Compañera de trabajo

El día del amigo era la oportunidad para hacer realidad mi fantasía. Esperar valdría la pena.

COMPAÑERA DE TRABAJO

El día del amigo era la oportunidad que en la oficina tenían para reunirse todos, a cenar y charlar sobre chismes de la oficina.

Llegué a la reunión cuando ya casi todos estaban y me tocó sentarme al lado de Fer, una compañera de unos treinta años, menudita, con una colita y unas tetas paraditas, y que acostumbraba sentarse en su escritorio bien derecha, luciendo una espalda recta y muy atractiva. Su cabello largo le llegaba hasta la cintura, y al pasar a su lado no podía dejar de tomarla del pelo y tironearla suavemente. Mi imaginación me jugaba malas pasadas y más de una vez me masturbé soñando con poseerla.

Le molestaba que le tocaran la cintura y siempre reaccionaba de mala manera cuando algún compañero avanzaba con sus caricias hasta ese punto.

Como dije, su figura era muy excitante, y como hacía gimnasia y danza, sus músculos eran duros y sus carnes firmes.

En esa reunión comenzaron a bromear sobre su nuevo novio, un joven bastante tonto al que ella llevaba de las narices y con el que hacía lo que quería. Este había llegado a reemplazar a su anterior novio que había construido una casa con la cual ella se quedó cuando se separaron. Ya habían fijado fecha para casarse y faltaba muy poco para ese día.

Yo sentí muchas veces que sus miradas eran provocativas, pero nunca avanzaba mas allá de estos gestos, ya que el ambiente de la oficina no daba para mayores cosas.

Esa noche, Fer estaba muy deshinibida a lo que colaboraban varios vasos de vinos que comenzó a tomar antes que llegara la cena y que siguió tomando durante todo el tiempo que estuvimos en la mesa.

Bromeaba con ella, siguiendo la corriente de sus amigas, y en este ir y venir de bromas, llegué a apoyar mi mano en su espalda y acariciar su cintura, sin que ella reaccionara como lo hacía habitualmente.

Con el avance de la noche, la conversación fue haciéndose más íntima, sin que los demás presentes lo notaran, ya que todos estaban con algunas copas de más.

 Así que ya te casas, le dije

 Si, pero la verdad que no estoy muy convencida

 Pero si quieres a tu novio lo normal es que vivas con él.

 Si, quiero vivir con él pero me gusta mi libertad. Estoy acostumbrada a que si un tipo me gusta, salir con él y llegar hasta donde me dé la gana.

 Que lástima que yo no te haya gustado.

 ¿ Quién te dijo que no me gustas? Lo que pasa es que en el trabajo trato de no involucrarme con nadie porque las paredes oyen, dijo mientras me guiñaba un ojo. Además no acostumbro disputar hombres con mis amigas, haciendo clara referencia a la relación que se comentaba yo mantenía con otra compañera de trabajo.

 Esos comentarios no son ciertos. Nada tengo que ver con nadie. Y bueno, una vez que te cases vas a estar mas controlada y no podrá seguir con tus aventuras, dije con toda la intención de hacerla reaccionar.

Se quedó callada, apuró su copa de un trago y me miró como si recién terminara de tomar conciencia de las cosas que se iba a perder. De inmediato volví a llenarla.

 Si, ya la última vez a punto de casarme, me peleé con mi novio para no comprometerme, dijo resignada, pero ya tengo treinta años y quiero armar una familia.

 Fer, disculpa que te haya tocado, pero no te enojaste como siempre cuando acaricié tu cintura, comenté recordando lo que había sucedido un rato antes.

 En realidad , me enojo porque me encanta que me acaricien así, y me excita, por eso no dejo que lo hagan.

 Bueno, ya que no te enojas, lo voy a seguir haciendo, y pasando del dicho al hecho, comencé a pasar mi mano derecho por su cintura, deteniéndome en sus costados y pellizcándola.

Sentí como se tensaba, y como para disimular, conversaba con Mónica que estaba sentada a su derecha.

Con el pasar de las horas, se hizo evidente que el alcohol había hecho su efecto en todos los presentes, menos en mí que había limitado la ingesta de alcohol, porque tenía que manejar y no me gusta beber cuando tengo que conducir.

Al finalizar la cena, el grupo comenzó a desbandarse. Algunos fueron a tomar un café a otro lugar, otros se volvían para sus hogares, y tres o cuatro nos quedamos allí afuera.

Se notaba que a Fer le costaba mucho mantenerse de pie y despierta, pues había tomado de más.

Mónica y Carina, otra de las compañeras me pidieron que las llevara a sus casas, ya que yo era el único que tenía auto.

En ese momento, comencé a tramar un plan que me permitiera disfrutar de Fer, una verdadera belleza y que se insinuaba permanentemente con todos.

Acepté de buen grado la tarea y una vez en el auto las amigas la sentaron a Fer adelante, y ellas subieron en el asiento trasero.

Organicé mentalmente el viaje de manera de dejar en sus casas primero a Monica y Carina, cosa de quedarme solo con mi víctima. Y no me equivoqué. Apenas habiamos llegado a la casa de la primera, cuando Fer ya estaba dormida.

 ¿ Quieres que te ayude a dejarla en su casa ? Preguntó inocentemente Carina, la segunda viajera al llegar a su departamento.

 No hace falta, yo me encargo, dije protectoramente.

 Realmente sos un buen amigo, dijo Carina, descendiendo del auto y saludando con la mano mientras nos alejábamos.

Una vez solos, la miré. Estaba dormida con la boca entreabierta y de perfi hacia mi lado. Por su escote asomaban la naciente de sus tetas, tentadoras y sólidas.

Despacio, mientras manejaba, con mi mano derecha retomé las caricias en su cintura, hasta que comenzó a suspirar sin despertarse, y se aflojó entregándose plenamente a mis caricias.

Luego de unos minutos subí mi mano despaciosamente hasta llegar a sus tetas, y comencé a acariciarla suavemente por encima de su ropa.

Aún dormida, giró sobre el asiento quedando sentada derecha en el asiento, y con la cabeza apoyada en el apoyacabeza del mismo. Este cambio me permitió avanzar con mis caricias por su cuello, bajar por sus pechos, entrando por su escote para jugar con sus tetas, y luego bajar por su vientre liso, hasta llegar a su entrepierna y a través de su pantalón ajustado sentir los labios de su vagina.

En este punto, sentí como su cuerpo se tensó, pero en lugar de resistirse, abrió sus piernas para facilitar mis posesivas caricias.

¿ Seguía dormida? Sus ojos estaban cerrados, y su respiración agitada mostraban un grado de excitación importante.

Mientras, yo estaba totalmente fuera de control, y decidí jugarme el todo por el todo.

Dejé de acariciarla, y sin soltar el volante desabroché mi pantalón y saqué mi verga que estaba enfurecida, dura y caliente como nunca había estado.

Una vez que la tuve afuera, tome la mano izquierda de la dormilona y la puse sobre mi pija, haciendo que la rodeara con la mano y me la apretara.

Fer se aferró de mi bastón con toda su fuerza, y yo volví a jugar con su entrepierna. Los líquidos comenzaron a escaparse de mi verga y mojaban su mano. Juraría que en ese momento ella tuvo un pequeño orgasmo.

En ese punto, me jugué el todo por el todo. Pasé frente a su casa y seguí unos kilómetros hasta llegar a un hotel para parejas. Entré con el auto y una vez que me habilitaron una habitación me dirigí con el auto hasta el lugar y guardé el vehículo en la cochera correspondiente.

Hice que Fer soltara mi verga, la guardé, bajé del auto, abrí la puerta del cuarto, y dándo la vuelta al auto la alcé y dormida la metí en la habitación.

La deposité sobre la cama y seguía entre dormida, sin llegar a despertarse del todo.

 Ya llegamos? preguntó entre sueños.

 Si, ya estás en tu cama.

 ¿ Me ayudás a desvestirme mamá?, pregunto dormida, y recordé que vivía con su madre.

 Si, hija, contesté con una voz en la que costaba esconder la lujuria.

Bajé la luz del ambiente hasta dejarla en penumbras. Me acerqué a la cama y comencé por sacarle el saco, arrojándolo al piso. Luego desabroché lentamente su camisa, sacándola del pantalón. Desabroché sus mangas y levantando su torso le quité la camisa, dejando a la vista su corpiño, transparente, a través del cual se notaban sus pezones en punta .

Como desabrochaba de adelante fue fácil quitárselo y dejarla totalmente desnuda de la cintura para arriba. Sus tetas eran chicas pero perfectas. Duras y suaves al tacto, como había descubierto en el auto.

Mientras hacía esto, ella permanecía con los ojos cerrados y respirando suavemente.

A continuación, desaté su cinturón, desabroché el botón de su pantalón y bajé su cierre. Apareció ante mis ojos una tanga transparente, a través de la cual se veía su vello castaño.

La dejé así, y yendo al pie de la cama, le quité sus zapatos de taco y tiré de la botamanga de sus pantalones. Ante esta acción, ella levantó instintivamente sus caderas con lo que el pantalón salió de un solo tirón, y luego se giró quedando en posición fetal, y mostrando un culito paradito que terminó de enloquecerme.

No aguanté mas. Despacio, pero con la firmeza de lo inevitable, me desvestí.

La dureza de mi verga y lo hinchado de mis huevos me asustó. Pero lo que mas me asustó era mi decisión de partirla en dos sin importar lo que ella opinara. Realmente, cogerme esa ricura merecía cualquier cosa que me pasara después.

La habitación era cálida, casi sofocante, y mi calentura era aún mayor.

Me acosté a su lado boca arriba, mientras juntaba fuerzas y pensaba en lo que iba a hacer.

Pensé si no era cobarde satisfacer mis instintos con una compañera de trabajo, estando borracha y dormida.

Cuando miré mi verga roja, dura e hirviendo me dije que no era el momento para cuestiones metafisícas. Se trataba de meterla, nada más.

Me di vuelta y me arrimé al cuerpo del objeto de mi deseo, deslizando mi verga entre sus piernas y apoyándola contra su vagina. Allí la deje, latiendo y dura, y deslicé mis manos derecha por sus cabellos, bajé por su oreja y su cuello, su hombro, y me entretuve en sus tetas, alternado mis caricias entre ambas, y pellizcando sus pezones.

Sentí como su respiración comenzaba a entrecortarse respondiendo a mis ataques.

Tomé su mano derecha y la dirigí a su entrepierna para que se acariciara a la vez que acariciaba mi verga.

Al llegar abajo apoyó su mano en mi lanza y comenzó a oprimirla contra su cuerpo. Yo deslicé mi mano dentro de su tanga y jugué con el vello de su monte de venus.

Retiré despacio mi verga y su mano la buscó afanosamente pero en ese momento mis dedos llegaron a los labios de su vagina y uno de ellos comenzó a introducirse en su cuerpo.

Sentí que su cuerpo temblaba como si hubiera sufrido una descarga eléctrica , y su mano salió de entre sus piernas y buscó por detrás de su cuerpo hasta encontrar mi pedazo y comenzar a masturbarlo.

Lo increible de todo, era que demostraba ser una zorra muy calentona, porque todo esto lo hacía sin despertarse, como si sus sueños eróticos se hubieran hecho realidad. Seguramente creía estar soñando como siempre. No sabía que sus sueños dentro de poco iban a ser una dura realidad. Muy dura, para ser sincero.

Mi dedo en su vagina, estaba nadando. La muy puta se había lubricado como si tuviera un río dentro suyo.

La obligué a soltar mi pija y coloqué su mano sobre sus pechos. Me acerqué nuevamente, con una mano corrí su tanga y esta vez mi verga apoyó directamente sobre los labios de su entrada.

Al sentir el roce, sus dos manos se dirigieron hacia abajo y apretaron mi pedazo y esto ya fue demasiado.

En el espejo que estaba al costado podía ver su rostro, haciendo muecas como si tratara de despertarse y respirando forzadamente con la boca entreabierta. Me acerqué más, bajé un poco el centro de mi cuerpo y desde esta posición favorable, apoyé la cabeza de mi verga entre los labios de su concha, y con un mínimo empujón deslicé la punta dentro de su cuerpo.

Su boca se abrió como si le faltara el aire, sus ojos parpadearon sin abrirse. Sus piernas se tensaron como si quisieran evitar la intromisión, pero yo no estaba dispuesto a seguir otro camino que no fuera hasta el fondo.

En ese instante sus ojos se abrieron. Por el espejo yo veía su cara de sorpresa al no saber donde estaba. Le costó unos segundos ubicarse en tiempo y espacio, y un ratito más darse cuenta de lo que pasaba.

 ¿ Qué estás haciendo?

 Estoy terminando una noche soñada, dije sin dejar de acariciar sus tetas y manteniendo la punta de mi verga dentro de su concha.

 ¿ Estás loco? dijo mientras trataba de alejarse.

La tomé de la cintura para evitar que mi verga se saliera

 No seas histérica. Jugaste conmigo toda la noche y cuando salimos te dedicaste a jugar con mi verga todo el viaje, dije

 ¡ Eso no es cierto! exclamó mientras se movía cada vez más.

 ¿ Ah no? Tenés tu mano izquierda con el olor de mi pija, dije mientras luchaba por mantener mi posesión.

Se quedó quieta, y despacio acercó su mano a su nariz. El olor a verga era notorio. Respiró profundo, y sentí como su vagina se estremeció.

Cerró sus ojos, respiró profundo un par de veces.

 Estaba borracha y no sabía lo que hacía. Por favor, nadie tiene que enterarse de esto, dijo

 Lo sabremos vos, yo y mi verga. Sabés que soy muy reservado, dije sintiendo mi triunfo muy cerca.

Apoyó su mano en mi pierna, la movió de arriba a abajo.

 En realidad siempre me gustaste. Ponémela, dijo con una voz muy sensual.

Despacio, muy despacio, deje que mi pija se deslizara dentro suyo, hasta el fondo. Mis huevos se aplastaron contra su cuerpo, y ella llegó a un orgasmo largo y profundo.

Cuando terminó de acabar comencé a bombearla como un animal. El mete y saca la sacudía como una muñeca de trapo.

Sus manos me rasguñaron . Mi pija entraba hasta el fondo, salía casi por completo y volvía a entrar hasta los huevos sin que existiera fuerza humana que pudiera evitarlo.

Luego de 20 ó 30 bombazos de esta profundidad sus manos dejaron de acariciarme, su cuerpo se aflojó, y levantó su pierna derecha para rodear las mías. Su mano derecha buscó mis huevos y acompañó el movimiento de pistoneo que tenía adentro. En ese momento saqué mi mano de su boca.

 Sos un hijo de puta, no podés aprovecharte de mí de esta manera, decía con un tono de reproche.

 ¿ Cuanto tiempo pensás que podía aguantar deseando estar dentro tuyo, puta calentona, fue mi respuesta, mientras seguía bombeando.

 Quedate callado con tus amigos, amenazó, mientras seguía jugando con mis huevos.

 Estoy a punto de correrme. No tengo forros así que la voy a sacar , le dije

 Tomo pastillas así que ni se te ocurra.

Esto fue el colmo. Aceleré mi bombeo, llegué hasta el fondo y allí me quedé vaciando todo el contenido de mis huevos.

 Tu leche me quema, suspiró .

Cuando se sintió inundada cerró sus ojos. Yo me quedé dentro suyo hasta que la última gota de leche salió de mis huevos, y luego me retiré quedando boca arriba.

Pasado unos minutos giró y su mano buscó la mía y la apretó.

Nos miramos en el espejo del techo. Su cuerpo sensual me seguía excitando.

 Ahora que te sacaste las ganas, llevame hasta casa, dijo con su voz suave, que hizo que mi verga se moviera involuntariamente, mientras sentía como se empezaba a recuperar.

 ¿ Estás loca? Esto recién empieza. Años soñando contigo y ahora querés que con un simple polvo te deje ir. No Fer, esta noche sos mía, le dije mirándola a los ojos por el espejo.

Sonrió y sus ojos brillaron

 ¿ Te parece que podrás darme algo más? Sentí como te vaciaste por completo, dijo con un mohín de puta que hizo repingar mi verga una vez más.

Giré hacia su lado y monté sobre ella poniendo una pierna a cada lado de su cuerpo, y en esa posición la besé, al principio suavemente y luego introduciendo mi lengua hasta el fondo. Sentí como se estremecía y luego besé su rostro, sus orejas y bajé por su cuello besando y lamiendo su piel. Ella suspiraba.

 No me marques, pedía, mi novio me mataría.

 No acostumbro lastimar ni crear problemas, dije entre lamida y lamida.

Llegué a sus pechos y fui alternando mi lengua entre ambos, sintiendo como sus pezones duros raspaban mi lengua. Se los chupé. Entraban en mi boca y sobraba un poco fuera. Tenían el tamaño justo.

Cinco minutos de este tratamiento, y ella deslizó sus manos bajo mi cuerpo hasta llegar a mi verga, todavía algo blanda. Acarició mis huevos y se aferró a mi tronco.

Me separé un poco, y mirandola a los ojos, comencé a deslizarme hacia arriba, hasta colocar mis rodillas a ambos lados de su cabeza y allí, comencé a refregarle mi pija por la cara.

 Ponemela dura, supliqué mientras le pasaba mi lanza por sus labios entrebiertos. Me miró, vio en el techo su rostro acariciado por la verga y abriendo su boca la engulló.

Sentir su lengua acariciandome fue más que suficiente para que se pusiera dura como una piedra.

Su sorpresa se reflejó en los ojos. La sacó y me miró.

 Parece que el viejito todavía tiene resto, dijo sonriendo, y volviendo a chuparla.

Este viejito te va a montar como una perrita y luego te va a dar para que te tomes toda la leche, sentencié.

Sacó nuevamente el chupetín de la boca.

 ¿ Y que estamos esperando?

 Que yo termine de chuparte la concha, dije, bajándome de su cuerpo y colocándome en medio de sus piernas.

Tomé la tanga que todavía tenía colocada, levanté sus piernas y se la saqué. Limpié un poco el líquido del orgasmo anterior que había chorreado, mientras aprovechaba para meterle los dedos.

Una vez terminada esta tarea quise comenzar el trabajo bucal.

 Esperá un poco, dijo, y levántandose me tomó de los hombros y me hizo acostar en la cama.

Graciosamente se dio vuelta y colocó su entrepierna a la altura de mi boca, mientras volvía a engullirse mi pedazo.

Me sentí poseído por esta yegua y comencé con desesperación a lamer los labios de su vagina.

 Tranquilo nene, despacio. Haceme gozar, me retó.

Entonces suavicé mi trabajo, y junto a las lamidas le introducía la punta de mi lengua dentro de su concha. Ella chupaba mi pija, corría por el tronco y lamía y chupaba mis huevos.

Esto no podía durar para siempre, y temí acabar sin disfrutar de mi amiguita, así que dejé de chupar, con esfuerzo conseguí que soltara el chupetín y salí de debajo suyo.

Trató de cambiar de posición, pero lo impedí.

 En esta posición te quiero, Cuando te veía sentadita en tu silla tan derecha soñaba con cogerte como una perrita.

Así, en cuatro patas me acerqué a ella. Tomé mi verga y la puse entre los labios de su vagina. Ella al sentir el contacto dio vuelta su cabeza y mirándome con lascivia, pasó una mano bajo su cuerpo y llegando hasta mi aparato lo acarició y apretó mis huevos.

Sentí como mi cuerpo hervía y sin dejar de mirarla, se la metí hasta el fondo.

Giró su rostro hacia el frente y gritó de dolor y placer.

Tomé sus largos cabellos y retorciéndolo comencé a bombearla como si estuviera domando una yegua salvaje.

 ¡Ah, soñé con este momento! dije mientras la seguía penetrando y llegando en cada empujón más adentro en su cuerpo.

 ¡ Que cuerpo que tenés, yegua!

 ¡Cabalgame fuerte! ¡Así, así! decía

Seguí empujando y saliendo, empujando y saliendo, hasta que fue evidente que no aguantaba más.

Reduje la velocidad, y dejando su cabello me aferré a sus pechos que estaban como piedras.

 La tenés bien adentro yegua, mostrame como acabás, le dije al oído, mientras le pasaba mi lengua por el cuello y la oreja.

Y la muy puta comenzó a acabar y a llorar al mismo tiempo, profiriendo grititos cortos y agudos como si fuera una gata.

Me costó trabajo aguantar, pero tenía otros planes.

La dejé que terminara su orgasmo, y me salí de adentro suyo.

Cayó desmadejada sobre la cama. Me senté con las piernas abiertas y la llamé

 Vení puta a terminar tu trabajo.

Lentamente se movió se dio vuelta y gateando se acercó a mí. Miró mi verga enrojecida y furiosa, apartó su cabello del rostro y comenzó a chupármela suavemente.

Cerré mis ojos mientras sentía como mi cuerpo iba elevándose hasta el climax y cuando no pude más me dejé ir en medio de gritos .

 ¡ Toma la leche puta! ¡ Toda hasta la última gota!

Y acabé. Largos chorros de semen golpeaba el fondo de su garganta, y sentía como ella tragaba sin dejar escapar una gota. Llegó a dolerme la manera de vaciar mis huevos hasta que me sentí seco.

Siguió chupando y lamiendo hasta que nada quedó. Y al fin la dejó.

 ¿ Tienes bastante?, preguntó.

 ¿ Y vos?, retruqué.

 Una última pregunta, dijo ¿ Tenés algún problema en tirarte a una mujer casada?

 Para nada.

 Entonces no voy a cambiar mis planes, pero me parece que cada tanto, y sin que se haga costumbre, me gustaría sentir tu pija en mi conchita.

 Dalo por hecho, dije, mientras me acercaba y la besaba.

Al día siguiente en el trabajo, Carina se acercó.

 ¿ Te costó trabajo dejar a Fer en su casa? Porque se nota que tiene una resaca espectacular esta mañana.

 Para nada, dormida y todo es muy obediente, dije con un aire de inocencia total.

 Es una pena, si no hubiera sido por el estado en que estaba, me hubiera gustado quedarme un rato más con vos charlando una vez que todos se hubieran ido, dijo acercándose de manera insinuante.

 Carina, cuando tengas un rato de tiempo podemos juntarnos y tomar un cafe, pero lejos de aquí, porque no quiero que nadie se imagine cosas raras.

 Estoy de acuerdo. Esta semana arreglamos. Y se alejó meneando su hermoso culo.

Lo que pasó después es otra historia que algún día les contaré.