Compañera de piso
Una torrida noche calurosa con mi compi de piso.
Cuando decidí estudiar en la universidad tuve que irme a la capital a vivir. Como cualquier joven de mi edad lo que me salía más a cuenta era compartir piso y eso decidí hacer. Una vez localizado varios me decidí por un apartamento de tres habitaciones con dos compañeros de piso un estudiante de medicina llamado Julián y una chica llamada Sonia que estudiaba periodismo.
La relación entre los tres era cordial, pero sin confianzas. Cada uno tenía su habitación y respetábamos mucho el espacio de los demás. Bueno eso fue cierto hasta que llegó el verano. Ese primer año, el verano vino seco y tórrido. Ademas como no teníamos aire acondicionado se pasaba mucho calor dentro del piso. Julián, se cansó de medicina en mayo y se volvió a su ciudad y nos quedamos en el piso Sonia y yo.
A los pocos días, nuestra relación empezó a ser más amigable y solíamos quedarnos a la noche bebiendo algo fresco en la sala mientras charlábamos de nuestras cosas. Solíamos hablar de nuestros respectivos novios y de lo que hacíamos cuando venían a vernos. La realidad es que cuando mi novia o su novio venían a vernos, el otro podía oírlo todo debido a las delgadas paredes del piso. Por lo tanto como ya nos habíamos oído hacer el amor había una mayor confianza.
Además debido al calor sofocante que soportábamos empezamos a vestir con poca ropa dentro del piso. Yo acostumbraba a ir con pantalón de deporte y camiseta; pero Sonia solo vestía una camiseta, larga que le cubría hasta medio muslo, y que mostraba que no llevaba sujetador.
Un día al volver a casa, después de tomar una cerveza con los compañeros del trabajo, me encontré a Sonia tumbada en el sofá de la sala viendo la tele. Al acercarme a ella para saludarla me percibí que se había quedado dormida viendo la tele. Como todavía era temprano, me puse cómodo para estar en casa, cogí una cerveza del frigorífico y me senté en la esquina del sofá, a los pies de Sonia, para ver la tele. Desde mi situación, y quizás por el calor que hacía y lo que había bebido, contemplé a Sonia de una forma inhabitual en mí.
Mi compañera de piso estaba tumbada, boca arriba, con la cabeza apoyada en una cojín. La camiseta que llevaba se le había subido un poco y mostraba todas las piernas y hasta parte de unas braguitas negras. Además, mientras respiraba, los pechos se le subían y bajaban de una manera muy sensual. Al rato de contemplar semejante escena me fui excitando y empecé a pensar lo que sería que Sonia se despertase con ganas de jugar conmigo. Pensando escenas calientes con mi compañera de sofá me fui adormilando poco a poco hasta que me quede dormido.
Algo brusco hizo que me despertase, pero sin llegar a mover ni un músculo, noté que Sonia se agitaba. Sin moverme, entreabrí los ojos para poder observar lo que estaba sucediendo. Mientras murmuraba y lanzaba suaves gemidos, Sonia empezó a acariciarse las piernas con ambas manos.
No me lo podía creer. Mi compañera estaba teniendo una especie de sueño erótico y se tocaba dormida. A pesar de lo cachondo que estaba y de que tenía unas ganas terribles de agarrar mi polla para pajearme, decidí quedarme quieto y seguir observando lo que pasaba mientras me hacía el dormido.
Sonia seguía murmurando y gimiendo, mientras, sus manos empezaron a acariciarse el vientre por debajo de la camiseta haciendo que ésta se le levantase un poco más. Ahora podía contemplar totalmente sus bragas y eso me excitaba más todavía. Estaba como loco por poderla tocar, por acariciarla, en resumen por participar con ella de su lujuria.
A medida que se acariciaba, los gemidos de Sonia fueron subiendo en intensidad y volumen hasta que se despertó por la calentura que tenía. Al darme cuenta de ello, seguí haciéndome el dormido. Sonia pensando que yo no me enteraba de nada siguió tocándose, pero esta vez con mayor descaro. Con una mano dentro de las bragas se hacía un dedito, mientras con la otra se frotaba los pezones por debajo de la camiseta.
Sonia gemía y gemía, además no paraba de mover las caderas buscando aumentar la intensidad de su excitación para lograr el orgasmo. Desde mi lugar en el sofá podría observar su sudoroso cuerpo y su excitante danza que sólo buscaba reportarle el mayor placer posible. Yo estaba a mil, tenía el miembro dentro del pantalón a punto de reventar; pero decidí esperar a ver como terminaba aquello.
Después de un rato de pajearse con intensidad, Sonia consiguió lo que buscaba y un violento orgasmo la recorrió el cuerpo; los gemidos que lanzaba eran intensos, pero contenidos en volumen, y tras lanzar uno final arqueó la espalda y terminó de correrse. Poco a poco fue deteniendo sus caricias hasta que se quedó relajadamente tumbada en el sofá. Fue entonces cuando noté que me miraba con una mezcla de curiosidad, morbo y picardía. Sin poder conocer las intenciones de mi compañera volví a cerrar los ojos y esperar. Al rato, tras haberme observado detenidamente, sentí como Sonia se arrodillaba junto a mi y acercaba su mano hacía el bulto de mi pantalón.
Cuando sentí la mano sobre mi pene, aunque fuera a través del pantalón de deporte, me estremecí, y lancé un gruñidito de satisfacción, como si estuviese dormido. Sonia animada por mi reacción apretó más el bulto y empezó a acariciarlo. Yo estaba gozando con el masaje que me daba, porque llevaba mucho tiempo esperando algo parecido.
Con las dos manos me fue acariciando el paquete, despacio, suavemente como si le diese miedo. Yo notaba que la erección estaba completa y el pene empujaba con fuerza el pantalón. Sonia se debió dar cuenta porque poco a poco empezó a intentar sacar el miembro de dentro de la prenda. Despacio fue bajándome algo la goma superior del pantalón hasta conseguir liberar del todo mi pene.
Entonces noté que Sonia se quedaba mirando mi inhiesto miembro sin decidirse sobre lo que hacer a continuación. Para mi desgracia yo no podía hacer nada porque me estaba haciendo el dormido y la impotencia me excitaba más todavía. Aguanté como pude y decidí seguir esperando.
De repente noté como Sonia con dos dedos me agarraba el prepucio y lo subía y bajaba.Su movimiento, lento y suave, hacía que estuviese a punto de reventar, seguí con los ojos cerrados esperando que aumentase la intensidad de los movimientos para que el orgasmo me alcanzase y me pudiese correr por fin. Al rato de estar con mi prepucio subiendo y bajando, noté algo húmedo en la punta de mi glande y como la humedad empezaba a bajar por mi pene hasta llegar a la ingle. Estaba alucinado, Sonia se había metido mi polla en su boca y podía sentir como su lengua se restregaba contra ella.
Al poco note que retiraba la boca y esperé a que se la volviese a introducir; pero eso no pasaba, dejé de sentir la presencia de Sonia junto a mí y noté que se había retirado de mi lado. Desilusionado y caliente como un volcán entreabrí los ojos para comprender el motivo de la falta de contacto con mi compañera. Entonces me dí cuenta de sus intenciones.
Sonia se había quitado las bragas y estaba decidida a terminar nuestro primer encuentro introduciéndose mi miembro dentro de ella. Tras subir los pies al sofá, se agarró al respaldo de éste y de cuclillas dirigió su coñito directamente hacia mi tieso pene. Cerré los ojos con fuerza y pude disfrutar de como mi polla se iba abriendo camino poco a poco dentro de ella. Nos encotrábamos tan húmedos, ella gracias a su corrida anterior y yo por su saliva, que se ensartó todo el miembro sin dificultad. Una vez empalada del todo se quedó unos instantes sin moverse, agarrada al sofá, disfrutando de sentirme dentro de ella.
Al poco empezó a sacársela despacio, para volver a metérsela a continuación poco a poco. Recostado como me encontraba y sin poder ver nada sentía como Sonia estaba gozando con la delicadeza de los movimientos que ella misma provocaba. Con esta dulce danza que hacía, me estaba volviendo loco; debido sobre todo a que la situación de dejarme follar por mi amante, no solo era novedosa para mí, si no altamente excitante.
Cada vez que se volvía a introducir mi verga, Sonia lo hacía con más intensidad, con más gusto. Disfrutaba de cada embestida. Sin embargo cada vez gemía con más fuerza y el estar de cuclillas hacía que nuestro contacto no fuera tan intenso como me hubiese gustado. Por eso llegó un momento que no quise seguir haciéndome el dormido y empecé a abrir los ojos, para ver a mi amante gozar sobre mí.
Cuando Sonia se percató de que había abierto los ojos, bajó las rodillas al sofá, me agarró del cuello y me dio un intenso beso. A la vez aumentó más la fuerza de sus embestidas, con lo cual respondí empujando yo también con las caderas. En cuanto empecé a moverme Sonia se excitó mucho y agarrada a mi cuello empezó a gemir una y otra vez. Alocados y desbocados como estábamos nos miramos un instante y nos dimos cuenta de que llevábamos puestas las camisetas.
A la vez decidimos quitárnoslas y sin dejar de empujar ni un momento nos despojamos de nuestras vestimentas. Por fin pude contemplar los pechos de Sonia en plenitud. En ese momento me parecieron lo mas sensual del mundo. No solo eran redonditos y con los pezones en punta si no que además no paraban de moverse de arriba a abajo.
La visión de semejantes tetas danzando ante mí me animó de sobremanera y deseando intensificar nuestro contacto me incorporé un poco apretando lo máximo posible nuestra penetración. Sonia por su parte enterró su cara en mi cuello, y apretando sus pechos contra mí se retorcía de gusto disfrutando del orgasmo que la recorría. Empujó como una loca varias embestidas mientras le duraba el clímax, pero cuando éste paso se detuvo y me susurró.
- Juan, no puedo moverme más. Termina pronto, por favor. - me pidió
Sentir a Sonia tan pegada y rogándome que me corriese fue los que desencadenó mi final. Agarré del culo a Sonia a levantando y bajándolo provoqué que me viniese mi momento. Al notar que me iba a correr lancé unas embestidas y abrazado a Sonia por las caderas la apreté contra mí descargado todo mi semen dentro de ella.
Al darse cuenta de que me corría, Sonia lanzó un gemido y agarrada a mi cuello se fue relajando poco a poco. Relajados y totalmente sudorosos nos contemplamos con ternura y tras regalarnos unos tiernos besos decidimos darnos una ducha e irnos a la cama. Pero esta vez iríamos juntos a la cama.