Como pasé del sexo virtual al real - 6

Pedro se mete en mi habitación por la noche y sin importarle la presencia de mi marido, me folla con todas sus ganas, como me había prometido el día anterior.

COMO PASÉ DEL SEXO VIRTUAL AL REAL  -  6

De vacaciones 3

Aquella mañana, mientras me echaba la crema solar me di cuenta de que, efectivamente, alguna foto le había mandado a Pedro con ese bikini rojo con flores blancas. Me estaba muy bien y era muy característico por el doble enganche con tiras finas que tenia en el cuello.

No le había mandado a él ni a nadie, nunca, ninguna foto en la que se me viera la cara, pero ese bikini me había delatado desde el primer día que me lo puse. Miré hacia donde debía estar aproximadamente su despacho y me pareció verle mirando entre las cortinas.

Eso debió ocurrir. Una mañana me vio y tuvo la corazonada de que tenía que ser yo, su interlocutora habitual. Los días siguientes se había dedicado a confirmarlo para no hacer ningún movimiento extraño o fuera de lugar hasta no estar completamente seguro.

Lo ocurrido cuando me condujo, seguramente viéndome desde el despacho de al lado, sin que yo me diera cuenta, fue la prueba definitiva y se lanzó inmediatamente a cumplir sus deseos. Bueno, nuestros deseos al fin y al cabo.

Me tumbé junto a mi marido, pensativa. No me importó mucho el engaño con su edad y las fotos de su hijo. No era tan importante el físico después de todo, sino su forma de ser, de expresarse, de amarme en la distancia y en la imaginación.

  • te veo abstraída, ¿tienes algo? ¿Qué te preocupa?

  • si, es que es una pena que estemos solo quince días. Se me está haciendo corto.

  • ya, pero yo tengo que trabajar. Ya no puedo cambiar el turno.

  • si, lo se, solo decía que es lastima. Se está aquí tan a gusto

  • a otro año si quieres cogemos el mes entero.

  • ya veremos a otro año. Aprovechemos ahora estos días.

Yo miraba de vez en cuando hacia las ventanas de la parte administrativa y me pareció verle allí todas las veces, sin embargo, cuando mi marido se fue un rato al golf, las cristaleras permanecieron vacías y las cortinas no se movieron en ningún momento.

  • esta noche cenamos con Pedro, el director. Nos ha invitado.

Fue lo primero que me dijo al regresar después del juego y contarme su encuentro, ¿casual?, con mi compañero de Chat.

En la mesa estuvo ameno y simpático, de acuerdo con su carácter y mi marido le dijo cuanto me gustaba aquello y mi sueño de alargar las vacaciones.

Mi amigo Pedro contestó al halago diciendo que el trato tan familiar que ofrecía el establecimiento provocaba esa sensación en los huéspedes, y realmente lo apreciaban, porque había clientes fijos, que solían volver todos los años. Esta cortesía se convertía en audaz asedio cuando veía que nadie nos podía ver o no estaban atentos a nosotros.

  • ¿Qué te pones para dormir?

  • normalmente nada. A veces solo las bragas.

  • como Marilyn

  • casi, pero yo ni siquiera uso Chanel 5

  • póntelo esta noche

  • ¿para qué?

  • para saber a oscuras cual es tu cama

  • ¿no pensaras ir a nuestra habitación?

  • por supuesto que si. Ya te lo dije ayer.

  • ¿y mi marido?

  • vamos a tomar mas champán, a ver si hoy duerme bien, pero me da igual.

  • ¡estas loco!

  • estoy enamorado otra vez.

Al concluir la velada, mientras nos preparábamos para acostarnos, llegó un camarero a la habitación con unas botellitas de cava helado y un frasquito de perfume, obsequio de la dirección.

Nos bebimos una de las botellas y yo antes de acostarme, perfumé mi cuerpo con el aroma del Chanel, con el que Pedro me obsequió. Diez minutos después estábamos profundamente dormidos.

Yo me había acostado casi desnuda, como siempre en verano y apenas me cubría con la sabana debido al calor. Lo normal era que inconscientemente la fuera empujando hacia abajo y quedara dormida sin cubrirme con nada, fresquita y tranquila, hasta que al amanecer la sensación de calor disminuía y sentía la necesidad de arroparme un poco, y entonces subía un poco la ropa que estaba a los pies de la cama.

Ahora estaba boca abajo, totalmente destapada, cuando sentí un cuerpo junto al mío, fuerte y áspero, que se pegaba a mí. Lo primero que se me ocurrió era que había sido capaz de cumplir su promesa, pero no podía ser. Me quedé quieta, quieta, a ver si a mi marido, después de tocarme un rato, se le pasaba la calentura y volvía a su cama.

No se le pasaba, al contrario, se pegó a mí desde atrás, abriendo mis piernas y jugando con mi pelito, mientras su barriga se apretaba contra mi espalda y sentía su aliento fuerte y agitado calentar mi nuca.

Me fui despertando con la conciencia de que esa tripa peluda y amplia no era la de mi marido y de que esa firme y arrogante herramienta que ya pugnaba por introducirse en mi abierto chochito tampoco podía ser la de él.

Había sido capaz de entrar en nuestra habitación y ahora sentía como poco a poco, casi sin moverme, se entretenía en ir bajándome las bragas por las piernas, hasta que quedaron enrolladas en uno de mis pies para a continuación acercase a mi desde atrás y pugnar con su pene entre mis muslos.

Me estaba follando con todas sus ganas, sin importarle ni el ruido de la cama ni mis gemidos y ayes, que yo procuraba contener para no despertar a mi marido, dormido en la otra cama a menos de un metro de nosotros.

Me agarraba las tetas con las dos manos, una vez que ya no las necesitaba para metérmela y yo puse las mías en su culo para evitar que en sus acometidas desde atrás se pudiera salir y dejarme a medias. Él, aparte de su forzada respiración, no hacia el más mínimo ruido, ni paraba en su frenética cabalgada, ni siquiera cuando la voz de mi marido me dejó paralizada de terror.

  • ¿Qué te ocurre? ¿Te encuentras mal?

  • no… sigue durmiendo… ahhh… solo me estoy… ahhh… masturbando un poco…ahhh

  • ¡pero no lo hagas sola! Espera, que voy a ayudarte.

  • ¡no! No te levantes… ya… ya estoy… a… acabando… ahhhh…mañana… ahhh.

Solté dos o tres gemidos incontrolables y ruidosos mientras me derretía en un tremendo orgasmo al sentir la polla de Pedro verter toda su carga, con una mano casi haciéndome daño, aferrada a una de mis tetas desesperadamente, sin soltarla ni un momento y la otra apretando, aferrada a mi vientre, contra él.

  • caray! Te has quedado bien a gusto, la próxima vez me avisas y participo. Ya me contaras en quien pensabas mientras te tocabas, porque conmigo no creo que fuera.

  • si, ya te contaré mañana, ahora duerme.

  • no, dímelo ahora. Espera que busque la luz.

  • ¡no!  ¡no la enciendas! Me daría vergüenza que me veas así, prefiero decírtelo a oscuras. Pensaba en Pedro, me tocaba pensando en él.

  • ¿no es muy mayor para ti?

  • ¿Qué importa la edad? Duérmete.

Mis respuestas eran un débil susurro, solo un poco mas elevado cuando impedí que iluminase la escena de un hombre detrás de mí, con su pene todavía dentro y en los últimos espasmos de su placer.

Mi marido me hizo caso y pronto su respiración daba a entender que estaba en el mejor de sus sueños. Las manos que me apretaban se fueron soltando, cayendo desmadejadas a mis costados y otro susurro me decía al oído, entre besos y caricias de sus labios.

  • Te quiero, estas buenísima, qué feliz me has hecho.

Fue lo último que se oyó esa noche en nuestra habitación y un rato largo después, cuando se tranquilizaron sus jadeos y deje de sentirle dentro, unos leves pasos sobre la moqueta y la puerta cerrándose suavemente desde fuera.