Como un lobo (La calumnia) (Cap. 2 y último)

Pablo y Valko afianzan su relación de pareja, marcada por la pasión mutua, pero también por los desencuentros del búlgaro con la cuadrilla de amigos gays de su pareja, a los que no soporta. La inseguridad natural de Pablo y la maledicencia ajena terminarán afectando a la buena marcha de la relación.

La primera cita entre Pablo y Valko tuvo lugar una semana mas tarde, tiempo que el calculador Pablo consideraba el mas apropiado para no dar la sensación de ser una presa fácil a un posible depredador de pasivos dilatados. La velada se desarrolló en total sintonía, rulando por varios baretos de Malasaña, a buena distancia de Chueca y de los temibles amigos de Pablo, unos envidiosos vocacionales que no dudarían un instante en interponerse en su incipiente relación, como había tenido ocasión de comprobar en anteriores ocasiones a lo largo de su atormentada vida sentimental. Por suerte para él, Valko le explicó que nunca pisaba los antros de ambiente, y que sus anteriores ligues ocasionales los había conseguido por la red o a través de encuentros fortuitos por la calle, algo que al parecer le ocurría con relativa frecuencia, según pudo deducir de sus palabras un inquisitivo Pablo, que no perdía detalle de la conversación.

Al llegar el momento de las confidencias personales, mientras daban buena cuenta de la tercera cerveza Pilsen consecutiva, la empatía entre ambos, que se comían con los ojos como si se hubiera declarado un incendio en sus pupilas respectivas, fue en aumento.

  • ¿Tu grupo favorito? ¿De música, quiero decir? - preguntó Pablo al azar, para romper el hielo con un tema poco conflictivo.

  • Bueno, en realidad es un solista, un artista de hip-hop muy popular en mi país que se llama Krisko. Ahora mismo me pone mucho un tema suyo que se llama “Ideal Petroff”. También me molan los 30 Seconds to Mars, y de España un grupo antiguo que se llamaban Héroes del Silencio; tenían una estética y actitud muy búlgaras, por cierto…y me identifico con una canción de Miguel Bosé que se llama “Como un lobo” - y empezó a tatarear el estribillo central, “como un lobo, voy detrás de ti…“ con su voz grave e inequívocamente masculina - tal vez porque Valko significa precisamente lobo en búlgaro.

  • Ah, ¿sí? Pues menos mal que no eres una tía, porque en España una chica que se definiera como una loba provocaría todo tipo de malentendidos y bromas pesadas - y ambos se echaron a reír de buena gana con la ocurrencia.

Acto seguido, un Valko repentinamente serio le miró a los ojos mostrando una inusual veta de ternura, se acercó muy despacio a sus labios y los besó con crecientes muestras de pasión, sin importarle lo mas mínimo las miradas indiscretas del resto de los clientes del local.

Aquella primera noche no hicieron el amor, por decisión personal de Pablo, que no quería mostrarse como el típico españolito salidorro, y tampoco Valko, cuando se despidieron con una nueva tanda de besos apasionados en su portal, hizo ademán de forzar las cosas, prefiriendo que surgieran a su debido tiempo y de forma natural. Pero Pablo no era tonto, y sabía que una cosa era ser prudente y otra gilipollas, y que un “lobo” auténtico como Valko no se iba a conformar eternamente con acompañarle al cine y a tomar después unas birras, como un par de novicias rebotadas de paso por la gran ciudad; y mas teniendo en cuenta que Madrid estaba lleno de lobazas de sexo masculino deseosos de llevarse al catre a un machote dominante tan bien dotado por la madre naturaleza como el búlgaro de las manos de oro; no, si de verdad quería conservar a su lado al hombre que había conquistado su áspero corazón de amante recceloso, debía jugar sus cartas de manera inteligente, reservar sus energías para la batalla final y poner toda la carne en el asador cuando llegara el momento de la verdad. Que, dicho sea de paso, llegó relativamente pronto, una fría noche de sábado en la que estuvieron saliendo por el Centro, con un Pablo atento a evitar cualquier encuentro inesperado con alguno de sus indeseables amigotes gays o sus no mas recomendables exparejas sentimentales. Por fortuna, su caterva de conocidos se hallaban a esas horas recluidos en sus ruidosos cubiles de la calle Hortaleza, ajenos por completo a su ilusionante relación con Valko; y así había de seguir la situación por el momento, hasta que la relación se consolidara por completo, y él decidiera que había llegado el momento de presentarles oficialmente a su nuevo amor, momento que temía mas que a una recopilación de chistes de leperos.

Para sorpresa de Pablo, Valko, que aparentaba ser un activo dominante en la cama por su poderoso físico, sus duras facciones eslavas y su temperamento apasionado, resultó ser mucho mas condescendiente de lo previsto de antemano. Nada de tirones de pelo, lenguaje ofensivo y actos de sumisión mas o menos voluntarios, sino una lluvia de besos por todos los rincones de su cuerpo, comida de rabo de calidad superior en doble sentido y una follada en condiciones por parte del búlgaro, sin intentar imponer su evidente virilidad con gestos de vacua superioridad por su parte.

Pablo, acostumbrado a etiquetar a la gente, debido tal vez a su formación académica específica, le conceptuó al instante como un “activo sin complejos, ajeno al concepto de jerarquías sexuales” y un raro ejemplar de “adorador de pasivos”, una subespecie no muy abundante en la fauna gay, pero muy indicada para despertar el potencial erótico dormido de la parte contraria.; puesto que a menudo los pasivos auténticos son ninguneados por sus parejas, es posible que con el tiempo se conformen con despertar el ansia de placer de su hombre en la cama, y se olviden de obtener el suyo en la medida que deberían. Pues, a partir de entonces, a sus muchas virtudes ya conocidas, Valko sumaba la de convertirse en el primer activo en la biografía de Pablo que consideraba su cuerpo como una obra de arte de la naturaleza y le otorgaba la atención que precisaba, obteniendo de rebote unos niveles de placer nunca antes conocidos por el amante medio español. Si esto era lo que se podía considerar como el “amor búlgaro”, Pablo firmaría un contrato de por vida, no le cabía ninguna duda.

Muy pronto, Pablo comenzó a adorar a Valko por una sucesión de detalles que se salían de lo común y que no había tenido el gusto de conocer en sus anteriores intentos de emparamiento con súbditos españoles. Por ejemplo, Valko parecía alérgico a las fórmulas de cortesía y a las declaraciones de amor tradicionales, y prefería demostrar su entrega absoluta al ser amado a través de hechos comprobables, en lugar de utilizar bonitas palabras para halagar su ego, esas mismas que se lleva el viento con la misma facilidad con que el Gobierno cambia su programa electoral en función de las apremiantes demandas comunitarias. Valko, que, como muchos ciudadanos procedentes de países de la órbita exsoviética, era un verdadero manitas, prefería ayudarle a pintar su piso y que se ahorrara una buena porción de euros antes que dedicarle una ristra de cumplidos bien encadenados que le narcotizaran por un rato, para luego ponerle los cuernos a las primeras de cambio, como solía ser habitual en el entorno en el que se había movido Pablo hasta ese momento, y que le había provocado una creciente alergia al emparejamiento según iba cumpliendo años y creciendo su experiencia y sabiduría en cuestiones sentimentales.

Las opiniones personales de Valko tampoco se ajustaban a lo políticamente correcto, no se molestaba lo mas mínimo en disimular sus filias o fobias y tenía a gala mostrar su punto de vista de modo cristalino, cayera quien cayera por el camino. El se defendía diciendo que sólo intentaba ser honesto consigo mismo y con los demás, y que el problema estaba en los otros si se sentían ofendidos con su sinceridad, puesto que él no pretendía molestar a nadie de forma deliberada con sus comentarios.

Daba igual que el tema a comentar fuera el fútbol, la política o un ocasional cotilleo salido de la prensa del corazón, siempre se podía contar con que la diáfana opinión de Valko saldría de sus labios a la misma velocidad que su cerebro procesaba la información.

Si, por ejemplo, Pablo le comentaba de pasada que una famosa actriz televisiva de privilegiado aspecto físico había sido presuntamente abandonada por su apuesto novio, y, de acuerdo al lenguaje habitual de las revistas del corazón estaría “completamente destrozada por la traición de su pareja” y se “rodeaba mas que nunca de su núcleo de amigos para superar la ruptura”, un escéptico Valko desmontaba de una pasada todo aquel tinglado filológico con un irreverente comentario “ad hoc”:

  • No te preocupes tanto por esa zorra, que ésa en un par de semanas ya está chupando una nueva polla juguetona. Mas bien preocúpate si te ocurre a ti, y no se te ocurra buscar consuelo en tu grupo de “amigos”, que esos si pudieran te despellejarían vivo y te robarían el novio a las primeras de cambio.

Y si las fotos de prensa se empeñaban en mostrar la radiante felicidad conyugal de un mediático futbolista de fama internacional junto a su actual pareja y el hijo de ambos, sus comentarios no podían ser mas maquiavélicos y malintencionados en apariencia, superando incluso los de la peor locaza de cualquier garito gay; pero en su caso expresados sin el menor atisbo de maldad, sino desde el sentido común de un ciudadano de a pie, que no se dejaba engañar por informaciones tergiversadas de los poco fiables medios de comunicación tradicionales. Y no se cortaba ni un pelo en dejar clara su opinión al respecto:

  • En esta pareja en concreto resulta difícil saber quien se ha comido mas pollas de los dos, y mira que ella tiene pinta de ser una campeona en lo suyo, pero yo intuyo que él la supera con creces…

En el mundo de Valko todo era susceptible de ser explicado de manera rápida y cortante, sin atenerse a las normas de etiqueta social comúnmente aceptadas. Esta inusual franqueza y su dificultad en disimular sus estados de ánimo y su desdén hacia la mayoría de amigotes gays de su novio, a los que en privado calificaba con claridad meridiana como “seres con apariencia de hombres y cerebro de golfas histéricas” le hacía impopular entre la cuadrilla homosexual de su pareja. Estos tampoco se molestaban en disimular sus críticas hacia lo que consideraban su comportamiento rústico y provinciano, su evidente falta de modales y una excesiva condescendencia en el trato hacia lo que el viril búlgaro calificaba la “jauría de locas” que rodeaba al pobre Pablo, agobiándole día y noche con sus interminables llamadas de teléfono y sus recurrentes crisis sentimentales, que terminaban resultando intrascendentes por lo frecuentes de las mismas. Valko también se negaba de forma vehemente a recibir en su apartamento a ese “batallón de cotillas“ y procuraba quitarse de en medio cuando alguno de ellos visitaba a Pablo en su domicilio de la calle Menorca; y si no podía desaparecer físicamente, se limitaba a fingir que estaba allí, conectaba los auriculares a su “tablet” y se dedicaba a seguir en Youtube un nuevo capítulo de su serie búlgara favorita, “Pod Prokritie”, un drama policíaco de éxito internacional que iba ya por la cuarta temporada en su país natal, y que en su versión internacional era conocido con los nombres alternativos de “Undercover”, o “Infiltrado” en el mercado latinoamericano. Es decir, que estaba y no estaba allí al mismo tiempo.

Pablo intentaba de vez en cuando convencerle de que se mostrara menos arisco y visceral con su grupo de amistades, pero Valko se mostraba irreductible en ese sentido.

  • Esos que tu llamas amigos te venderían al mejor postor por un plato de lentejas; si esos conocidos tuyos te apreciaran de verdad yo sería el primero en mostrarles el respeto que se merecen; pero como no es así, y sólo desean el mal ajeno, paso de todos ellos y no quiero cuentas con ninguno de esos mamarrachos. Así de simple.

Como es lógico cuando alguien se siente injustamente rechazado, la decena de amigos íntimos de Pablo, alguno de ellos desde hacía mas de diez años, mostraban una animadversión equivalente hacia la nueva pareja de su amigo del alma, al que empezaron a considerar “abducido” por la “dominante personalidad” de su atávico compañero sentimental. Y como no podía dejar de ocurrir en estos casos, los rumores malintencionados de todo tipo y condición empezaron a circular por su núcleo duro de amistades, que se tomaron como algo personal “liberar” a su íntimo amigo de la pésima influencia de aquel impresentable de modales hoscos y comentarios inapropiados a granel. Al principio sólo eran insinuaciones veladas acerca de su improbable fidelidad, comentarios diseñados con precisión quirúrgica por sus retorcidas mentes para pulverizar la autoestima de su “querido amigo” Pablo.

  • Sé realista, Pablo - le dijo un día su mejor amigo, Christian, mientras tomaban un “capuccino” en el renovado café Underwood de la calle Infantas - un tío tan tremendo como Valko es imposible que te sea fiel por mucho tiempo, si es que lo ha sido alguna vez. ¿Te has preguntado qué es lo que hace con sus clientes en la intimidad de su consulta cuando nadie les ve? ¿Estás seguro de que no les cobra un plus por follárselos después de relajar sus defensas con un masaje terapeútico?

  • No me hagas reír, tío, ¿pretendes que se los va a tirar encima de la camilla? Porque allí no hay ninguna cama que yo sepa…no creo que sea tan cutre llegado el caso.

  • Bueno, tal vez utiliza la consulta como una fachada para captar clientes y luego quedan discretamente en la habitación de un hotel. Un chulazo como él debe recibir muchas ofertas de ese tipo por parte de hombres influyentes y adinerados, ofertas que deben resultar muy difíciles de rechazar. ¿Y no me dijiste en cierta ocasión que su antiguo compañero de piso búlgaro se ganaba la vida como “stripper” y prostituto ocasional? Pues mas claro el agua, Pablete. Te lo digo por tu bien, porque no quiero verte sufrir como en otras ocasiones…

  • No sé que decirte, Valko parece una persona tan transparente. Y él siempre ha criticado el modo de gestionar los asuntos personales de su amigo Marko, al que califica de pobre infeliz, un peón ajeno sin horizonte vital en el fondo.

  • Sí, tal vez, pero un peón con una cuenta corriente de seis digitos en en el banco…

  • Pero Valko siempre antepondría su integridad personal al puro negocio, de eso estoy seguro. El me ha contado que cuando llegó a España estuvo a punto de caer en la prostitución como la mayoría de sus conocidos, muchos de ellos anteriormente homófobos confesos, pero que él se prometió a sí mismo que saldría adelante por sus propios medios aunque se muriera de hambre, y que incluso estuvo tabajando una temporada de reponedor en un DIA para pagarse sus estudios de fisioterapia.

  • Claro, cariño, y tu vas y te lo crees…vamos, hombre, te voy a contar yo una versión alternativa mucho mas creíble que la suya: tu querido novio ha estado plantado como una seta durante años en los maceteros de la Puerta del Sol o en cualquier sauna inmunda buscando rabos de cierta alcurnia, hasta que un cliente rico se encaprichó de él y le montó un piso como picadero particular; y polvo a polvo con ese viejo apestoso tu amorcito fue ahorrando el dinero necesario para montar su consulta y liberarse de su odiado benefactor. Ahora pica mas alto desde una posición de respetabilidad, e incluso mantiene la ficción de una presunta pareja estable para desviar la atención de sus vecinos y conocidos de sus verdaderos trapicheos. Por Dios, Pablo, tu noviete no es mas que un puto chapero búlgaro con aires de superioridad, y todos sabemos como se las gastan en los antiguos países del bloque soviético. Ellos tienen otro concepto de moral, o, mejor dicho, no tienen moral en absoluto; creo que es algo con lo que deberás vivir de ahora en adelante…

Al principio Pablo se resistía a creer los comentarios malintencionados de sus conocidos, pero con el tiempo la sombra de la duda fue creciendo en su interior como una planta venenosa que arrasaba con todo e iba haciendo mella en su lastimado corazón. Comenzó a desconfiar de las supuestas actividades de ocio de Valko, de su supuesta participación en combates de lucha libre, su deporte favorito con diferencia, con presuntos compatriotas suyos, y a suponerle todo tipo de actividades deshonestas o incluso delictivas, durante las largas horas diarias que dedicaba en teoría a su actividad profesional en su consulta como fisioterapeuta. Calculador como era por naturaleza, Pablo ocultó a su pareja sus dudas internas, y contactó en secreto con un antiguo amor, César, el único con el que había terminado medianamente bien hasta la fecha, que había rehecho su vida con otra persona, y con el que mantenía una relación que se podía calificar de correcta, aunque en absoluto íntima. Llevado por su desesperación creciente, sin embargo, se citó con su exnovio una tarde de enero en un café del centro, sin comentarle el motivo real de su llamada hasta que se encontraron cara a cara en el local.

Frente a un par de humeantes tazas de café, Pablo le puso en antecedentes de su actual situación sentimental, de sus dudas metafísicas sobre la fidelidad e incluso sobre la ética profesional de su pareja, y le convenció, pidiéndoselo como un favor personal, para que le ayudara a descubrir la verdad, puesto que él era el único de sus conocidos del que Valko desconocía incluso su mera existencia. César le miró con estudiada solemnidad, antes de pedir que le explicara en que consistía su descabellado plan y en que medida podía él contribuir a deshacer el entuerto, alegando con fingida indiferencia que, al menos en principio, estaba dispuesto a intervenir en su favor como homenaje a “los buenos tiempos que vivimos juntos tu y yo en el pasado”. Un pasado que tal vez César se resistía a dejar atrás, pero eso era algo que nunca le confesaría a su ex ni aunque le aplicaran el temido “suero de la verdad”.

  • Lo que te pido es que finjas acudir a su consulta privada de la calle Fernán González como un cliente mas, y me cuentes con pelos y señales el tipo de comportamiento que muestra contigo, y si te hace algún tipo de propuesta de tipo económico, a cambio, ya sabes, de “favores sexuales”. Este último punto es definitivo para mí, una cosa es una infidelidad esporádica, y otra muy distinta estar saliendo con un chapero de lujo.

  • Intentaré ayudarte en lo que pueda. Mañana mismo llamo a su consulta, y ya te contaré el resultado de la experiencia.

  • Muchas gracias, César…sabía que podía contar contigo - y, por primera vez en los últimos dos años, Pablo mostró un claro gesto de cariño con su antiguo amor, posando su mano sobre el dorso desnudo de la de César, detalle este que no le pasó inadvertido al que había considerado su mas grande amor durante mucho tiempo, en concreto hasta el mismo día en que apareció en su vida el irresistible búlgaro de físico impactante y moralidad en entredicho - Y, por supuesto, yo te adelanto el dinero de la sesión, que te aseguró será la cantidad mejor gastada en toda mi vida.

  • Eso espero… - y la luminosa sonrisa de César y el repentino brillo en sus ojos convencieron a Pablo de que había acertado al confiar tan arriesgada misión al hombre que ocupó su corazón durante quince intensos meses, que ahora creía recordar como los mejores y mas felices de su agitada vida sentimental hasta el momento actual.

La llamada que Pablo esperaba con creciente desasosiego interno desde horas antes se produjo cuando se dirigía a casa de sus padres a celebrar el decimotercer cumpleaños de su sobrina Elsa, que le había pedido como único regalo que le comprara una entrada para el próximo concierto de su ídolo absoluto, el artista adolescente Abraham Mateo. Pablo inspiró profundamente en el portal de la señorial residencia paterna situada en la calle Antonio Maura, cruzando los dedos para que los malintencionados comentarios de sus amigotes se quedaran en puros malos deseos de esa “colección de “maricas malas“ y “locas histéricas“”, como Valko solía definir, sin un ápice de ironía, a los chicos de su banda. Dejó sonar tres tonos antes de descolgar el aparato con el alma en vilo y su futuro sentimental pendiente de una sola palabra: sí o no.

  • Pablo…

  • Dime, César…¿qué ha pasado al final, por Dios?

  • Creo que lo que tengo que decirte no va a gustarte en absoluto; me gustaría poder mentir y decir lo contrario…pero preferiría contártelo cara a cara si no te importa.

  • Lo siento, tío, compréndelo, no puedo esperar, de hecho estoy llegando a casa de mis padres y tengo que colgar. Pero dime..¿qué ha pasado?

  • Bueno, digamos que todo iba bien hasta que terminó el masaje “oficial“, entonces tu novio me hizo una oferta alternativa para mantener una relación sexual completa por un módico sobreprecio en un apartamento que tiene alquilado en la calle Marqués de Urquijo…

  • ¿Marqués de Urquijo? Joder, ahora caigo…¡pero si ese piso es propiedad de su amigo Marko, que ahora está viviendo en Ibiza!…Dios, no puedo creerlo, así que mantiene una doble vida laboral a mis espaldas…

  • Y no creo que sea el primero al que le propone algo así…de hecho, me dijo que tenía lista de espera y que, si estaba interesado en la oferta, no podría recibirme hasta el miércoles que viene como mínimo…

A Pablo el mundo se le cayó encima de repente; con un hilo de voz desvaído le agradeció los servicios prestados y se despidieron con la promesa de volver a verse pronto “ y, a ser posible, en otras circunstancias mas agradables”.

  • Y recuerda, Pablo, que puedes contar conmigo en todo momento, para lo que sea necesario…

  • Lo sé, César, muchas gracias. Hablamos ¿vale?…- y colgó el móvil sin esperar respuesta, reprimiendo a duras penas un conato de lágrimas que pugnaban ansiosas por salir al exterior.

Pablo se mantuvo extrañamente ausente durante el cumpleaños de su sobrina, apenas probó la tarta y tuvo que impostar una sonrisa forzada durante las fotos de rigor, inmortalizadas para la ocasión por su cuñado Alberto. Horas mas tarde, con la mente hirviendo de asco e indignación, se acercó a su apartamento, llamó uno por uno a sus clientes de los próximos días para explicarles que debía ausentarse por una semana con motivo de un congreso urgente de psicología a celebrarse en Estocolmo, hizo una maleta a toda prisa, recogió del garaje su Peugeot 308 y enfiló la carretera en dirección a la costa murciana, en donde su familia poseía un amplio chalet frente al mar, en la localidad de Mazarrón, de donde procedía su madre; en ese momento la casona estaba desierta, y era el refugio ideal para intentar recomponer su maltrecha autoestima, o al menos hacerse una composición de lugar de lo que le estaba pasando, pues aún no había tenido tiempo de digerir lo ocurrido. .

Valko llamó esa misma noche varias veces al móvil de su novio, mientras este último se encontraba circulando a toda velocidad por la provincia de Albacete; cada vez mas preocupado por su extraño silencio, Valko probó a llamar a su teléfono fijo, y a eso de las once, cada vez mas mosqueado, pero intentando aparentar normalidad, se pasó por el apartamento de Pablo, que permanecía tal vez con las persianas demasiado bajadas para lo que era habitual en esa casa. Finalmente se dio por vencido y regresó a su casa, confiando en que, después de todo, quizás en casa de sus padres habían montado un fiestón impresionante y seguía celebrando con su familia el cumple de Elsa. Su última llamada ál móvil de Pablo la realizó cerca de las dos de la mañana, antes de caer rendido por el cansancio. Cuando sonó el despertador la mañana siguiente y comprobó si había llamadas perdidas en su teléfono móvil, descubrió que tenía un mensaje privado en el que Pablo le pedía que respetara su silencio y no volviera a llamarle hasta que volviera de viaje y hablaran en persona.

Valko no podía dar crédito a lo que estaba sucediendo; todo aquello por lo que había luchado durante tantos años, desde que llegó a España recién cumplida la mayoría de edad, se deshacía ahora como un azucarillo por culpa de una panda de envidiosos que no tenían nada mejor que hacer que malmeterse en las relaciones ajenas; porque Valko intuía, mejor dicho, sabía a ciencia cierta, que los amigos de Pablo estaban detrás de todo este montaje, de esta burda maniobra que pretendía desprestigiarle ante sus ojos. El terapeuta búlgaro recordó su lucha por establecerse en su profesión sin recurrir a argucias ni amiguismos, las decepcionantes relaciones con otros chicos españoles, que prometían mucho al principio pero que no terminaban de cumplir sus estrictos requisitos de fidelidad absoluta y compromiso firme en la relación, y el deslumbramiento que sufrió con Pablete el primer día que le vio en el parque y decidió chocar con él a propósito por el placer morboso de conocer su voz, que le resultó varonil, bien timbrada y amigable en una primera escucha…y cómo no acordarse de la mágica tarde en que estaba consolando a su amigo Marko de su mal de amores y Pablo pasó por delante de ellos haciéndose el encontradizo; Valko sonrió para sus adentros recordando la pésima actuación de su novio fingiendo que se había torcido el tobillo, y como él, guiñando un ojo a Marko para que no le estropeara la diversión, había simulado a su vez que aliviaba el inexistente dolor de Pablo palpando con sus propias manos, por primera vez, parte de la anatomía del hombre que mas le había gustado en mucho tiempo.

Con los ojos envueltos en lágrimas, algo inhabitual en su persona, Valko, que no era muy expresivo en asuntos de corazón, sintió en esta ocasión la necesidad imperiosa de abrir las compuertas de su corazón en un breve correo electrónico que envió aquella misma mañana, antes de dirigirse a su consulta, y que decía así:

“Pablo, amor mío, no sé que te habrá contado de mí esa gentuza que te rodea, pero, sea lo que sea, es completamente falso. Ni te he puesto los cuernos con nadie, ni soy bisexual y me gustan las mujeres y tampoco me van los tríos…por favor, sólo te quiero a ti, tu sabes que estoy loco por tus huesos y que sólo vivo para complacerte, si estás enfadado conmigo por algún motivo que desconozco, dímelo y yo te aclararé tus posibles dudas al instante. Y si te has marchado por otro motivo, sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites.

Pablo, tío, por lo que mas quieras, ahora somos un equipo, no me dejes tirado como un perro, dime lo que te pasa, por favor.

Te quiero, te echo de menos, te espero. Siempre seré tuyo".

Valko

Pablo leyó el correo con un nudo en la garganta, incapaz de decidir a quien creer o que decisión tomar; pero… ¿cómo podía saber César de la existencia del apartamento de Marko en Argüelles, cuyas llaves había dejado a su mejor amigo Valko, supuestamente para que se pasara de vez en cuando a regar las plantas y echar un vistazo a la correspondencia? Sólo Valko se lo podía haber contado, y el muy cabrón lo había convertido en un picadero para su lucro personal. Su sensación de angustia aumentó aún mas si cabe por el hecho de estar escuchando en su IPAD una canción tan triste como el “Set fire to the rain” de su admirada Adele, cuya letra parecía referirse a un tipo de relación engañosa y abusiva muy parecida a la suya.

“It was dark, and I was over

Útil you kissed my lips

And you saved me” […]

But there’s a side to you

That I never knew, never knew,

All the things you’d say

They were never true, never true

Pablo había sufrido por amor en el pasado, él bien lo sabía, pero nunca hasta entonces había apostado tanto por una relación, ni había sentido esas mariposas en el estómago que dicen algunos que se sienten cuando el amor verdadero llama a nuestra puerta, si es que lo hace; y esa sensación de vértigo y éxtasis amorosos ahora, en su descenso en picado, le estaba hundiendo en la miseria definitiva. Lo mas curioso de esta inesperada crisis es que parecía haber activado de modo fulminante el lado derecho de su cerebro, y todas las emociones reprimidas de modo consciente durante tantos años ahora encontraban salida por fin; mas de una vez se sorprendió llorando a lágrima viva a orillas del solitario mar cuando el teléfono empezaba a vibrar mostrando un número demasiado conocido por él, y lo peor de todo es que no es que se negara a responder, sino que no se sentía con fuerzas para hacerlo, muy a su pesar.

Una semana después de su partida, el lado racional de Pablo reclamó por fin su preeminencia tradicional y se presentó de nuevo en Madrid, con un aspecto algo desmejorado quizás, pero con las ideas claras sobre los pasos a seguir a partir de entonces. Se reuniría esa misma tarde con Valko para explicarle los motivos de su repentina desaparición y, de no obtener una respuesta convincente, la ruptura sería inevitable. Dolorosa, sin duda, pero preventiva: todavía no vivían juntos, por ejemplo, aunque Valko andaba muy ilusionado con la idea de viajar juntos a Bulgaria el verano próximo y mostrarle las numerosas bellezas naturales de su país y, de paso, presentarle a su familia, que se había tomado relativamente bien la noticia de que era homosexual y estaba por fin emparejado con un chico español que le hacía muy feliz.

Como era de esperar Valko defendió su inocencia de forma vehemente, aduciendo que él en ningún momento se le había insinuado a su amigo ni le había ofrecido sexo a cambio de dinero, y menos aún en el apartamento de Marko, que permanecía cerrado a cal y canto desde que este se marchó a vivir a la isla pitiusa.

  • Pero entonces, dime… ¿cómo es que él mencionó expresamente que tú le habías citado en ese lugar en concreto? ¿Cómo podía él saberlo de otro modo si no era a través de ti? - inquirió un cada vez mas confuso Pablo.

  • Tu amigo es un puto mentiroso - la indignación de Valko ahora no conocía límites, al enterarse por boca del propio Pablo del vil montaje al que había sido sometido, organizado por la enfermiza mente del hombre al que amaba - ese cabrón me estuvo sonsacando información durante toda la sesión, incluso me preguntó si conocía algún apartamento en alquiler en una zona céntrica a buen precio, y yo fui tan tonto de mencionarle que tenía un amigo que deseaba alquilar su piso en Argüelles, e incluso le invité a visitarlo si estaba interesado. Eso fue todo lo que pasó, te lo juro.

Pablo, que había acudido de uñas a la reunión, y dispuesto a desenmascararle de forma inmediata y despiadada, ahora no estaba tan seguro de su posición. Cuando miraba a los ojos a Valko creía ver a la viva imagen de la sinceridad y la indignación contenida, pero también es cierto que existen grandes actores que nunca se han subido a las tablas de un teatro o actuado ante las cámaras de la televisión.

  • Valko, creo que la única solución justa a este conflicto de engaños es un careo a tres bandas con mi amigo César.

  • ¿Amigo tuyo ese cabrón? ¡Desde luego de vaya amigos te rodeas, tronco! Mejor no le traigas por aquí porque se va a comer cada una de sus mentiras en forma de hostia, y no de las consagradas precisamente…

  • Pero…¿qué interés podría tener César en mentirme? - Pablo comenzó a dar vueltas por la habitación - tiene mas lógica interna su versión que la tuya, Valko, reconócelo.

  • O sea, que todo este tiempo has estado creyendo que soy un puto chapero que me cito con mis clientes en el apartamento de mi mejor amigo…

  • Tu mejor amigo el prostituto de lujo Marko, no lo olvidemos…

  • Mira, Pablo, piensa lo que te de la gana, y luego si quieres te vas a celebrar tu recuperada soltería con tus colegas de siempre a la jodida Chuecatown.

  • Yo no he dicho que lo crea, sino que, si está mintiendo, lo ha hecho de manera muy hábil, y tampoco parece tener un móvil claro para hacerlo.

  • ¿Y porqué no le llamas y se lo preguntas de una puta vez? A lo mejor no ha superado que le dejaras y quiere verte jodido y sin novio el resto de tu vida…

Pablo se mesó la barbilla, como solía hacer cuando se alteraba por algún motivo, y, tras concentrar la vista durante unos segundos en un punto invisible situado en la pared de enfrente, pareció salir de su trance autoinducido con nueva munición para el espíritu:

  • Creo que tengo una idea genial para averigüar la verdad en todo este desagradable asunto, pero necesito que me ayudes a llevarla a cabo con el mayor sigilo posible.

  • Soy todo oídos…- la profunda voz de Valko ahora se mostraba mas segura y firme que nunca, convencido interiormente de que su inocencia saldría a flote gracias a la sibilina estratagema de Pablo.

Esa misma tarde Pablo llamó de improviso a César para citarle en su casa, ya que, le aseguró, desde que había roto con Valko, se acordaba mucho de los viejos buenos tiempos que habían compartido en el pasado. Para su sorpresa, su ex aceptó la invitación encantado y de inmediato, sin mayor problema, pese a que, al menos en teoría, tenía una nueva pareja en la recámara. Aquello le olió mal a Pablo desde el primer momento, pero tendría que disimular su creciente desconfianza para no levantar sospechas en su antiguo amor.

Pablo recibió a César en su apartamento una tarde de sábado con la mejor de las sonrisas, y le ofreció pasar al salón del minúsculo piso; en una mesita baja había servido una bandeja de entremeses, refrescos sin alcohol y platillos dispersos con distintas variantes de frutos secos y patatas fritas de churrería. Durante la charla preliminar César se mostró ya muy zalamero, y cuando un inspirado Pablo fabuló que estaba deseando volver a su lado y que nunca había conseguido olvidarle en realidad, su exnovio coincidió en el diagnóstico y aventuró la hipótesis de que descubrir la terrible traición de Valko había sido providencial para su inesperado, pero muy deseado por su parte, reencuentro amoroso.

  • Gracias a que hemos desenmascarado a ese sinvergüenza, ahora tu y yo podremos gozar de una segunda oportunidad. No hay mal que por bien no venga, Pablo - y se acercó lentamente a sus labios, que intentó rozar sin lograrlo, pues Pablo se apartó de repente de él y se incorporó nervioso, acercándose presuroso hasta la puerta de la habitación contigua y llamando dos veces consecutivas con los nudillos, hasta que esta se abrió de improviso y de su interior emergió la fornida silueta del mencionado Valko, que sonrió de forma maliciosa cuando pudo ver de nuevo la cara de su presunto denunciante.

  • Vaya, vaya, que pequeño es el mundo, mira quien está aquí, don César Molinero…y yo que pensaba que teníamos una cita amorosa en mi apartamento de la calle Marqués de Urquijo…¿o no era así, César?

La cara de este último cambió de color cuando la inmensa mole del búlgaro hizo su aparición en escena, pasando por todas las tonalidades cromáticas hasta desembocar en un rojo encendido que hacía arder sus mejillas y le delataba ante su ex novio sin necesidad de confesión previa. Carraspeó nervioso un par de excusas incoherentes, se arrellanó en el sofá, como buscando protección frente a lo que se le venía encima, y, al final, cuando Valko se lanzó a su cuello poseído por una furia sobrenatural, Pablo tuvo que intervenir y calmar los ánimos de su impulsiva pareja, consiguiendo que César se liberara en el último momento del tosco abrazo del balcánico. Ni que decir tiene que, ante tamaña coyuntura, optó por poner tierra de por medio, y escapó a la carrera, abalanzándose escaleras abajo, para no volver a ser visto por allí jamás.

  • ¡No debiste haberme detenido! - le objetó un todavía airado Valko - Quería haber escuchado su confesión de viva voz, pero esa rata de cloaca ha preferido salir huyendo antes que enfrentarse a la verdad.

  • Da igual, déjalo, él mismo se ha delatado con su comportamiento desde que entró por la puerta; está claro que su móvil para inventarse esa farsa es que, al parecer, seguía enamorado de mí después de tanto tiempo, sin que yo tuviera constancia alguna de ello - Pablo lanzó un suspiro de alivio, al comprobar que su elaborada estratagema para llegar al fondo del asunto había dado sus frutos - Lo importante es que hemos descubierto la verdad y que, por fin, tu y yo podemos estar juntos de nuevo.

El acalorado rostro de Valko mostraba cualquier tipo de emoción, excepto alegría o cualquier signo de júbilo por la victoria conseguida; mas bien parecía cariacontecido, triste y reservado, casi como ausente.

  • No confundas los términos: TU has descubierto la verdad, Pablo, porque yo siempre la he sabido, y además, te recuerdo que nada de esto hubiera sucedido si tu no hubieras desconfiado de forma paranoica de mí integridad personal y no hubieras obligado a ese pedazo de gilipollas a hacer semejante papelón. La culpa es sólo tuya.

Pablo se acercó a abrazarle, pero Valko rechazó sus avances y se dio media vuelta con los brazos cruzados en señal de protesta.

  • Tienes razón, Valko, pero es que mis amigos me estuvieron llenando la cabeza de dudas durante meses, y al final yo también empecé a sospechar de tus intenciones…

  • Claro, y no se te ocurrió preguntarme directamente en lugar de montar esta farsa, con los resultados que has podido comprobar en carne propia.

  • Tienes razón, Valko. Perdóname por desconfiar de ti, no volverá a ocurrir - y se acercó muy despacio hacia él, rozando con la mano su hombro. Valko se la apartó de un súbito manotazo y se encaró con él; sus mejillas brillaban, encendidas de ira.

  • Mira, Pablo, no es tan sencillo. Tu te dedicas a arreglar la vida de los demás en tu trabajo, y yo lo respeto y valoro, pero luego en tu vida privada te comportas como un niño mimado, jugando con los sentimientos de los demás y provocando situaciones absurdas como esta. Tal vez el que esté necesitado de un psicólogo seas tu mismo.

Aquel duro alegato pilló a Pablo con la guardia bajada; completamente expuesto y avergonzado, no supo que responder y se limitó a permanecer callado, esperando a que capeara el chaparrón. Pero Valko era hombre de una sola pieza, y la tormenta desatada por los celos irracionales de Pablo no iba a escampar fácilmente.

  • Dime que puedo hacer para que me perdones.

  • No hay perdón posible, Pablo. Hasta aquí hemos llegado, tío.

  • No estarás hablando en serio, Valko…¿y que pasa con los mensajes de ánimo que me has estado enviando todos estos días a Murcia?

  • Eran sinceros, porque yo no tengo dobleces como tu, pero eso era antes de saber que me habías humillado de esa manera. Lo siento, Pablo, pero tu lo has querido así; espero que esto te sirva de lección en el futuro. Buena suerte y hasta siempre…

  • Valko, por favor, recapacita. Por lo menos dime que te lo vas a pensar.

  • No hay nada que pensar, Pablo. Me voy porque tu me has echado, no porque a mi me apetezca. Y el que debería recapacitar en todo caso eres tu, ¿no te parece?.

Valko se deshizo del torpe postrer intento de abrazo de su aún pareja y desapareció malhumorado y dando un sonoro portazo, el segundo de la tarde después del de César. Pablo observó a su alrededor incrédulo…dos exnovios que ya no volverían a dirigirle la palabra en una sola tarde, la cosecha de aquella tarde gris de invierno había sido desde luego gloriosa.

Valko no volvió a llamar a partir de entonces, y tampoco contestaba a sus llamadas, sus mensajes al correo de Gmail, o a sus ruegos llorosos en el contestador del teléfono fijo. Su mala cabeza y una pésima elección de amigos y parejas a lo largo de los años le habían jugado una mala pasada. A partir de ese día, Pablo comenzó a acudir a terapia con un compañero suyo para tratar de identificar cuales habían sido las inseguridades propias y fallas de carácter que le habían empujado a actuar de un modo tan estrambótico y a rodearse de tan selecto grupo de amistades; como parte de su trabajo de recuperación de la autoestima perdida, su amigo psicólogo le pidió que elaborara una lista completa de sus amistades, de las que debería ir tachando a todos aquellos que, por una u otra razón, considerara indignos de ser considerados como tales. Y, para su vergüenza, de los doce colegas apuntados se vio obligado a tachar a diez de ellos, manteniendo tan solo a Edu y Rafa, que, curiosamente, eran los únicos que se habían mantenido al margen de todo este asunto y no se habían decantado por la crítica gratuita hacia su entonces pareja búlgara, con quien habían llegado a mantener un trato bastante cordial, tal vez porque ninguno de los dos tenía pluma, y Valko era muy maniático con ese tema.

Lo peor de todo es que también había tenido que cambiar todas sus rutinas diarias, porque ya no soportaba cruzarse por el parque con Valko mientras corrían en direcciones contrarias y comprobar que este se negaba a saludarle o incluso a reconocer su existencia misma. Tampoco se sentía con fuerzas de escuchar algunas canciones cuyas letras antes le gustaban o, cuando menos, le resultaban indiferentes, como una de su admirado Pablo Alborán, que venía a decir:

“Te he echado de menos

Todo este tiempo

He pensado en tu sonrisa

Y en tu forma de caminar”

Al contrario que los chicos de Vetusta Morla, Pablo ya no encontraba esperanza alguna en la deriva, al menos en la suya propia. Habían pasado dos meses desde aquella infausta tarde, tiempo mas que suficiente para que, en un mundo que gira cada vez de forma mas vertiginosa, Valko le hubiera apartado por completo de su vida.

“Tal vez en este momento esté echando un polvo espectacular con alguien que no será tan inseguro y tan imbécil como yo, y sabrá retener al amor de su vida” - pensaba en esas ocasiones, aunque su colega Marcos le había enseñado, y el lo sabía de sobra, que no debía fustigarse de esa manera, porque su débil ego podía verse afectado de por vida si persistía en esa actitud negacionista.

Incluso con sus propios clientes, a los que antes escuchaba con atención distante y actitud cauterizadora, ahora se mostraba mas contemporizador y empático, e incluso en el fondo envidiaba los veniales problemas de algunos de ellos, pobres niños ricos y juguetes rotos nacidos con cuchara de plata, transformados por acción de sus egos inflados en gigantescos traumas, mientras que en su caso veía claro que la soledad estaba llamada a ser su compañera efectiva de viaje, si el destino no lo remediaba de algún modo. Pero Pablo no veía factible enamorarse de nuevo de inmediato, después de haber tocado el cielo con las manos en los fuertes brazos del masajista búlgaro.

El 5 de Abril de 2014 Valko cumplía 35 años, una edad en la que la mayoría de los hombres de este planeta suelen dar por cerrada, si no lo han hecho ya previamente, una etapa de su vida marcada por la incertidumbre amorosa y la diversidad de parejas, para pasar a engrosar el número de adultos emparejados o deseosos de estarlo. Y el búlgaro no debía ser una excepción a la regla, pero ya no sería Pablo su fiel compañero de por vida; o, tal vez, con motivo de un aniversario tan sonoro como el número 35, el duro corazón del búlgaro se ablandaría si le enviaba un mensaje apropiado por el móvil. Pero ¿qué decir a alguien que no quiere verte ni en pintura y que se cierra en banda a la posibilidad de perdonar tus malas acciones pasadas?. Tal vez, pensó Pablo en un momento de lucidez, algo muy simple y directo salido directamente del rincón mas profundo del corazón, como, por ejemplo, algo así:

“ Feliz cumpleaños, Valko. Te deseo lo mejor en este día tan especial para ti. Te echo de menos, aunque sé que metí la pata hasta el fondo. Besos de Pablete”

Y hasta el corazón mas terco y testarudo tiene sus momentos de debilidad, como ocurrió en el caso de Valko, que respondió a los pocos minutos con un texto breve, pero muy significativo para provenir de alguien que supuestamente le despreciaba con todas sus fuerzas.

“Yo también te he echado de menos, Pablo. ¿Qué tal si quedamos esta noche a tomar unas birras por Malasaña, como aquella primera vez?”

Aquella noche de sábado ambos lloraron de emoción al reencontrarse por fin, después de una separación tan prolongada como necesaria; pero la noche era joven aún y hubo tiempo de sobra de romperse el pecho riéndose de todo y de todos, y de compartir confidencias hasta el alba por los garitos mas canallas de la zona, y, cuando el día empezaba a clarear en lo alto, hasta de hacer el amor de manera salvaje en la habitación en semipenumbra de Valko. Y cuando terminaron de otorgar placer mutuo a sus respectivos organismos, el búlgaro acercó la mano derecha de Pablo a sus labios y fue besando muy despacio, con delectación casi morbosa, dedo tras dedo a su añorada pareja, sin dejar de mirarle a los ojos con una equilibrada mezcla de ternura y orgullo, reflejando que, después de todo, el concepto humano de perdón no era en absoluto ajeno al corazón del terapeuta búlgaro, y que el amor puede arrasar con toda la basura acumulada entre dos personas, si ambas así lo desean de verdad.

FIN