lo que pasaba, pues ella muchas veces, había omitido los gemidos en su cuarto mientras su hermana pequeña dormía.

¡Se está masturbando aquí! –pensó Irene-, y automáticamente sus pezones comenzaron a excitarse. Se estaba poniendo cachonda sólo de pensarlo.

Lorena seguía emitiendo tenues jaleos. La excitación de Irene aumentó. Imaginaba a su amiga y compañera de habitación introduciendose los dedos, pellizcándose los pezones, gimiendo de placer.

Esas imágenes, mezcladas con los pequeños e imperceptibles jadeos de Lorena la pusieron a mil.

Quería tocarse ella también, pero si se movía, Lorena podría advertirlo y dejar de acariciarse. Acariciarse. Acariciarse. Irene quería acariciarse. Necesitaba tocarse.

Los pezones le dolían, y notó la humedad en su raja.

Tenía que hacer algo, y rápido.

Su necesidad y su deseo de tocarse, pudo más que su pudor.

Así pues, se giró con suavidad, y colocó una de sus manos en el interior de uno de los muslos de Lorena.

Lorena estaba extasiada de placer, tan metida estaba en faena, que no advirtió que su compañera se giraba.

Sintió una mano en su entrepierna, pero la excitación del momento, en lugar de elevar una protesta, le hizo emitir un gemido de aprobación y placer.

Irene, con la mano libre, se tocó las tetas sin miedo, y emitió un gemido de satisfacción cuando liberó sus doloridos pezones.

La otra mano, acarició la suave piel de la entrepierna de Lorena.

Las dos pensaron en dejar sus juegos placenteros y hablar, contarse que estaban a mil, que querían masturbarse, ¿no te importa verdad?

Pero cuando se giraron y se pusieron frente a frente en la oscuridad, sus bocas sólo se abrieron para juntarse entre sí.

Las lenguas se unieron, y ambas recibieron una descarga brutal de placer.

Se apretaron y abrazaron de excitación.

Las lenguas jugaban en las bocas, emitiendo ambas gemidos de placer y aprobación.

La mano de Lorena buscó el culo de Irene, y comenzó a acariciarlo, mientras le daba leves azotes.

Mientras, Irene terminó de desabrochar los botones del pijama de Lorena, dejando libres los pechos turgentes y grandes.

Ambas se separaron recuperando el aliento.

Lorena no podía soportar el placer que estaba sintiendo en los pechos gracias a las caricias de Irene. Sin pensar, sólo dejándose llevar por la excitación pidió loque más deseaba en ese momento:

¡Chúpamelos, vamos!

Irene bajó sus carnosos labios hasta los pezones de Lorena, y comenzó a succionar con delicadeza, pasando la punta de la lengua por las formidables aureolas.

Los estiró con sus labios, y los gemidos sordos deLorena hicieron que aumentara el nivel de las chupadas.

Lorena estaba recibiendo gran cantidad de placer, si Irene seguía así mucho tiemopo, iba a tener un orgasmo descomunal. Lo deseaba, lo anhelaba, pero que ría que aquello no acabara, quería saber como eran los gemidos de Irene.

Quería saber cómo sabían sus pechos.

Tiró suavemente de su cabeza, y la irguió hasta llevarla hasta la altura de la suya.

Volvieron a besarse con suprema excitación, y los pezones deIrene, fueron presa entonces de las manos de Lorena.

Aquellas tetas estaban muy bien formadas, y a Lorena, le excitaba mucho sentir los ahogados jadeos de Irene.

Esta le facilitó el trabajo colocando las tetas a la altura de wsu boca.

Lorena agarró alternativamente cada uno de sus pechos y los comenzó a chupar y morder sin piedad.

Sobre Lorena, Irene comenzó a experimentar nuevas sensaciones, nuevos espasmos de placer, que le hacían dar grititos, cada vez más fuertes suplicando más.

¡Sigue! ¡Sigue! ¡Vamos, no pares!

Ireme disfrutaba de lo lindo.

Lorena estaba muy excitada. No sabía que comer las tetas de otra mujer fuera a gustarle tanto, y mucho menos que le produjera placer.

De nuevo Irene tomó la iniciativa, sería la última decisión por aquella noche que ya estaba muriendo.

Abrió las piernas de su amiga, y se colocó encima.

Ninguna de las dos lo podía creer. Lo que habían visto en algunos flash de las pocas películas x que habían visto hasta entonces, estaba apunto de suceder entre ellas.

¡Vamos, Sí, muévete! –apremió Lorena-.

Los sexos se juntaron y se frotaron.

Los pechos se rozaron y ambas volvierona experimentar un placer intenso, que aumentaba cada seegundo.

Lorena no podía más. Sus caricias y las que ahora recibía del clítoris hinchado de Irene la iban a hacer estallar.

Los gemidos de ambas eran ya bastante audibles, estaban a punto de perder el poco control que les quedaba.

Lorena estalló:

¡Oooooooh! ¡Oooooooooh! ¡Me coro! ¡Me corro! ¡Me corrooooooo!

Su orgasmo fue monumental, llenando y empapando la cama con sus jugos.

Irene siguió frotándose contra Lorena, que exhausta, recuperaba el aliento con la boca abierta.

Irene se movía rápidamente, anunciando su inminente corrida:

¡Me voy a correr, nena! No aguanto más!

Lorena elevó la cabeza y buscó ansiosa la boca de su amiga mientra esta estallaba.

El beso volvió a ser brutal por parte deIrene, que eyaculaba sobre el cuerpo de Lorena.

Se separaron mientra Irene recobraba el aliento.

Sus miradas irradiaban un gran placer.

-Nunca pensé que haría esto –confesó Irene-.

Yo tampoco, -asintió Lorena-, pero he tenido un orgasmo brutal.

Coincidieron en lo placentero, pero acordaron que no saldría nunca de ninguna de sus bocas.

Lorena esa noche, algo bebida como el resto, había traicionado esa promesa.

Irene se sorprendió tanto que calló al principio, pero al ver el interés que su amiga despertaba en el resto, se sumó también y ambas remataron la historia.

Una historia parecida a la que las demás iban a revelar aquella noche.