Como si nada (1)

Si tuvieras que elegir entre tu esposo y tu gran amor de juventud, ¿A quién elegirías?

Si tuvieras que elegir entre tu esposo y tu gran amor de juventud, ¿A quién elegirías?

COMO SI NADA

El verano del 2006 me enfrenté con la decisión más difícil que haya podido tener, mi esposo, mis 2 hijos y yo nos encontrábamos de vacaciones en la playa. Habíamos planeado esto por 1 año, los dos saldríamos de vacaciones al mismo tiempo en nuestros trabajos, aprovecharíamos las vacaciones de los niños y nos mudaríamos por tres semanas a la casa de playa que pudimos rentar a un buen precio.

Aunque ya tenía dos hijos, mi cuerpo no estaba nada mal, siempre tuve unas caderas bastante pronunciadas, y era deportista desde siempre así que no me había costado mucho trabajo volver a tener mi "cinturita", cabello negro y largo, lo tengo así desde niña; la maternidad me había obsequiado el mejor regalo: mi busto ahora era talla C, y sin operaciones. Se diría que estaba satisfecha con tener el cuerpo que tenía a mis 37 años.

Mi esposo, también de buen físico, fortachón (nunca me gustaron los flacos carilindos), pero no demasiado, era pelotero desde muy joven y aunque ya tenía 40 años, le hacía honor a cada año vivido. Su cabellera ya tenía unas pequeñas entradas, marcadas con unas pequeñas hileras blancas, pero esto sólo lo hacía más sexy.

Nuestra relación empezó después de graduarme de la universidad, justamente en la fiesta de despedida de los compañeros, él era la cita de una de mis compañeras. Congeniamos de inmediato y nos volvimos grandes amigos. Una cosa llevó a la otra, y al cabo de 2 años de relación, nos casamos; los niños vinieron enseguida, así es como Eduardo y yo tuvimos unos hermosos hijos José de 12 años y Virginia de 10.

Realmente hubiéramos pasado por la familia feliz, hasta ese verano. Ya ni lo recordaba, hacía mucho que no lo había visto, era mi gran amor de la universidad, aquel que me hizo mujer, (de las formas que quiso), aquel que con su sonrisa hacía temblar mi mundo. Su nombre es Gabriel. Habíamos terminado porque él tuvo que viajar al extranjero por trabajo, y ya no volvió. El quería irse casado conmigo, pero yo era demasiado joven y aún no terminaba mis estudios, así que nos despedimos y no nos volvimos a ver más. Para ese verano él ya tendría 42 años.

Todo sucedió una tarde en que mi familia y yo salimos a dar una vuelta por el malecón, para ver los cambios que habían sucedido en la playa desde la última vez que estuvimos ahí. Estábamos con hambre, así que buscamos un lugar para comer y fue así que entramos a un restaurant muy bonito y acogedor, estaba decorado tipo cabaña, con ventiladores en el techo, plantas exóticas, unas escaleras hermosas… Justamente me hallaba admirando el lugar cuando de la nada alguien dice "¿Cristina?"

Regresé a buscar a la persona que me llamaba, cuando de pronto lo vi, me quedé paralizada, era Gabriel! No me lo creía, no sabía qué decir o hacer, estaba congelada… él se acercaba a mi mesa. Mi esposo que estaba ahí me preguntó muy curioso:

  • ¿Te pasa algo?, ¿Es que acaso has visto un fantasma?
  • No nada amor, no te preocupes.

En eso llegó Gabriel:

  • Hola Cristina, guau, qué hermosa estás, ¿y supongo que esta es tu familia?
  • Hola Gabriel, cómo has estado, vaya que ha sido mucho tiempo, te presento a Eduardo, mi esposo, y mis hijos José y Virginia.
  • Hola que tal mucho gusto

Mi esposo: ¿Qué tal?, mi esposa se ha quedado atónita al verte.

Gabriel: ¡Vaya!, yo también, nunca creí que volvería a ver a esta belleza de mujer

Yo: ¡Ay! Qué cosas dices, pero que tal, que haces aquí creí que estabas en el extranjero

Gabriel: Pues sí, cuando me fui estuve por 6 años en Alemania, pero realmente no me acostumbré, estaba solo, y aunque económicamente estaba bien, mi familia estaba acá. Regresé con la idea de montar un negocio, y tú sabes que siempre me gustó Salinas, así que qué mejor que venirme acá, justamente este es mi restaurante, espero que los estén tratando bien.

Eduardo: Pues el lugar está exquisito, que buen gusto tienes, recién íbamos a ordenar.

Gabriel: A pues he llegado en el momento preciso, les recomiendo el especial, estoy seguro que mañana me darán las gracias, y para los niños, tenemos los platillos Jr, les encantará

Yo: Ok, gracias por la sugerencia

Gabriel: No hay de qué, y pidan nomás lo que deseen, esta va por la casa. Y no te pierdas Cris, ¡tenemos que ponernos al día!

Yo: Como quieras

Intercambiamos teléfonos, y mails, luego nos despedimos. Cuando se acercó a darme el beso en la mejilla, me cogió del brazo y me dijo muy suave: "Ha sido toda una revelación volver a verte."

Terminamos nuestro almuerzo y seguimos paseando, ya daban las 6pm y los niños estaban muy cansados así que optamos por regresarnos a la casa. En la noche, una vez dormidos los niños, Eduardo y yo estábamos viendo una peli en la tele. Pero mi mente estaba en otro son, en mi mente estaba la imagen de Gabriel, su sensual sonrisa, y su cuerpo espectacular, su cabello negro como la noche, y esa mirada penetrante que hace que te sonrojes. En esas andaba, cuando Eduardo se dio cuenta de mi semblante, y me miró con deseo a los ojos, me sonrió dulcemente, tenía deseos de poseerme, tal vez fue efecto del "caluroso" almuerzo o tal vez el haberme visto en ese estado.

Se acercó y me besó con amor y pasión, un beso profundo, como si fuera la primera vez que lo hiciera, como si temiera que alguien más estuviera en mis pensamientos. Me trajo de regreso a la tierra, me di cuenta que no debía pensar en nadie más, y con sus caricias hizo que dejara de pensar en Gabriel. Estábamos en el sofá de la sala, traía puesta una tanguita blanca muy sugestiva, un top y una falda playera. Con sus manos comenzó a acariciarme la espalda, con la firmeza que sólo él poseía, con sus dedos subía y bajaba mientras recorría mi cuerpo. Me recostó, se entretuvo con mis piernas, las acariciaba y las mordía, yo me empezaba a mojar, mis ojos cerrados del placer. En eso me levantó en brazos y me llevó a la recámara. Ahí se desvistió con tal sensualidad, que sentía que me corría solo de verlo. Pude ver su miembro, parecía más grande de lo normal, se acercó a mí y poco a poco me despojó de las prendas que me cubrían, hasta que estuvimos los dos desnudos por completo, se detuvo a observarme: ¡Qué hermosa eres!, y me dio un beso en los labios, primero suave, luego con más pasión. Nuestras lenguas se encontraron y empezaron a juguetear entre ellas. Sus manos me acariciaban la espalda desde arriba hasta llegar a mis nalgas, entonces las cogió fuertemente, deliciosamente, y me levantó de un solo golpe y me depositó en la cama.

Me besaba de pies a cabeza, se entretuvo con mis pezones, estaban súper duros, me masajeaba deliciosamente, yo estaba en las nubes, abrió mis piernas y vio lo chorreada que estaba. Poco a poco se acomodó y me comenzó a chupar la vagina, con su lengua masajeaba mi clítoris, lo chupaba, lo estrujaba, era la mejor mamada que me había dado en mucho tiempo. Yo tampoco me quedé atrás y me incorporé para chuparle su miembro, quería que ese pedazo de carne estuviera en mi boca y sentir lo grande que estaba. Tenía bastante liquido preseminal, empecé a mamarle despacio, con la lengua le masajeaba las bolas, chupaba en parte su miembro, me concentré en darle placer del lado izquierdo, ahí es donde más le gusta. Le succionaba como una desesperada, queriendo sacar hasta la última gota del exquisito manjar de su miembro. Tan fuerte fue la mamada, que en cuestión de minutos me estaba inundando la boca a chorros con su leche caliente.

Se recostó a mi lado, estaba ido, y su miembro seguía en pie de batalla, fue por unos vasos de whisky, y brindamos por nosotros. Casi enseguida estuvo repuesto del todo y se dispuso a acariciarme nuevamente, nunca antes había sido tan apasionado, me tenía como él quería, nadie me había hecho sentir así… Nadie, excepto Gabriel, de repente volví a pensar en él, en la forma en que hacíamos el amor, sin cuidados, sin precauciones, sin importar quien pudiera escucharnos. Me estaba excitando al pensar en él, mientras Eduardo ya estaba ubicándome ese glande en la entrada de mi vagina, estaba entretenida en mis pensamientos cuando sentí como Eduardo me atravesó de una, con una furia que no le conocía, era como si se hubiera transformado en alguien más, como si no pudiera tener relaciones nunca más y esta sería la última.

Yo estaba por los cielos, este era un Eduardo que no conocía, me penetraba con furia, con fuerza, pero sin lastimarme, me succionaba los pezones mientras seguía penetrándome, uff yo solo sentía ese miembro entrar y salir, me rozaba las paredes, me daba la vuelta, me ponía en cuatro, no importa lo que quería, me tenía toda para él en ese momento, era tan frenética la cogida, que yo me vine una y otra vez, estábamos gritando de placer, él seguía y seguía yo casi me desvanezco, pero él seguía, lo sacaba por completo para meterlo de una, ahh que delicioso se sentía, entonces sentí como su miembro explotaba leche por segunda vez todo dentro de mí, esa sensación tibia adentro de mí. Una cogida muy especial. Entonces me abrazó de nuevo con suavidad y ternura, me murmuró un "Te amo", y me besó. Nos quedamos dormidos casi enseguida.

CONTINUARA