Compañera de piso: Capítulo 7

"La Marquesa" se estrena. Elena, la novia de Gorka, acostumbra a hacer su voluntad en cualquier situación, María le dará una lección que no olvidará jamás.

  • ¿Qué sabes del profesor Robles? – dijo  María a uno de los conserjes.

No sabía porqué, a pesar de no ser especialmente alta no conseguía aquella mañana que los hombres le mirasen a la cara.

  • ¿Co… cómo dice, señorita?

  • ¡Venga! Que no tengo todo el día. Yo tengo de señorita lo que tú de play boy. Soy una puta. Creo que salta a la vista.

  • S….si.

  • Un cliente me ha soltado una pasta para que me cepille al carcamal ese y su hijo logre un aprobado raspado.

  • Bueno… no creo que eso sea muy ético…

  • Estos críos son los futuros banqueros, así que no me digas chorradas. Me ha dicho que no importa lo que tenga que hacer ni a quién o a quiénes me tenga que tirar para conseguirlo, ¿entiendes lo que te quiero decir?

  • Sí... sí claro.

  • Pues eso. Si eres bueno y te portas bien te chuparé tan fuerte la polla que el calzoncillo se te meterá por el culo ¿vale?

María bordaba el papel de prostituta de carretera secundaria. Tenía una gran admiración por aquellas mujeres que ejercían el oficio más antiguo de mundo.

Ella misma había pasado un par de meses en una curva perdida de la mano de Dios. Allí había aprendido muchas cosas, tanto de sexo como sobre la naturaleza de las personas.  Detrás de la mujer mas puta puede esconderse un corazón de oro y, por el contrario, las que aparentan ser mejores personas pueden tener en realidad el alma más oscura y negra que una noche sin luna.

  • ¡Habla!

  • Sí… claro. ¿Qué quieres saber?

  • Todo. Lo que es cierto y los rumores. Si ha tenido alguna vez algún desliz o si está enfermo del corazón – si algo había aprendido es que de las cosas más  nimias puede salir una oportunidad ventajosa.

  • Apenas sé nada de él. Lleva mucho años aquí, creo que desde la época de los Reyes Católicos. Es un tipo duro y exigente con los alumnos pero muy amable y educado con nosotros, el personal no docente. Y eso es raro, te lo digo yo por que normalmente nos tratan peor que a un perro…

  • No te rayes.  Dime algo más interesante o te vas a tener que hacer tú mismo una paja…

  • Pues la verdad es que poco más… Si quieres puedo darte su dirección. Es viudo pero de vez en cuado le viene a visitar su nieta…

  • ¿Nieta…?

  • ¡Sí! Una joven muy simpática y agradable. Se le ve muy cariñosa con su abuelo…

  • Sigue. Cuéntame algo más de esa chica.

  • De esa sí que no sé nada de nada. Tan solo que viene de ciento a viento a comer con su abuelo. Después él vuelve solo y poco más.

  • ¿Y viene un día en concreto o…?

  • No, que va. A veces una o dos veces por semana. Otras cada dos o tres.  Depende.

A María le cambió la cara.

  • Oye, piénsalo detenidamente. Es muy importante porque puedes ganarte el premio gordo.

  • Dime – el hombre estaba muy excitado.

  • ¿Viene más a menudo al principio de cada mes?

  • Pues… no sé… deja que lo piense… es curioso que me preguntes eso. ¡Sí! Creo que sí. No tengo ni idea de porqué será…

  • Es suficiente. Te lo has ganado ¿qué prefieres una cubana o mejor una mamada?

  • Si no te importa, si tengo que elegir prefiero lo primero. Supongo que ya te lo habrán dicho pero tienes unas tetas de primera. ¿Podré correrme entre ellas? Se nota que hoy no seré el primero...

María suspiró. No creía que una nueva mancha tuviese mayor importancia.

Sabía que el canalito que dejaban libres sus mamas era un capricho irresistible para cualquier hombre que se preciase de serlo.

  • ¿A dónde vamos?

  • ¿Qué?

  • ¿Estás tonto? ¿Quieres que además de puta, ponga la cama?  No tientes tu suerte, gilipollas. A mí no me importa hacerlo aquí mismo, pero supongo que al resto del personal no le parecería una conducta adecuada por tu parte.

  • ¡Claro, claro! No sé en qué estaba pensando…

  • En eyacular en mis tetas.

  • ¡Sí, si!  En eso – el hombre dudó un poco – Supongo que… ¡Sí! Ahí no habrá problemas.

  • ¡Qué original! Nunca había hecho una cubana en un auditorio tan exclusivo. ¡El despacho del decano!

  • El Gran Ogro está en no sé que leches de convención. No estará en toda la semana…

  • Espero que no tardes demasiado. Tengo más clientes que requieren de mis… atenciones.

  • Claro, claro – dijo, al tiempo que se bajaba los pantalones.

Al fino olfato de María llegó el perfume que sin duda más le atraía. Muchas mujeres rechazaban a los hombres poco aseados. A ella en cambio le volvían loca. Su cara reflejó cierta desgana. Y no porqué aquel tipo nauseabundo comenzase a follarle las tetas, sino por que hubiese preferido comer aquel maloliente rabo hasta sacarle el último aliento.

Se dejó hacer. Ni siquiera tuvo que apretarse los senos. Su ajustada vestimenta lo hacía por ella. Si miraba hacia abajo podía como una pequeña montañita aparecía y desaparecía en el centro de la prenda que tan sensualmente cubría su pecho. Aquel tipo, sin ser Toño, no podía decirse que estuviese mal dotado.

Tras varios gemidos y espasmos, un nuevo cerco húmedo apareció en la blanca tela. María cerró los ojos y se deleitó con el aroma que ahora emanaba su cuerpo. Ni la más cara esencia le satisfacía tanto como aquella que los hombres le regalaban tan a menudo.

Después de la cubana, abandonó el edificio precipitadamente. Tenía que descansar. La mañana había resultado de lo más agotadora y productiva.

Lo de Toño estaba hecho y lo de Javi, aparentemente bien encaminado.

Al llegar a casa entró directamente en la habitación de Javi. Sorprendentemente, el chico estaba estudiando.

  • Deja eso un momento. Tenemos que hablar.

  • ¿Hablar? Creo que Gorka y Elena… ¡joder, menudo modelito llevas puesto! Así sí que pareces…

  • Una puta, lo sé. Si no te importa, estoy agotada. Además de eso mismo quería hablarte. Tienes que reservarte para esta noche.

  • ¿Esta noche? Gorka me ha dicho no se qué de una cena…

  • Si te callas de una vez, podrás escucharme y enterarte de mi plan.

  • Soy todo oídos.

Después de un rato escuchando a aquel pequeño demonio de ojos azules, Javi no daba crédito.

  • ¿Crees que funcionará?

  • Seguro.

  • ¿Y Gorka?

  • Déjamelo a mí.¿Podrás hacer tu parte?

  • Sin problemas. No se llega a dónde yo estoy solo con un poco de suerte – se calló sonriente – ,no me pidas detalles.

  • ¡Perfecto!

La velada comenzó muy animada. No se complicaron demasiado en el menú. Unas cuantas pizzas, algo de ensalada y mucha, mucha bebida.

Elena parecía, en efecto una marquesa que se había rebajado a compartir mesa con los plebeyos. Era inevitable en ella, tenía ese aire de superioridad que emanaba de las personas con un privilegiado físico.

Sin embargo, como había prometido, se comportó bastante bien en comparación con otras veces. Fingió interesarse por la vida de los chicos y conversaba animadamente con María de las cosas más triviales.

María le miraba con ojos vidriosos. La bebida comenzaba a hacer estragos en el grupo.  Casi todos hablaban por los codos, excepto Toño que, poco acostumbrado a tales excesos, permanecía callado y con un movimiento de cabeza bastante sospechoso. Estaba completamente pedo y ni siquiera habían comenzado con las bebidas espirituosas.

De largo, la que más bebía era María. Una copa tras otra, sin ni siquiera parpadear. Elena no quería quedarse atrás, hacía lo que podía, incluso algo más.

Con un generoso vaso de vodka en la mano, María no paraba de parlotear. Elena le seguía el juego, segura de que la lesbiana se pondría tarde o temprano en evidencia.

  • ¿Por qué no jugamos a las tascar? ¿tascar? ¡Cartas! ¡Joder, qué mierda llevo…!

Elena aprovechó el momento.

  • ¡Juguemos a las prendas!

  • ¡Strip Poker!  - propuso Javi.

  • Ni hablar que nos desplumas.

  • ¿Tú que dices, Toño?

  • ¡Ji, ji, ji, ji ji!  ¡ji, jí!... – apenas saldría de su boca otra expresión durante toda la noche.

  • Toño no opina. Está como una cuba.

  • ¡Algo más sencillo! – intervino María - ¡Al siete y medio!

  • Por mí vale. – dijo Javi.

  • ¡Al siete y medio! Sin problemas – dijo Elena.

  • Pero cariño…

  • No seas mojigato y tengamos la fiesta en paz.

  • Vale, vale.

  • El que se pase, paga prenda. Y el que se quede más bajo, también.

  • Vale.

  • El que haga siete y medio con siete cartas, gana todo.

  • ¿Y eso?

  • Así se juega donde yo vengo. ¿Pasa algo?

  • Tranquila. Es casi imposible – intervino Javi al quite.

  • El que gana, el último que se quede con algo de ropa, decide lo que pasa después – María estuvo a punto de caerse de la silla.

  • Vale, vale – Elena no dejaba de pensar lo bien que se lo iba a pasar humillando a aquella panda de frikis. Una lesbiana, un jugador y un pardillo borracho. Menuda tropa.

Gorka no estaba muy por la labor pero, después del espectáculo que habían dado unos días antes con Elena se lo pensó dos veces a la hora de expresar sus reticencias.

  • ¿Quién tiene una baraja? – preguntó ingenuamente María.

  • Menuda pregunta chorras – dijo Javi

  • Bebe un poco más, María. Te estás quedando atrás – dijo Elena perversamente.

  • Trae para aquí esa botella.

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Jí!

  • Será mejor que Toño no juegue. Creo que ni siquiera vería las cartas.

  • ¡De eso nada! ¡O todos o ninguno! – Elena impuso su voluntad, como solía hacer.

  • Vale, vale.

  • ¡Reparte…!

Tras quince minutos jugando la cosa estaba más que clara. Toño no se enteraba de la fiesta y ya estaba completamente en pelotas. Tampoco parecía importarle demasiado.

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji! – decía cada vez que perdía.

  • Menuda tajada que me llevas, Toñito. Mañana tendrás una resaca de campeonato.

¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

La situación de María no era mucho mejor. No es que hubiese perdido muchas partidas. Lo que sucedía es que se había puesto tan cómoda para cenar que apenas llevaba prendas encima. Solo le quedaba el tanga. Pudorosa, se tapaba lo mejor que podía las tetas con las cartas.

Elena la miraba divertida. Ella apenas se había quitado la camiseta.

Javi también estaba listo, con el pantalón y los calzoncillos.

Gorka… digamos que el llevar calcetines y camiseta interior le había proporcionado una ventaja considerable frente a sus compañeros.

Aun así una prenda le faltaba para perder.

  • Está claro quién va a ganar. Sois unos “pringaos” con suerte… - el licor había hecho que Elena volviese a ser la mandona desagradable que en realidad era. Mirando despectivamente a María le espetó – ¡Se la vas a chupar a todos estos… boyera!

  • Pero, Elena… - intervino Gorka.

  • Voy a ganar, no te quepa ninguna duda. Y aquí se hará lo que yo diga. El juego es el juego. El que no sepa perder, que no juegue…

Le tocaba repartir cada vez a uno distinto, excepto Toño que no estaba en condiciones. Era el turno de Javi. Gorka estuvo listo en un segundo. Se arriesgó con un cuatro y el seis maldito hizo que sus slips apareciesen en el centro de la mesa.

Javi se plantó con un siete y Elena hizo lo mismo.

María aparentemente no ligaba una mala jugada, tan solo tenía un as, un punto.

  • Me arriesgaré. No tengo otra opción – María sonrió a Elena, que la miraba desafiante.

  • Un cuatro. Mala suerte María – dijo Javi.

  • Bueno, parece que solo quedamos tú y yo, Javi.

  • Espera, espera. María todavía no ha perdido. Tiene cinco.

  • ¡Dame otra!

  • Cinco y medio.

  • Esto se pone interesante – dijo Elena condescendiente debido a lo segura que estaba de ganar.

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

  • ¡Otra!

  • Seis.

  • ¡Sigue!

  • Seis y medio…

  • Menuda suerte – Gorka estaba un poco nervioso y Elena más.

  • ¡Siete!

  • ¡Vaya potra! Empate. Nadie pierde – intervino Elena un poco mosqueada – Tendremos que jugar otra mano…

  • ¡Saca otra! – gritó María.

  • ¿Pero qué dices? – dijo Javi - ¿estás segura?

  • ¡Para, para, para! – Elena se movía intranquila. Ya no sonreía.

  • Si saca un medio, gano. Si no es así… pues eso – dijo María quitándose graciosamente las manos que cubrían su busto.

  • Espera, espera un momento.

  • ¿Qué pasa? – dijo Javi extrañado

  • Pues que no me fío de ti, eso pasa.

  • ¿Qué estás insinuando?

  • Nada, nada. Solo digo que me gustaría cortar la baraja.

  • Bueno… en realidad no me parece justo. Me toca dar a mí.

  • ¡He dicho que corto yo y punto!

  • ¡Bueno, bueno! Vaya genio.

Gorka se removía en su silla, nervioso. Esperaba, por su bien, que fuese Elena la que ganase aquella partida.

María estaba la mar de tranquila, seguía bebiendo vodka como una cosaca. Javi estaba concentrado. Hasta ahora, todo iba según lo  previsto, pero Elena le había obligado a dejar la baraja sobre la mesa.

Toño… seguía con su risa floja.

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

  • ¿Listas?

Javi se estaba regodeando.

  • ¡Dale la vuelta de una puta vez a esa puta carta! – Elena comenzaba a perder los estribos.

  • Allá voy.

Lentamente, Javi puso su mano sobre el mazo de cartas. Se recreó un instante mirando las caras de sus compañeros de partida. Los semblantes cambiaron cuando giró el cartoncito. Bueno, todos no. Toño seguía con la risa floja.

Elena se puso como una fiera, Gorka se quería morir y  María… sonreía exultante.

  • ¡Yujuuuuu! ¡He ganado, he ganado…! - María se levantó dando saltitos. Ya no le importaba que sus pechos estuviesen a la vista de todos… si es que alguna vez le había importado realmente.

  • ¡Menuda suerte! – Javi era un tahúr consumado. Sabía disimular tan bien cómo hacía las trampas.

  • ¡Así que era imposible! Eres un gilipollas – Elena no se hacía a la idea.

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

  • ¡Venga, venga! No seas cría. Brindemos todos juntos, pero primero… enséñanos ese cuerpazo que Dios te ha dado.

Elena no estaba muy por la labor.

  • ¿Qué pasa? ¿Te rajas? – dijo María sacando la lengua -  “el juego es el juego. El que no sepa perder, que no juegue…”

  • Ya sé, ya sé. No hace falta que me lo recuerdes…¡tortillera!

  • Bébete esto de un trago. Se te hará más fácil.

  • Ni hablar. No soy una niña. Un juego es un juego…

  • ¡Tú también! – dijo María mirando a su compinche que no reaccionaba - ¿venga?

Javi estaba embobado. Parecía increíble. Su sueño estaba cada vez más cerca. Se desnudó a la velocidad del rayo.

Elena comenzó a desvestirse lo que le quedaba de ropa. Al principio se la veía incómoda, pero el alcohol y la cara de amargado de Gorka le hicieron el mal trago más llevadero. Incluso le lanzó a María sus bragas a la cara. La morenita siguió con su papel de lesbiana y las olió con aparente deleite.

  • ¡Tú y tú!  Seguidme – les dijo a Javi y a una anonadada Elena mientras les agarraba de las manos – creo que la cama de Gorka es la más grande…

  • Pe…pero…

  • Tú te quedas aquí. Cuidando de Toño…

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

  • Pero…

Gorka no supo qué decir. Desconsolado vio impotente como su novia y uno de sus mejores amigos entraban tambaleándose en pelotas a su propio cuarto, acompañados de la mejor amante del mundo.

Cuando la puerta se cerró ante sus ojos cerró los puños, furioso.

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

  • ¡Si no estuvieses borracho, te iba a dar una somanta de palos que te cagas!

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

Una vez en el cuarto, Elena quiso imponerse como era su costumbre. Aquello había llegado demasiado lejos.

  • Bueno, ya está bien. Creo que, como juego, es suficiente…

Javi pensó que todo estaba perdido.

  • ¡Chúpasela!

  • ¡Pero qué dices, niña…! Ni de coña…

El chico pensaba que ya lo había visto todo en esta vida. No podía ni imaginar lo equivocado que estaba. María parecía otra. Segura y firme, ni rastro de la joven borracha que había aparentado ser durante la velada.

Lo que le dio María a Elena no fue una simple bofetada, ni una galleta, ni un cachete. Le atizó un ostión a mano abierta de padre y muy señor mío. No le importó tener que ponerse de puntillas para cruzarle la cara a la señora marquesa. Ni que la otra le sacase más de un palmo de altura.

Con tal violencia le golpeó que la sorprendida panadera cayó como un saco de harina sobre la cama de su novio. Intentó revolverse, llena de ira pero solo consiguió que su cara y su orgullo se viesen mancillados de nuevo. La segunda descarga fue todavía más violenta que la primera.

María se lanzó sobre ella y, tirándole del pelo le dijo en tono más que amenazante:

  • Escucha, hija de puta. Me tienes hasta los cojones… y eso que no tengo de eso.  Si yo te digo que saltes, tú me preguntas que hasta dónde. Si te digo que se la chupes a Javi, tú se la chupas hasta que se le caiga la polla a pedazos. Y si te ordeno cualquier otra cosa, la haces y punto ¿Me entiendes, asquerosa?

Elena, aterrada estaba a punto de llorar. Le ardían las mejillas y su orgullo estaba por los suelos.

  • S… si

  • ¿Qué dices? No te oigo…

  • ¡Si! ¡Si!  Haré lo que me digas, pero no me pegues más…

  • Eso está mejor. Sé una niña buena y todo irá bien…- se giró hacia su compinche al tiempo que le guiñaba un ojo.

Javi pensó que estaba soñando cuando la mujer más escultural que conocía, su oscuro objeto del deseo, se colocaba a cuatro patas sobre la cama y abría su boca esperando ser penetrada oralmente. No se lo pensó dos veces, ni siquiera se acordó de que se trataba de la novia de su mejor amigo. Se la metió hasta el fondo, y ella comenzó la felación, nerviosa.

Lo hacía bastante peor que María, pero era más que comprensible después del tratamiento que la pequeña viciosa le había proporcionado.

María no le daba tregua a la otra chica. Se colocó detrás de ella y comenzó a lamerle el ojete. Elena no se esperaba aquello y, dejando de mamar, giró la cabeza e hizo mención de expresar su descontento.

  • ¿Pasa algo? ¿Tienes algún problema? – le advirtió duramente María – Por que si es así, lo arreglo enseguida. ¡Sigue chupando y no hagas que me enfade, puta!

Elena volvió a lo suyo. No tenía mas remedio. Estaba completamente sometida a los caprichos de la chiquita de ojos azules. Javier estaba en el cielo.

  • ¡Y tú, semental, ni se te ocurra correrte hasta que yo te lo diga!

  • Va… vale. Tú mandas.

  • Pues eso… hay que estrenar este culito como está mandado… con una buena corrida dentro.

Javi aguantó como pudo. Intentaba concentrarse en cualquier otra cosa. Apretaba con fuerza para no eyacular. Elena le estaba cogiendo el gusto y ya no le disgustaba tanto someterse a los deseos de María. El pene de Javi no estaba tan mal después de todo.

  • ¡Bueno… esto ya está listo! ¡Cámbiame el sitio, chaval! Es hora de estrenar este culito sabrosón.

Elena pareció contrariada cuando tuvo que dejar de chupar el caramelo. Pero pronto una nueva golosina se puso a tiro de su lengua.

  • ¡Chúpame el coño, zorra! ¡Ojala pudiese verte el gilipollas de tu padre! ¡Su niña, su ojito derecho… comiendo una almeja! – María se dio cuenta mientras hablaba que aquella era una gran idea.

Elena se aplicó a fondo. Era la primera vez que lo hacía pero era una alumna muy aplicada y pronto se puso al día.

  • ¡Pero bueno! Menudo ímpetu… no esta nada, pero que nada mal… ¡Joder! Eres una fiera…

Javi se estaba dando un respiro. Quería aguantar lo más posible y aquel pequeño descanso le venía la mar de bien.

  • ¡Javi! Por el amor de Dios ¿a qué narices estás esperando?

¿Cómo…? – el chico dudaba.

  • ¿Te acuerdas cómo te dije que lo tenías que hacer?

Él se limitó a asentir.

  • Pues haz todo lo contrario. Destrózale el trasero a esta cabrona. Quiero que su novio la oiga gritar de dolor como una perra…

Javi no se lo pensó. Actuó y disfrutó como nunca. Clavó su cuchillo en aquel agujero virgen que tan brillante había dejado la lengua de María.

Elena soltó un alarido tremendo pero pronto sus quejidos se vieron ahogados por María que le tiró del cabello obligándola a seguir lamiendo su sexo. Le ponía cachonda ser testigo de la iniciación de cualquier trasero, sobre todo si era tan espectacular como el de Elena.

Javi  buscaba con la mirada a María. Le dio las gracias con los labios sin emitir sonido alguno. Aquello era demasiado para él y se vino dentro del intestino de la Marquesa.

  • ¡Dios mío! ¡Que gusto! ¡Esto es la ostia!

  • ¡Que te la chupe un poco!

  • No… no creo que se me vuelva a poner dura. Me he corrido como nunca…

  • ¡Que te la chupe, joder! Tiene que aprender que la herramienta hay que limpiarla después de usarla…

  • Entiendo – Javi se apresuró a colocarse de manera que su pene estuviese al alcance de una Elena que parecía le había cogido gusto al sabor de los néctares femeninos.

Sumisa y complaciente, la panadera rubia procedió a liberar el pene de Javi de los despojos de su corrida y otros restos. Tras una primera mamada comprobó que el sabor no era exactamente el mismo al que estaba acostumbrada. A punto estuvo de echar hasta la primera papilla. Incluso tuvo que taparse la boca con una mano para evitar el vómito. María le dio un poco de tiempo pero ni siquiera necesitó repetir su orden. Fue la propia Elena, una vez concluida su arcada, la que volvió a trabajarse con la boca el pene semi- erecto de Javi.

  • ¡Buena chica! ¡Así se hace! Al fin y al cabo… es tu mierda…

Pero por mucho que lo intentó, Javi ya no volvió a ser el mismo. El alcohol hizo estragos en su aguante.

No importaba, María tenía otro as en la manga.

  • Javi, cariño, ves a buscar a Toño…

  • ¿Toño? ¿Con la castaña que lleva?

  • Tú limítate a traerlo y coger la cámara… ya me entiendes.

  • ¡Volando!

  • Mientras tanto, puta, ves lamiéndome el trasero…

Javi se marchó corriendo en busca de su amigo. Tuvo que pasar por encima de Gorka que, de cuclillas en el pasillo no dejaba de gimotear. Sorprendentemente, el larguirucho no estaba en su cuarto así que se dirigió al salón. Seguramente estaría durmiendo la mona allí.

Pero al llegar lo que se encontró fue algo totalmente distinto. Toño masturbándose a dos manos con el tanga de Elena en la punta de su capullo viendo una película porno de las que María había comprado. Alternaba su estúpida risita con el nombre de la protagonista y algún que otro insulto.

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji! Ce… Celia… puta…

  • ¡Vamos tío! Nos ha tocado la lotería…

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

  • ¡Venga!

A pesar de que Toño era peso pluma, estaba tan borracho que no hacía ningún esfuerzo por complacer a su amigo. Su postura era un poco extraña y Javi decidió ayudarle. Sin saber cómo, el asta de Toño acabó a escasos centímetros de la cara de Javi. Este miró fijamente al agujerito que desde la punta del enorme cipote le desafiaba. En verdad era espectacular. Una gotita de esperma apunto estaba de derramarse de su poderoso recipiente. Los juegos de María tenían estos efectos secundarios. Instintivamente abrió la boca y poco a poco la fue acercando al rabo de su amigo. Su temblorosa mano a punto estuvo de aferrar aquel fantástico apéndice.

  • ¡Javi, trae a Toño de una puñetera vez!

María y su orden le libraron de caer en la tentación. Tiró de Toño y entre risitas lo llevó a la habitación del pecado con la bandera de Elena en su mástil.

  • ¡Cuidado no tropieces con este! ¡Joder, Gorka, menudo culo tiene tu novia!

  • ¡Cállate!

  • Tú te lo pierdes.

  • ¡Javi!

  • ¡Voy!

Con Toño tumbado en la cama, Javi cámara en mano mientras María y Elena departían sobre el tamaño del torpedo aquel.

  • ¿Qué te parece?

  • ¡Madre mía!

  • ¿A que es una pasada?

  • ¡Increíble!

  • Ya no te parece tan friki ¿Eh?

Elena  se ruborizó de nuevo y apartándose en pelo de la cara contestó.

  • Para nada. Menuda polla.

Ni corta ni perezosa comenzó a colocarse.

  • ¡Espera, espera! Por ahí no…

  • ¿No pretenderás que me deje meter esa cosa…?

  • Ya lo creo, Marquesa. Y no solo eso. Vas a ser tú misma la que te la metas. No creo que Toño esté en condiciones de montarte…

  • ¡Ni de coña!

María miró de nuevo fijamente a la rubia. Su semblante duro indicaba que no estaba bromeando.

  • ¡Hazlo! ¡Ya!

A Elena le recorrió una corriente por todo su cuerpo cuando aquellos cristalitos azules se clavaron en los suyos. Lentamente cambió de postura. No sabía muy bien cómo hacerlo así que necesitó de la ayuda de María.

  • Ponte dándole la espalda. Abre bien las piernas y relaja el culo… - se giró al fotógrafo – tú no pierdas detalle.

  • ¡Claro!

  • Es mejor usar vaselina, pero como Javi ya te la ha clavado… no te haría mucho efecto.

La postura era difícil, sobre todo sin experiencia. A Elena le costaba mantener el equilibrio porque tenía que apuntar el ariete sobre su agujero sin poder ver.

  • Tú solo tienes que ir bajando. Yo te aguanto la verga.

  • Me va a doler.

  • Ni lo dudes. Parecerá que te están partiendo en dos… pero cuando aguantes cinco minutos… no querrás que termine jamás.

  • Es mejor hacerlo despacio ¿verdad?

  • No – y sin más María le dio un ligero empujón que hizo que el delicado equilibrio de la rubia se quebrase.

A Elena se le nubló la visión, se quedó con la boca abierta, ensartada de un golpe. Pensó que se moría y tan solo la mitad de la manguera de Toño la había penetrado. María le cogió la cara entre sus manos y le dijo.

  • ¡Elena, mírame y escucha! ¡Aguanta! ¡No te desmayes! ¿Me oyes? – intentaba que Elena no se derrumbase de dolor- ¡Sé que puedes hacerlo! Pronto tu cuerpo se acostumbrará…

Ni qué decir tiene que la otra no pudo ni siquiera contestar.

  • ¡Quiero que te la metas toda! Toda ¿entiendes? Tú vales mucho y seguro que puedes! Si yo puedo, tú también – intentaba motivarla – A mí me la clava entera todos los días y yo no te llego ni a la suela de tus zapatos… y también me cepillo a tu novio. Le encanta romperme el culo… aquí, en vuestra cama.

Esta última frase sí que llegó a Elena y le hizo recuperar algo de su carácter perdido. Herida en su orgullo comenzó lentamente a moverse haciendo que el chorizo de Toño fuese reptando a través de su intestino. María la masturbaba frenéticamente y solo se apartaba para facilitar la visión a Javi que no dejaba de tirar  una foto detrás de otra.

Triunfante y sudorosa Elena logró que la totalidad de la verga de Toño profanase su ano, no sin un tremendo sufrimiento.

María notó que Elena no le miraba a ella, sino que sus ojos se centraban el algo o alguien situado en detrás de ella. Ni siquiera tuvo que girarse, supo inmediatamente que Gorka estaba observándolo todo desde la puerta.

La pareja de novios no dejaron de cruzarse la mirada. Gorka la odiaba con todas sus fuerzas, hubiese querido matarla. Sabía que ella no le era fiel pero era la primera vez que la veía follar con otro. Ojos que no ven, corazón que no siente. Y no con algún camionero de paso, como se murmuraba por el pueblo, sino con sus mejores amigos, en su cama y por el culo. Y delante de una cámara, para mayor escarnio.

Él, en cambio, sí que había respetado el compromiso que supuestamente les unía.  Al menos hasta la llegada de María en su vida. Todos sus supuestos ligues eran una mentira tras otra. Se los inventaba para compensar las aventuras que su novia realmente sí tenía y fardar delante de sus amigos. Ni sus compañeras de universidad, ni las amigas de Javi, nadie. No conocía otro cuerpo que el de su novia de siempre. Excepto a aquel demonio que había dejado entrar el otoño anterior en su casa no había penetrado a otra que no hubiese sido su amada Elena.

Por eso no quería ir a los locales de intercambio de pareja, porque mientras su amada se cepillaba a un macho tras otro, él no deseaba consumar con ninguna otra mujer. Nunca compartían reservado, así que ella jamás lo supo.

En el fondo era un enamorado romántico. Tocó fondo cuando le suplicó a una ninfómana pelirroja que le dijese a Elena lo fantástico amante que era la última vez que acudió a un local de aquellos. La tía lo hizo pero le dijo que era patético y le cogió de la cartera todo el dinero que tenía.

  • ¡Hacedle lo mismo que a mí! Tres contra una – dijo María esta vez dirigiéndose a Gorka – dale tú por detrás. Eres el único que falta.

El interpelado no se sorprendió con la invitación. Sabía desde que todos eran unas marionetas en las manos de una intrigante María. Hubiese debido marcharse y no volver jamás, pero a pesar de todo, seguía amando a Elena. Y no pudo resistirse cuando su novia le dijo en un tono suplicante que jamás había oído.

  • Gorka, por favor. ¡Dame por el culo! Siempre lo has deseado…y siempre me he negado. Hasta ahora – se desacopló de el estilete de Toño y mostró a su pareja el boquete que le había abierto en su ano semejante tranca – he sido una tonta. El sexo anal es… fantástico.

Como única respuesta Gorka se acercó a ver el espectáculo más de cerca. La lujuria se impuso a sus sentimientos de odio.  Comprobó estupefacto como un de sus dedos se metían en aquel agujero sin ni siquiera tocar las paredes de su esfínter. Salía un poco de sangre, pero nada del otro mundo si tenía en cuenta lo que había pasado por aquel hoyito antes virgen.

  • Venga, putita, yo te explico. Ellos ya saben de qué va esto. Colócate la verga de Toño por delante…

No necesitó una segunda explicación. Era lo que más le apetecía desde que se había dado cuenta de las dimensiones de lo que Toño tenía entre las piernas. Evitó expresar el enorme placer que sentía  por un extraño pudor con respecto a Gorka. Este se la clavó con todo su odio.

  • ¡Ahhhhhh! ¡Joder! -  a Elena le dolió más de lo que esperaba. Sin ser Toño, su novio no estaba tampoco mal equipado. Supuso que se lo merecía, por guarra, así que se aguantó.

  • ¡Trae esa cámara! Mas vale que se te ponga dura, no sea que me fastidies la foto…

  • Tran… tranquila.

  • Pues eso.

En efecto, después de un par de profundas mamadas, Javi volvió a ponerse en forma. Elena experimentó por primera vez en su vida una triple penetración. Pero lo cierto que, al principio, todo fue un caos.

  • ¡Parad, parad un momento! – María dirigía la escena – No la saques, Gorka. Solo escuchad. Toño la tiene tan grande que no hace falta que intentes metértela toda, marquesa. Si lo haces, no le dejas a Gorka sitio para encularte. Tienes que arquear la espalda para facilitarle las cosas.

Guió con sus manos los cuerpos sudorosos para lograr su objetivo.

  • ¡Así está mejor! ¡Acción! – dijo entre risas como si de una película porno se tratase – ¡Ni se te ocurra correrte, Javi, que nos conocemos!

  • Tranquila… controlo.

Una vez aclaradas las cosas el coito transcurrió de lo más placentero para los cuatro integrantes. María dejo de hacer fotos. La batería se estaba agotando y quería reservar lo poco que quedaba para tres o cuatro instantáneas que se le habían ocurrido.

La escena era tremenda. Una mujer de medidas perfectas trabajándose a tres machos al mismo tiempo. Ninguno hablaba, tan solo emitían sonidos guturales. Se concentraban en los placeres que sus respectivos cuerpos experimentaban.

  • ¡Ji! ¡Ji!

  • ¿Qué pasa? – dijo Javi

  • Creo que Toño se ha corrido…

Elena no podía hablar pero asintió. Sus entrañas estaban anegadas por el líquido de Toño. Jamás hasta entonces había sentido tanto una eyaculación semejante. Ella, por su parte, había sentido tantos orgasmos que su cuerpo se había hecho insensible. Tan solo su novio le daba algo de gusto en su trasero.

  • ¡No aguanto más! - gritó Javi.

  • ¡Esperad, chicos! Se me ha ocurrido una cosa… hacédselo en la boca… los dos a la vez…

Gorka gruñó. Quería seguir castigando a Elena y venirse en sus entrañas, pero obedeció, como siempre.

  • Abre bien la boca. Que no se diga, zorrita. No sabes estar con ella cerrada, así que no te será difícil

María volvió a encender la cámara. La siguiente foto era perfecta. Elena sudorosa y felina, mirando sensualmente al objetivo con dos vergas pujando por meterse más a dentro de sus labios carnosos.

  • La cámara te adora. Deberías ser modelo… puta de mierda.

  • Mmmmmmm

  • ¡No se habla con la boca llena! Eres una mal educada.

  • Digo que es mejor que se corran en mi cara…

  • Bueno… si es lo que quieres… por mí vale.

Si Elena no necesitaba lecciones de algo era de mamar pollas. Infinidad de veces lo había hecho, con penes de todos los tamaños, formas y colores.

Alternativamente aplicaba sus conocimientos tanto a Javi como a Gorka.

Este fue el que disparó primero. A esa distancia no se puede errar el tiro. Toda su furia, todo su odio, todo su esperma estallaron en el rostro de su novia.

  • ¡Ni se te ocurra limpiarte! – dijo María al ver las intenciones de la chavala – estás guapísima, cariño.

  • No puedo aguantarme más. Apenas me queda nada dentro…

  • No importa. ¡Tú, asquerosa, saca la lengua!

  • Pero…

Un buen tirón en el cabello y la lengua de Elena esperaba ansiosa el viscoso fluido de Javi.  Como el chico había dicho apenas un pequeño borbotón brotó lentamente de su ser. Lo suficiente como para embadurnar la punta de la lengua de Elena.

  • Espera, espera. Mira al pajarito… ¡Perfecto! Ya puedes tragar.

Y lo hizo. No tenía otra alternativa.

Se dieron todos una tregua. Toño se había quedado completamente dormido y aun así su ariete seguía en plena forma. Javi estaba agotado y qué decir del resto.

  • Creo que por mí ya es suficiente… llevaré a Toño a su cuarto.

  • Espera. Quiero que me hagas alguna foto con Elena comiéndome el coño…

  • Yo las haré.

  • ¿Seguro, Gorka?

  • Sin problemas.

  • ¡Vamonos Toño! Menuda merluza que me llevas.

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

  • Joder con esa risita.

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

Los dos desaparecieron por la puerta dejando a los otros tres haciendo las fotos que María tanto deseaba.

  • Vuelvo enseguida… esto no ha acabado...

Gorka y Elena se quedaron solos. Se formó un silencio incómodo para ambos. Al final Gorka se decidió a volverla a tumbar sobre la cama y penetrarla vaginalmente. A Elena no le apetecía lo más mínimo. Estaba exhausta, pero no se atrevió a negar su sexo a su novio. Al fin y al cabo, los otros la habían poseído a lo largo de la velada sin objeción alguna por su parte. Ni siquiera se atrevía a mirarle, estaba muerta de vergüenza por lo que había hecho.

Gorka no aguantó mucho, la penetraba dulcemente, como perdonándola por enésima vez sus constantes infidelidades.

  • ¡Que tierno! Menuda mierda de polvo, Gorkita. Esa potrilla necesita más genio para ser montada.

  • Ya es suficiente. De verdad María, yú ganas. Ya no puedo más…

  • ¿Quieres que te vuelva a cruzar la cara?

  • No… eso no.

  • Pues aquí se hará lo que yo diga y punto, ¿estamos?

  • Si.

  • Voy a ponerte esto. Perrita.

  • ¿Qué es?

  • Un collar para perras. Perras como tú que no saben obedecer a su amo.

Gorka observó como María le colocaba a su novia exactamente lo que le había dicho, una correa igual que la que utilizan los amos para sacar a pasear a sus canes.

Divertido, cogió el extremo que María le ofrecía sonriente.

  • ¡Pasea a esta perra! ¡Que se dé cuenta de quién manda aquí! ¡tú eres su dueño y no al revés! ¿comprendes?

Entendió la metáfora. Le enseñaba como debía tratar a Elena a partir de entonces. Debería dejar de complacerla siempre y ser él el que llevase las riendas de la relación.

  • Esto parece “el encantador de perros”

  • En efecto – María no pudo evitar reírse abiertamente de la ocurrencia de Gorka – Aunque yo no llevo perilla.

Comenzó el paseo. María iba a apuntar algo pero Gorka se adelantó.

  • ¿Desde cuando las perras caminan a cuatro patas? ¡Al suelo!

Elena obedeció. Estaba completamente sometida. Ni rastro de la Marquesa y sus aires de grandeza, no era más que eso, una perra.

  • ¡Vámonos al baño! Tengo ganas de orinar – dijo cogiendo de la cintura al chico - ¿tú tienes ganas?

  • Bueno… ahora que lo dices…

  • ¡Perfecto!

  • ¡Méala!

Gorka meneaba la cabeza. Aquello era demasiado.

  • ¡Tú, puerca, abre la boca de una puta vez si no quieres que sea yo la que te obligue!

  • Pero…

  • Recuerda todo lo que te ha hecho. Las veces que te ha humillado en público. Las veces que te ha puesto los cuernos. Las veces que te ha dejado colgado y se ha largado con cualquier otro. Si hasta se ha dejado dar por el culo como una golfa mientras que a ti no te dejaba ni siquiera acercarte…

  • Las veces que se ha tirado a mi padre…

María no tenía ni idea de aquello pero lo aprovechó en su beneficio inmediatamente.

  • Las veces que se ha tirado a tu padre… joder, Elenita, eres una zorra de cuidado.

Ella intentó decir algo en su favor pero un torrente de orina le llenó la cara de líquido amarillento.

  • Eso está muy bien. ¡Abre la boca, que te meto, guarra!

Al fin y al cabo María era bastante condescendiente con Elena. Ella solía tener menos suerte con sus clientes. La mayoría le obligaban a tragarse aquel fluido nauseabundo.

Elena estaba a punto de estallar. María se dio cuenta y largó a Gorka con viento fresco.

  • ¡Largo, gilipollas!

  • Pero…

  • Vete a dormir, que Elena y yo tenemos que hablar. De mujer a mujer.

Con la polla todavía chorreando, el sorprendido Gorka se vio fuera de aquel recinto en menos que canta un gallo.

En cuanto el cerrojo se cerró no pudo resistirlo más y comenzó a llorar como una niña pequeña. Con la cabeza entre sus rodillas se acurrucaba en la bañera totalmente empapada.

  • ¡Solo lo hice una vez! ¡No es justo! Juró que no se lo contaría a Gorka…

María según su costumbre continuó callada.

  • Fue el verano pasado. Fui a buscar a Gorka pero no le encontré. Su padre estaba solo en casa, me invitó a entrar y no sé cómo narices acabamos follando en la piscina…

  • No pasa nada. Tranquila…

  • Me hizo prometer que no lo contaría a nadie y luego va el gilipollas y…

  • Los tíos son todos unos cabrones…

  • Sí…

María había comenzado a llenar la bañera con agua caliente. Utilizó la ducha para limpiar a Elena de manera delicada. Rebuscó en el armario hasta encontrar unas sales de baño carísimas. Se esmeró en ocultar la etiqueta. Los chicos no tenían ni idea pero seguro que Elena se hubiese preguntado que cómo una supuesta casi indigente disponía de aquel frasquito valorado en no menos de trescientos euros. Maria se comportó como una amiga de toda la vida con aquella desgraciada. Se colocó a su espalda pasándole una esponja natural sobre la nuca y los brazos.  De vez en cuando la besaba en la mejilla o en el cuello. Estuvieron una hora dentro, confesándose secretos e ilusiones.

  • Y ahora dime en serio. ¿Qué tal lo has pasado esta  noche?

  • Al principio pensé que era una pesadilla, ya sabes… pero después… ha sido una pasada.

  • ¡Toño!

  • ¡Es tremendo! ¡Menuda vergota! ¿Quién podría pensarlo?

  • Eso te enseñará a no juzgar a las personas por su apariencia.

  • Empiezo a creer que lo tenías todo planeado…

  • ¿Yo? ¡Qué va! – dijo María intentando disimular su risa.

  • Cabrona, me has engañado como a una prima. He comido el anzuelo con caña y todo. Tendré que hablar con ese Javi muy seriamente…

  • ¿Para?

  • ¡O me enseña a hacer eso con las cartas o le arranco los ojos!

Las dos rieron.

  • Sé que es difícil cambiar el temperamento de una, pero creo que deberías aprender a dar al menos una oportunidad a las personas.

  • No creo que pueda pero al menos lo intentaré. Te lo prometo.

  • No te creo…¡a mi cama! ¡ahora!

Elena no tuvo objeción alguna. Se secaron mutuamente entre juegos y caricias. La rubia admiró la belleza de aquella otra chica que, si bien a su lado parecía poca cosa, tenía atributos de lo más apetecibles para los hombres… y para las mujeres.

El sol de la mañana las sorprendió abrazadas. Elena fue la primera en despertarse. Sacó con cuidado de la vagina de María aquel enorme consolador negro que tan buena noche les había hecho pasar a ambas. Salió al pasillo dudando acerca de la reacción de Gorka cuando la viese entrar en su cuarto. No hizo falta. Su ropa y sus cosas estaban apiladas desordenadamente junto a la puerta de su novio. Se vistió, aguantando su llanto y se marchó lentamente. Jamás volvió a entrar en aquel piso.


  • ¡Me cago en la puta, pesas como un muerto!

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

  • Mañana no vas a recordar ni cómo te llamas.

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

  • ¡Ahí te quedas, risitas!

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

Tumbado sobre la cama se quedó el bueno de Toño, con los ojos cerrados. Javi lo miró sonriente y se dio media vuelta en dirección a la puerta. La abrió y apagó la luz. Se volvió a cerrar, pero el pasillo permaneció desierto.

Hacía tiempo que Javi no mamaba alguna polla,  desde sus años en el internado. El padre Fabián les daba dulces y golosinas a cambio de… de aquello. Jamás pasó de ahí, del sexo  oral.  Al menos él. Pero ahora era distinto, y no solo por el tamaño del estilete, sino que por primera vez lo hacía por gusto. Durante aquella noche mágica todo estaba permitido. Toño estaba completamente pedo, no recordaría nada. Jamás tendría otra oportunidad de saborear semejante aparato. Y a buen seguro que lo hizo. Dudó un poco al principio, no sabía si recordaría cómo hacerlo, pero la felación es como ir en bicicleta: cuesta aprender pero jamás se olvida.

Un cuarto de hora después obtuvo su premio.

  • ¡Ji! ¡Ji! ¡Ji!

Satisfecho y feliz se encaminó a su cuarto. Al pasar por delante del baño oyó como las chicas reían y chapoteaban en el interior.

Pensó en María. Era increíble. Estaba deseado aprobar la dichosa asignatura del señor Robles. No es que le importase mucho, pero todavía con el sabor de Toño en su boca,  la idea del trío cada vez se le hacía más atractiva.