Compañera de trabajo
Esto es lo que pasó, la noche que ví a mi compañera de trabajo volviendo de fiesta.
Soy Alberto, 38 años, mido 1,75 cm, con algunos kilitos de más, casado y sin hijos. Trabajo en labores administrativas de una pequeña empresa. En la oficina estamos dos hombres y una mujer. Ella se llama Gabriela, pero ella prefiere Gaby. Es una chica morena, 34 años, de rasgos sudamericanos, larga melena y una gran sonrisa. En el trabajo hablamos de todo un poco, bromeamos, comentamos noticias, charlamos de lo que hemos visto en la televisión, y de nuestras vidas en general. De estas charlas, supe que su novio se llama Ramón, que él es deportista, su perro Rocky, y que viven en un tranquilo ático de la ciudad.
Una noche que había salido con unas amigos, de regreso a casa, ví a Gaby abrazada cariñosamente a un chico. Él era alto, pelo corto tirando a rubio, se le veía un chico en forma, y por lo poco que sabía de él, imaginaba que era Ramón. Iba a saludarles, pero en aquel momento, no sé si fue el alcohol, mi excitación o qué, pero salió mi vena voyeur, y decidí espirales.
Ellos iban abrazados, tocándose el culo el uno al otro, y morreandose de vez en cuando. Yo les seguía a una distancia prudencial sin ser visto. En uno de esos apasionados besos, él la acercó junto un portal, y se fueron calentando. Los besos subían de intensidad, las manos recorrían sus cuerpos e incluso buscaban llegar bajo sus ropas. Yo vigilaba en la distancia y todo aquello me estaba calentando mucho. Nunca me había imaginado a Gaby tan pasional.
El tenía una de sus manos en el culo de Gaby, y la otra bajo la blusa tocándole los pechos. Ella no era menos, sonaba su polla por encima del pantalón, y se apretaban el uno al otro como si se fallaran vestidos. De vez, en cuando, echaban un vistazo para vigilar que nadie observaba, pero allí estaba yo, con mi mano sobandome la polla.
De repente, en pleno calentón, Gaby cogió a Ramón de la mano y salió corriendo doblando la esquina. Tarde en reaccionar un segundo, y fui tras ellos. Tenía que ver cómo continuaba la escena. Al doblar la esquina no ví a nadie, había un cruce de calles pero no conseguía verlos en ninguna de las direcciones. Intentaba pensar qué camino habrían cogido para ir a la calle en la que vivían y sí no sería mejor dejarlo aquí, cuando un hombre apareció a mi espalda.
-¿Qué tal Alberto? ¿Cómo estás? Encantado de conocerte, por fin. - era Ramón, al que hace un momento observada con Gaby.
Sin saber que decir, improvisé lo que pude - Hola, ¿quien eres? ¿nos conocemos? -
-Claro que si, no hace falta que disimules. Gaby me ha hablado bastante de ti, y por fin hoy te pongo cara.
-¡Ah!, tu debes de ser Ramón entonces, el novio de Gaby. ¿Y dónde está ella, por cierto?
-¿Quieres verla? ¿No la has visto bastante hoy?
Yo no sabía dónde meterme, sólo pensaba tierra trágame. ¿Con qué cara la miró el lunes en el trabajo?
Todo esto estaba pensando cuando Ramón me agarró con fuerza por el hombro y me dijo - Ven, vamos a verla - mientras me llevaba del hombro como si fuéramos amigos de toda la vida.
Yo no sabía qué hacer, pero no intente irme, ni justificarme, simplemente me dejaba llevar por él.
Entramos en un portal, y allí estaba Gaby, con una sonrisa enorme. Eso me tranquilizó porque yo, en ese momento, estaba acojonado.
-Hola Alberto. ¿Te ha gustado lo que has visto?
-Yooo, yo, yo… - mi cerebro parecía que había decidido abandonarme. No sabía qué decir.
-No me importa que me mires. Si no quisiera ser vista no lo haría por la calle. Además, no he hecho nada de lo que avergonzarme.
-Eso es verdad. Yo sólo iba a saludarte pero no encontré el momento y luego desapareciste…
-Sé que nos has seguido, que llevabas un buen rato mirando, y no me importa, de verdad. Pero…, quiero proponerte algo.
-Que? - no entendía nada. Pensaba que iba a estar molesta y nada le importaba.
-Quiero que tengas una visión de lujo. ¿Te gusta mirar? Pues te ofrezco un cómodo sillón con vistas a una cama donde podrás mirarnos cuanto quieras - dijo ella, mientras me tendía la mano.
Yo no dije nada. Le di la mano, y subimos al primer piso. Ramón venía detrás siguiendonos. Llegamos al primer piso, abrió la puerta del 1°C, y entramos en la casa.
-Este es el piso de mi hermana, que está de viaje. A Ramón ya le conoces. En el trabajo, nunca hablamos de nuestras intimidades, pero, hoy te voy a confesar algo. A mi me excita que me miren, me gusta saber que estoy provocando algo en alguien, sin, ni siquiera tener contacto con él. A veces, es en la calle como hoy, y a veces más privado como lo que te propongo ahora. - todo esto me contaba mientras recorríamos el largo pasillo de ese viejo piso, con ella delante arrastrándome de la mano. Al llegar a la última puerta, se detuvo antes de abrirla y me dijo:
-Solo hay una condición, no puedes tocarnos, no puedes participar, solo podrás mirarnos, y jugar tu solito. ¿Aceptas?
La excitación pudo más que la vergüenza o el miedo, así que - acepto, Gaby, acepto - dije con nerviosismo.
Y ella, abrió la puerta que llevaba al dormitorio. Un dormitorio amplio con una cama enorme y una butaca a los pies, que supuse era mi lugar, y allí me senté.
Ramón y Gaby se unieron en un fuerte abrazo, mientras me miraban. Yo me sentía fuera de lugar, pero terriblemente excitado, lo que me hacía estar pegado en la butaca. Ellos comenzaron a dejar que sus manos recorrieron el cuerpo del otro, como hace unos minutos les había visto hacerlo en la calle, sus besos iban creciendo en pasión y sus manos cada vez tocaban con más fuerzas. No tenían prisa, yo tampoco. De vez en cuando me miraban, con lo que me sentía más partícipe de lo que veía. Yo notaba mi polla deseando salir del pantalón, pero no quise ser el primero en desnudarme.
Lentamente, Gaby le quitó la camisa a Ramón. ¡Vaya cuerpo!, se notaba las horas de deporte practicadas. Era un cuerpo atlético, marcando cada músculo pero se notaba que no era un musculitos de gimnasia. Ella seguía manoseando ese cuerpo, mientras bajaba sus manos hacia el botón del pantalón. Lo iba desabrochando mientras lo besaba, se comían la boca y por momentos parecía que se olvidaba de mi. Le bajó la bragueta y tiró del pantalón hacia abajo dejándolo caer a sus tobillos. El llevaba unos bóxer que marcaban perfectamente el volumen de lo que se ocultaba en su interior. Ella le tocaba la polla sobre el calzoncillo, y metiendo la mano por él.
Ahora, eran las manos de él, las que desabrochaban su blusa, las que jugaban con su ombligo, las que acariciaban los pechos escondidos bajo el sujetador. Él buscó el cierre de éste y enseguida cayó al suelo, mostrando unas tetas que no eran ni exageradamente grandes, ni pequeñas. Ahí estaba mi compañera de trabajo, mostrándole el torso, y yo observando sin ni siquiera poder pestañear. Sus besos, y caricias seguían. La pasión les desbordaba, y el espectáculo continuaba. Ahora fué el pantalón de ella el que cayó. Yo había seguido observando sus pechos y ni me di cuenta cuando se lo había desabrochado. Su tanga era pequeño, se limitaba a ocultar su coño. No veía pelo, por lo que seguramente estaba completamente depilada.
De pronto, pararon, me miraron, sonrieron y quitándose cada uno la ropa que les quedaba, se tumbaron sobre la cama completamente desnudos. Yo aproveché para bajar mi pantalón y mis calzones atropelladamente para no perderme nada. Necesitaba liberar mi polla, que a pesar de no ser enorme, ya me apretaba incomodandome bastante.
-Acércate cuánto quieras, eres muy libre de colocarte donde quieras, pero recuerda que sólo estás invitado a observar - dijo Gaby, con una sonrisa pícara que me volvía loco.
Yo permanecía sentado. Efectivamente, ella tenía el coño completamente depilada. Su coñito brillaba, porque ya estaba bastante mojada. La polla de él, era más grande que la mía. No había dudas. Gaby comenzó a besar sus pectorales, mientras su mano tocaba y se deleitaba con los genitales de Ramón. Lentamente sus besos descendían por el torso de su chico dirigiéndose hacia donde yo ya estaba deseando que llegara. Y llegó. Me miró, volvió a sonreírle antes de pasar su lengua por el glande de Ramón. Parecía que aquel miembro crecía más y más, con cada lametazo. Se introducía la punta del pene en su boca, la sacaba, la lamía, la volví a meter dentro, le miraba a él, me miraba a mi, la escupió con una gran cantidad de saliva y se la introdujo toda. Siguió entrando y saliendo, chupando, saboreando… Ramón gozaba, y yo, no me había dado cuenta, pero ya estaba de rodillas casi pegado a su cama, para verlo todo en primer plano.
Ramón pidió a Gaby que se gira se, para poder lamerle el coño. No sé si buscaba darle placer a ella, distraer su mente con otra acción para no correrse o simplemente sus pasiones iban surgiendo, pero yo, seguía disfrutando muchísimo. Él le lamía el coño, con suma dulzura, con delicadeza. Se recreaba en su recorrido, intentando no dejar lugar sin recorrer en ese coñito rasurado. Buscaba su clítoris, lo dejaba, recorría su coño introduciendo mínimamente la punta de su lengua. Podía observar que Gaby disfrutaba, que lo hacía muy bien. En ocasiones, Gaby debía parar su mamada, por el placer que estaba sintiendo, creo que necesitaba tomar aire.
Ramón se quitó a Gaby de encima y la tumbó sobre la cama. Se fundieron en un beso, que me pareció eterno, y él continuó comiendo aquel sabroso manjar que Gaby tenía entre las piernas. Sabía que ella pronto se correría. Los restos, la pérdida de respiración en ocasiones, la piernas se sacudía como con pequeños calambres. Como gozaba Gaby. Y, efectivamente, sus manos agarraron las sabanas con fuerza y supe que se estaba corriendo. Él volvió a mirarla a los ojos, se acercó a sus labios y disfrutaron de muchos besos. Ramón mientras la besaba rozaba la punta de su pene con el coño de Gaby. De vez en cuando él, con un ligero movimiento de cadera, introducía la puntita, pero rápidamente la volvía a sacar para que Gaby lo deseara con todas sus fuerzas, y yo también. Yo ya lo deseaba, pero Ramón quería seguir calentando. La metía, un par de movimientos suaves y fuera de nuevo. Para dentro de nuevo, hasta el fondo para que la sintiera bien, despacito y fuera de nuevo. Gaby intentaba mantenerlo dentro con sus piernas pero él siempre conseguía volver a salir. Gaby le pidió más.
-Metemela Ramón, metemela dentro y dale fuerte. Que Alberto vea como me revientas. - Gaby lo estaba deseando.
-¿Te gustaría estar en mi lugar, Alberto? Pero sabes que no puedes - me decía Ramón.
-Ramón, por favor - Gaby dijo la palabra magica, porque en cuanto ella dijo "por favor", él empezó a poseerla. Yo me masturbaba viendo la situación pero no quería correrme.
Empezó suave metiendo la despacio hasta el fondo. Hacía movimientos circulares como si quisiera que su polla revisara toda su cavidad. A Gaby le gustaba no había duda. Ella la sentía muy dentro y esa forma de moverse le provocaba placer. Poco a poco, él fue aumentando el ritmo, había dejado esos movimientos y ahora era el clásico dentro-fuera. Cada vez más rápido, cada vez más salvaje. Gaby lo agarraba con fuerza, con los brazos, con las piernas y hasta con la boca a base de morreos. Ramón intentaba frenar cuando se veía cerca de reventar. Yo seguía tocandome cada vez más fuerte, cada vez más rápido. Casi sin darme cuenta me corrí. Allí junto a su cama, empapando la sabana y el suelo. Pero solo tenía ojos para verlos a ellos.
Las embestidas de Ramón cada vez eran más potentes, más brutales. Yo pensaba que la cama no aguantaría, pero aguantaba.
-Camelo todo, Ramón, que me corro -gritaba Gaby- Damelo todo.
Ramón estaba concentrado en cada golpe de cadera, en cada movimiento, en hacerla disfrutar.
-Me corro, me corro - seguía Gaby.
-Echamelo dentro, Ramón. Correte en mi, por favor. - suplicaba Gaby de nuevo. Y otra vez las palabras mágicas "por favor" surtieron efecto. Ramón en un último arreón final, parecía que se le iba la vida junto con su semen. Toda su fuerza se había vaciado, y caía rendido sobre Gaby mientras la besaba.
Allí estábamos los tres, complacidos, excitados, y felices.
-¿Que tal Alberto? ¿Has disfrutado? - preguntaba Gaby
-No sabes cuanto, de verdad.
-Mucho mejor que detrás de una esquina, ¿verdad? - comentó Ramón
-Muchísimo mejor, donde vas a ir a parar. - respondí.
-Este será nuestro secreto, porque espero que no comentes nada en el curro. Si cuentas algo, a lo mejor debo hablar con tu mujer para contarle estas cositas. - dijo Gaby.
-No hace falta que me amenaces, no pienso contar nada, pero no sé cómo podré ir a trabajar con la excitación que me va a provocar verte. - le conteste.
-Sólo será al principio, luego te acostumbraras seguro. - contestó.
-Chicos, me voy a la ducha. Os dejo con vuestros asuntos de trabajo - dijo Ramón, mientras se ponía en pie y se dirigía al baño.
-Estas preciosa, Gaby - le dije
-Estoy como siempre pero sin ropa. Soy la misma con la que tomas café en el curro, con la que charlas y con la que te ríes, pero me ves distinta por estar desnuda - sonreía mientras me hablaba.
-Creo que debo irme - le dije - el show ya ha acabado.
-Espera que acabe Ramón y te das una ducha, tendrás que limpiarte por lo menos. No seas guarro. -comentó. Hubo un silencio entre nosotros y preguntó - ¿quieres tocarme?
No esperaba esa pregunta, no esperaba nada, no sabía qué responder. Sería una pregunta trampa. Ella alargó su mano hacia la mía, la cogió, y la acercó a su cuerpo. Me senté junto a ella y acaricié su cuerpo, sus pechos, sus labios. ¡Qué suavidad!
-Pensé que no se podía tocar - le dije
-No sin mi permiso. Si una mujer dice no, ya sabes, pero si dice si, la cosa cambia. Y ahora te doy permiso. -mientras hablaba su mano me acariciaba y se dirigía a mi polla, que ya hacía un rato que había vuelto a la vida.
-Puedes tocarme todo, no sólo los pechos - me dijo.
Mis manos fueron a su coñito, que aún tenía semen de Ramón. Gaby se incorporó para besarme. Un beso cálido, húmedo y apasionado. Sentía su lengua jugar con la mía. Me agarro con fuerza y se volvió a dejar caer sobre la cama arrastrándome con ella, y quedando yo sobre ella. Puso su mano en mi polla erecta, y la dirigió a su coño. Estaba muy mojado, y quise pensar que sólo era la humedad de Gaby. Intente moverme con calma como había visto a Ramón, movimientos circulares, meterla y sacarla pero Gaby con sus piernas impedía que se la sacará
-Dame como tu lo haces. Olvida lo que has visto, olvida a Ramón, y follam como tu lo hagas. No seas una copia, se tu mismo. - me dijo.
Y allí mismo la follé, con todas mis ganas, como deseaba, y disfrutando al máximo, y me corrí dentro de ella. ¡Que placer!
Unos aplausos interrumpieron el momento. Allí estaba Ramón aplaudiendo en la butaca que yo había ocupado y sonriendo.
-Vaya nochecita que te llevas de regalo - dijo Ramón.
Gaby me beso y dijo - ¿nos duchamos juntos que ya es tarde? - y de la mano me llevó al baño.
Nos duchamos, no acariciamos, nos enjabonamos, nos besamos, nos secamos, nos vestimos, y se despidieron de mi en la puerta.
Volví a casa, pensando en lo que había pasado, y tenía razón Ramón, ni en mis mejores sueños había pasado.
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