Como si nada (2)

Cristina vuelve a la ciudad y se encuentra con Gabriel. Qué pasará entre ellos?

Regreso a la ciudad y me encuentro con Gabriel… ¿Qué pasará?

COMO SI NADA (2)

Las vacaciones se me hicieron cortas, yo aprovechaba cada oportunidad para volver al restaurant de Gabriel, pero no lo volví a ver. Volvimos a la ciudad y a nuestras vidas normales. Como los niños aún tenían vacaciones, decidimos enviarlos a casa de mi hermano en Quito por un mes. A la semana siguiente, Eduardo debió viajar al extranjero por 3 semanas, así que ahí estaba yo, sola en mi casa y con mi trabajo.

Iba a aprovechar esos días de soledad para descansar, salir con amigas, y bueno, en líneas generales: dedicarme a mí. No pasó nada importante en los tres primeros días, pero al cuarto, Gabriel se comunicó conmigo. Estaba en mi oficina revisando el correo y en eso vi uno de él pidiéndome vernos, que tenía un departamento en la ciudad y estaría unos días y que quería salir conmigo. Le contesté de forma apresurada que nos viéramos esa tarde en el mall, y que podríamos ir al cine. Le conté que mi esposo y mis hijos estaban de viaje y que por ahora estaba dedicada a mí. Gabriel me contestó encantado que nos veríamos en la noche, pero que no iríamos al cine, que me tendría una sorpresa.

Salí de mi oficina temprano y me fui a preparar para mi encuentro. Estaba nerviosa como quinceañera, salir con él era la cosa más atrevida que había hecho en mucho tiempo. No atinaba a escoger que ponerme. Quería verme sexy y hermosa, pero no quería darle la impresión equivocada. Me alisé el cabello, me hice un moño, me lo volví a soltar; en fin, al final logré lo que quería: Me puse un vestido que armaba mi cadera, en un neutral color plata, sin mangas con corte de princesa que resaltaba mi busto y cuello en "V". La falda se ampliaba hacia abajo. Me puse mis tacones más altos, para resaltar mis nachas, y la joyería apropiada. El cabello me lo recogí para dejar ver mi cuello y el toque final… mi perfume favorito: Uno que Gabriel me habría obsequiado hacía mucho tiempo y que yo guardé como recuerdo cuando se fue.

Nos encontramos en el mall a eso de las 8pm, y nos fuimos en su carro a un restaurant muy acogedor e íntimo. Él estaba vestido con saco y corbata, una camisa blanca, se veía muy elegante y guapo. Conversamos de todo un poco, de c4ómo fue su estadía en Alemania, de cómo nunca se casó, de lo bien que le había ido, de cómo había conocido a Eduardo, de mis hijos, etc. Con copas de vino acompañamos nuestra cena, la cual se fue terminando de a poco, igual que nuestros superfluos temas de conversación, empezaba a sentir el vino en mi cuerpo y a ponerme nerviosa, sin querer me encontré coqueteándole sutilmente y al parecer estaba siendo respondida, su sonrisa de ataque estaba ahí, llevándome de regreso a aquellos tiempos cuando éramos pareja, se pasaba la mano por el cabello de forma sugerente, yo me mordía los labios para contenerme, incluso tuve que hacer un alto para ir al baño a refrescarme. Jamás le había sido infiel a mi esposo, yo lo amaba mucho, no sabía lo que me estaba pasando, tenía que irme de ahí. Me mojé la cara y me retoqué el maquillaje. Salí de vuelta y Gabriel ya había pagado la cuenta. Me hizo señas para irnos y lo seguí.

Ya en el carro le dije que quería irme a la casa, que estaba cansada. Gabriel no dijo nada, solo me miró a los ojos de frente, sensualmente, y poco a poco se acerco a mí. Yo me quedé petrificada, quería besarlo, pero sabía que no debía. En menos de un segundo, ya estábamos besándonos.

Nos besamos de forma apasionada, nos comíamos la vida en cada beso, jugamos con nuestras lenguas, las masajeamos, nos estábamos excitando rápidamente. Estuvimos así unos 10 minutos y nos detuvimos en cuanto tuve la voluntad necesaria de hacerlo. Gabriel me miró muy serio y me dijo: "Nunca dejé de amarte, la verdadera razón por la que volví es por ti, no "pasó por mi cabeza el que fuera demasiado tarde. Cuando regresé te busque como loco, pero habíamos perdido todo contacto y te habías mudado y me fue imposible localizarte. Te amo con todo mi corazón y con toda mi alma, y si me lo permites quiero amarte con todo mi ser."

Entonces me abrazó con mucha ternura y me tomó por la barbilla, hizo mi cabello a un lado, y me dio un beso en los labios.

Ahora sí que estaba confundida, mis sentimientos por él volvieron mágicamente, como si hubieran estado guardados a la espera de su regreso. No paraba de llorar al darme cuenta la situación en la que me había puesto. Tenía una familia a la que amaba demasiado, pero frente a mi tenía al hombre que más había amado en la vida, mi compañero, mi amor, mi amante. Gabriel encendió el carro y me quiso tranquilizar diciéndome que me llevaría a la casa, que él no quiso hacerme daño. Pero yo ya estaba decidida, quería probar un poco de ese amor aunque sea una vez más. Le tomé la cara muy despacio la viré hacia mí, le di un beso y le dije: "Quiero que me hagas el amor".

Su cara reflejó un gran asombro ante mi propuesta, pero como buen hombre, no esperó a que lo dijera dos veces y emprendió el camino a su departamento.

Cuando llegamos ya estaba terriblemente excitada, sentía como mi interior estaba súper empapado. Nos bajamos del carro en un estado de excitación muy avanzado, ya no había tiempo para habladurías, nos estábamos besando lascivamente, le restregaba para sentir ese paquete que ya estaba muy empinado, estaba tan erecto como el pantalón se lo permitía.

Apenas si pudo abrir la puerta, cuando le empecé a sacar la ropa, cerró la puerta y tiró las llaves quién sabe dónde, me arrimó a la pared y me dijo: "De aquí no te me escapas caperucita". Esas palabras me excitaron aún más, con desesperación le saqué el cinturón y empecé a bajarle el pantalón. Todavía estábamos en la sala. Traía puesto un bóxer negro que ya casi se rompía por la fuerza que hacía su pene por salir, ahora yo lo empujé a un sofá que estaba cerca y con la excitación que cargaba, no sé cómo me las arreglé para sacarle todo. Él no se quedó atrás y en menos de un minuto me dejó totalmente desnuda, me revolvió el cabello con sus fuertes manos y me tomo de la cabeza para darme otro beso. Yo ya estaba que me corría, pero apenas era el principio. Lo recosté en el mueble y empecé a devorar ese monstruo que tenía abajo, estaba riquísimo, saladito, durísimo y crecido en toda su extensión. Con mi mano lo apreté mientras la subía y la bajaba, Gabriel no paraba de gemir, mi boca estaba chupándolo como si supiera que ese manjar no se volvería a repetir. Sus bolas al tacto, se ponían más duras como reclamando su derecho a recibir la misma atención que le estaba dando a su compañero de armas. Estaba en el cielo, ¡Qué hombre!, ¡Qué pene!, mmm ¡Qué delicia! Botaba jugos a grandes chorros, estaba teniendo orgasmos seguidos y solo de tener ese glande en mi boca, en eso Gabriel tomó las riendas del asunto y tomándome del cabello empezó a follarme la boca tratando de meterme todo hasta el fondo. Sentí que quería regurgitar, pero no me importó nada, porque quería todo cuanto estaba pasando. Cuando Gabriel me dijo que ya no podía más, e intentó quitármelo, pero con arte logré evitar que lo saque y toda su leche me calló en la boca. Ahh que delicia, botó tanta leche que se me regó por toda la cara y en el pecho. Me tragué toda la leche y como gato empecé a relamerme la que estaba en mi cuerpo. Gabriel estaba extasiado viéndome. Me levantó y me dio un fuerte abrazo. Nos fuimos al baño, ahí tenía un Jacuzzi, conectó el agua caliente y lo puso a llenar. Al poco tiempo, ya nos estábamos metiendo para "asearnos un poco". Yo estaba felicísima, estaba por los aires, no cabía en mí. Había tenido muchos orgasmos seguidos, y apenas iba por el primer tiempo. Gabriel había traído una botella de vino y dos copas, y las sirvió. El agua estaba en su punto, y Gabriel estaba listo para la segunda vuelta.

Con gran sensualidad, empezó a tallar mi cuerpo con una esponja, luego me dio masajes en la espalda, poco a poco se acomodó para masajear mis pies, luego mis piernas, y muy disimuladamente ubicó sus dedos en mi vagina. Sentí como estimulaba mi clítoris, e iba metiendo un dedo, me sonreía al hacerlo… yo solo gemía. Tantas atenciones me estaban poniendo muy caliente. Sus dedos estaban haciendo la danza del amor dentro de mí. Él sí que era un maestro en este arte. Si no tuviera pene, lo podría reemplazar con sus dedos fácilmente. Me seguía restregando los dedos en la vagina, cada vez más rápido, con la otra mano acariciaba mis senos, yo estaba estirada hacia atrás de tanto placer, me retorcía del gozo recibido, nuevamente me vine y él lo notó. Me tomó de la mano para salir, me secó un poco con una toalla y me llevó a la habitación. Durante el tiempo que le tomó traer el vino, se había acomodado para decorar la habitación, estaban prendidas unas velas aromáticas, el aire acondicionado ya estaba con la temperatura del amor y aunque increíble había puesto música muy sugestiva. Esto era una vuelta de 180 grados, me encantó lo que había hecho con la habitación.

Lo que paso en el resto de la noche, lo dejo para la próxima. No olviden sus comentarios. Besos