Como se puede llamar infidelidad III Me llamo Sara

Aunque quiero a mi marido, el matrimonio pasa por un mal momento y deseo ser infiel

Capítulo III

Como se puede llamar infidelidad lo que es amor III Me llamo Sara

Mi nombre es Sara aunque que más da porque esto es la pequeña historia de una infidelidad y da lo mismo el nombre, tengo 23 años y desde hace relativamente poco estoy separada de mi marido Jaime, cuando sucedieron los hechos que voy a contar no lo estaba aún. Algo de influencia tiene lo pasado en estas fechas pero solo como detonante no como causa autentica.

Llevaba con él cinco años, casada solo uno, y teníamos una hija de 4 años, tenerlo es lo mejor que he hecho nunca, pero ya sabe todo el mundo que un niño no ayuda a mantener una relación. Tampoco lo tuvimos por eso, cuando decidimos tenerla estábamos muy enamorados.

Jaime tiene 20 años más que yo, Las relaciones con él fueron deteriorándose en parte por la diferencia de edad, yo tenía ganas de hacer muchas cosas y él ya las había hecho y no tenía tantas. También era un poco dejado y a mi me ponía nerviosa y terminamos discutiendo por todo. Nos seguíamos gustando pero a mi cada vez me apetecía menos follar aunque durmiésemos en la misma cama lo cual era un problema porque él sí demandaba sexo. A veces yo condescendía y lo teníamos, incluso alguna, pocas, era porque me apetecía de verdad. El caso es que cuando ocurría yo me lo pasaba bien, las relaciones sexuales eran buenas y nos queríamos bastante e incluso queríamos querernos por nuestra hija, pero no me apetecía porque estaba casi siempre irritada con él y tras una escaramuza, que normalmente provocaba yo, él también se enfadaba. No era nada rencoroso lo cual no sé si era bueno o peor.

El sexo es bastante necesario y si no lo tienes en un sitio terminas por tenerlo en otro.

No fueron muchos. El primero fue un compañero del colegio, un profesor como yo.

Trataba de ligar conmigo y a mi me gustaba un poco, y decidí irme con él a tomar una cañas y quizás a algo más. Tomamos las cañas y cogimos su coche y nos fuimos por abajo de Rosales, por la zona de la calle Irún donde paró el coche, era medio camino de mi casa y era un sitio solitario. Nos besamos durante un buen rato, me acarició las tetas por encima de la ropa y poco a poco pasó al directo, Me gustaba besarme y que me las tocase pero me hacía recordar demasiado las caricias de Jaime y pensaba que no valía la pena ponerle cuernos para eso, tenía totalmente desabrochada la blusa y me había quitado el sujetador, me lo había quitado yo tras su patoso intento, los hombres no suelen saber algo tan sencillo como desabrochar un sujetador. Me abrió los botones de arriba del pantalón y me introdujo la mano. En principio le ayude encogiendo estómago. Retiró un momento la mano para desabrocharse su pantalón cogiendo mi mano y llevándola a su pene. Lo palpé un poco y noté que no tenía prepucio y estaba frío y húmedo, nunca había tocado un pene pelado, volvió a mi sexo y me acarició los labios mayores. Su pene crecía y se atemperaba en mi mano pero no era por lo que yo hacía porque no hacía nada más que sujetarlo. Tras recorrerme todo, metió el dedo en la vagina. No estaba suficientemente mojada y me hizo daño, por eso o porque no me apetecía lo suficiente retiré mi mano y retiré la suya.

-Perdona, no quiero continuar.

-Estoy a cien- Tenía los ojos algo vidriosos.

-Pero a mi no me apetece continuar. Entiendo que puede ser una putada pero si no me apetece, no me apetece.

Tras un silencio, algo cortado y tratando de sonreír preguntó:

-¿No me harías una paja?

-No.

-¿Y si me la hiciese yo?

-Vale…, no me importa… si quieres...

Como mentalmente yo estaba recogiendo, me guarde el sujetador en el bolso y empecé a abrocharme la blusa.

-Por favor, déjame ver tus tetas- Con la mano izquierda corrió la blusa que estaba cerrando mientras con la derecha se masturbaba. Por manipular la blusa sin permiso estuve a punto de decirle que no, pero me dio un poco de pena y yo misma me abrí del todo la blusa, quizás pesó el gusto con el que las miraba, a Jaime también le gustaban, y además me gustaba que se corriese viendo mis tetas. Murmuraba más que nada, solo jadeó al correrse y solo entonces miré para ver, por curiosidad, cuanto semen salía, no vi nada porque la mano de la paja la utilizó de recipiente donde se guardó el semen para no ensuciar y de ahí a un Kleenex que sacó del bolsillo.

Tiempo más tarde se lo conté a Jaime y casi se hace otra paja él. Me dijo que no entendía que no me hubiese apetecido masturbarlo, aunque solo hubiese sido por la novedad y por la sensación de provocar un orgasmo. No pude contestar a eso. A él sí le habría ayudado y no tenía la curiosidad de la novedad. De hecho ese fue uno de los días en que hicimos el amor, quizá me calentó más contarlo que hacerlo o me calentó el que se calentase él pensando en el tío masturbándose mirando mis tetas. Para colmo un día me sorprendí masturbándome pensando en el tío masturbándose y, no solo mirando, sino corriéndose en mis tetas.

Mas tarde hubo otro, un amigo de mi prima Martita con la que salía a veces mientras Jaime se quedaba con la niña. Si había abuelos, Jaime se venía y era bien acogido por esa gente. Este amigo, Tomás, fue más importante. Una noche le conocí más a fondo, nos sentamos juntos en el bar y hablamos y nos besamos un poco mientras los demás hacían tonterías y reían. Nos gustamos, hacía tiempo que no sentía esa sensación, el otro tío solo llegó a hacerme pensar que podía gustarme, Tomás me gustaba. Me ofreció ir a su casa y no lo dudé, no solo me gustaba él, me apetecía ser infiel, tenía necesidad de hacer el amor con alguien casi desconocido, tener enfrente alguien que no llevase sobre sus espaldas un equipaje ya aburrido por demasiado visto y con demasiada carga de pasado, sentir la identificación con otro yo proyectado que fuese diferente y me hiciese sentir diferente, vamos, con un aura emanada de la polla de otro, ja ja; lo otro, lo del profesor, solo contaba a medias, no solo por la pequeñez del asunto que no llegó ni a la p de polvo, más bien porque enfrente, ese alguien, no reunía la condición de casi desconocido, sino la de patoso. La incipiente infidelidad quedó muy clara para todos los presentes pero eran buena gente y no dirían nada, además solo quería ocultarlo de momento, sabía que al final se lo contaría a Jaime.

Nos despedimos y fuimos a su casa cerca del bar por Villaverde Alto. Al llegar me ofreció tomar algo pero no quería tomar nada –Prefiero ir a la cama- Me cogió del hombro y me llevó a una cama que estaba desecha. Rápidamente retiró las sábanas arrugadas de arriba y las dejó en una silla. Yo empecé a desvestirme.

-Ven, déjame, me gustaría descubrirte yo- utilizó esa palabra descubrirte, no desnudarte, las cuatro últimas palabras me las dijo bajito y al oído. Eso me excitó. Me quitó la blusa, el sujetador no se le dio mal para ser chico, me rodeó y me lo desabrochó, con lógica, desde detrás, al volver miró detenidamente mi pecho desnudo y luego a los ojos, lo justito para que los pezones me cosquilleasen, pasó a desabrochar el pantalón, solo sentir sus dedos en el botón pero el reverso en la piel del vientre me hizo estremecer y ya desabrochados me los bajé yo. Se quedó mirando las bragas, como estudiando el sistema de quitarlas, volvió a mirar el pecho de camino y tiró despacito de ellas desde los rebordes externos de las piernas, como se engancharon ligeramente en la parte interna de los muslos, cogió ese reborde de las bragas rozando los labios mayores con el reverso de los pulgares, consiguiendo un pequeño suspiro mío, poco a poco fui quedando totalmente desnuda. De camino a los pies me dio un beso en la tripa y al erguirse me puso la palma de la mano abarcando mi sexo, con lo cual me figuro que su cuerpo no fue lo único que se irguió, luego me sentó suavemente en el borde de la cama.

-Desempaquetada y con ganas de que aproveches tu trabajo- Reí.

Y se quitó su ropa, primero la camiseta, estaba fuerte sin ser musculoso, los pantalones y los calzoncillos. Para mi sorpresa estaba depilado y tenía un pene muy gordo, bastante más gordo que el de Jaime. Hasta ahora todo tenía el encanto de un ritual. Me lancé a tocar esa piel depilada nueva para mí, al fin y al cabo yo había estado fuera de combate varios años y antes no adquirí mucha experiencia, le acaricié todo lo que debería tener pelo, el vientre, las ingles y los huevos. El pene creció.

Me cogió, un brazo pasando por el cuello hasta la axila izquierda y el otro por las rodillas, y me tumbó en la cama, iba con la polla en ristre y por el camino sentí la punta húmeda en las nalgas y esta humedad sí me gustó, y se tumbó a mi lado algo separado de mí. No me tocó, me miró lentamente el cuerpo, tras verlo entero me pidió que me diese media vuelta y me tumbé boca abajo y con la cabeza ladeada hacia el lado contrario a él y supongo que me miraría por detrás como lo había hecho por delante, me sentí acariciada por su mirada. A continuación se situó del lado hacia donde tenía la cara vuelta y me dio un beso en los labios. Yo le acaricié su hombro y me puse de lado hacia él. Nos abrazamos, no demasiado fuerte, para poder sentir el cuerpo del otro; un apretón de cuerpos para demostrar cariño está muy bien pero no permite sentir el detalle. Tras el abrazo se reincorporó y volvió a mirar mis tetas y con los labios las acarició muy, muy suave, mientras tanto yo le había apresado el pene con la mano sin más intención que sentir su tamaño. -Me encantan tus pezones, seguramente son los más bonitos que he visto nunca- y aún recogió mi pecho izquierdo con la mano y besó el pezón desde el lateral. Nos seguimos acariciando mutuamente por todo el cuerpo, simultáneamente. Mirándome a los ojos me penetró poco a poco. Al ser su polla muy gorda y a pesar de la lentitud me hizo algo de daño, para colmo yo tenía una vagina muy estrecha, Jaime me lo decía, que le daba mucho placer, pero no fue el primero, ya me lo habían dicho aunque no le di significado, nunca conocí otra íntimamente.

-Para un poco, por favor.- Paró. Tras el respiro –Sigue despacito, pero no te corras dentro, no tomo nada- Siguió despacito. Era el cuarto instrumento, sin contar los consoladores, que me entraba en mi vida, los dos primeros entraron solo de visita. Y desde luego era el más gordo. Al ser gordo me llenaba totalmente la vagina que ya no me dolía. Estaba acostumbrada con Jaime que no me metía el suyo hasta que no me había corrido, o lo hacía para trajinar un poco y sacarlo al rato para que me corriese con el estimulo del clítoris, supongo que tras el tiempo de relación esa era la forma más efectiva de hacerme llegar al orgasmo y realmente nunca falló, pero al ser costumbre pierde algo. Tener esa polla de Tomás dentro fue un placer desde el primer, o mejor desde el segundo instante, pero cuando llegaba hasta el fondo, el placer me llegaba muy dentro, no era mayor el estímulo físico de llegar al fondo ni de que la polla fuese más gorda que cuanto menos emanaría un yo más gordo, sino, fuera bromas, creo, la sensación mental y me llevó al orgasmo totalmente enfalada, ja ja, Jaime me dice que me paso la vida enfadada…, me gustaría poder contárselo, creo que se reiría y, cuidado, conociéndole también se excitaría.

Al poco de correrme yo lo hizo él y desgraciadamente se salió como le había pedido, me habría gustado sentir el chorro de su semen que yo suponía chorro fuerte al ser polla gorda. Una tontería.

Nos besamos y acariciamos un rato y luego me tuve que ir, le pedí ducharme para no llegar a mi casa con olor a sexo, Jaime sabía utilizar el olfato, curiosamente, porque no tenía mucho, pero, a diferencia de la mayoría, lo utilizaba.

-Ven. Nos ducharemos juntos.

-En la ducha nos podemos acariciar un poco pero nada más porque tengo que irme. Si nos entran más ganas lo dejamos para otro día. ¿Vale?- Y le abracé plantando mis morros en los suyos. Al acercarme para hacerlo sentí su pecho y su vientre y él supongo mis tetas y mi vientre.

-Suena bien lo de otro día- En la ducha nos tocamos y enjabonamos, al enjabonarle el pene volvió a su esplendor y ante el espectáculo le dediqué mi mejor sonrisa, pero no había tiempo para aprovecharlo y algo me decía que dejarlo con ganas no era mala política.

Cuando llegué a casa, Jaime estaba en la cama, no le conté nada, no me importó en su momento contar lo del profesor porque ni fue importante ni iba a continuar, además eso no se lo conté el mismo día, si se lo contaba sería más adelante, y lo hice cuando hablé de separarme dos meses más tarde. Me dormí pensando en Tomás, recordaba que durante el momento de la penetración no me había distraído con otras caricias salvo su mirada y eso, que en otros casos es pobre, en este caso me había permitido concentrarme en su pene y aún sentía esa huella de su polla ocupando mi vagina, invertí un buen rato en el recuerdo de ese instrumento. También estaba satisfecha de que por fin había sido infiel, Todos estos pensamientos iban acompañados con el brazo y la mano de Jaime rodeando mi barriga y en posición de cucharita, con su bulto en semierección en mi culo. Estaba demasiado feliz como para rechazarle y además no me desagradaba, estuve a punto de utilizar la mano y empalmarle para, casi me da vergüenza confesarlo, ayudarme a recordar la polla recién abandonada, y si lo hubiese intentado quizás habría consentido en hacer el amor con él.