Compañeras

Como cambio mi vida despues de un desengaño amoroso

Hola, me  llamo Sara, tengo 27 años, físicamente soy atractiva y estoy en buena forma ya que soy policía uniformada, es decir, patrullera. A raíz de un incidente mi jefe decidió meterme en la nevera, o sea, trabajo de papeleo en la comisaria. El sabía que estaba a disgusto porque lo que me gusta es estar en la calle. Por eso de vez en cuando y cada vez con mayor frecuencia me enviaba a la morgue, que si lleva unos papeles, que si recógelos, que estate presente en la autopsia de tal caso y cosas así.

Al principio lo pase mal, no era plato de gusto estar allí. Fui haciendo amistad, bueno, mejor dicho tome algo de confianza con una forense, Ana, una chica más o menos de mi edad. Cogí afición a verla trabajar, me sentaba en algún armario o mesa  observándola como  hacia su trabajo sobre los cuerpos.

Teníamos largas conversaciones contándonos algunas cosas de nuestra vida privada. Me confesó que era lesbiana. Algunos días después yo estaba triste y debía reflejarse mi cara.

-¿Qué te pasa? –me pregunto-

Tarde en responder, pero decidí que como no tenia con quien compartirlo se lo conté.

-He roto con mi novio.

-¡Vaya!, ¿quieres contármelo? –dijo, mientras que seguía con su tarea-

Era una situación rara, pero la verdad me gustaba así, ya que no la tenía frente a mi cara y me parecía más fácil, cada una a lo suyo mientras que hablábamos.

-Hay poco que contar –respondí- le pille con otra.

Dejo lo que estaba haciendo o quizás había terminado, no lo sé. Quitándose los guantes de vinilo y acercándose me acaricio en la cara.

-Lo siento –repuso-

Se quito el mandil y se aseo. Voy a tomar un descanso, dijo, te invito a un café. Hablamos mucho rato, yo tenía tiempo ya que ella me cubría diciendo que había tardado más de la cuenta y cosas así.

Unos días después mi jefe me dijo que mi castigo había terminado y que ya podía salir de nuevo a patrullar. No sé qué cara puse que me pregunto si no estaba contenta. Le indique que sí, pero que me había adaptado bien a las nuevas tareas y que además estaba aprendiendo de ver a los forenses.

-Bueno, agente –respondió- parece que quieres seguir como estas, si es así, te dejare ya que es una labor que hay que realizar y si  te ofreces voluntaria, mejor para tus compañeros. Pero en cualquier momento te podre reclamar para algún caso o si te cansas dímelo y te saco de nuevo a las calles.

-Muchas gracias comisario –respondí-

Así quedaron las cosas, yo como agente de enlace entre la morgue y la comisaria.

Mi vida personal era casi inexistente ya que aun no me apetecía salir y algunos compañeros me evitaban por mis funciones de enlace, otros no paraban de hacerme proposiciones para salir desde que se enteraron que estaba libre y salvo el pequeño grupo de amigos de verdad nadie parecía interesarse por mi mas allá de echar un polvo.

Si mi vida personal era deprimente mi vida sexual lo era más aun, reduciéndose a masturbarme de vez en cuando.

Llevaba ya unos cinco meses así. Una noche al salir de turno, algunos de mis compañeros me invitaron a tomar una copa pero no me apetecía salir con ellos por lo que dije que no aunque me moría de ganas de salir. Vivo en un mundo que es cerrado.

Al sacar las llaves del coche toque mi móvil. Me subí y se me ocurrió llamar a Ana, cuando contestó le pregunte:

-¿Qué haces esta noche?

-Lo que tú quieras –fue su respuesta-

Quedamos y fuimos a tomar una copa, luego dijo algo de ir a una bolera y allí nos dirigimos. Jugamos a los bolos, me gano, ya que para mí era primera vez. Page la copa que nos habíamos apostado. Lo pase más que bien, la verdad me hacía falta. Durante una semana salimos casi todos los días. Comencé animarme de nuevo.

Un día estábamos en la morgue y Ana me dijo que ella era una lesbiana conocida, fuera del armario y que si se enteraban igual mis compañeros pensarían cosas sobre mí, sobre nosotras y dado que no era el caso, sugería que alguna vez saliéramos con ellos y que también lo hiciera yo sola con ellos.

Personalmente no me importaba, pero desde el punto de vista profesional quizás pudiera crearme algún problemilla así que accedí a su consejo.

De vez en cuando, en mis salidas, me enrollaba con algún chico, polvos rápidos en el coche. Alguna vez me corría pero no siempre, pero me servía para mi calentura, aunque lo que realmente me calmaba y me complacía era masturbarme, me hice una experta y me compre algunos juguetes, entre ellos un par de consoladores y un huevo vaginal con mando a distancia.

Pasaron unos tres meses, Ana y yo salíamos casi a diario. Cuando se hacía tarde nos íbamos a la casa que nos pillaba más cerca, la suya o la mía, y dormíamos juntas ya que nuestros apartamentos solo disponían de un dormitorio y una cama es mejor que un sofá.

Debo decir que nunca intento propasarse ni hizo comentario sexual sobre nosotras. Se hizo normal que nos viéramos en ropa interior o incluso sin sujetador sin que pasara nada, pero si me di cuenta de algunas miradas de Ana, tanto en esta situación como en situaciones más normales o bailando cuando salíamos con los compañeros. No había que ser muy lista para entender el sentido de esas miradas.

Un día que salimos solas, fuimos a una discoteca de moda. No había cosa que me molestara más que los pesados ligones y esa noche estaban bastante insoportables. Cansada de esto le dije a mi amiga que mejor nos íbamos, que no aguantaba más.

-Pero aun es muy temprano –repuso- mañana no trabajamos.

-Ya pero no aguanto a estos pesados que les dices que no y siguen insistiendo –conteste-

Se quedo pensativa. Luego supe que dudaba en decirme lo que había pensado.

-Yo sé de un sitio en que nadie nos molestara –dijo al fin- Pero igual no quieres ir.

-¿Por qué dices que no querré ir?

-Pues es un sitio de ambiente para chicas. Donde van a ligar.

-De eso quiero huir, pero has pensado en proponerlo así que seguro que sabes cómo evitarlo –le dije, con una sonrisa-

-Claro que la hay, tendríamos que pasar como pareja. Eso se respeta y ninguna te hará proposiciones si creen que estamos juntas.

Quede sorprendida y pensativa. Me decidí.

-En cierta forma somos una pareja, aunque solo sea de amigas, así que podemos pasar fácilmente como tal ante otras mujeres.

No dijo nada, me agarro de la mano y salimos disparadas de aquella sala.

Durante unos cuantos días fuimos a cuatro o cinco locales de ambiente. La verdad eran agradables y salvo saludos de algunas conocidas de Ana, nadie me importuno. Aprecie  los modos y costumbres de las mujeres, sumamente respetuosos, aunque no se cortaban para nada en cuanto a bailes, ligues o besuqueos.

Cada vez estaba más a gusto con Ana, aunque debo decir que no estaba enamorada de ella, aunque si había pensado en el sexo pero lo descartaba, no veía montándomelo con otra chica.

Un  día, mientras que estábamos bailando, me atreví a preguntarle si me deseaba, su respuesta fue clara.

-Claro que te deseo Sara, eres una mujer muy apetecible y por tanto deseable.

Así se quedo la cosa.

Esa noche la pasamos juntas como otras, pero a la mañana siguiente en el baño, me masturbe, me apetecía mucho. No se como fue pero termine pensando en Ana y que era ella la que me masturbaba, fue un magnifico orgasmo. Luego, sola en casa, no me sentía bien, pensaba en lo ocurrido y tenia sentimientos encontrados y la conclusión era siempre que estábamos muy a gusto juntas, nos divertíamos mucho pero que yo no era lesbiana.

Cada vez que salíamos me apetecía bailar con ella sobre todo las piezas lentas, sin darme cuenta me apretaba contra ella, cada ocasión más apretada, de eso me di cuenta posteriormente, eran señales inconscientes. Note que en estas ocasiones mi sexo se mojaba.

Pero Ana, en su posición de respeto hacia mí, hacia caso omiso de las señales. Un día que estábamos muy juntas, bailando una pieza lenta, apoye mi cabeza en su cuello y pese:

-Cuando me vas a besar de una vez.

Giro su cabeza y vi sus ojos. Manifestaban su deseo y pensé que quizás en lugar de pensarlo, lo dije en un susurro.

Me beso. Juntamos nuestras bocas, al poco note la punta de su lengua recorriendo mis labios e instintivamente los entre abrí. No perdió el tiempo y comenzó a meterme la lengua, yo colaboraba y al final fue un beso con lengua en toda regla. Yo creía que me iban a fallar las piernas, no sé como describir lo que sentía en aquellos momentos, era completamente diferente a los otros besos que había dado o recibido, ni mejor ni peor, simplemente diferente.

Cuando termino la música, termino el beso, la cogí de la mano y la lleve a mesa, no hablamos, solo nos miramos durante un largo rato cogidas de la mano.

Nos fuimos a casa de Ana ya que era la más cercana. Seguíamos sin decir nada, pero cuando podíamos nos mirábamos, yo me ruborizaba, mi mano en su rodilla mientras conducía.

En el ascensor nos dimos el segundo beso. Fue diferente al primero, no tan intenso pero igual de agradable. El tercero fue en su apartamento y fue cuando hablamos.

-Te deseo –dijo, mientras que me llevaba hacia la cama- ¿Me dejas que te desnude?

-Si –dije con hilo de voz. Mis nervios estaban flor de piel y ella lo noto.

Me quito la blusa y beso mis pechos por encima del sujetador, luego me quito los pantalones y beso mis nalgas sobre las bragas.

Luego me quito las bragas y beso de nuevo mis nalgas y fue hacia delante depositando un suave beso sobre el monte de venus. Ya con mis senos al aire los beso con pasión. Yo estaba más que nerviosa, toda roja, notaba el calor en mi cara. Me llevo hacia la cama y me pregunto:

-¿Me desnudas? O estas demasiado nerviosa.

No sé que quería. Estaba atenazada. Hizo que me tumbara en la cama y se desnudó de forma muy erótica, pero sin ser una stripper. Se tumbo junto a mi comenzamos a besarnos. Besos, besos, interminables besos, muy juntas, rozando nuestros cuerpos.

Me fui tranquilizando, notaba como sus manos recorrían mi piel, besos y caricias yo estaba en la gloria. Me sorprendió mi naturalidad cuando comencé a acariciarla. Parecía que llevaba toda la vida haciéndolo. Cuando tocaba el centro de su espalda, se estremecía.

Su mano bajo a mi sexo y fui yo la que se estremeció. Todo eran sensaciones nuevas y maravillosas, no comparables con mis anteriores experiencias con chicos, simplemente eran diferentes.

Con mucha suavidad y muy despacio me fue masturbando, mientras que seguíamos besándonos y yo acariciándola. Cuando estaba a punto de llegar, paraba. Yo la dejaba hacer, Ana era la experta.

Me hizo explotar cuando ella quiso. Solo puedo decir que fue magnífico. Nos quedamos abrazadas y besándonos.

Al rato le dije y ahora qué?

-Lo que tú quieras –me contesto-

Lleve mi mano a sus labios vaginales, estaba empapada. Me sentía torpe, sabía que no lo hacía bien y comparada con ella no era ni aprendiza. Se dio cuenta de mi azoramiento.

-Tranquila Sara –dijo- hazlo como si te masturbaras, ya te darás cuenta como me gusta pero así también tiene su morbo. No te preocupes.

Seguí con mis torpes movimientos sobre sus labios y clítoris. Fui notando como se iba excitando poco a poco. No dejaba de animarme y de besarme. Eso me sirvió para que tomara confianza y le metí un dedo en la vagina. Comenzó a gemir.

Luego le metí otro dedo mientras que seguía trabajando su clítoris. Los gemidos se hicieron más intensos y más rápidos. Me acorde de cómo lo hacia ella y comencé hacer pequeñas paradas. No controlaba como lo hacía Ana, pero la lleve a un orgasmo que según ella había sido muy bueno.

Esto me lo dijo, cuando se recupero y acto seguido se abalanzo sobre mí en un beso salvaje por su parte. Yo no puede ni siquiera responder al beso pero gracias a ese beso si me sentí, por primera vez, poseída por una mujer.

Nos quedamos abrazadas y dormimos así.

La mañana siguiente llegamos tarde al trabajo ya podéis imaginaros que al despertarnos repetimos un rápido orgasmo de buenos días.

La segunda noche quedamos en una pizzería para cenar algo rápido, teníamos prisa o urgencia, fuimos a mi casa y nada más cerrar la puerta comenzamos a besarnos y a meternos mano, tardamos unos diez minutos en llegar a mi cama, eso si ya desnudas.

Estaba sorprendida por la inhibición que tenia y la naturalidad con la que actuaba, parecía que toda mi vida había estado con chicas.

Totalmente mojada, creo que se me salían los jugos vaginales por los labios y las ingles. Ella estaba igual cuando pase mi mano por su sexo. Gemíamos de puro placer.

-Te voy a pedir una cosa que nunca has hecho –dijo de repente- Quizás te parezca algo prematuro pero quiero que lo hagas antes de que yo te lo haga y así no tengas referencias. Me excitan tus dudas. Simplemente hazlo si quieres, si no lo haces, no te preocupes, seguramente será aun pronto.

Me sorprendió y no sabía a qué se refería.

-Deseo –prosiguió, mirándome fijamente a los ojos- que lamas mi clítoris hasta que hagas que me corra.

Me dio un suave beso en los labios.

Mi corazón latió más deprisa y mi vagina se mojo. Me ruborice y casi me enfade con ella. Sabía que yo no tenía ni idea de cómo hacerlo, pero eso era precisamente lo que la gustaba.

Le pellizque un pezón y le dije que era mala, mientras que me dirigía a su entrepierna.

Comencé a darle suaves besos desde sus ingles al monte de venus, cuidando de solo rozar sus labios vaginales, la verdad no sabía qué hacer. Luego le acaricie con las yemas de los dedos toda la zona, vagina y al final le metí un dedo, cosa que le gustaba. Note como cada vez estaba más húmeda.

No usaba mi lengua, tenia reparos por los jugos vaginales, aparte de los míos no había probado otros. Me gusta, me gusta, oí que decía. Eso me animo.

Eres tonta, pensé, estas deseando complacer a Ana y… que te pasa Sara?

Ese pensamiento hizo que con mis dedos abriera los labios de mi amante y me quede mirándole el coño abierto, se veía perfectamente el clítoris. Comencé a pasar la punta de la lengua por su botón y al poco estaba gimiendo.

Fui cogiendo ritmo y note las cosas que más le ponían por la intensidad de sus gemidos. Me dedique a explotar esos descubrimientos. Su vagina rezumaba y poco a poco sus jugos fueron a mi cara, labios y por su puesto a mi boca. No me desagrado para nada, todo lo contrario. Me gusto su sabor, sabían a Ana y terminaron por excitarme del todo si ya no lo estaba.

Totalmente desinhibida con las manos acariciaba sus pechos y cintura. Profundice en su vagina con mi lengua, tenia sed, sed de ella y parecía una fuente. No me olvidaba se su clítoris.

Apretó mi cabeza contra su coño. Daba grititos de placer. La oí decir:

-Me corro en la boca de mi chica.

Soltó mi cabeza, por supuesto que no me separe, todo lo contrario apreté mi boca todo lo que puede quería que se corriera en mi boca, lo de “mi chica” me había gustado mucho y deseaba darle el máximo placer.

Explotó en mi boca, se retorcía, gritaba. Cuando se relajo me tendí a su lado y me dio un beso, lamiendo mi cara, como si quisiera limpiarme de sus jugos.

No habló, no hacía falta su cara lo decía todo. Estaba satisfecha con mi actuación y yo también lo estaba, mi debut había sido un éxito.

Comenzó a masturbarme con suavidad, luego me fue metiendo dedos en el coño y aumentado el ritmo. Yo pensaba en el momento de sentir su lengua en mi clítoris y me daban escalofríos de placer. No tarde en tener mi orgasmo.

Nos abrazamos y dándonos besos nos quedamos dormidas.

Me quede con las ganas de su lengua, como dije antes, soy tonta ¿Por qué no se lo pedí?

Y ella, ¿por qué no lo hizo? Estaba claro que no me iba molestar nada que viniera de ella, que podía hacer lo que le apeteciera. O precisamente era eso lo que le apetecía, dejarme con las ganas de probar algo nuevo.