Como se puede llamar infidelidad lo que es amor

Tengo una relación con la pareja de mi mejor amigo propiciada por él sin más motivo que la amistad

Bien, si escribo este sucedido es en honor de mi amigo José, buen amigo como podréis comprobary por cierto, escrito a petición de él.

Lo ocurrido fue el pasado 2020, en junio, en plena pandemia. Sucedió que en Navidades de ese año yo rompí con mi pareja, ella conmigo. Teníamos una hija de 4 años que se quedó a vivir con Sara, mi mujer. Ella era bastante más joven que yo, veinte años, por entonces tenía veintitrés y yo cuarenta y tres. No es que no hubiese razones objetivas para la ruptura que las había, pero una ruptura es una ruptura y duele, se metió un tipo por en medio pero, realmente, la relación estaba acabada.

Durante los cuatro anteriores años fuimos inseparables de José y Montse. Tenían la misma diferencia de edad. José y yo éramos amigos desde pequeños y ellas en cuanto se conocieron se hicieron íntimas y lo siguen siendo. Nos pasábamos todas las vacaciones con ellos y cuando podíamos íbamos a verlos o venían ellos desde Valencia. Si era verano nos íbamos a la ciudad naturista de Cap d'Agde en el sur de Francia donde alquilábamos un bungaló. Otro año nos fuimos a Pontevedra, en la Illa de Arousa y cuando lo que teníamos era solo unos pocos días, desde su casa pasábamos el día en la playa nudista del Saler. Donde fuese nos divertíamos, a veces solo jugar al mus en pelotas ya era pasarlo bien. Nunca hubo mal rollo por el sexo que yo recuerde, no se me pasó nunca por la cabeza la infidelidad, si acaso en nuestro juegos un ligero deseo de rozarme por casualidad con Montse que nunca ocurrió y supongo que a Sara y José les pasaría lo mismo, o no, quién sabe. En su caso hay una foto en que José coge a las dos de la cintura y Sara tiene los pezones erectos y en otras no los tiene, ¿casualidad? la he mirado mil veces y me excita aunque es posible que no haya razón pare ello.

La ruptura coincidió con la pandemia, y por su culpa, o no, mis posibilidades de ligar con alguien fueron muy escasas por no decir nulas.

Andaba yo un día en Valencia tomando unas cañas y lamentándome con José de mi soledad de cuerpo y alma. Él escuchaba como hizo siempre. Del chiringuito nos fuimos a comer a casa, a su casa, donde ese día hizo la comida Montse.

Al terminar la comida José me informó que tenía que salir, me ofrecí a acompañarle pero me puso alguna excusa que no recuerdo y se fue. Nada más quedarme a solas con Montse, me soltó a bocajarro:

-Ahora es cuando me toca hacerte una paja y no valen excusas porque te la voy a hacer.

-¿Qué qué? He entendido algo muy raro- Muy sorprendido y asustado.

-Lo has oído bien, ya lo hemos hablado José y yo y se ha ido para dejarnos solos con el mandato, mandato no, petición, que no te deje escapar y además me parece que me va a gustar y tengo curiosidad, ya estoy impaciente por hacerlo- y se sonrió con cara de niña traviesa.

-Estoy seguro que me gustaría pero me daría muchísima vergüenza. Si es por lo que he hablado hoy con José, vale, es verdad que le he hablado de cierta soledad pero en todo caso no se resolvería con una paja, me las hago personalmente, y me salen bastante bien, evidente, así sería mejor, pero lo que necesito es abrazar, acariciar, compartir sexo, dar y recibir pero sobre todo dar. De todas maneras muchas gracias a ambos, es una oferta poco habitual pero muy generosa- Muy lejos de mi intención estaba sugerir lo que ella soltó a continuación.

Montse quedó pensativa un rato. -Bueno, no era lo convenido pero no hay problema. Nos desnudamos y hacemos las cosas bien, solamente que no puede haber penetración. No estoy tomando nada y ni siquiera tengo preservativo y… además no entra en el pacto. Al fin y al cabo no veo la diferencia entre utilizar la mano o el cuerpo... Ahora soy yo la que tiene ganas. No querrás dejarme con las ganas.

Me apeteció mucho, nunca se me habría pasado por la cabeza pero, una vez dentro de ella, la idea me creció en forma de bulto de la bragueta, aún así seguía asustado. Tampoco estaba seguro que las ganas de ella fuesen reales o lo decía para convencerme. Viendo mi indecisión me cogió de la mano y me arrastro hacia la habitación –Ven y desnúdate, no te dará vergüenza, ¿no?- y se rió pero con dulzura.

-No- le dije casi con enfado pero sin enfadarme, aun dudé de quitarme la ropa pero vi que ella había empezado y me empecé a quitar los zapatos sentado en un lado de la cama, cuando me levanté a quitarme los pantalones miré y vi que Montse estaba quitándose el sujetador. Era una situación cotidiana pero con una persona no cotidiana. Me terminé de quitar los pantalones pero mirando un poco sus tetas a pesar de habérselas visto muchas veces. Las tenía muy bonitas y parecía que estaba a punto de acariciarlas aunque aún no me lo terminaba de creer. Cuando estuve desnudo me tumbé en mi lado de la cama,, supongo que en el de José, y creo que hecho un ovillo y me entró un ligero temblor en todo el cuerpo. No era la primera vez que me pasaba y siempre coincidió con deseo acompañado de inseguridad y posibilidad.

Se quitó lo último que le quedaba por quitar, las bragas y se tumbó junto a mí sonriendo.

-Ven, abrázame, estoy excitada de lo que vamos a hacer- La abracé y sentí su cuerpo que me quitó el temblor, era un cuerpo cálido, uno podría pasar la vida así abrazado a, iba a decir a aquel cuerpo, pero realmente era a Montse. Su cuerpo me resultaba extraño acostumbrado a Sara a la que llevaba cuatro años abrazando en exclusiva, era ligeramente más delgado, sus tetas mayores y su culo algo más grande o solamente más redondo. Además no era solo el cuerpo de una mujer, era el de una persona que tenía gran aprecio, no era el amor de una pareja pero era amor. Me era extraño doblemente, también porque era la primera vez. De momento no hice nada, la situación me superaba. Montse me acarició la espalda y el culo y me dio un beso en los labios. Las caricias iban dirigidas a mi cuerpo y me gustaban, sentía su pecho en mi pecho, su vientre en mi vientre y casi podía sentir su sexo contra el mio, en todo caso mi pene al estar en erección rozaba algo su sexo, poco, y su vientre. Al darme cuenta del todo que iba en serio, la besé la cara, la besé suavemente el cuello y la miré:

-¿Crees que deberíamos besarnos en la boca?- No me contestó, fue ella la que me besó en la boca y con un beso largo, largo, largo… nuestras lenguas se acariciaban suavemente y a veces nos mirábamos, entonces me sonría con dulzura, otras cerrábamos los ojos. Sentí que había besado algo más que su boca y su lengua. Sentir su cuerpo era sumamente agradable, todo el mundo sabe que se siente al abrazar por primera vez el cuerpo de alguien que te gusta, es sencillamente sublime, necesité sentirlo más, hasta entonces mi valor solo llegó para reposar mis manos en su espalda, tras mucha indecisión rocé con delicadeza su teta izquierda con el reverso de los dedos, su pezón se endureció y me gustó y le gustó. Bajé la cabeza y besé el pecho por encima del pezón. Juntar labios y pezón me parecía aún lejos de mi alcance. Ella bajó su mano hacia mi pene. Le pedí que no me hiciera correr todavía. A pesar de eso me rozó el pene y con el dedo índice me lo recorrió hasta la punta pinzando mi prepucio con dos dedos. En sus dedos mi pene no era un polla, era mi pene, una parte natural de mi cuerpo. Me atreví a acariciar todo su cuerpo y, envalentonado, bajé mi mano lentamente acariciando su barriga hacia su vulva, mantuve la mano rodeándola, necesitaba conocerla más, me gustaba tocársela. Tuvo una pequeña contracción con un pequeño gemido. Al poco recorría sus labios mayores y sus labios menores, por sus exclamaciones me estaba permitido, me entretuve lo que pude en su vulva. Llegué a su clítoris, sus propias secreciones me permitían acariciárselo sin hacerla daño y lo hice suavemente y me recreé en él, me hubiera gustado bajar a mirarlo con detenimiento, ella daba pequeñas convulsiones sin llegar al orgasmo.

-Creo que te voy a comer- Amenacé.

-Veremos quién come a quién- y me dio un mordisco real en el brazo. Reímos.

Volví con gusto a besar sus labios y acariciar todo el cuerpo, le acaricié las nalgas, sus muchas veces visibles pero inalcanzables nalgas y le pasé un dedo recorriendo la raja del culo pasando por su ano hasta la vagina. Me eché para atrás para verle con calma las tetas, mirárselas detenidamente era de las cosas que me había reprimido siempre como algo natural, y tras empaparme de ellas, las besé, fueron muchos besos repartidos entre los dos pechos, los dos suspirábamos, no me podía creer lo que estaba haciendo. Volví a la vagina y tras recorrerla me cercioré que estaba lo suficientemente mojada para meter poco a poco mi dedo índice para luego sustituirlo por mis dedos centrales buscando el llamado punto G y cuando lo encontré, empecé a meter y sacar mis dedos mientras con la palma de la mano y los dedos al salir estimulaba el clítoris, lo hacía con la mayor suavidad pero con energía, me pidió que continuase. Era un placer enorme darle placer. Había una especie de corriente eléctrica entre nosotros Al rato tuvo un orgasmo y me sujetó la mano para que no siguiera. Yo cesé y la abracé más fuerte mientras tenía las convulsiones del orgasmo. ¡Acababa de provocar un orgasmo a Montse!. Mi mano tocó su culo y lo empujé para acercarla a mi cuerpo con un muy suave movimiento. Nuestros sexos estaban en contacto. Me había comprometido a no penetrarla pero era difícil porque mi pene estaba resbaladizo y pedía entrar a gritos. No lo hice. Ella se separó un poco y me cogió el pene con la mano y curvándose se lo llevó a la boca, me di la vuelta y comencé a rozar su clítoris con mis labios y mi lengua, nuevamente, al mirarlo, recordé el de Sara y que no lo era el suyo. Era plenamente consciente que era el de Montse y me gustó, me gustaba mucho que fuese el suyo, al rato volvió a convulsionar en otro orgasmo, yo estaba demasiado excitado y supe que me iba a correr, retiré mi pene de su boca porque desconocía si le gustaba que me corriese dentro, ella lo apresó y terminó de agitarlo con la mano, volví a sentir mi desnudez en su mano corriéndome en ella, no recuerdo que hizo con mi semen o si se incorporó al menaje de la casa.

Nos recolocamos y nos abrazamos fuerte mientras volvía a acariciar su espalda y sus nalgas y volví a acariciar su teta izquierda para llevarme su recuerdo.

Me sonrió y me preguntó si me había gustado –Mucho ¿y a ti?- Me afirmó con un pequeño movimiento de la cabeza mientras me miraba a los ojos y sonreía. –Ha sido un encargo de José muy agradable de cumplir… Quizás nos teníamos ganas sin saberlo... Nunca pensé que fueses tan cariñoso. Tampoco se me habría ocurrido esta mañana que pasaría esto- Esta última frase me la dijo al oído. -Nos deberíamos ir levantando, esto es nuevo y no tengo claro que a José le gustase vernos así aunque haya sido a propuesta suya, pero antes déjame estar un rato abrazada a ti-. Nos dimos un abrazo que duró un buen rato. Me dio un pico y se incorporó, retrocedió para darme otro y se fue a la ducha con un caminar deliberadamente muy erótico. Esperé a verla desaparecer para no perderme su andar y me fui a la ducha de mi cuarto. Al poco cuando estábamos vestidos llegó José y miró disimuladamente a Montse, ella afirmó, más que con la cabeza, con una sonrisa.

José me miró y me dijo. -Un día me cuentas pero con calma, o mejor lo escribes.

Pensé si volvería a pasar.

-Pero, ¿no sientes nada de celos?

-Me siento orgulloso de lo que hayáis podido hacer, sea lo que sea, en general y de Montse en particular. ¿A ti no te pasaría lo mismo si fuese al revés?

.Sí, puede que sí- y me quedé pensando

Sara se enteró, ella sí tuvo celos y dijo:

-La próxima vez yo también quiero estar-, perdón, ese era el subtexto, porque realmente lo expresó en forma de insultos, ella es así y así me gustaba.

-Si hay próxima vez, estás invitada. Me gustaría volver a hacer el amor contigo, también creo que me gustaría que te lo hiciese José-. Me pareció ver que le daba un pequeño escalofrío de gusto. La verdad, era una promesa muy aventurada, no sabía si podría cumplirla pero se me pasó por la cabeza que a José no le desagradaría una vez que habíamos empezado.