Cómo se arregla un corazón roto V

El hermano de byron descubre a desi en compañia de harry y rachel. harry parquea a la entrada de la casa y se fija en la grua que pasa muy lentamente en frente de la casa. que pasara?

Cómo se arregla un corazón roto

Ali Vali

Dos semanas después Rachel estaba sentada con Desi en la sala de espera de Harry. La consulta privada de Harry estaba en el edificio de la clínica pegada al Hospital Mercy. Desi y su hermana observaban la habitación, admirando las paredes forradas de madera, los muebles de cuero marrón oscuro y la larga vitrina de cristal que bordeaba el techo y que estaba llena de cascos de fútbol y gorras de béisbol autografiados por sus dueños. Era evidente que la gente se rompía muchos huesos en la zona. Una enfermera salió por la puerta que daba a las salas de reconocimiento, empujó la silla de ruedas de Desi para entrar y le dijo a Rachel que podía pasar si quería.

—¿Desean tomar algo? ¿Café, un refresco tal vez? No, bueno, la doctora Basantes volverá de sus rondas dentro de nada, así que pónganse cómodas.

Desi recorrió la sala de reconocimiento con la mirada y se fijó en una pared cubierta de fotografías de Harry, todas tomadas con personas distintas. De la más joven a la más vieja, todas y cada una de las personas de las fotografías rodeaban a Harry con el brazo y sonreían como si les hubiera tocado la lotería. Cuando entró la siguiente enfermera para tomarle la tensión, vio que Rachel y Desi estaban mirando la pared de fotos.

—El muro de la fama de la diosa de los huesos —comentó al tiempo que colocaba el manguito de la tensión alrededor del brazo de Desi.

—¿Por qué la llaman la diosa de los huesos? —preguntó Desi.

—Porque la doctora dio muestras de un talento notable para la cirugía ortopédica desde el primer momento en que cogió un bisturí. Nuestra doctora Basantes es conocida en todo el país por los milagros que es capaz de realizar con regularidad. Todas las personas que ven ahí y también en todas las habitaciones de esta consulta son antiguos pacientes a los que esas manos tan hábiles les salvaron la vida. El mote se lo pusieron sus profesores en la facultad de medicina y se le ha quedado. Pero pregunten a cualquiera de estas personas y seguro que estaría de acuerdo con ese nombre —la enfermera terminó y dejó el cuadro clínico de Desi en el recipiente pegado a la puerta.

Cuando la puerta se abrió de nuevo, entró Harry ataviada con la bata más blanca y más planchada que había visto Desi en su vida.

—¿Te acuerdas de que te dije lo sexy que me parecías vestida de verde? —preguntó Desi.

—Sí, me parece recordar esa conversación —dijo Harry.

Rachel las observaba a las dos, encantada al ver que habían recuperado la parte alegre de su personalidad. Harry era buena para su hermana y si alguien se merecía un poco de buena suerte por una vez, ésa era Desi.

—He cambiado de opinión, ahora pienso que el blanco es tu color, doctora —dijo Desi.

—Cuando estés en pie, tendrás que llevarme de compras. ¿Lista para quitar esos puntos? —preguntó Harry.

—Bésame primero y luego puedes hacer lo que quieras —dijo Desi.

Harry fue a la mesa de reconocimiento y besó a Desi como si no la viera desde hacía meses. No habían ido más allá de los besos y el toqueteo, debido a la lesión de Desi, pero lo disfrutaban. Rachel sonrió al ver a su hermana comportándose otra vez como una adolescente y por el movimiento debajo de la bata se dio cuenta de dónde había puesto las manos en el cuerpo de Harry.

—Dígame, doctora Basantes, ¿es así como trata a todos sus pacientes? Porque si es así, puede que me tire por las escaleras para poder venir a su consulta —dijo Rachel, enarcando una ceja.

—En realidad, esto es un tratamiento experimental que estoy llevando a cabo con un grupo de ensayo compuesto por una sola persona. La próxima vez, tendrás que comunicar por adelantado tu interés por mi trabajo —dijo Harry.

Harry estuvo bromeando con ellas mientras quitaba los numerosos puntos que había dado a la pierna de Desi. Cortó el pequeño hilo negro aplicado con precisión, contenta con el resultado obtenido. Apenas quedaría cicatriz y si Desi lo deseaba, Harry le recomendaría a un cirujano plástico para eliminar lo que quedara. Tras comprobar las radiografías que le habían hecho a Desi mientras esperaba a que llegara Harry, informó a su paciente de que todo se estaba curando muy bien.

—Dentro de una semana o así, te pondré una escayola y podrás moverte mejor. Por ahora vamos a dejarte así para que la incisión se cure bien. Te conviene esperar a que pase la fase del picor antes de escayolar, créeme. Ya ves, tanto reposo obligado en cama te está dando buenos resultados. Deberías darle un beso a tu médico por ser tan lista.

Como no era dada a pasar por alto los deseos de su médico, Desi se inclinó y depositó un beso en la coronilla de Harry.

—¿Puedo invitar a comer a estas dos señoras tan encantadoras? —preguntó Harry, quitándose la bata blanca y colgándosela del brazo.

—¿Tienes tiempo? —preguntó Desi.

—Si no ocurre ningún desastre médico, soy toda vuestra durante un par de horas.

—¿Sólo un par de horas? —preguntó Desi.

—Durante todo el tiempo que me quieras en esta vida, pero esta tarde tengo que trabajar. Vamos a enseñar a los residentes unas técnicas nuevas de cirugía y tengo que estar presente.

Harry volvió a colocar a Desi en su silla de ruedas y las acompañó a ella y a Rachel hasta el aparcamiento. Había reservado mesa para comer con las dos en el Commander's Palace de las afueras. Cuando eran jovencitas, los padres de Harry llevaban a Harry y a Desi a almorzar los domingos en el jardín-comedor de la segunda planta y era uno de los recuerdos preferidos de Desi. La doctora estaba haciendo todo lo posible por recuperar esos tiempos felices siempre que tenía ocasión. No podía compensar la vida que había soportado Desi sin ella, pero Harry haría todo lo que estuviera en su mano para que la pequeña pelirroja no volviera a pasar por otro día de dolor.

Cuando Harry se detuvo delante del restaurante y se volvió hacia el asiento de detrás, supo que el esfuerzo que había hecho para recomponer su horario había valido la pena. Desi tenía los ojos nublados de lágrimas, lo cual le indicó a Harry que recordaba todas las veces que habían venido aquí. El aparcacoches abrió la puerta y saludó a Harry por su nombre.

—Hola, Charlie, ¿qué tal las clases? —preguntó Harry.

—Bien, doctora Harry. Me vendrían bien unas clases extra de química, pero aparte de eso, todo va bien —replicó Charlie.

—Charlie, ¿podéis tú o uno de los chicos subir por mí la silla que está ahí detrás? —preguntó Harry.

—Claro, ¿pero quién va a subir a la persona que la ocupa, doctora Harry?

—No te preocupes por eso, Charlie, me viene bien el ejercicio.

Harry saludó al maitre con Desi en brazos y pidió subir por las escaleras de la cocina. El famoso restaurante tenía otras escaleras en el comedor principal, pero eran empinadas y estrechas y Harry no quería correr riesgos con su pasajera. Al pasar por la cocina tuvieron que detenerse y saludar un minuto al personal, al que le encantaba recibir a Harry, sobre todo cuando venía con Butch. Todos saludaron a Desi y prometieron subirle unos platos especiales para celebrar su regreso a este famoso local de Nueva Orleans.

—Qué bonito es esto —dijo Desi, mirando por los ventanales que ocupaban la pared entera y daban al jardín de fuera. Harry había pedido una mesa de esquina para que Desi no estuviera en medio del paso de los camareros. Se llevaron una sorpresa al encontrarse con Serena, que estaba comiendo en compañía de una bella joven.

—Harry, Desi, qué agradable sorpresa. Me gustaría presentaros a Brenda Bourgeois, que estudia derecho aquí en la ciudad —dijo Serena. Quiso volver a su asiento al advertir la expresión de los ojos de Harry. Era una relación nueva y Serena no quería someter a Brenda a las tomaduras de pelo de Harry.

—Encantada de conocerte, Brenda. Éstas son Desi y su hermana Rachel. Yo soy Harry, por cierto, una vieja amiga de Serena.

—Ah, sí, Albert me ha hablado mucho de ti. Cuando estoy yo, no hay forma de que hable de nada que no sea el tío Harry —dijo Brenda, ofreciéndole la mano.

Serena intervino antes de que nadie pudiera decir nada más.

—Desi, ¿has tenido noticias de Byron o de su familia desde la vista de hace un par de semanas? Tengo entendido que sigue en el calabozo, así que no deberías tener problemas.

—No, no me han molestado, pero podría ser porque no saben dónde estoy. Harry me ha puesto en contacto con un buen abogado que se está ocupando de los papeles del divorcio, así que al menos sabré dónde encontrar a Byron cuando llegue el momento de darle los papeles —dijo Desi sonriendo a la amiga de Harry.

—Llámame si necesitas cualquier cosa o si tienes problemas. Harry, Rachel, me alegro de volver a veros —dijo Serena, al tiempo que cogía a Brenda de la mano y regresaba a su mesa. Harry no pudo evitar echarse a reír un poco cuando se iban, pensando que tal vez Serena había encontrado a alguien digno de ella, dado que la joven parecía tan posesiva.

—Eres mala, doctora Basantes —dijo Desi. Había advertido la risa que bailaba en los ojos de Harry y el pánico en los de Serena cuando acudió a su mesa. Saber que Harry había tenido una relación con la abogada provocaba una acometida de celos en Desi cada vez que la veía. La mano reconfortante que sujetaba la suya sobre la mesa la tranquilizaba muchísimo mientras tomaba el pelo a Harry.

—Sólo soy mala cuando se me provoca, tesoro, nunca lo olvides.

Disfrutaron de la comida que les sirvieron y del ambiente del restaurante. A Desi le hacía gracia la cantidad de gente que se acercaba a su mesa para darle las gracias a Harry por arreglar algún tipo de dolencia. Nunca en su vida había visto la representación de tantos golpes de golf o saques de tenis. Harry se lo tomaba con naturalidad y escuchaba lo que decían sin soltar la mano de Desi. Ésta no recordaba haber sido nunca el centro de tanta atención ni haber sido tratada nunca con el respeto que le demostraba Harry cada vez que la presentaba a la siguiente persona que acudía a la mesa. Harry se enorgullecía de tenerla sentada a su lado. Byron nunca había demostrado tanto interés por ella. Para él, era la persona que le limpiaba la casa y le hacía la comida y el cuerpo que podía usar para practicar el sexo.

Desi captó la envidia en los ojos de algunas mujeres cuando Harry la cogió de nuevo en brazos cuando llegó la hora de irse. Era como si supieran por una especie de recuento secreto que el nombre de la doctora Harry Basantes había quedado tachado de la lista de personas disponibles y había pasado a la lista de personas comprometidas.

El coche de Harry las esperaba cuando llegaron abajo, lo cual permitió que la doctora colocara a Desi dentro mientras los aparcacoches metían la silla de ruedas detrás. Mientras daba una propina a los chicos para agradecerles la ayuda, ni Harry ni sus dos pasajeras vieron al hombre que estaba a cierta distancia sujetando un coche a la grúa que conducía. Había dejado de trabajar al ver a la persona que salía del restaurante con una mujer en brazos, pensando que no era muy corriente ver una cosa así. Fue entonces cuando se dio cuenta de quién era la persona que iba en brazos.

Marcando en el teléfono portátil de la cabina de la grúa, Mike llamó al centro de detención y pidió hablar con su hermano Byron. Olvidándose del coche que tenía que recoger, Mike se metió de un salto en la grúa y arrancó para seguir al Land Rover mientras esperaba a que Byron se pusiera al teléfono. Se le puso el semáforo en rojo cuando el todoterreno torció por la Avenida St. Charles y Mike tuvo que esperar rezando para que la conductora tuviera que detenerse ante otro semáforo por el camino. Al menos sabía que se dirigía a las afueras.

—Sí, soy Byron —dijo la voz ronca en el teléfono.

—Byron, soy Mike. ¿A que no sabes a quién he encontrado?

—Dime, hermanito, ¿a que es esa zorra con la que estoy casado? —dijo Byron.

—Sí, acabo de verla con una tipa alta saliendo de ese restaurante tan pijo, Commander's. La hermana de Desi, Rachel, también iba con ellas —dijo Mike mientras giraba en la dirección que había tomado Harry.

—No las pierdas, Mike, quiero saber dónde vive. Papá ha dicho que ya tiene casi toda la fianza, así que saldré de aquí a finales de semana. Quiero hacerle una visita a mi querida esposa para ver qué tal está después de su trágica caída en la cocina. No pensé que uno se pudiera hacer tanto daño al tropezar con una silla —colgó después de hacerle prometer a Mike que obtendría toda la información que Byron iba a necesitar para encontrar a Desi una vez su padre pagara la fianza por él.

Mientras hablaba con su hermano, Mike no se dio cuenta de que el todoterreno se desviaba antes de llegar a casa de Harry para dirigirse a una tienda de alimentación de las afueras. Harry había prometido hacer la cena esa noche, por lo que se desvió para comprar algunos de los ingredientes que iba a necesitar para lo que tenía pensado.

—¿Cuándo has aprendido a cocinar? —preguntó Desi. Desconfiaba porque en la época del instituto Harry ni siquiera sabía hervir agua. Nunca en su vida había visto a nadie más inepto en la cocina.

—Tony y yo hicimos un curso en la universidad, para no ponernos malos comiendo lo que cocinaba el otro. Kenneth, el muy suertudo, se crió con unos padres que eran excelentes cocineros y le enseñaron de una forma divertida, así que no necesitaba ayuda. No te rías, seguro que sé deshuesar un pollo mejor que tú —dijo Harry.

—Seguro, teniendo en cuenta que eres cirujana. Lo que a mí me preocupa es el tema del fuego y los condimentos —explicó Desi.

—Siempre puedo salir a comprar una pizza —se ofreció Harry.

—Lo siento, cariño, si quieres cocinar para mí, me lo comeré sepa como sepa —dijo Desi.

Harry las dejó en el coche mientras corría a la tienda. Rachel se había pedido el día libre para poder llevar a Desi a la consulta y lo estaba pasando muy bien con las dos.

—Desi, chica, esta vez ni se te ocurra echar esto a perder. Esa mujer te quiere con locura y no me voy a quedar cruzada de brazos viendo cómo te alejas otra vez. Qué diablos, si te vuelves a ir, puede que yo misma lo intente con ella, que lo sepas. Desi, te agradezco que quisieras quedarte conmigo en aquel entonces, pero ahora estamos en el presente. Deja que esta vez te ayude yo a tener un poco de felicidad —dijo Rachel. Se había vuelto en el asiento para poder mirar a Desi a los ojos mientras decía lo que necesitaba decir.

—No te preocupes, Rachel, ahora tendrán que apartarme por la fuerza de la vida de Harry. Dios existe y me quiere, porque después de tanto tiempo, me ha estado esperando. Ha tenido algunos líos por el camino, pero con nadie permanente. Pero esta vez sí, lo sé —dijo Desi.

—¿Estamos listas, preciosas mías? —preguntó Harry cuando regresó al coche.

—¿Qué has comprado, doctora Harry? —preguntó Rachel.

—Algo que dejará en evidencia mi falta de sensibilidad, renacuajo, pero soy tan hedonista que no me importa —contestó Harry.

—¿De qué hablas, cielo? —preguntó Desi, confusa, desde el asiento trasero.

—Ternera. He comprado ternera y me la voy a comer disfrutando al máximo de cada tierno bocado.

Al volver a torcer por St. Charles, Harry iba cantando con la radio y de repente notó que las dos mujeres que llevaba en el coche se ponían rígidas. Pensando que tampoco cantaba tan mal, preguntó:

—Eh, ¿qué pasa?

—Ésa es la grúa del taller del padre de Byron —dijo Rachel, señalando la grúa que estaba justo delante de ellas. Dado que el hombre conducía tan despacio, Harry le dio el beneficio de la duda, pensando que tal vez estaba buscando la dirección donde debía recoger un vehículo. Esa idea murió rápidamente cuando lo vio mirar por el espejo retrovisor y pisar de repente el freno al darse cuenta de quién lo estaba siguiendo.

—Tranquilas, señoras, vamos a volver a casa dando un rodeo, ¿de acuerdo? —dijo Harry, girando en el siguiente cruce, cuando estuvo segura de que la grúa que llevaban delante ya lo había pasado. Mirando hacia atrás, Harry vio que había dado marcha atrás y había conseguido dar la vuelta. Tomando una rápida decisión al ver dónde estaban, la doctora se metió por el camino de entrada y detuvo el Land Rover. Harry salió del coche, cerró la puerta de golpe y se quedó mirando la grúa cuando pasó despacio por delante de la casa. Mike le echó una mirada aviesa y tomó cuidadosa nota de la dirección de la casa para poder decírselo a su hermano.

Después de mirar por la calle para asegurarse de que había desaparecido, Harry volvió a meterse en el coche con Desi y Rachel.

—Nos estaba buscando, ¿verdad? —preguntó Desi. Se sentía en parte asustada y esa parte peleaba con la parte que estaba enfadadísima. ¿Y si le hacen algo a Harry? pensó Desi.

—Eso parece, cielo, pero ninguno de los Simoneaux conseguirá jamás acercarse a ti. Venga, vamos a volver a casa y a llamar a Serena y al detective Landry —dijo Harry.

Serena les prometió que se reuniría con el abogado que llevaba el divorcio de Desi para iniciar el proceso para obtener una orden de alejamiento para Byron y su familia y así mantenerlos lejos de Desi y Rachel. Serena tuvo que hacer uso de ciertas tácticas tranquilizadoras para conseguir que Harry dejara de gritarle por teléfono. Estaba de acuerdo con la cirujana en que debería haber algo más que pudieran hacer, pero desde el punto de vista legal tenían las manos atadas.

Tras ponerse el pijama de cirujana y esperar a que llegara el guardia de seguridad que había pedido, Harry se fue de la casa después de que Desi le prometiera llamarla de vez en cuando a lo largo del día para asegurarse de que estaba bien. Harry pensaba que el tiempo que Byron había pasado ya en la cárcel bastaría para convencerlo de que no era un lugar donde quisiera pasar varios años, pero eso era tenerlo en demasiada consideración. La venganza era algo mucho más importante para él que su libertad. Eso era lo que le daba miedo a Harry.

—Tiene una gran casa cerca de la avenida, papá. No sé quién es esa machorra, pero me clavó la mirada cuando pasé, así que ahora saben que vamos a por ellas. Nos convendría dejar los planes por ahora —explicó Mike. Había vuelto muy bravucón y le dijo a su padre que había encontrado a la mujer de Byron. Con lo que no contaba al encontrarla era con que hubiera conseguido un nuevo perro guardián que daba bastante miedo por sí solo.

—Tenemos que darle una lección a esa putilla, Mike, y tú eres parte de esto, así que ten cojones y calla la puta boca. He tenido que hipotecar mi taller para sacar al idiota de tu hermano de la cárcel, así que cuanto antes recuperemos a Desirée, antes se acabará todo esto. Si me escucharais más a menudo y tratarais a vuestras mujeres como es debido, ahora no estaríamos metidos en este marrón —vociferó Byron padre. Quería que su hijo saliera de la cárcel, que su nuera retirara los cargos y que el encargado de la fianza le devolviera su depósito. Qué demonios, por todos los problemas que había causado, el viejo estaba pensando en darle a la chica unos cuantos mamporros en persona.

—Lo siento, papá, no es que no quiera ayudar, es que no sabemos quién es esta mujer ni que relación tiene con Desi —Mike aceptaba con resignación que no había forma de decirle que no a su padre con el tema de ir a buscar a Desi.

—Venga, vamos a ocuparnos de sacar a tu hermano de ese sitio. Sabe Dios lo que le pasará si sigue ahí metido mucho tiempo. Y cierra la boca cuando lleguemos. Ya me encargo yo de hablar.

Salieron y condujeron hasta los calabozos de la ciudad, situados justo detrás de los tribunales de la Avenida Tulane. Los dos hombres esperaron en una sala de aspecto estéril mientras la policía terminaba de rellenar los papeles de Byron. Compartían la sala con otras personas de aspecto preocupado que esperaban a que sus seres queridos fueran liberados o a que llegara la hora de visitarlos. Nadie en la sala miraba a los ojos de los demás y si se hiciera una votación, nadie habría votado estar allí de poder evitarlo.

Cuando la puerta se abrió con un estruendo metálico, todos levantaron la mirada para ver si era la persona a la que estaban esperando. Salió Byron, que se había cambiado el mono naranja por la ropa que llevaba el día en que fue arrestado. Aparte de Mike y su padre, otro hombre se levantó y se acercó al preso recién liberado.

Alargando la mano, el joven vestido con traje preguntó:

—¿Es usted Byron Simoneaux?

—Sí —contestó Byron.

—¿Byron Simoneaux, casado con Desirée Simoneaux? —preguntó de nuevo el joven, sin dejar de sonreír, y esperó a que Byron asintiera—. Esto es para usted, señor, que tenga un buen día.

—Espere, ¿qué coño es esto? —preguntó Byron, alargando el sobre que le había dado el hombre.

—Una entrega para usted, señor. Son papeles de divorcio y una orden de alejamiento de parte de Desirée Simoneaux. Tanto usted como los miembros de su familia están obligados a mantenerse a un mínimo de ciento cincuenta metros de distancia de la señora Simoneaux o tendrán que hacer frente a acciones legales —ésa era la única explicación que el ayudante del abogado de Desi estaba dispuesto a ofrecer. Después de preparar el historial para que lo firmara el juez, había echado un vistazo a las fotografías de la pierna de la joven y pensó que no le daba ninguna pena que este tipo pasara más tiempo en la cárcel.

—La muy puta. Capulla mentirosa y traidora —gritó Byron cuando cayó en la cuenta de lo que le había entregado el hombre. Y una mierda que Desi lo iba a dejar, una puta mierda. Lo único que necesitaba era tiempo para explicarle que lamentaba lo que había hecho y que se habían comprometido el uno con el otro. Y era un compromiso que no tenía la menor intención de romper.

Byron escuchó mientras su hermano le explicaba lo que había visto cuando siguió a Desi, Rachel y su nueva amiga. Al pasar en coche por delante de la casa esa misma noche, Byron vio luces encendidas arriba y a alguien que se movía. Tanto si estás preparada como si no, Desi, ya es hora de que vuelvas a casa. Soy tu marido y por nada de este mundo te voy a conceder el divorcio, nena. Hasta que la muerte nos separe, es lo que dijo el tipo, y así es como va a ser.

—Esperaremos a que esté desprevenida, entonces volveremos y nos llevaremos a Desi a casa. Da igual esperar un par de semanas más —dijo Byron, contemplando la ventana.

Harry se movía por la habitación preparándose para acostarse. Había pasado un largo día en cirugía, intentando que los residentes comprendieran lo que trataba de enseñarles. Se podían pasar todo el día cortando cadáveres, pero la cosa era muy distinta cuando se tenía tejido vivo bajo los dedos. Se alegraba de que los pacientes estuvieran dormidos durante esas pequeñas sesiones de aprendizaje. Si hubieran estado despiertos, se podría haber añadido un ataque de nervios a su diagnóstico.

—Ven aquí y échate, cariño. Me estás poniendo nerviosa. Qué ganas tengo de que se me cure la pierna para poder ponerme otra vez de rodillas, así podré darte un buen masaje —dijo Desi, dando unas palmaditas en la cama a su lado. Mona se acababa de ir, después de lavarla y cambiar las sábanas. Su hermana y el ama de llaves habían subido antes para cenar con ella, puesto que Harry había llamado para decir que iba a llegar tarde. Desi se echó a reír cuando, mientras esperaba a que Harry se pusiera al teléfono, su enfermera del quirófano, Sam, le dijo que como un solo residente más le hiciera una pregunta estúpida a Harry, la alta cirujana iba a clavarle un bisturí a alguien en el cuello antes de que terminara la noche. Pegándose al cuerpo cálido y bien oliente que tenía al lado, Desi soltó un suspiro de satisfacción—. Me he lavado los dientes, ¿te apetece darle un repaso a mi boca? —le preguntó a Harry, y por fin consiguió hacerla sonreír.

—Desirée, ¿me estás tirando los tejos? —preguntó Harry.

—Bueno, si tengo que deletreártelo, entonces no —le dijo Desi haciendo un puchero. Harry volvió a meterle el labio inferior empujándolo con el dedo índice y luego se inclinó para terminar la tarea con la boca. Hacía horas que quería volver a casa para poder abrazar a Desi en caso de que todavía tuviera miedo por lo que había pasado esa tarde.

Apartándose del beso que había iniciado, Harry le dijo:

—Hoy te he echado de menos. Estoy pensando que un fin de semana de estos deberíamos ir a algún sitio especial. ¿Qué te parecería ir a ver a mis padres?

—No sé, tesoro, ¿no se van a enfadar porque estás otra vez conmigo? Me imagino que no soy precisamente santa de su devoción —dijo Desi. Enredó los dedos en la camiseta de Harry al pensar en volver a enfrentarse a los padres de Harry.

—No te preocupes tanto, cariño, te querían antes y volverán a quererte.

—Vale, si crees que todo irá bien, estoy dispuesta. Y ahora dime, doctora, ¿por qué has venido a la cama con la cabeza mojada? —preguntó Desi.

—Porque tu querida hermana le va a cortar el pelo —contestó Rachel desde la puerta con un par de tijeras y una toalla en la mano—. Estoy intentando conseguir nueva clientela dentro de la comunidad médica y voy a empezar con ésa de ahí —dijo Rachel señalando a la mujer que estaba debajo de Desi. La doctora se limitó a sonreírles a las dos y a relajarse sobre la almohada.

—Pero a mí me gusta su pelo como lo tiene —se quejó Desi.

—Lo siento, hermana, me lo he pedido, así que suéltala y déjame empezar. Vamos, Desi, ¿te gustaría que a tu cirujana se le metiera el pelo en los ojos cuando te estuviera haciendo un transplante de columna o algo así? —preguntó Rachel.

—No, eso no estaría bien. Por cierto, tus conocimientos sobre técnicas médicas innovadoras es impresionante —dijo Harry al tiempo que se levantaba de la cama y se dirigía al cuarto de baño, seguida de cerca por Rachel.

—Yo también quiero ir. Para asegurarme de que no te lo corta demasiado —exclamó Desi. Eso hizo que Harry diera la vuelta y la cogiera en brazos.

Durante la hora siguiente Harry estuvo sentada en una silla en medio del cuarto de baño, esperando a que las tres mujeres que la rodeaban decidieran cuánto se le debía cortar el pelo. En un momento dado pensó que iba a tener que separar a Mona y a Rachel, cuando la joven le propuso a Harry que se tiñera las canas.