Como una buena perrita I
Primera parte del mejor polvo que he tenido en mi vida, en el que follarme a perrito cobra un sentido literal y me dan un par de sorpresas...
Se puede leer este relato por separado, aunque se podría considerar continuación de "Quedada de Grindr a la salida del trabajo", así que si quieres un poco de contexto, ya sabes :P
Después de haber quedado con Daniel en su oficina para terminar follado en los baños, nos dimos el teléfono para dejar de hablar por Grindr y empezar a hacerlo por WhatsApp, que era más cómodo. La verdad es que desde el minuto uno notaba que era el típico machito dominante, cosa que me encantaba porque me gusta ser el sumiso de hombres así, pero ya en la conversación lo pude corroborar. Aunque llamar conversación a lo que teníamos sería bastante generoso. Todo se podía resumir en básicamente hablar un poco de los morbos de cada uno y que me dijera que tenía ganas de volver a reventarme el culo.
Estaba yo a lo mío un día en el trabajo cuando me vibró el móvil: un mensaje de WA. Lo miré y era Dani. Me resultó raro porque hacía un par de días que no sabía nada de él. Me lo quería volver a follar, pero tampoco estaba por la labor de estar detrás de nadie para conseguir un polvo, por muy bueno que estuviera:
-Hey, putita, ¿qué haces?
-Hoola. Pues trabajando ahora hehe
-Joder, quería descargar y usarte un rato -sabía que iba a tener que meterme en el baño si seguía con la conversación para hacerme un señor pajote, qué remedio-.
- :( Si quieres podemos quedar esta tarde.
-Trabajo hasta tarde hoy. A las 10 te quiero en mi portal. Lleva los suspensorios.
Y ahí se quedó en la conversación. Le puse un "vale" o algo por el estilo, pero no volvió a responder nada aunque saliera como conectado. Todo este rollo de llamarme puta y básicamente ordenarme que estuviera en su casa a tal hora, sin ni siquiera importar el que yo pudiera o no, me ponía bastante cachondo, tenía que admitirlo.
La tarde se me hizo larguísima y me estuve entreteniendo un poco hasta que cené pronto, algo ligerito, y me aseguré de limpiarme bien. Intuía que no iba a ser un metesaca y adiós; y menos mal, porque no me equivoqué para nada. Conforme se acercaba la hora, salí de casa para llegar a tiempo andando, que me estaba poniendo hasta nervioso y me vendría bien el paseo. A las 10 menos cinco ya estaba en su portal (era la única información que me había dado, ni siquiera sabía el piso):
-Hey, ¿qué piso es?
-¿Estás ya abajo?
-Sí.
-Sube al último piso.
Y al cabo de unos segundos oigo como el timbre de la puerta me indica que han abierto la puerta. Hice lo que me dijo, cogiendo el ascensor de lo que serían cuatro pisos en total y, cuando llegué arriba, vi una de las dos puertas del rellano entreabierta con luz saliendo de su interior. Me acerqué y vi que estaba en la entrada esperando. Ni siquiera me dejó terminar el saludo que le estaba diciendo mientras entraba cuando me cortó con un seco "Cállate y desnúdate". Me pilló muy de sopetón, pero tampoco me iba a negar a un poco de dominación si es lo que le apetecía.
Me desnudé lentamente, quedándome con los suspensorios puestos. Me indicó que dejara la ropa encima de una mesita que tenía en la entrada sin abrir la boca y después me señaló el suelo. No entendía muy bien qué quería y, de nuevo, volvió a cortarme antes incluso de abrir la boca para preguntar un escueto qué. "Que no hables joder. Ponte de rodillas". Le miré entre sorprendido y asustado pero aún así obedecí y me puse de rodillas en el suelo. Dani entonces se dio la vuelta y, de la misma mesita donde había dejado la ropa, abrió un cajón y sacó un collar de perro y una correa.
-Las perras no hablan, así que más te vale cerrar la boca si no quieres que te castigue -dijo tranquilamente mientras me colocaba el collar al cuello y enganchaba la correa en él-. ¿Entendido?
-Sí... -PUM. Hostia con la mano abierta.
-¿Qué te acabo de decir? ¿Lo has entendido o no?
Asentí temblando todavía de la bofetada que me acababa de meter. Me picaba la mejilla, pero tampoco me atrevía a tocarme ahora. "Ahora sé una buena perra y cómemela un poco". Se la sacó sin bajarse del todo los pantalones. No la tenía dura del todo, pero no tardó en crecer y llegar a los 17 centímetros que recordaba mientras le daba lametazos. En cuanto se puso lo suficientemente dura como para poder manejarla bien solo con la boca, fue cuando empecé a hacerle una mamada metiéndomela entera en la boca y sacándola hasta la mitad para recuperar un poco de aire y volver a introducirla de nuevo hasta la garganta. Al no estar usando manos y ni siquiera sacarla del todo para tragar la saliva que se me acumulaba en la boca, estaba babeando, cosa que a Dani no pareció importarle. De hecho, no creo ni que se diera cuenta porque a la tercera o cuarta vez que me la tragaba, aprovechó que me la había metido en la boca para apretarme la cabeza contra sí y empujar con la cadera. Me estaba quedando sin aire, me ahoga con su rabo sobrepasando mi campanilla y él parecía que no iba a soltarme pronto. Al menos no lo hizo hasta que me dio una arcada.
-¿Eso es todo lo que puedes hacer?-cayó otra hostia, esta vez en la mejilla izquierda- El otro día me la comiste mejor. Vamos a la habitación.
Agarró de la correa y tiró de ella hacia sí, obligándome a moverme. Con toda la situación, y porque todavía sentía la cara roja, automáticamente me desplacé a cuatro patas, siguiéndole y esquivando muebles. Llegamos a la habitación, grande, con una cama doble en el medio y unas luces led que iban alternando los colores al más puro estilo chill. Me obligó a subirme a la cama para que le siguiera comiendo la polla, esta vez a la altura perfecta para poder también follármela. Y vaya si me la folló; solo después de dos lametones por mi parte, tiró de la correa y empujó hasta el fondo, haciendo que me ahogara en mi propia arcada, con su rabo metido hasta lo más profundo de mi garganta. Al cabo de un rato, aflojó la correa y, con la otra mano todavía inmovilizando mi cabeza empezó un metesaca en el que solo él decidía la profundida, la velocidad, la fuerza y el tiempo que se quedaría su rabo dentro de mi boca. Así estuvo un par de minutos, mientras yo me quedaba sin respiración y alguna que otra lágrima se me terminaba saltando, sobre todo cuando la dejaba dentro. De repente se dio al vuelta, abrió el cajón de la mesilla y sacó una especie de tela.
-Date la vuelta, que esto te va a gustar -a lo que yo, sin rechistar, obedecí-. Si algo de lo que te vaya a hacer no te gusta, quiero que ladres. Como no ladres, no voy a parar. ¿Lo has entendido?
Yo, ya con los ojos vendados con la tela que había sacado, asentí lentamente. La verdad es que me estaba empezando a poner mucho la situación. No veía nada, y ahora mismo solo sentía la collar de perro al rededor de mi cuerpo y parte de la correa contra mi pierna derecha. Me había sentado sobre las rodillas, esperando a que pasara algo, intentando al menos oír si se movía o dónde estaba ahora. Sin avisar, noté su mano en mi nuca desde atrás, empujando, obligándome a ponerme bocabajo en la cama. Lo siguiente que sentí fueron sus manos separando mis nalgas y escupiendo sobre ellas, dejando el lapo recorrer un poco mi raja, pasando por mi agujero; para dar paso a su lengua. Teniendo solo los sentidos del tacto y del oído disponibles, esa comida de culo fue espectacular desde el segundo uno. Notaba al 100% cada pasada que me hacía con la lengua. Al principio hacía eso: lamerme el ojete; y me estaba llevando al cielo, por lo que no tardé en empezar a gemir.
-¿Te gusta esto? Cómo sois las perras... os tocan el coño y os volvéis locas.
Desde luego, ese tipo de comentarios no hacía sino ponerme todavía más cerda, por lo que mis gemidos solo subían de volumen e intensidad. Pasó de los lametones a jugar con la lengua exclusivamente en mi agujero, intentando meterla -cosa que no creo que le costara mucho, hasta que la separó de mí. Me quedé unos segundos vacío, esperando a ver (o, mejor dicho, sentir) cuándo me empezaría a follar. Le escuché abrir un cajón y revolver un poco lo que hubiera dentro. Después con el otro. "Parece que está buscando algo". Lo siguiente que escuché fue la puerta, unos pasos y, al cabo de unos segundos, otra vez él en la habitación. Ni siquiera cerró la puerta, o al menos ni lo escuché, porque el frío del lubricante en mi culo se llevó toda mi atención. "¿Va a usar lubricante? Pero si la otra vez con menos me la metió sin...". Ni siquiera me dio tiempo a terminar de pensar eso en mi cabeza cuando me destrozó el culo metiéndomela hasta los huevos de golpe. Directamente grité, notaba el calor abrasándome el interior, cómo me había abierto todo el esfínter y las entrañas de golpe. Un dolor inmenso recorrió todo mi cuerpo, haciendo que la respiración se dispara y no pudiera parar de gemir, pero esta vez poco tenía que ver con el placer. Me empujó para que me pusiera más en el centro de la cama, todavía bocabajo y con su rabo dentro, para ponerse totalmente encima de mí y taparme la boca con una mano:
-Vuelve a gritar así y te reviento, zorra. No quiero que los vecinos se enteren, ¿estamos?
Sin ni siquiera dejarme responder la sacó bastante, supongo que más de la mitad, para dejarse de caer de golpe. Así hizo un par de veces, mientras yo intentaba también abrirme lo más posible para que no me doliera tanto, hasta que debió ver que no estaba tan estrecho y empezó a follarme como lo hizo la última vez. Sus arremetidas eran fuertes, notaba su aliento en mi cuello y todo su peso sobre mí, impidiendo así que me pudiera mover lo más mínimo. Me estaba follando fuerte, sin compasión, hundiendo mi cara contra el colchón para que mis gemidos se camuflaran con la manta... y todo eso me gustaba. El dolor fue poco a poco dejando paso otra vez al placer. El placer de tener a un hombre encima, usando tu culo a voluntad, abriéndote de par en par solo con su rabo. Tras unos minutos follándome así, salió de mí y volvió a abrir uno de los cajones. Al rato, sentí que volvía a metérmela, pero esta vez era diferente, no era su rabo lo que me estaba introduciendo. No sabía lo que era hasta que empezó a vibrar. Con una mano me azotaba las nalgas, mientras con la otra me metía y sacaba el vibrador, que al menos no era muy grande, del culo. Yo estaba en el séptimo cielo. Me tuve que agarrar al edredón por no retorcerme del placer y lo único que atiné a hacer fue a levantar el culo, poniéndolo todavía más en pompa que antes, para que metiera todavía más al fondo ese vibrador.
Con una medio risa por lo que estaría viendo, Dani dejó el vibrador dentro de mi culo, me dio la vuelta dejándome bocarriba y tiró de mí hasta el borde de la cama. En cuanto noté cómo su rabo rozaba mi culo ya me temí lo peor. Nunca me habían hecho una doble penetración, y aunque sí había fantaseado con ello viendo porno, una cosa es eso y otra muy distinta es tener dos rabos dentro. Tuvo que notar lo tenso que me puse de repente, porque lo siguiente que noté no fue su rabo intentando entrar, sino un par de dedos que me estaban abriendo todavía más el ojete con el vibrador todavía dentro y funcionando. A veces me metía los dedos en la boca para que se los babeara bien, y después añadía otro más al culo. Acabé fácilmente con cuatro dedos y un rabo de plástico del que no sabría decir exactamente el grosor abriéndome. Dani también tuvo que tener la impresión de que la cosa no iba mal, y esta vez si empezó a empujar su rabo contra mi ojete, apagando previamente el vibrador. Conforme se metía otra vez dentro de mí notaba una quemazón, una sensación de dolor inigualable. No era para nada como cuando me reventó el culo metiéndomela entera de a una, era distinta, como si te abrieras de piernas mucho más de lo que puedes... pero no dejaran de separártelas a lafuerza.
Me pensé el empezar a ladrar por no ser capaz de aguantar el dolor, pero esto solo acababa de empezar...