Como una buena perrita II

Desenlace del mejor polvo que he tenido en mi vida, en el que follarme a perrito cobra un sentido literal y me dan un par de sorpresas...

Si no has leído la primera parte de este relato vas a estar más perdido que un pulpo en un garaje porque es la continuación después de que terminara el anterior. Para una paja está bien, pero ya que estás echa un ojo al primero y así te haces dos :P

Me habían reventado el culo muchísimas veces. Pollas gordas, grandes, largas, cortas... con mucha fuerza, más o menos rápido, con cuidado, sin miramientos... pero la sensación de tener el rabo de Dani dentro mientras el vibrador seguía encendido dentro de mí era completamente diferente. No es que el juguetito fuera muy grande, o al menos no lo notaba tanto, pero me estaba literalmente partiendo el culo en dos. Encima, al tener la venda todavía sobre los ojos no podía comprobar si me estaba haciendo sangre o cualquier otra cosa que se me estaba pasando por la cabeza en ese momento. Recordé lo que dijo: "Si algo se lo que vaya a hacer no te gusta, quiero que ladres. Si no ladras, no paro". El dolor era real, y los nervios al no tener nada de control sobre la situación estaban creciendo. ¿Y si ladraba?

Tampoco me dio mucho tiempo para pensar antes de ponerme directamente a gritar (más de dolor que de placer) cuando Dani empezó el metesaca característico suyo: hasta el fondo, a la fuerza y sin parar. Sentía fuego en el culo, esaba deseando que se cayera el vibrador o que Daniel parara, pero, de hecho, él cada vez me daba más fuerte y el vibrador se metía hasta el fondo con cada estoque. Si mi culo tenía algo de cerrado, a esas alturas ya se había abierto por completo. En un vano intento de al menos hacer que no se dejara caer sobre mí y me reventara tan a lo bestia el ojete con su pollón, alcé las manos para hacer presión sobre sus pectorales musculados (que así también aprovechaba para manosear mi parte favorita de un hombre). Los notaba sudados, tensos... pero en seguida me agarró de las muñecas y me las clavó contra el colchón, inmovilizándome. Así, siguió perforándome con su rabo en mi culo más que abierto... y ya no se sentía tan mal. Desde luego llegaba hasta el fondo con su rabo, dándome una sensación increíble al tenerla entera dentro, pero el movimiento del vibrador era lo que me hacía estremecer; desde el ojete hasta mi interior.

Daniel tuvo que sentir también que me relajé, que mi cara ya no era de dolor, que no me mordía los labios por no gritar; si no que ahora tenía la boca medioabierta dejando escapar suspiros y gemidos de puro placer, que tenía la piel de gallina y que me costaba respirar. Siguió así un buen rato, reventándome, dándome alguna hostia de vez en cuando y dejándome las manos libres para agarrarme del cuello mientras me empotraba cada vez más fuerte. Cuando ya me la sacó se me escapó un gruñido de decepción, y cuando después me quitó también el vibrador sentí un vacío que pensé que no volvería a tener el culo cerrado nunca.

Tiró de mi mano, levantándome de la cama, y, tras sentirle tumbarse él en mi lugar, me movió para que me sentara yo encima de él y le cabalgara. O eso creía yo, porque en cuanto me dejé caer sobre su polla dura, quedándome aún así sin llenar del todo faltándome el vibrador, me rodeó con ambos brazos y me trajo hacia él, dejándome tumbado bocarriba sobre él. Ahora sentía su aliento en mi cuello y sus bufidos en mi oído, todo mientras me manejaba a su antojo y no paraba de follarme a voluntad. Yo tampoco podía evitar gemir. Quería gritar de placer, pedirle más, pedir que me volviera a llamar zorra y que me hiciera sentir una... pero lo único que salían de mí eran gemidos de puro placer. No acertaba a articular nada más.

Estaba tan cachondo con toda la situación que solo atiné a susurrar un "por fin" cuando noté algo queriendo entrar de nuevo en mí. "A ver si esta vez me lo deja dentro encendido todo el rato", pensé. Me lo estaba metiendo por completo, pero se sentía diferente a como hace un rato... hasta que me di cuenta de que Dani no me había soltado con ninguno de los dos brazos y seguía teniendo las manos ocupadas inmovilizándome.

Antes de que pudiera abrir la boca para gritar, preguntar qué pasaba, insultar a quien fuera o todo lo anterior a la vez, Daniel usó una de sus manos para taparme la boca y luego susurrarme al oído:

-Ni se te ocurra, puta. Y tú -dijo dirigiéndose a alguien que, evidentemente, no era yo- ya te la puedes follar bien.

-Joder, me estaba muriendo de ganas de reventarle el coño de verte a ti, tío.

-Pues no te vengas arriba, que no voy a tardar en llenarle de lefa.

La voz del que ahora tenía encima haciéndome una doble penetración con Dani me sonaba muchísimo, pero no sabía de qué. Lo que me preocupaba en ese momento era más bien que tenía a alguien desconocido follándome sin mi permiso y a saber cuánto tiempo llevaría viéndome a merced de Dani. A decir verdad, estaba tan cerda que deje de intentar hablar, aunque seguía con la boca tapada, y me dediqué a centrarme en las dos pollas que tenía abriéndome de par en par. Inmovilizado, ojos tapados, boca cubierta, dos rabos que llenándome a pelo... estaba en el cielo. No podía parar de gemir y de pedir que me dieran más fuerte. No podía estar más cachondo, notaba mi propia polla saltando sobre mi regazo con cada embestida, dura como ella sola, y, aunque no me había tocado desde que había entrado en esa casa, no me quedaba mucho para correrme de puro placer.

-¿La oyes, tío? Quiere que le demos más.

-Ya veo, ya... -contestó Dani-. Me encanta cuando salen tan putas. Levanta, anda.

El segundo tío salió de mí, y Dani me movió para quitarse de debajo. Me movieron para ponerme a cuatro patas sobre la cama, cerca del borde, y en seguida noté unas manos agarrándome de las caderas para dar paso a un rabo entrando de lleno en mí. Con sus huevos chocando con mis nalgas y el sonido característico, me estaba follando el culo lo más fuerte que podía. No tardé en descubrir dónde se había puesto el otro (al no poder ver, no podía saber quién era quién si no decían nada): en frente. Cogió la cadena del collar que todavía llevaba al cuello y tiró hacía él y hacía arriba, ahogándome un poco.

-Límpiame el rabo, zorra -era Dani-. Gánate tu premio.

No me lo tenía que decir dos veces. Abrí la boca y saqué la lengua como buena perrita, dejando que su polla entrara hasta darme arcadas mientras seguía tirando de la correa. Solo de pensar que me estaban reventando dos tíos, uno desconocido, por culo y boca... no lo pude evitar y empecé a correrme. Mucho, además. Todo sin haberme tocado, todavía con el rabo del desconocido en mi culo más que abierto.

-Joooooder, la putita se ha corrido, tío. Qué gusto da cómo cierra el culo, uffff, no aguanto máaaas.

Y dicho y hecho. Empezó a preñarme, llenándome el culo de leche caliente que sentía hasta lo más profundo de mí, todavía recuperándome de la doble penetración de hace unos minutos. Echó unos cuantos trallazos; de lo potentes que salieron los noté casi todos.

-¿Ya? -preguntó Dani.

-Sí, joder. Me he quedado a gustísimo, uf.

-Va, pues sal ya, ahora hablamos.

El desconocido salió de mí, dándome un cachete en el culo a la par que notaba cómo se me derramaba la leche por el ojete abierto y caía sobre mi raja, pasando por los huevos y, posiblemente, llegando a la cama. Escuché sus pasos alejarse y la puerta cerrarse tras él.

-Te quejarás de cómo te trato, perra -dijo Dani mientras me desvendaba los ojos-. Al suelo, que me manchas la cama.

Obviamente, obedecí y me senté de rodillas en el suelo. Se puso junto a mí, también de rodillas y empezó a pajearse. "Cómeme los pezones, perra". Volví a obedecer, y con más ganas que nunca. Como ya he dicho, unos pectorales de macho musculado es lo que más me puede poner... y moderlos, lamermos y, en definitiva, comerlos, es lo mejor que me puede pasar. Iba cambiando de un pezón a otro, succionándolos con fuera y mordiéndolos suavemente.

"Más fuerte, joder". Yo volvía a estar cachondo perdido con la situación, pero mis manos se centraban en manosear los pectorales y los bíceps del chulito que me había usado durante a saber cuánto tiempo como su perra.

No tardó mucho en correrse. Dejó todo el suelo entre nosotros perdido de lefa, espesa, mientras gemía y me agarraba del cuello con la mano que tenía libre. Me miró, miró el suelo y solo dijo:

-Bueno, ¿a qué esperas? Ya sabes lo que tienes que hacer. Te dejo hasta que te toques, que de lo cerda que eres veo que te has vuelto a poner cachonda.

Y vaya si lo sabía. Empecé a lamer el suelo, alzando la mirada para mirarle a los ojos. Con cada lametón cogía un buen trozo de lefa espesa que no dudaba en tragar mientras me pajeaba con violencia. Me corrí sobre mi pierna con el último lametón del suelo y un "buena chica" de Daniel.

Se levantó y, casi sin inmutarse, tiró de la correa para volver a hacer el paseo por la casa, esta vez de la habitación a la entrada. No vi a nadie en los segundos que duró el trayecto, y no sabía quién podía haber sido el otro follador, aunque su voz me sonara no terminaba de caer. Cuando llegamos a la puerta, Daniel me ordenó ponerme de pie, me quitó el collar y abrió la puerta. Acto seguido, cogió la ropa de la mesita donde la había colocado cuando llegué, la tiró al rellano y me miró con cara de no entender por qué seguía molestándole en su propia casa.

Nada más salir, cerró la puerta tras de mí. Me vestí lo más rápido que pude, aunque seguramente ya me habría escuchado todo el edificio a estas alturas, y volví a mi casa con el culo todavía abierto y chorreando lefa por el pantalón.