Como pasé del sexo virtual al real - 18
Un contacto un tanto raro, con su mujer en el asunto, ganas de vernos y de probar cosas nuevas, pero acabamos ligando y follando con dos desconocidos en la habitación de un hotel.
De vuelta en casa
Vi mis fotos desnuda y siendo violada por los dos chicos en la pagina de Internet que me dijo Trini. Fueron saliendo a lo largo de dos o tres días, como en una serie y al cuarto mi puesto lo ocupaba otra mujer, un poco mas rellenita, pero también bastante buena.
Primero las fotos desnuda y en días sucesivos siendo penetrada por ambos agujeros por los dos chavales. Un trozo de pelo muy rubio y largo que sobresalía en alguna me hicieron sospechar que podría ser su madre, incluso las podían haber realizado el mismo día que a mi. Tal vez se dieron cuenta al fin que yo no estaba tan dormida como aparentaba y fueron al dormitorio de su madre a comprobar si hubo cambio de taza, como sospecharon aquella noche.
Yo seguí conversando con Pedro, su hijo y su nuera, pero no tenía intención de volver a verlos, por mas que me insistieron y lo mas que volví a hacer con ellos fue poner una cámara una noche que lo hicimos mi marido y yo, a quien la idea de que íbamos a tener espectadores le produjo una calentura colosal.
Les dimos un espectáculo sobresaliente, mientras ellos miraban desde su casa, con la polla fuera y meneándosela furiosamente.
Estuvo muy bien, la verdad. Yo también me sentía motivada y el estado de mi marido y su aguante ese día me pusieron con unas ganas tremendas. Primero lo hicimos por delante, pero cuando ellos nos advirtieron que no se veía bien, me puse de rodillas y me la metió por detrás, para que la cámara no perdiera detalle de cómo entraba y salía de mi abierto y encharcado chochito.
Mas o menos por esas fechas empecé a intercambiar correo con una mujer, o más bien una jovencita de Méjico. Solo tenía 19 años, era del estado de Sinaloa y parecía muy caliente en sus conversaciones. Allí no tenían el grado de libertad personal o social que hemos alcanzado en España y tardé mucho en conseguir que me mandase una foto.
Me fue mandando dos o tres a lo largo del tiempo. La primera, normal, con vestido de calle pero con muy poca resolución y apenas se advertía ningún detalle. La segunda era mejor y más atrevida.
El día que abrí el correo y la encontré mirándome con sus bellos ojos negros, quedé impactada. Parecía alta, algo más que yo, una figura de curvas generosas y cuerpo rotundo y firme. El pelo negro, de un negro intenso y esos ojos profundos que miraban con una mezcla de curiosidad y vergüenza y unos labios suaves y rojos bordeaban sus dientes brillantes en una boca sonriente y confiada.
Yo no me considero lesbiana, me gustan los hombre y follar con ellos es para mi el máximo placer, aunque alguna vez he estado con mujeres, pero principalmente por la atracción de un cuerpo delicado y bello o por la complicidad de unas charlas calientes y eróticas, que casi obligaban al desahogo con la persona que había provocado en ti esa elevación de la libido con sus palabras.
No podía describir mas de ella, aparte de unas piernas gorditas y unos muslos largos y plenos, porque la foto era en bañador entero y casi fue la mas atrevida que recibí.
Me mandó otra con pantalón, tomada al tiempo que hablaba conmigo delante del ordenador, con su largo pelo colgando por la espalda y el culo sobresaliente y redondito, mirándome con picardía, y mas tarde alguna en la que solo se le veía parcialmente en bragas, castas y blancas pantaletas de algodón, como de niña, en la que no se dejaba ver mas que de cintura para abajo y poco de su maravilloso cuerpo.
Todavía mantengo correspondencia con ella, a veces hablamos por el chat y conversamos de nuestras cosas, de nuestros deseos y preocupaciones y la intento aconsejar en las cosas del sexo que empieza a descubrir y del que le gustaría saber todo y probar lo máximo en el menor tiempo posible.
Con Vicente, un andaluz caliente y apasionado, la cosa empezó muy rápida. Como siempre se inició con una correspondencia algo subida de tono y siguió ascendiendo de temperatura en el chat, diciéndonos cosas atrevidas en directo, intercambiando experiencias, gustos y preferencias sexuales. Éramos muy afines en todo y la cercanía motivó el deseo de conocernos en persona. Tardamos casi dos meses en que él tuvo la oportunidad de viajar a Madrid y quedamos para conocernos y comer juntos en el Corte Ingles.
Elegí este sitio porque al ser mas grande y concurrido, si veía alguna sospecha de aquel primer contacto tan osado, empeñado en hacer realidad todas mis fantasías, podía salir huyendo sin que él se diera cuenta y antes de que me viese.
Fue muy agradable conocerle, por su carácter divertido y tranquilo. Se portó como un caballero, hablamos toda la tarde, merendamos juntos y lo más que hizo fue cogerme la mano un par de veces por encima de la mesa mientras hablábamos delante de una taza de café y unas tostadas.
Poco a poco fue entrando también su mujer en nuestra relación. Eran una pareja perfecta, se llevaban muy bien y tan pronto hablaba con uno como con el otro, o incluso con los dos a la vez, organizando algunas tertulias en grupo realmente excitantes.
No me extrañó en absoluto que la siguiente vez que me avisó que vendría a Madrid lo haría acompañado y que deseaban pasar la noche en mi compañía, si me parecía bien. Si, claro que me parecía bien, pero introduje una variante para el caso de que al final no lo viera yo muy claro. Tomarían una habitación en un hotel, iríamos a cenar juntos y de copas o a bailar y después de eso ya veríamos que pasaba.
Nos encontramos en el bar del hotel. Yo me había arreglado bien, como para ir de boda, con un vestido oscuro, sencillo, pero que parecía de fiesta. Era ceñido y tan ajustado que parecía ser de varias tallas menos y resaltaba mi cuerpo de manera increíble, pero que unos adornos y volantes en el bajo disimulaban un poco. Por arriba solo se sostenía por el saliente de mis pechos que, al no ser posible utilizar sujetador, asomaban ligeramente y dejaban ver el oscuro y apretado desfiladero que los separaba.
Cenamos en un restaurante cercano y después tomamos una copa en un bar de topless, donde unas chicas servían las bebidas vestidas tan solo con una faldita muy corta, unos zapatos altos y las tetas al aire. Yo no lo conocía, nunca había estado en ninguno, pero ellos parecían muy familiarizados con este ambiente.
La verdad es que era curioso por lo menos y daban ganas de quitarse igualmente la camisa y enseñar tú también tus cosas. Allí es donde Vicente, de pronto, empezó a encontrarse mal.
Mari. No me encuentro muy bien, creo que me voy al hotel.
vaya, que pena, se estropeó la noche. Vámonos…
no, no. De ninguna manera. Seguid con el plan, esto es lo de siempre. Un antiácido y un tranquilizante y mañana estaré nuevo.
da igual, vámonos al hotel y mañana ya veremos.
seguir un rato mas, el hotel está aquí al lado. No quiero arruinaros la única noche que podíamos salir a divertirnos un poco.
No hacía ni diez minutos que se había ido y ya teníamos dos moscones al lado. Los rechazamos, no nos gustaban gran cosa. Les sustituyeron otros dos y al cabo de un rato otra pareja, que nos cayeron bastante mejor que los anteriores.
Se fueron arrimando y avanzando a toda velocidad. Llegué a ver totalmente las bragas de mi amiga Maria y solo lo estrecho de mi vestido evitó que éste pasara de la mitad de mi muslo, pero a cambio mis pechos ya sobresalían por arriba hasta casi la punta de los pezones y en el siguiente asalto estaba segura que quedarían fuera.
Así ocurrió y cuando me vi con las tetas al aire, intentando sujetarme el escote y ellos propusieron continuar en un sitio mas tranquilo, fue el momento que, lógicamente, aprovechamos para ir al baño.
¿te parece que sigamos con ellos?
por mi si, no hay inconveniente. Están los dos muy buenos.
si, pero… ¿Dónde vamos a ir? No me gusta ir a cualquier sitio con unos desconocidos. Pasan tantas cosas…
pues vamos al hotel, a nuestra habitación.
¿y Vicente?
yo creo que no se encontraba tan mal. Ya me lo hizo una vez y luego se enfadó porque no le llevé a mi ligue para que él pudiera vernos.
llámale por teléfono y se lo preguntas.
Hizo la llamada, le explicó la situación y luego solo oí sus monosílabos afirmando a lo que parecían una serie de instrucciones. Los dos hombres aceptaron inmediatamente venir con nosotras. Para disimular un poco pasamos por recepción hacia el bar y desde allí subimos a la habitación.
Vicente debía de estar escondido, porque no le vimos al encender la luz. Nos desnudamos rápidamente entre los cuatro y empezó la acción. Quedamos atravesadas en la misma cama mientras ellos se amarraban a nuestro culo para acercarnos a su boca.
Sentí como me absorbía y chupaba, como queriendo dejarme seca. Enterró su cara dentro de mi vagina, que abría a la fuerza con sus manos y me maravillaba que no pereciera asfixiado, y acabó arrancándome el primer orgasmo a base de chuparme y mordisquear mi clítoris, que sentía a punto de reventar y a salirse de su sitio, de lo rígido y erecto que se puso.
Parecían dos profesionales. Nos bombearon desde arriba, levantando nuestras piernas casi verticales. Nos dejaron caer para meterla de lado, luego desde atrás y se cambiaban de vez en cuando para catarnos a una y otra alternativamente. Nos provocaron una serie de orgasmos simultáneos mientras juntábamos nuestras bocas y ellos se corrían con voces y gritos entrecortados y guturales,
¡Como follaban! Además eran incansables. Ni sé el tiempo que nos tuvieron allí, pero era indudable que no era la primera vez que hacían algo de esto juntos, porque parecían sincronizados.
Según me daba la vuelta uno para metérmela de nuevo en esta nueva posición, mi cara quedaba junto a la de Maria, que se pegaba a mí, boqueando como un pez y estremeciéndose de placer, sin parar de moverse ante los embates de su pareja.
Nos olvidamos de Vicente, de donde estábamos ni como habíamos llegado hasta allí. Solo nos dimos cuenta de que todo se había acabado cuando nos despertamos solas, una al lado de la otra y desnudas sobre la cama
Vicente me fue mandando toda la sesión en pequeñas dosis, con unos primeros planos espectaculares de las dos siendo folladas por aquellos machos y en los que se oían los gritos y gemidos de los cuatro.
Ahí quedé yo convencida también de que no se encontraba tan mal como parecía y que lo tenía todo preparado para que en caso de que ligáramos en algún sitio, (cosa facilísima: dos tías bastante buenas y solas en aquel tugurio) lo hiciéramos en la habitación del hotel y él lo pudiera presenciar y filmar.
En fin, nunca se acaba una de sorprender y siempre se aprende algo. Y si además, de paso, se pasa una buena noche, pues… mucho mejor.