Cómo se arregla un corazón roto VIII

Byron huye con el hwermano despues del secuestro. harry y desi afainzan su relacion en algo mas que la confianza de la una por la otra

Cómo se arregla un corazón roto

Ali Vali

Desi se dio la vuelta, descubrió el otro lado de la cama vacío y torció el gesto al ver que Harry se había levantado sin despertarla después de la noche que habían compartido. Advirtió que fuera todavía estaba oscuro y cuando estaba a punto de llamar a su amante, notó que la cama se movía al volver Harry.

—¿Dónde has ido? —preguntó Desi.

—Tenía que hacer pis, cielo, siento haberte despertado, vuelve a dormirte.

Desi se movió hasta tumbarse encima de Harry, encantada con la sensación de la piel de la mujer alta bajo la suya. Después de la llamada telefónica que habían recibido horas antes, le costaba volver a dormirse, sabiendo que Byron estaba dispuesto a hacer todo aquello para recuperarla. Para intentar distraerse de lo que había hecho, Desi se puso a pensar en lo que quería hacer con el resto de su vida si se iba a quedar con Harry. No le apetecía quedarse en casa esperando a que Harry volviera del trabajo y tenía la esperanza de que su compañera no se riera de lo que se le había ocurrido. Era un arte que había aprendido de niña y después de echar una ojeada a las tiendas de la calle Magazine, sabía que tenía mercado. A lo largo de lo que se conocía como la milla milagrosa de tiendas de antigüedades de Nueva Orleans había cerámica de diseño. Los dueños de las tiendas le habían dicho que siempre andaban buscando nuevos artistas, porque lo que había en sus escaparates no se quedaba allí mucho tiempo, fuera cual fuese el precio. Respirando hondo, decidió abordar el tema con Harry.

—Cariño, ¿estás dormida? —preguntó Desi en voz baja.

—No, sólo estoy gozando de tenerte abrazada. ¿Quieres hablar de algo, cielo? —contestó Harry mientras movía las manos por la espalda desnuda de Desi.

—Ya he decidido lo que quiero hacer — No ha sido tan difícil. Recuerda, Desirée, que ésta no es Byron , pensó la mujer menuda.

—Vaya, pues eso está muy bien. Está muy bien, ¿no, cielo? —preguntó Harry, esperando a oír qué tenía que decir Desi.

—Quiero ser ceramista.

—¿Ceramista? —preguntó Harry, levantando un poco la cabeza para intentar mirar a Desi a los ojos.

—Sí, ya sabes, ceramista, la persona que hace cerámica. ¿Te parece estúpido? —preguntó Desi.

—No, para nada. Tony será tu mejor cliente en cuanto empieces. Me alegro por ti, cielo, pero no te olvides de mí cuando te hagas famosa y la gente empiece a coleccionar tu obra. Lo pensaremos bien para ver cuál es la mejor manera de que empieces —prometió Harry. Colocó a Desi boca arriba y se pasó un rato besándola despacio. Luego se pusieron a hablar de cómo podía Desi emprender su nueva carrera, que Harry pensaba que podría desarrollar en casa.

Al otro lado de la ciudad, el sol empezó a iluminar el contenedor de basura donde estaban metidos dos mojados y cansados hermanos, mientras la policía continuaba buscándolos. La noche anterior, cuando subían por el callejón que daba a la casa de sus padres, vieron la gran cantidad de coches de policía aparcados por toda la manzana con los agentes esperando dentro. Aparcaron el coche y se alejaron a pie, optando por el lugar donde estaban escondidos ahora porque dentro sólo había cajas de cartón, hasta que pensaran en lo que iban a hacer.

—Despierta, Mike, tenemos que ponernos en marcha y buscar un modo de entrar en la casa sin que la pasma nos vea —dijo Byron. Intentaba estirar la espalda después de lo poco que había conseguido dormir en una postura tan incómoda.

—Estamos jodidos, Byron. Ya te dije que era una estupidez —se quejó Mike.

—¿Y quién ha sido el gilipollas que se ha equivocado de casa? Cierra el pico o te lo cierro yo —contestó Byron.

—Hermano, no olvides que yo no soy Desi. Como intentes pegarme, te van a tener que recoger del suelo con espátula —le dijo Mike, al tiempo que se levantaba y saltaba por el costado del contenedor.

Cuando volvían por donde habían venido la noche antes, Mike fue el primero en fijarse en el grupo de agentes de policía uniformados que rodeaba su coche. Esto eliminaba cualquier posibilidad que pudieran tener de entrar en la casa donde se encontraba su coartada.

—De puta madre, me quedo sin coche y encima no vamos a poder pasar con tanta poli —dijo Mike, escondiéndose detrás de unos grandes arbustos del jardín de alguien.

—Tranquilo, decimos que anoche estuvimos por ahí con unos amigos. Tampoco es que me esté saltando la condicional ni nada. No tengo que ir a juicio hasta final de mes, según mi abogado, así que nos esconderemos un tiempo para dejar que las cosas se enfríen. Venga, vamos a llamar a papá, a ver si nos pasa algo de dinero y nos presta un coche —dijo Byron. Estaba seguro de que la gente a la que habían asaltado la noche antes no tenía ni idea de quiénes eran. La única razón por la que los polis estaban mirando el coche de su hermano era porque el viejo había tenido suerte con un par de letras de la matrícula. No habían dejado ninguna prueba de su identidad, se modo que aquí el único misterio que había era dónde estaba Desi de verdad.

Hacia las diez de la mañana, los dos hermanos se dirigían a Florida en un coche prestado con quinientos dólares que les había dado su padre. Se alojarían en uno de los hoteles más baratos de Pensacola durante un par de días y luego volverían para responder a las preguntas que la policía todavía pudiera tener para ellos. Byron se alegraba de que, al contrario que a las mujeres, a él no le entrara el pánico en ninguna clase de situación, lo cual le permitía idear soluciones razonables para cualquier problema. Acordaron no llamar para decirle a su padre dónde estaban, sólo que iban a pasar un par de días fuera, por si la policía interrogaba al matrimonio. Lo único que Byron padre le diría a la policía era que los chicos se habían ido un par de días antes, con lo cual era imposible que fueran los dos que buscaba la policía.

A las diez y media de esa mañana, el escribano de Jude informó a Bradley Blum de que debía presentarse ante el tribunal esa tarde. Debía aparecer con su cliente para que el juez dictaminara sobre todas las mociones que el abogado había presentado al tribunal. La orden llegó después de que la policía informara al juez de que no había manera de encontrar a los hermanos Simoneaux. Después de montar vigilancia toda la noche anterior y esa mañana, lo único que habían conseguido encontrar era el coche que habían usado. Todavía algo ofendido por el secuestro de su esposa, Jude sabía que esos dos no iban a reaparecer sin la motivación adecuada. No tardarían en descubrir que el incentivo sería declarar a Byron fugitivo de la justicia.

—A ver si lo entiendo bien. ¿Tu padrino es el juez Jude Rose? —preguntó Serena. El escribano había hecho dos llamadas esa mañana, una a Bradley y la otra a Serena. Informó a la ayudante de la oficina del fiscal del distrito de que el juez estaba preparado para emitir un dictamen sobre las mociones y que la vista se fijaría para la mañana siguiente. Colgó el teléfono y fue en coche a casa de Harry antes de que ésta se fuera a trabajar para averiguar qué había sucedido para acelerar de tal manera el juicio.

—Sí, no es algo que vaya proclamando por ahí, pero el tío Jude y mis padres son viejos amigos. No será un problema, ¿verdad? No es él quien se va a ocupar del caso, ¿no? —preguntó Harry. Tenía la mañana libre, tras haber hecho un esfuerzo hercúleo para cambiar todo su programa, pues así podría estar con Desi cuando Serena avisó de que venía.

—No, Harry, tiene pensado pasárselo a otro de los jueces, sin duda con instrucciones sobre cómo debe desarrollarse. No quiere poner en un compromiso la seguridad de Desi dejando que este tipo quede libre por un tecnicismo. Después de lo que hizo Byron anoche, el juez Rose va a ser el menor de sus problemas. Victoria Rose es socia de uno de los bufetes más despiadados de la ciudad en materia de pleitos civiles, así que a Byron más le vale no tener muchos bienes. Sólo quería venir para contaros lo que va a pasar. Esta tarde, según he visto en mi bola de cristal, todas las mociones presentadas por Bradley serán rechazadas y no valdrán ni el papel en el que están escritas. Mañana por la mañana, bien tempranito, iremos a juicio por la denuncia interpuesta por Desi contra este cabrito y cuando dicho cabrito no se presente, sus problemas empezarán a multiplicarse. A menos que su padre esté mintiendo y de verdad sepa dónde está y consiga traerlo, oficialmente Byron Simoneaux se habrá fugado estando bajo fianza. Para su padre, que le pagó la fianza a cuenta de sus propiedades, esto querrá decir que va a tener a uno de los recaudadores de fianzas de la ciudad metido hasta en la sopa hasta que Byron reaparezca. ¿Qué lección deberíamos aprender todos de esto, preguntaréis? Que nunca, jamás en la vida, se debe cabrear a uno de los jueces más poderosos de esta ciudad. Al contrario que todas esas brujas y sacerdotes de vudú por los que es famosa Nueva Orleans, el juez Rose sí que puede convertir tu vida en un infierno con un mero gesto y un golpe de martillo.

Serena sonrió a las dos mujeres sentadas frente a ella y bebió otro sorbo de café. Algo había cambiado desde la última vez que había estado aquí y no se iba a marchar hasta que supiera qué era. Las pistas estaban en lo cerca que estaban sentadas la una de la otra y en que Desi no conseguía dejar de tocar a Harry y viceversa. La sonrisa de Serena flaqueó apenas al sentir el dolor de saber que Harry nunca la miraría a ella de esa forma, pero más que nada se sentía contenta por su amiga. Lo único que esperaba era que Desi fuese consciente de la suerte que tenía. Para Serena, desde el día en que conoció a la guapa y alta doctora, Harry era la encarnación de todo lo que deseaba en una pareja.

—¿Entonces mañana habrá acabado todo? —preguntó Desi.

—No, en realidad no, en cierto modo mañana empezaremos de nuevo, pero para Byron será el principio del fin. Después de la hábil jugada de aquí nuestra amiga al aparcar delante de la casa del juez, no veo posibilidad alguna de que Byron se libre de una larga estancia en la cárcel. Puede que no sea justo y, como funcionaria de justicia, si repetís lo que acabo de decir, lo negaré, pero ésa es la realidad de la situación. Por otro lado, tú no pediste que te diera una paliza brutal con un bate de béisbol, pero te la dio, y merece ser castigado por ello. El que decidiera aumentar ese castigo al sacar a Victoria Rose desnuda de su cama en medio de la noche no es más que lo que se denomina una adehala. Ya sabéis, un complemento extra. Por lo que tengo entendido, si le pidiera a Jude que se quedara haciendo el pino durante un juicio entero, él lo haría, de lo loco que está por ella, pero eso tampoco me lo habéis oído decir. Bueno, señoras, que disfrutéis del desayuno. Os llamo esta tarde con los detalles —Serena les dio un beso a las dos y luego siguió a Mona hasta la puerta. La criada le dio una palmadita compasiva en la espalda mientras acompañaba a la abogada al coche.

—Ya no queda mucho, cielo, y entonces te librarás de esa gente para siempre —dijo Harry, inclinándose y besando a Desi. Como aún le quedaban unas horas de libertad, Harry decidió intentar distraer a la mujer menuda de lo que iba a pasar.

—Sí, supongo. Harry, quiero pedirte disculpas por arrastrarte a todo esto. Tú no tendrías que sufrir por mis errores del pasado y créeme, cariño, Byron fue un grandísimo error. Espero que Dios haya perdonado a Clyde por empujarme a ese matrimonio, porque te aseguro que yo voy a tardar en hacerlo. ¿Pero sabes una cosa, cariño? A pesar de todo lo que he sufrido, volvería a pasar por ello sin dudarlo si al final del camino tú estuvieras ahí esperándome. Te quiero —Desi se pegó bien a Harry y la besó a su vez.

—Se acabaron los caminos largos y tortuosos para ti, mi amor. Venga, coge tus muletas y ven conmigo. Acabo de caer en la cuenta de que llevas más de dos meses viviendo aquí y todavía no has visto toda la propiedad. Y como vas a ser la señora de la casa, me parece que lo justo es que des tu aprobación a dicha casa. Si no, la vendemos y buscamos una que te convenza —Harry se levantó de la mesa e hizo una profunda reverencia. Quería enseñarle a Desi una parte de la propiedad desde que la pelirroja le había dicho lo que quería hacer con su vida. Caminando despacio para adaptarse al ritmo de Desi, Harry le enseñó las partes del jardín que estaban cobrando vida con el principio de la primavera, o lo que se consideraba primavera en la húmeda y calurosa ciudad.

Mientras proseguían su tranquilo paseo, Desi se dio cuenta de que la propiedad ocupaba una manzana entera de la avenida a la que daba. Además de la gran casa y los jardines, la propiedad tenía una piscina con una cocina al aire libre y vestuarios, y un gran jacuzzi. Harry las llevó en dirección opuesta a la piscina, hacia el lugar donde se alzaba una casita. Ahora a Harry le hacía gracia que la mujer del matrimonio al que le había comprado la casa fuera pintora. El lugar donde llevaba a Desi era el estudio que su marido le había construido como regalo de aniversario tras la venta de algunos de sus cuadros. La mujer le había dado a Harry una de sus obras como regalo de bienvenida cuando la doctora se quedó admirándolo. A Harry la atrajo cuando salió a mirar el estudio mientras se planteaba comprar la casa, porque la alegre acuarela le traía muchísimos recuerdos. La hizo enmarcar y la dejó en el estudio y en realidad no había vuelto a mirarla hasta ahora.

Cuando Desi atravesó el umbral, fue lo primero que le llamó la atención. El cuadro con el viejo marco de ciprés que había encargado Harry era una vista de la fachada delantera de una casa de Nueva Orleans y su pequeño jardín. Podría haber sido cualquier casa, puesto que había muchísimas con ese aspecto, pero en ésta había un gran columpio que colgaba al final del porche delantero. Si se cambiaban las azaleas que había pintado la artista delante de la barandilla por azucenas amarillas, podría haber sido la casa donde creció Desi. Supo inmediatamente por qué Harry había dejado este cuadro aquí fuera y no en la casa donde en realidad debía estar. Al verlo todos los días, le habría resultado imposible olvidar lo que estuvieron a punto de conseguir tantos años atrás y luego perdieron.

—La señora que se pasaba tantos días aquí fuera creando cosas como ésa me dijo que esta parte del jardín era el hogar de una musa especial que era su amiga y la acompañaba en la creación de toda su obra. Tenía la esperanza de que yo encontrara a alguien que hiciera feliz a este espíritu especial y le hiciera compañía. El único motivo por el que dejaba a la musa era porque a causa de la edad, la artritis ya no le permitía sostener los pinceles el tiempo suficiente para terminar nada. Éste es mi regalo para ti, Desi. Aquí puedes trabajar y crear aquello con lo que la musa de Francine decida ayudarte. Hay que arreglarlo un poco, pero resulta que conozco a un buen decorador que te ayudará a convertirlo en un espacio propio para ti. Espero que aquí seas tan feliz como lo fue Francine y durante muchos años también.

Harry se acercó a Desi y secó las gruesas lágrimas que le caían por la cara. Por una vez, la doctora compartió una buena llorera con ella y se quedaron abrazadas en la soleada habitación que daba al jardín. Daba gusto ser feliz.

—Todos en pie —dijo el alguacil cuando Jude ocupó el estrado. Habían despachado la mayor parte de los casos esa mañana, por lo que la sala no estaba tan llena por la tarde. Por un instante, una alegre sonrisa iluminó el rostro del juez, pero desapareció antes de que nadie se diera cuenta. Lo que había dado tanto gusto a Jude era ver a Bradley Blum sentado solo en la primera fila de asientos justo detrás de la barandilla baja que separaba la mesa de los abogados de los espectadores de la sala. El joven abogado parecía un poco congestionado, como si llevara la corbata demasiado apretada.

—Señoría, estamos preparados para oír las mociones de la defensa en el caso número LA6689. Son veintiocho en total, a menos que el señor Blum tenga algo más que añadir —dijo Rudy, el alguacil. Después de llevar tantos años trabajando para el juez, Rudy se dio cuenta de que éste era uno de esos momentos de Jude que hacían que las largas horas de trabajo y el escaso sueldo merecieran la pena.

—Señor Blum, ¿están preparados su cliente y usted? —preguntó Jude. Se recostó en su silla y miró al inepto abogado por encima del borde de las gafas.

—No he podido ponerme en contacto con mi cliente, señor. Su padre me ha informado de que va a pasar un par de días de vacaciones fuera de la ciudad y no se puede dar con él. Con la venia del tribunal, querríamos pedir un aplazamiento de dos días para poder prepararnos mejor —intentó Bradley. Sonrió a Serena cuando Jude se echó hacia delante, sin decir nada durante largo rato. A los ojos poco informados de Bradley, el juez parecía estar considerando su petición y estaba seguro de que el viejo bulldog daría el visto bueno a su moción.

—Señor Blum, ¿es usted consciente de que, dado que el señor Simoneaux está libre bajo fianza, este tribunal tiene derecho a saber dónde se encuentra en todo momento? No es problema mío que esté acusado de unos cargos y que en vista de eso haya decidido tomarse unas vacaciones. Es una cortesía hacia su cliente exigirle que esté presente para todas las vistas que se celebren con motivo de su caso, y también es problema suyo no haber hecho caso de mi orden para que esté presente hoy. ¿Qué le dice todo eso, señor Blum? —preguntó Jude, clavando una mirada mortífera en el hombre.

—¿Que vamos a proceder sin él? —dijo Bradley, más como pregunta que como afirmación. A pesar del aire acondicionado de la sala, tenía la cara chorreante de sudor y no paraba de meterse el dedo por el cuello de la camisa para intentar aflojarse la corbata.

—Correcto, señor Blum, vamos a proceder sin él. Si el señor Simoneaux no está de acuerdo conmigo, siempre puede acudir al tribunal de apelación del estado, que puede que se muestre más comprensivo con su situación. Veamos, señor Blum, veintiocho mociones para este caso, me tiene impresionado. ¿Empezamos? —preguntó Jude.

—La última moción queda denegada —dijo Jude diez minutos después. Tal y como había predicho Serena, todas las mociones de Byron presentadas por Bradley fueron cayendo una tras otra. Ahora llegaba el momento de la verdad y tuvo la premonición de que el escribano de Jude no había compartido con Bradley los próximos detalles. Jesús me ama y lo sé porque no soy Bradley , no paraba de canturrear mentalmente con más regocijo del que debería sentir ante el apuro del pobre hombre, pero qué narices, no era ella.

—Señorita Ladding, quiero darle las gracias por estar aquí presente cuando se la ha avisado con tan poca antelación. ¿Debo entender que el pueblo está preparado para proceder con su caso contra el señor Simoneaux? —preguntó Jude. Su actitud cambió por completo al dejar de mirar a Bradley y fijarse en Serena. Jamás comprendería por qué su ahijada no había acabado con esta belleza. Poniéndose en pie, Serena le dedicó su propia sonrisa.

—Sí, señoría, el pueblo está preparado desde hace semanas, de no haber sido por la montaña de mociones presentada por el abogado del señor Simoneaux. Cuando su señoría fije una fecha para la vista, estaremos preparados —terminó Serena, batiendo las pestañas al mirar a Bradley. Pensó que si el hombre seguía tirándose del cuello de esa forma, iban a tener que llamar a los sanitarios.

—La vista empezará mañana a las ocho de la mañana en el tribunal del juez Carleton Reaper. Si no hay nada más, se levanta la sesión. No tiene nada más que añadir, ¿verdad, señor Blum? —preguntó Jude. La expresión del hombre de más edad le dijo a Bradley que debía decir "no, señor" y dar por terminado el día. Si presentaba más mociones o solicitudes de aplazamiento, seguro que acababa con Byron en el calabozo central con una citación por desacato.

—No, señor —contestó Bradley con una seguridad que no sentía.

—Bien. Recuerde, mañana a las ocho en la sala de enfrente, Blum, no llegue tarde.

Cuando Jude cruzó la puerta que llevaba a su despacho privado, Bradley se volvió y miró acusador a Serena.

—¿El Juez de la Horca va a llevar este caso, Serena? ¿Qué has tenido que hacer, acostarte con ese viejo cabrón para lograrlo?

—Pero Bradley, ¿es que no lo sabes? El juez Rose está casado y yo soy lesbiana, así que he conseguido al Juez de la Horca gracias al magnetismo de mi personalidad. Pero la próxima vez que coma con Jude, no dejaré de mencionarle la alta opinión que tienes de su capacidad sexual. Nos vemos en el juicio, Bradley —dijo Serena con dulzura. Bradley sólo pudo quedarse mirando el contoneo de su trasero enfundado en el elegante traje negro mientras abandonaba la sala. Ahora sólo tenía que encontrar a Byron antes de las ocho de la mañana siguiente.

—Sabes, si paso más días como hoy, es posible que acabe en el paro —dijo Harry desde el suelo del estudio. Después de darle la sorpresa a Desi, ésta había decidido darle las gracias a Harry de una forma posible sólo para ella. Las dos estaban desnudas en el suelo junto a los grandes ventanales que daban a los jardines y las dos sonreían a pesar del duro suelo de madera que tenían debajo.

—Pues así podría pasar todo el día contigo, así que para mí eso no es un incentivo para dejarte marchar, doctora Basantes —contestó Desi. Harry rodó y se colocó encima de Desi un momento, mirando el rostro de la joven antes de besarla. Jamás se cansaría de mirar la preciosa cara de Desi y aprovechaba cada ocasión que tenía para hacerlo.

—Creo que mañana deberías llamar a Tony y salir a comprar todo lo que vayas a necesitar para empezar. Luego dile a Mona que envíe aquí al servicio de limpieza, seguro que hay cinco centímetros de polvo acumulado en todas partes, yo incluida —Harry besó los labios que tenía debajo una vez más, luego se levantó y cruzó la habitación para recuperar sus pantalones. Desi se incorporó en el lugar donde habían estado tumbadas y admiró el cuerpo desnudo de Harry, dejando asomar un ligero puchero al ver el teléfono móvil que se materializaba en la mano de Harry. Tal vez esto era lo que significaba el término "viuda de médico".

Harry marcó los números de la memoria y habló unos momentos, observando la expresión de fastidio de Desi.

—Sí, ya sé que había unas operaciones previstas para hoy, pero me ha surgido una cosa y además, no había nada tan urgente que no pueda ocuparme de ello esta tarde. Ocúpense de que el quirófano esté listo para cuando llegue y preparen al señor Benson. Quiere volver a jugar al golf y para eso necesita rodillas nuevas. Nos vemos ahora mismo.

Harry regresó con su amante, que la miraba con cara aviesa, pero con el sol que entraba a raudales por la ventana Desi seguía pareciendo un ángel.

—Sólo voy a estar fuera unas horas, mi amor. Sólo tengo dos pacientes y están en esta misma calle, así que hoy no me esperan urgencias catastróficas. Vamos, Desi, compréndelo. Te compensaré —dijo Harry con mucha dulzura. Rodeó a Desi y se sentó detrás de ella, con lo que le fue fácil estrechar el cuerpo más pequeño contra ella.

—Es que quiero pasar el tiempo contigo, cariño. ¿Estoy siendo egoísta? A fin de cuentas, mi propia recuperación te la debo a ti —dijo Desi, regodeándose en la sensación de la piel de Harry detrás de ella. Qué fácil era tener intimidad con Harry, qué fácil perderse en los sentimientos que la alta doctora había despertado en ella.

—No, porque eso es lo que yo siento por ti. Ahora que estás aquí conmigo, a lo mejor hasta me planteo la jubilación adelantada. ¿No quieres saber cómo te voy a compensar? —preguntó Harry, rodeando el cuerpo de Desi con el suyo. Notó que Desi asentía con la cabeza—. Esta noche te voy a invitar a cenar sin busca, sin teléfono y sin distracciones. Conseguiré que alguien se ocupe de mis llamadas y así no tendrás que compartirme con nadie durante la velada. ¿Qué te parece?

—Divino, y no te puedes jubilar, cariño. Te necesita demasiada gente y no era más que una tontería por mi parte. Vete, Harry, cuanto antes empieces, antes acabarás.

Se dieron otro beso más largo y luego se levantaron y se vistieron. Al regresar a la casa, Harry se despidió de Desi, se subió al Land Rover y se marchó al hospital.

Mientras esperaba a que Harry volviera a casa, Desi decidió probar esa gran bañera con patas del cuarto de baño de arriba. Su cita para la noche no le había dicho dónde iban a ir, pero sí había dicho que nada de vaqueros. Sentada en el agua caliente, Desi repasó mentalmente su guardarropa e intentó elegir algo que le fuera a gustar a Harry. La suave llamada a la puerta desvió su atención del vestuario para centrarse en Mona. Era la única otra persona que estaba en la casa y esperaba que no hubiera ningún problema, porque sabía que la mujer mayor no la molestaría sin una buena razón.

—Sí, Mona, ¿qué ocurre? —preguntó Desi.

—Siento molestarte, cielito, pero Serena está abajo y quiere hablar contigo. Ha dicho que te diga que es importante.

—Gracias, Mona. Dígale que ahora mismo bajo —dijo Desi. Lamentaba tener que interrumpir su baño, pero si había venido Serena, eso quería decir que tenía que decirle algo sobre Byron y sus problemas legales.

Desi se puso los vaqueros y una camisa que Harry había dejado tirada en una de las sillas de la habitación y bajó en el ascensor eléctrico que había instalado Harry. Serena la esperaba en la solana con otro visitante que Desi no se esperaba, pero que se alegró de ver.

—Hola, Desi, ¿está el tío Harry? —preguntó Butch. El niño fue a ella y le abrazó la pierna sana, mirándola con sus grandes ojos azules. Si no fuera porque sé que no es posible, diría que Harry es el padre de este crío , pensó Desi, sonriendo al mayor fan de Harry.

—Lo siento, Albert, pero el tío Harry está trabajando hoy.

Serena observaba con expresión risueña. Desi parecía distinta cada vez que hablaban. Era como si alguien le hubiera quitado a la joven un gran peso de encima, haciéndola parecer más ligera y joven. Desi empezaba a dar muestras de una mayor seguridad en sí misma y el miedo que antes había en sus ojos había desaparecido. La abogada se daba cuenta de que esta joven de la que Harry estaba enamorada era preciosa tanto por dentro como por fuera. Eso sin duda aliviaba el dolor de la pérdida.

Se sentaron juntas y Serena le contó lo que había pasado ese día y lo que estaba previsto para la mañana siguiente. Serena vio el alivio en los ojos de Desi al pensar que esta pesadilla estaba tocando a su fin.

—Pero date cuenta, Desi, de que Byron y Mike se han fugado de la ciudad. Yo supongo que están intentando inventar algún tipo de coartada para librarse de lo que ocurrió anoche. Pero si Byron no se presenta mañana por la mañana, oficialmente se habrá fugado estando bajo fianza —explicó Serena.

—¿Y entonces qué pasará? —preguntó Desi.

—Pues que el recaudador de su fianza enviará a unos gorilas para buscarlo y traerlo chillando y pataleando para que sea juzgado. Si no aparece, también querrá decir que se habrá convertido en fugitivo de la ley y me imagino que eso es lo que tenía pensado el juez Rose desde el principio. Me han dicho las malas lenguas que Jude sigue cabreado por lo de que tu ex sacara a su esposa desnuda de la cama y se la llevara en medio de la noche.

Desi había estado pensando en lo que les habría pasado a Harry y a ella si Byron y su hermano hubieran dado con la casa correcta esa noche. Se estremeció y pegó un respingo al mismo tiempo cuando sonó el teléfono que tenía al lado.

—Diga —dijo y al oír música de fondo, supo quién era antes de que esa voz tan seductora sonara al otro lado de la línea.

—Hola, preciosa, sólo quería decirte que vamos a empezar la siguiente operación, así que estaré en casa dentro de unas dos horas —dijo Harry mientras se cambiaba de pijama para emprender el cambio de la rodilla derecha del señor Benson. Desi le dijo que había venido Serena y le contó lo que le había explicado. Teniendo en cuenta las fechas de la vista que iba a comenzar, las dos se dieron cuenta de que iban a tener que retrasar su visita a los padres de Harry ese fin de semana, pero ya tendrían tiempo de hablarlo más tarde. Harry notó que Desi necesitaba un abrazo sólo por el tono de su voz y deseó poder correr a casa un momento para hacerlo.

—¿Quieres que nos quedemos en casa esta noche, cielo? —preguntó Harry.

—No, pero tengo aquí a alguien que se muere por verte, así que ¿te importaría tener compañía durante la cena? —preguntó Desi, sonriendo a Butch.

—¿Tienes ahí a mi persona preferida menor de cinco años? —indagó Harry.

—Efectivamente, amor, y te echa de menos, así que llama y reserva para dos más.

Desi colgó e invitó a Serena y a su hijo a unirse a ellas para cenar esa noche. Tras aceptar, con gran alegría por parte de Butch, Serena prometió que volverían en cuanto se pasaran por casa para cambiarse.

Sentada en el restuarante Palace de la calle Canal del centro, Harry intentó disimular la sonrisa que amenazaba con escapársele del todo al advertir lo quedada que estaba Serena con la persona que se había sumado a la cena en el último momento. Rachel había llegado cuando Desi se estaba vistiendo y esperando a que Harry llegara a casa, de modo que le preguntó a su hermana si quería ir con ellos. Las dos hermanas tuvieron una larga charla sobre Serena y su papel en el pasado de Harry.

—¿No te molesta que se haya acostado con Harry? —preguntó Rachel mientras peinaba a Desi. La experiencia le decía a la pequeña de las dos hermanas que no se debía tentar al destino cenando con una de las antiguas amantes de tu pareja. Le iba a resultar raro ser la única del grupo sentado a la mesa esa noche que no había visto a Harry desnuda.

—Sí, claro que me molesta, ¿es que no la has visto? Esa mujer es despampanante y todo lo demás que yo no soy, pero Harry me quiere a mí, no a ella. Hasta la propia Serena lo reconoce, pero eso no cambia el hecho de que me den ganas de arrancarle los ojos si mira demasiado tiempo a Harry. Pero Butch quiere a Harry a morir, así que no podría privarla de esa relación, es demasiado importante para los dos.

Desi se metió por la cabeza el vestido de lino que Tony la había ayudado a escoger en una de sus salidas de compras y luego se puso un zapato plano. Sería agradable librarse por fin de todos sus trastos médicos para poder volver a ponerse dos zapatos.

—Tío Harry, ¿podemos pedir ya nuestro postre especial? —preguntó Butch desde el asiento que ocupaba al lado de Harry. El niño se había comportado como un perfecto caballero toda la noche, sentado apaciblemente con su chaqueta azul y el pelo repeinado hacia atrás. Desi lo miraba a menudo, pensando que tal vez sí estaba preparada para tener hijos ahora que tenía una pareja cariñosa para ayudarla a criarlos.

—Sí, mi niño, podemos. Nos espera una tarea especial, Butch —dijo Harry muy seria. Levantó la mano que sujetaba y besó sus nudillos antes de volver a depositarla en la mesa. Desi sonrió al ver el lado afectuoso de Harry, asombrada de sí misma por lo deprisa que había llegado a esperarlo.

—¿El qué, tío Harry? —preguntó Butch igual de serio.

—Vamos al baño y te lo explico —dijo Harry, pues había notado que, aunque Butch se portaba muy bien, se estaba agitando un poco en su silla alta. Disculpándose ante la mesa, Harry llevó al niño al cuarto de baño después de desviarse un momento para hablar con su camarero.

En la mesa, Desi se quedó mirando a Harry mientras ésta cruzaba la sala con Butch a su lado, de camino a los servicios. Ahora deseaba haber ido con ellos, no porque tuviera necesidad, sino porque con el ligoteo que se estaba desarrollando en su mesa, sus acompañantes ni siquiera se daban cuenta de que seguía allí. Para Desi era evidente que aunque a Rachel le molestaba que Harry hubiera salido con Serena, no le molestaba hasta el punto de impedirle lanzarse sobre la atractiva abogada.

Desi se distrajo contemplando los murales de músicos famosos que adornaban las paredes mientras esperaba a que volviera su cita. Por ahora había sido una velada agradable, con buena comida y buena compañía, pero le apetecía volver a casa y pasar un rato a solas con la buena de la doctora. Al ver que el objeto de su deseo salía del servicio con su pequeño protegido, Desi se distrajo un momento de sus observaciones por la llegada de los camareros. Los dos colocaron ante todos los comensales de la mesa la especialidad de la casa, un pudin de bizcocho de chocolate blanco regado con una salsa cremosa. Desi levantó la mirada del plato delicioso que tenía delante al oír que Harry volvía a sentar a Butch en su silla.

—Bueno, señoras, Butch tiene una cosa importante que deciros —dijo Harry, golpeando su copa de agua con el cuchillo de la mantequilla. La expresión de los ojos de Harry le dijo a Serena que su amiga se disponía a pasarlo bien y que su hijo era parte del plan—. Pero antes de que os explique esta cosa tan importante, primero tenéis que coger un cubierto y dar buena cuenta de este pedacito de cielo que os han puesto delante.

Harry y Desi intercambiaron miradas mientras seguían observando lo que ocurría entre Rachel y Serena. El pudin de bizcocho era maravilloso y cuando todo el mundo tuvo el plato vacío, Butch empezó a dar instrucciones.

—Esto es lo mejor, Desi. Lo dice el tío Harry, así que mírame, ¿vale? —pidió. Cogiendo el plato por los lados con las manitas, Butch lo levantó y le dio un buen lametón. Serena hundió la cara en las manos y Harry fue la siguiente en coger su plato. Los demás comensales que ocupaban otras mesas de alrededor no pudieron evitar echarse a reír al ver las cosas tan raras que estaban pasando en esa mesa compuesta por risueñas adultas y un solo niño. Al final, Desi vio el orgullo en los ojos de Butch por haber sido el que la introdujera al delicado arte de lamer platos.

Se ofrecieron a llevarse a Butch a casa con ellas para que Serena pudiera acompañar a Rachel a un pequeño club de jazz que a Rachel le gustaba frecuentar. Desi prometió que dejarían a Butch con Mona por la mañana y se reunirían en los tribunales. Tras darle un beso de buenas noches a su hermana, Desi se metió en el ascensor con Harry y Butch.

Entre las dos le contaron un cuento al niño antes de acostarlo cuando llegaron a casa y luego se retiraron a la comodidad de su propia habitación por esa noche. Harry ayudó a Desi con el vestido y luego se arrodilló para quitarle el refuerzo de la pierna.

—Sabes, cielo, creo que ya puedes empezar a caminar un poco sin esta cosa, si no te duele nada. Ahora que empieza a hacer calor, puedes empezar a hacer ejercicio en la piscina para seguir con la recuperación —dijo Harry. Observaba la pierna con ojo clínico, tomando nota de cómo se sostenía Desi sin el refuerzo.

—Se lo debo todo a mi estupenda cirujana. Tengo pensado fugarme con ella, que lo sepas —dijo Desi. Se quedó de pie ante Harry, por primera vez sin nada, y esperó a ver cuál era la reacción. Cualquier temor que pudiera haber tenido desapareció cuando se vio transportada a la cama en brazos de Harry. Pasaron la noche abrazadas la una a la otra, sin necesidad de nada más.

—Parece que no lo comprende, señor Simoneaux. Si no aparece mañana a las ocho en punto de la mañana, usted se arriesga a perder mucho. Si tiene alguna idea de dónde está, lo mejor para usted, y no digamos para su hijo, es estar allí —dijo Bradley en el teléfono. Hacía más de una hora que estaba en casa y su mujer no parecía muy contenta de que se hubiera traído trabajo. Llevaba todo el día metida en casa con un niño de veinte meses y otro de tres que no habían dejado de berrear todo el santo día por diversas razones. De modo que ver que Bradley no parecía dispuesto a ocuparse de ellos un rato la estaba desquiciando. El propio Bradley estaba molesto porque su mujer no comprendía que si se las apañaba para cabrear a dos jueces seguidos en tan poco tiempo, ya podía ir despidiéndose de su carrera en ciernes. Y eso precisamente era lo que iba a ocurrir si el estúpido mecánico con quien hablaba no le daba mejores respuestas que las que le había dado hasta ahora.

—Le estoy diciendo, pedazo de imbécil, que no sé dónde está Byron, ¿cómo narices lo voy a llamar? Si lo supiera, yo mismo lo mataría y le ahorraría al tribunal las molestias de tener que ocuparse de él, y créame, Bradley, eso es lo que va a pasar si pierdo mi taller. Y además, ¿por qué está este juez tan furioso de repente? —preguntó Byron padre.

—Sus dos hijos entraron anoche en la casa del juez Rose y secuestraron a su mujer creyendo que era Desi —explicó Bradley. Empezaba a creer en la teoría del eslabón perdido cuanto más tiempo pasaba al teléfono con el padre de su cliente. El único talento que parecía poseer este hombre era que sabía manejarse con un motor.

—¿Cómo dice? Idiotas de mierda. Voy a perder mi negocio por esto, lo sé —gritó el viejo en el teléfono. Ahora ya no le parecía tan buena idea no haber exigido saber dónde iban sus hijos. No le habían comentado este pequeño detalle cuando le pidieron el coche y dinero para salir de la ciudad. Le habían dicho que habían entrado en la nueva casa de Desi y que la policía los perseguía, no que habían secuestrado a la mujer de un juez. Lo único que sabía el viejo era que estaban en algún lugar de Florida, pero no iba a poder llamar a todos los hoteles de mala muerte de Pensacola antes del día siguiente.

—Intente ponerse en contacto con ellos antes de mañana y si lo logra, dígale a Byron que se reúna conmigo por la mañana —le dijo Bradley antes de colgar. En cuanto el teléfono volvió a su sitio, su mujer le entregó a su hijo pequeño, que al instante le vomitó encima. A veces la vida era un asco.