Como tantas otras veces, como nunca antes
Un viaje con mi mujer en el que lo que pareciera el sexo de tantas veces, sería diferente.
Como tantas otras veces, te desperté acariciando tus pechos y tus genitales, sin decirte yo ni una sola palabra al despertarte, ni tu al ser despertada. Como tantas otras veces, me acomodé de rodillas encima de ti, de tal forma que mi pene aún en reposo, pero más grueso de lo habitual, quedará reposando ente tus senos, sonreíste y sin que tuviera que hacerte un gesto, empezaste a acariciar mi miembro con tus manos primero, hasta conseguir de él una semi-erección, y con tus tetas después, juntándolas de tal forma que mi polla quedara enterrada en ellas, a lo que como tantas otras veces, respondí frotándotela.
No sentías un placer especial con eso, pero disfrutabas sabiendo que me encantaba follarte las tetas. Acercaste tu boca hasta ella y lamiste con tu lengua su glande y su prepucio primero, para más tarde empujarme hacia ti de tal forma que pudieras hacerme una de tus maravillosas mamadas introduciéndola ya, incluso casi por completo, en tu boca, succionándola con tus labios, no sin antes, lamerme los testículos meticulosamente, como a ti te gustaba hacerlo, y como sabías que a mí me gustaba que lo hicieras.
Me llevaste al borde del orgasmo un par de veces. Como tantas otras veces, dejaste de chupármela sacándotela de tu boca cuando intuiste avisada por mi gemidos, que mi eyaculación era inminente. Conseguiste excitarme tanto como para que te dijera -Puta, no te pares. Hazme correr ya-.
Tu respuesta fue esa sonrisa viciosa que denotaba tu superioridad y mi evidente indefensión llegado ese momento. Me susurraste con la boca cerrada:
-¿Te quieres correr, verdad cabrón? ¡Eso quieres? Dime ¿eso quieres?
Solo acerté a responderte:
- ¡Si por favor, córreme! ¡No aguanto más, hazme terminar, acábame!
A tu sonrisa complacida y complaciente, le siguió una de tus increíbles mamadas, precisa y contundente, a la que respondí eyaculando abundantemente, en tu lengua y en tu boca, salpicando también en tu carita linda. Terminaste relamiendo los restos de mi semen que brotaban ya sin fuerza de mi polla, e introduciéndotela recién corrida de nuevo en la boca, para por fin, verter todo el blanquecino contenido encima de mi pene.
Me besaste y te fuiste a duchar mientras yo quedaba en la cama abatido y acalorado. Con el corazón a mil por hora, balbuceando lo bien que me lo sabías hacer. Como tantas otras veces, cuando estamos fuera de casa y nos alojamos en un hotel, el servicio de habitaciones traía el desayuno.
Después del pertinente aviso, y de darle permiso, entró un mozo empujando un carrito con la primera -en nuestro caso segunda- "comida" del día.
Cuando regresabas a la cama envuelta en una bata de baño con el cabello completamente mojado, te sorprendiste al ver al camarero sirviendo. Pero como nunca antes había pasado, intuiste que algo diferente iba a suceder aquella mañana......
Era un chico joven, sobre unos 20 o 25 años como mucho. Alto y delgado. Ni guapo, ni feo. Le pregunté cómo se llamaba, y me dijo que su nombre era Raúl. Hizo su trabajo con precisión y solvencia. Al terminar preguntó si necesitábamos algo más, o si podía retirarse. Le dije que si le molestaba que le hiciera unas preguntas, y contestó relajado que en absoluto.
Me miraste muy extrañada, pero más extrañada te quedaste cuando escuchaste mis palabras –Raúl ¿te parece hermosa mi señora? Él quedó en silencio, sorprendido. Yo le dije para que se relajara -Mira que de tu respuesta depende tu propina, eh? Le hice sonreír, y volví a repetirle la pregunta -Dime Raúl, ¿te parece una mujer hermosa? Respiró un par de veces y acertó a contestar -Sí, sí lo es, es una mujer muy hermosa. Te incomodaste y me dijiste que le dejara marchar. Pero no te hice caso, y volví a requerirle -Oye Raúl, a ti te gustan las mujeres ¿verdad? Quiero decir que no eres gay, ni nada parecido -No, no soy gay. Me gustan las mujeres- replicó.
-Dime Raúl ¿te gustaría verle un seno a mi esposa?- le dije a continuación. Se puso tremendamente colorado, y tu sonrisa cómplice, me animó a seguir con el juego
-Dime Raúl ¿te gustaría eso?...
-Venga, deja al chico- replicaste -¿No ves que no quieres mentir?-me dijiste mitad bromista, mitad modesta. Al instante te replicó -No, no, no es que no quiera mentir, claro que me gustaría- entonces te dije -¿Muéstraselo, quieres?, solo un poco, ¿sí?
Entonces resonó en la habitación una de tus graciosas carcajadas - ¡Jajajajajaj! ¡No estarás hablando en serio! Ya está bien la broma, deja irse al chico.
- Haremos una cosa, que sea Raúl quien decida si quiere irse, ok? Dime Raúl, sinceramente. ¿Quieres marcharte o quieres ver un pecho de mi esposa?
-Me gustaría quedarme para poder verlo, pero tengo que continuar trabajando –respondió.
- Será solo un momento, no te preocupes... Por favor ¿puedes abrirte un poco la bata, amor? ¿Anda sí?
Hiciste el gesto de mostrar, abriste repentinamente unos centímetros tu bata, sin que se pudiera verse absolutamente nada, volviste a reír, esta vez con menos fuerza, mientras me susurrabas entre dientes.
-De verdad quieres juga ¿eh cabrón? ¿Eso quieres?
Asentí con la cabeza mientras sonreía, y tú me dijiste en voz muy bajita
-Yo no lo haré, hazlo tú si es lo que quieres...
-Ven Raúl, acércate un poco más ¿quieres? Raúl se acercó por tu lado quedando de pie junto a ti, que estabas recostada en el cabezal conmigo a tu derecha y te dije:
-Cariño, pon tus brazos en la nuca, detrás de tu cabeza-Tras unos segundos y llena de dudas obedeciste sin rechistar.
-¿Quieres ver, Raúl? dime ¿quieres ver? Raúl asintió avergonzado. Entonces llevé mi mano hasta el cuello de tu bata. Empecé a sentir tu respiración acelerada. Abrí un poco la bata, por los dos extremos hasta que apareció parte de tu escote, apenas se veía el canalillo.
-¿Quieres ver más, Raúl? ¿Te gustaría....? Con la voz entrecortada, Raúl acertó a decir -Sssí... quiero ver más...
Tus pulsaciones seguían acelerándose, se notaba en el movimiento de tu bata por las palpitaciones. Cerraste los ojos un par de segundos, pero aguantaste en la misma postura sin moverte ni un solo centímetro. Seguías esperando que diera por finalizado el juego y no continuara abriendo tu bata, puesto que los tres sabíamos que no llevabas nada más debajo.
Respiraste muy profundamente, como si intuyeras que el juego no había hecho sino que empezar. Abrí la solapa de tu bata de repente, y quedó a la vista uno de tus pechos completamente desnudo
Raúl abrió los ojos todo lo que pudo y puso cara de (gratamente) sorprendido.
-¿Te gusta lo que ves, Raúl? Dime ¿quieres que siga? ¿Quieres que baje más su bata para que puedas ver los dos senos de mi mujer, verdad? Raúl asintió con la cabeza lenta pero insistentemente y tú dijiste:
-Cariño, basta por favor... Deja al chico que se retire, ¿sí?
- Haremos una cosa, que decida él- dije yo
-Raúl ¿quieres marcharte? -Raúl negó con la cabeza...
- Lo siento, cielo. Quieres quedarse- Todavía no había terminado de decirte eso cuando abrí completamente la bata de baño forzándote a que bajaras los brazos y quedando tus dos tetas al aire frente a Raúl. Saqué tus brazos de las mangas, quedando tu bata anudada a la altura de la cintura.
-Ven Raúl, acércate más... siéntate en el borde de la cama. Quieres mirar de más cerca, ¿verdad?
Raúl obedeció sin rechistar, y sin dejar de mirártelas.
-¿Te gustan, verdad?
-Sí, me gustan mucho.
Al oír eso, empecé a acariciártelas, primero suavemente, pero poco a poco cada vez con más fuerza, apretándolas y jugando con ellas mientras te las sobaba y pregunté:
-Te gustaría tocarlas, verdad- Raúl asintió con la cabeza mientras tú exclamabas:
-Basta por favor, esto ya se está pasando de la raya, cariño.
-Solo un poquito ¿sí? deja que las acaricie.
Tome su mano, y la acerqué a tu pecho, mientras tu cerrabas los ojos y resoplabas levemente.
Puse su mano en una de tus tetas, mientras yo seguía manoseándote la otra. Estabas excitada ante la situación, no se podía negar. Te besé en los labios con dulzura, como queriendo premiarte por tu predisposición y te susurré al oído si querías follar y respondiste que si querías, que le pidiera al mozo que se retirara.
- Raúl ponte de pie ¿quieres?
Raúl dejó de acariciar tu pecho y se levantó de la cama donde estaba sentado. Sonreímos a la vez al ver que su entrepierna estaba abultada...
-Voy a follar con mi mujer ¿quieres irte? O prefieres quedarte para ver como se lo hago.
Raúl negó con la cabeza. Te ayudé a incorporarte de forma que quedaste arrodillada con las palmas de las manos apoyadas en el colchón. Me coloqué de rodillas detrás de ti, subí la parte de abajo de tu baja, que continuaba anudada a la altura de tu cintura. Moje mi mano con saliva y la apliqué sobre mi pene. Mojé de nuevo mi mano con saliva, y la apliqué sobre tus genitales.
Me la meneé unos instantes para que ganara consistencia, y te penetré vaginalmente con virulencia.
- ¡Ahhh! ¡Brutoo!- exclamaste -¡me has lastimado!.
-Lastimado debe estar Raúl, con esos pantalones apretando sus partes ¿Por qué no le ayudas?
Raúl, dejas que mi esposa te baje los pantalones- Raúl asintió.
-Hazlo cielo. Quiero que lo hagas...
Alargaste tu brazo hasta su entrepierna. Desabrochaste su cinturón, el botón de su pantalón, y bajaste la cremallera. Sus pantalones cayeron al suelo.
-Sigue, por favor- te dije.
Te acercaste un poco más a él, y le bajaste el calzón hasta las rodillas, quedando sus genitales a la vista.
-Tócasela, él te tocó a ti las tetas...
Cerraste los ojos con fuerza. Acercaste de nuevo tu mano hasta su pene y los recorriste de abajo a arriba y viceversa, cuatro o cinco veces evitando rozar sus testículos. Raúl gimió.
Entonces te tomé por la cintura. Seguías con mi polla dentro, pero ni tú ni yo nos habíamos movido en absoluto. Te tomé de la cabellera y te forcé a que depositaras tu cabecita en el colchón, y comencé a bombearte con penetraciones muy lentas y profundas hasta hacerte sollozar. Tus tetas se balanceaban al compás de mis embestidas. Te dejaste ir. Te dejaste follar.
Le pedí a Raúl que se masturbara. Empezó a meneársela con ansia mientras contemplaba la escena.
Como no te habías dado cuenta, te levanté la cabeza para que vieras como lo hacía. Él respondió incrementando la intensidad y la velocidad. Seguí follándote cada vez más fuerte. También Raúl seguía pelándosela con fuerza.
Raúl eyaculó. Su primera propulsión alcanzó tu antebrazo y parte del dorso de tu mano que estaba apoyada en la cama. Raúl desvió la trayectoria de su corrida y acabó de “deslecharse” cayendo su semen al suelo.
Entonces te pedí que te masturbaras y me dijiste que no
-No, córrete, córrete dentro ahora.
Empezaste a frotar tu clítoris pasando una de tus manos por debajo. Te la metí todo lo que pude, y me corrí dentro de ti muy a gusto. Le hice un gesto a Raúl, y éste rápidamente desapareció de la escena. Me quedé montado en ti, con la polla dentro de tu coño lleno de mi corrida. Tiré de ti empujándote hacia delante para que quedaras completamente estirada, y sin sacarla de ti te acompañé en la maniobra quedando sobre tu espalda completamente relajado...