Como pasé del sexo virtual al real - 19
Consigo calentarla y que aceptara tener sexo conmigo, pero en vez de ir a un hotel, me la llevo a mi casa, para que mi marido se la follase. Pensé que me lo debía
Venganza con Vicente
Vicente me acabó de mandar toda la película, casi una hora, en la que recogió desde que entramos en la habitación y empezamos a desnudarnos, hasta que ellos se salieron de nosotras para vestirse y marcharse de allí.
En ningún momento me dio ninguna explicación de por qué dispuso así aquello ni como se las arregló para hacer la película; pero al ver que ella tampoco lo mencionaba y fijarme en una serie de detalles de aquella noche, empecé a pensar que ambos estaban de acuerdo y que todo fue premeditado y después ejecutado como un plan por los dos, para filmarme en una orgía, o algo parecido y no me gustó haber sido su juguete.
Por ejemplo, y ya me extrañó algo entonces, ella encendió todas las luces al entrar, que utilizáramos solo una cama, que yo quedara siempre en el lado próximo al armario, para que fuera la protagonista principal, que no diéramos por terminada la noche cuando él se encontró mal, que fuéramos precisamente a aquel bar en vez de a otro mas normal… qué se yo. Cualquier detalle me parecía ahora preparado, rebuscado y no solo aceptado por ella, sino casi hasta inducido.
Durante un tiempo continué con mi correspondencia normal y mis interlocutores habituales. Conseguí que Carla, mi bella y morena amiga mejicana, me enviase dos o tres fotos mas atrevidas. En una de ellas se había bajado las bragas y todo su hermoso conejito lucía esplendoroso, radiante.
Se veía una rajita estrecha y apretada entre un bosque de pelo negro y rizado que hacía mas voluminosos el montecito de su vientre. ¡Lastima que la distancia no permitiera una mejor relación! Pero éramos las dos felices con poder hablarnos de vez en cuando.
Habían pasado tres meses de aquello cuando me anunciaron otra visita, de los dos, y me proponían el mismo plan. Volví a aceptar, esta vez sin condiciones y encantada, pero decidida a ser yo la que les diese la sorpresa.
Esta vez me presenté con un vestido cortito, la falda me llegaba de pie hasta la mitad del muslo y sentada casi desaparecía, dejando ver mis muslos al completo y el principio de mis braguitas. Era blanco con florecitas pequeñas y dos tirantes finos me hacían un escote generoso, pero menos audaz que el vestido anterior.
Fue casi una repetición de la visita que hicieron en la anterior ocasión. Una magnifica cena con un buen vino, el aperitivo de antes, la copa de después y luego otra más fuerte en otro garito, en el que las mujeres no pagábamos la entrada, solo la bebida y en cambio los hombres pagaban una entrada alta con derecho a consumición.
Esto hacia que hubiese muchas mujeres, casi todas de cierta edad y muchos mas hombres al ojeo y caza de tías necesitadas o fáciles, y que todas eran mas o menos conscientes de a qué se iba allí: a buscar con quien mojar esa noche, o a dejarse querer por un hombre en un encuentro ocasional.
¡Ya estaba la trampa preparada para la ingenua otra vez! ¡A ver con que la sorprendemos hoy!
Esta vez fue una llamada de teléfono, en la que le comunicaban la enfermedad grave de un familiar, la excusa elegida para dejarnos solas algo después y a disposición de los buitres que acechaban por todo el local, quedando en que nos veríamos mas tarde en el hotel.
Ella iba rechazando a nuestros asaltantes, supongo que hasta encontrar a los que le gustasen para llevarse a la cama, igual que la otra vez. Cuando la segunda pareja nos abandonaba algo desilusionada por nuestra negativa a aceptar una copa, me levanté de pronto según mi plan y con voz firme, para que no pudiera pensar ni decir que no, le dije que nos íbamos a mi casa a pasar la noche, o por lo menos un rato, las dos solas.
Tiré de ella, no podía decir que no, no tenía ninguna excusa valida ni le di tiempo para pensar alguna. Se tuvo que levantar y seguirme, todavía algo desconcertada, pero sin aparentar excesiva contrariedad por el cambio de planes.
¿y Vicente? Se alarmará si no aparecemos por el hotel. Yo creo que deberíamos…
nada. Luego le llamas desde casa. Está a cinco minutos de aquí, no tardamos nada.
Tomamos una copa en el salón de casa. Yo me iba acercando y dándole besitos, bajé su vestido hasta que apareció su pecho sin sujetador, blanco y suave. Nos besamos y acariciamos mientras yo la iba despojando de la poca ropa que llevaba puesta y ella iba soltando mi camisa.
Me puse de pie para que pudiera quitarme las bragas con comodidad, la única prenda que me quedaba, y permanecimos las dos frente a frente, tocándonos suavemente, saboreando el momento en que nuestra piel hacía contacto, los pechos se apretaban unos contra otros y sentía en mi carne el bulto duro y firme de sus pezones incrustándose en la masa blanda de mis senos.
Puse mis manos en su culo y nuestros cuerpos hicieron pleno contacto. Nuestras bocas estaban fundidas y el vello de su vientre, suave y recortadito, me hacia cosquillas en mis abultados labios mayores, recién depilados y anhelantes por la proximidad de su húmeda concha.
Caímos abrazadas en mi cama. No opuso resistencia cuando la conduje con mi mano en su cintura y me senté yo primero, me abracé a sus caderas poniendo mi cara en su pubis y la recosté a mi lado.
También me correspondió cuando me eché sobre ella, besando su cara y acariciando su cuerpo. Me abrazaba y me apretaba con sus manos y sus piernas. Estaba disfrutando y se veía como se iba excitando y casi explota cuando metí mis dedos en su cuevita.
Empezó a retorcerse y a gemir mientras yo me pasaba a un lado para tener su cuerpo a mi disposición, todo entero y buscaba su clítoris con dos de mis dedos en su vagina y mi cara se enterraba en sus tetas, a las que besaba y chupaba frenéticamente.
Esta posición mía sobre su pecho y sus piernas abiertas por completo a mis caricia la impidieron ver como se acercaba mi marido desnudo, me entregaba la cámara, y sustituía mis dedos por su polla en el abierto y expectante agujerito de nuestra amiga.
Ese era mi plan. Ahora me tocaba a mí. Intentó revolverse débilmente, pero no la dejé. Planté mi boca en la suya y le musité bajito:
- chissst… calla y disfruta. Es mi marido, ya le conoces. Nos ha debido ver y no ha podido resistir…
Yo la había transportado a una calentura tal, que ya, lo único que deseaba era conseguir su orgasmo y mi marido, que llevaba ya un buen rato viéndonos a las dos, tenía la herramienta a punto y lista para satisfacerla.
Yo le había contado lo que me pasó la otra vez que vinieron y le enseñé la película, así que cuando le propuse devolverles la pelota aceptó encantado y ahora quiso dar un buen espectáculo y además intentó que fuera lo mas largo posible.
Ella gritaba: ya... ya… sigue… y él paraba un poco y se bajaba a besarla el cuerpo o la cara. Le dio la vuelta y se la metió desde atrás, ella de rodillas en el suelo y apoyada en la cama.
Debió ser una inspiración o se acordó de cuando Pedro nos pidió esa postura para ver mejor la penetración. El caso es que logré unas tomas increíbles. Su polla entraba y salía con parsimonia, cada vez más reluciente y más gorda.
Me acerqué un poco y se veía como sobresalía a ratos la punta del glande, casi a reventar de gorda que estaba. La parte inferior del mismo, abultada y rojo granate, forzaba la entrada al empujar y se oía casi el vacío que dejaba al salir.
Vi a través del visor como se tensaban ambos, recreé el envaramiento de sus cuerpos en el momento del desahogo final y culminante, sus sonidos desesperados que denotaban el goce que recibían del otro y su tensión después, su desfallecimiento, ella con la boca abierta y su cara sudorosa de lado sobre la cama y él, cayendo su cuerpo lentamente, hasta cubrir la espalda relajada y distendida de la mujer.
Mi marido todavía hizo algo más. Cuando empezó a aflojar me hizo una seña y apunté a la parte de su cuerpo que todavía permanecía en contacto.
Su polla, casi a la mitad de su estado anterior, salía con lentitud. Posteriormente, al reproducirla se oyó perfectamente el “chop”, en el momento de abandonar su coño y él se entretuvo en abrirlo para que yo pudiera captar como su semen salía en espesos goterones, expulsados como de golpe, e iban cayendo al suelo formando hilos intermitentes. El interior de su chochito, encharcado y enrojecido, dejaba paso a la palabra: FIN.
Se lo fui mandando por entregas, las mismas que ellos a mí. La ultima la titulé: La bomba, y en ella aparecían estas ultimas imágenes que acabo de describir.
Seguimos carteándonos, pero no volvieron a Madrid, o al menos no me avisaron, un día me contaron que acababa de ser madre. Yo hice los cálculos y bien podía ser de aquella noche.
Bueno… no era importante, pero eso hubiera sido un remate perfecto.