Como y donde tiré mi último cohete
Una pena que al hombre se la acaben "las tracas", y que su "alma" ya no destile "nata".
Como y donde tiré mi último "cohete"
PRIMERA PARTE
Durante los años del 2000 al 2005 fui uno de los "reyes de los chats"; habitual en las salas de más de cincuenta, ya que por mi edad eran las más apropiadas; y además, nunca me ha gustado entrar en otras, en donde tenía que falsificar mi identidad para estar a altura de las circunstancias.
Jamás he mentido a una señora cuando del chat general, pasábamos a un privado o al Messenguer; siempre he ido con la verdad por delante de mis intenciones: Eso de: " Prometer hasta meter, y una vez metido nada de lo prometido, nunca ha sido mi lema para "la jodienda". Por eso las señoras que me han vitado a compartir su lecho, lo han hecho totalmente convencidas de que invitaban a un señor serio, y que no había recurrido a subterfugios ni martingalas para conseguir sus favores sexuales. Posiblemente esa actitud seria y sincera para llegar al "folleteo" , me privó de follar con más de una, pero nunca me planteó problemas de conciencia.
Sucedió en el año 2005. Era sin duda, uno de los más atractivos chateros por mi forma de escribir. Todo lo escribía en rima versada, y siempre con frases oportunas al caso suscitado. ¡Vamos! Que tenía el don de decir siempre aquellas palabras que encandilan a un mujer. También es muy cierto, que a otras les cabreaba mis formas de decir, y más de una enemiga me salió.
La mujer, por lo general admira al hombre que sabe tocar sus fibras sensoriales a través de las palabras. Por eso los chats para mi, eran el mejor vehículo para expresarme y ligar en la virtualidad. Crean ustedes, que más de una, y mas de dos, me seguían por la Red, bien a través de mis correos, el Mesenguer o las salas de chats, buscando quizás en mi "un bálsamo" a su soledad, ya que obviamente estas damas eran viudas, por eso buscaban sexo virtual, y mucha veces real como me ocurrió con una señora de Valencia que llamaremos Amparo.
Amparo me buscaba a todas horas por la Red. Nuestra amistad virtual se consolidó cuando nos conocimos a través de la Webcam. Ella vio en mi, aparte de un señor culto y educado, un hombre de un metro ochenta y cinco de estatura y bastante guapetón. Y yo vi en ella, una dama de mucha clase además de atractivo físico para su edad. Me confesó tener a la sazón, 55 años. Llegamos a hacer cibersexo, pero a ambos llegó a aburrirnos, pero no fue óbice ese aburrimiento para acabar con nuestra amistad; seguíamos hablando de mil temas casi todos los días.
Amparo me había invitado a su casa de valencia, ya que aunque vivía con dos hijas, casi siempre estaba sola, y los fines de semana casi todos, ya que sus hijas, los aprovechaban para viajar con sus novios a otros sitios. Pero yo, sabedor de mi impotencia, le daba largas, ya que no quería pegar otro "gatillazo" con ella. Un día me dijo:
- Jorge (esta vez me llamaré así) -¿Sabes que es lo que creo?
-Pues no sé. Respondí algo mosqueado.
-Que sino aceptas mi invitación de pasar en mi casa un "finde", es porque no te gusto.
Quedé un tanto perplejo, ya que no era cierto; pero ¡claro! Amparo no sabía que no "se me empinaba". Y yo tampoco tenía porque decirle esa circunstancia personal. Pero había llegado el momento de aclarar que estaba muy equivocada, que sino me atrevía a acostarme con ella, era por ese motivo. Por lo tanto le dije muy serio. A través de la webcam:
- Te equivocas Amparo, me gustas y mucho .
- Entonces no lo entiendo, y menos sabiendo porque tú me lo has dicho, que por tu trabajo te puedes escaquear, sin que tu mujer sospeche.
-¡Mira Amparo! Te voy a ser sincero. Tengo un problema de erección, y estar con una mujer como tú y no poder penetrarla, a mi me supone un trauma.
Amparo se rió de una forma descarada, y dijo a continuación:
-¡Pero que estúpidos sois los hombres! No pensáis nada más que en "meter y meter", e ignoráis que un mujer se puede sentir inmensamente feliz en los brazos del que ama, sentir sus labios en los suyos, y una mirada de amor.
Quedé un tanto abstraído por sus palabras. Además, siguió diciendo:
-Sabes que soy enfermera, y "tu problema" tiene solución.
-¡No, biagra, no! Salté como un resorte . Sabes que tengo problemas cardiaco, y está contraindicado.
-Te aseguro Jorge, que hay un remedio local, y no hace falta injerir ninguna sustancia química que afecte al corazón.
-Si es la ventosa por succión, respondí, -no sirve, en cuanto deja de succionar, se me baja.
-Tú ven y te convencerás...
-¿Y si falla conmigo?
-Pues no pasa nada. Nos abrazamos, nos besamos, nos lamemos y tan felices.
Quedé tranquilo y satisfecho. Amparo ya sabía mi problema eréctil, y si iba a su casa, no podría llamarse a engaño. Por lo tanto, un buen fin de semana, decidí ir a verla.
SEGUNDA PARTE
Llegue a Valencia el tren TALGO que hacía su entrada a las 14:00 horas. En casa había puesto la excusa de un seminario de fin de semana. Bastante habitual para la empresa que colaboraba como Jefe Nacional de Ventas.
Vivía en la calle de la Paz, vía muy céntrica , cerca de la plaza de la Encarnación. Allí estaba ella esperándome: en el balcón del segundo piso de la finca. Un leve saludo con la mano, y una expresión de regocijo. Era la primera vez que me veía en persona, y por el gesto de su rostro comprendí que le daba como mínimo sobresaliente a mi aspecto físico.
Subí las escaleras que conducían a su vivienda. No había ascensor, es una finca antigua de sólo cuatro plantas. El corazón me latía más deprisa que lo normal, pues la emoción me embarga al pensar que si era verdad que Amparo tenía un remedio infalible; y que mis 18 centímetros, iban a sentir la delicia de alojarse en una vagina cálida y húmeda. Porque Amparo me decía en nuestras charlas sicalípticas por messenguer que "se empapaba" con nuestro sexo virtual . Ya ni me acordaba cuando fue la última vez que pude penetrar a un mujer, por eso la emoción, me embargaba.
Abrió la puerta, y allí estaba ella. Como esperando "al guerrero" que busca la paz del hogar después de la batalla. La atracción fue tan potente como el imán. Allí mismo, en el recibidor... (con la puerta de la entrada cerrada, ¡claro!) nos dimos tal beso que "que temblaron las paredes y el techo" . ¡Joder que beso! Fue apoteósico, pero no me empalmé, cuando lo normal, es que ese beso hubiera "empalmado hasta un muerto". Y eso me preocupó hasta el punto que ella se dio cuenta, y dijo:
-Tranquilo Jorge, tranquilo. Que aunque no he notado la contundencia de tu miembro viril en mi vientre, si he notado los latidos de tu corazón en el mío.
Esas palabras fueron como un bálsamo para mis angustias. Pues no estaba totalmente convencido todavía del remedio de Amparo, para que " aquello" volviera a renacer . Eran exactamente las 14:15 horas. Dijo Amparo:
- Tengo reservada paras las tres una paella en una de las mejores arrocerías de Valencia. ¿Te gusta la paella?
-Me chifla, es uno de mis platos preferidos. Mi suegra es de Gandía, y hace unas que te chupas los dedos. ¡Ah! Y el socarraet * me encanta.
-Espera que me arregle y nos vamos. Si quieres asearte un poco del viaje, ahí tienes el servicio principal.
Amparo no dejaba de sorprenderme, porque lo que vi en el baño, seguro que lo había preparado. Estaba más limpio que la patena, y la combinación de azulejos color malva, con el suelo de linoleum anaranjado, te invitaba a hacer tus necesidades eternamente. En un rincón, una cesta entre abierta, y asomando una prenda, un sujetador, por unos de los tirantes que salían de la misma,
No pude resistir la tentación: abrí la cesta, y allí estaban las braguita de Amparo para ser lavadas. No era ni tanga ni bragas de "cuello alto", eran el tipo de braga que me gusta bajar muy lentamente de las "columnas del templo más maravilloso que hizo la Naturaleza". De las que quedan debajo del ombligo, y por la parte de atrás cubren la mitad de los glúteos.
Llevé aquella prenda tan delicada a mis fosas nasales con la intención de llenarlas del efluvio de los flujos de Amparo. Quedó un tanto decepcionado, ya que olían más a desodorante íntimo, que a sus exudados. Pero pensé, que después, en el "fragor de las batallas" , emanarían de su " fuente del amor" su aroma natural, y podría saborearlos con delectación.
- Vamos Jorge, que se nos hace tarde, y la paella no espera, el arroz se pasa.
Salí de mi ensimismamiento con aquella llamada de aviso, y no s fuimos hacia la arrocería.
- Socarraet. El arroz que se pega en el fondo de la paellera.
TERCERA PARTE
Lo que pasó después es digno de ser cantado por los poetas en verso, porque la prosa queda paralítica ante la magnitud de lo acontecido. Si de verdad existe vida en los paraísos, aquello fue sin duda el reflejo de ella.
De rodillas le pedía al Señor,
fuerzas para ganar esa batalla,
¡Dios! soy hombre de honor...
No me dejes en la estacada.
Entre la pilastras de Morfeo
surgía una druida, o diosa,
portando una joya o camafeo. *
¿Qué es eso, mujer preciosa?
Aunque preguntar este feo,
pregunté que era aquella cosa.
No sufras, mi Galán Maduro,
son aceites y aguas de rosas,
para que el nardo se ponga duro.
Con una delicadeza extrema,
la sílfide escaló aquel muro;
posó suavemente sus yemas,
en lo que brotar le daba apuro,
¡Y zas! se liberó de aquella trena.
¡Aquel nardo daba gracias al cielo!
Se había redimido esa sisella, **
que no podía remontar el vuelo.
Aquella espada se torno en lanza;
vara que vencía en todos los duelos,
y del Galán su gran esperanza.
La diosa, extenuada y casi rendida,
después de trenzar mil y una danza
a la que por el Galán fue sometida,
quedó allí, con la gran templanza
de haber sido plenamente servida.
Gracias... muchas gracias, Amparo.
Diste a mi alma paz y al vigor, vida,
hoy te recuerdo con enorme agrado.
Y aunque no vuelva más la recidiva,
Fue en tu cielo, inmensamente amado.
*Inyección de caberject, que aplicada en la base del pene se introduce su líquido en los cuerpos cavernosos del pene, y se pone como una piedra de duro. Hay que tener cuidado, porque si a los dos o tres horas, "aquello" no vuelve a su estado normal, hay que extraerlo.
**Sisella. Paloma
FIN DEL RELATO