Como pasé del sexo virtual al real - 13
Viernes. El camarero del primer día me pide otra propina y a pesar de que me había prometido un descanso antes de volver a las andadas con la familia, pues me dio un poco de pena dejarle sin ella.
Viernes
Estaba cansada y agotada de la excursión del día anterior y no tenia ni idea de qué hora podía ser ni siquiera donde me encontraba, cuando algo me despertó.
Abrí los ojos y tuve que cerrarlos inmediatamente. El sol entraba con fuerza por la ventana abierta y ya molestaba. Sentía los parpados hinchados, la cabeza embotada y el estomago vacío y haciendo unos ruidos que pedían algo sólido a gritos.
Tardé mucho en darme cuenta de que estaba tumbada, desnuda sobre la cama de mi habitación, fuera de las sabanas, que tenía algo de resaca, mal sabor de boca y una molesta quemazón por todo el cuerpo, debido al excesivo tiempo pasado al sol sobre la cubierta de la lancha.
Unos golpes resonaron en la cabeza mientras tomaba conciencia de mi paradero, de la hora, cerca de las doce de mediodía y de que la juerga en el barco me había dejado tan cansada que nada mas llegar a la habitación me quité todo y caí en la cama como un leño.
Me senté en el borde del lecho, sujetándome un poco el pelo e intentando abrir los ojos. Por lo menos los golpes habían cesado, ya no oía ese ruido infernal retumbando en mi cerebro.
- buenos días, señora. He abierto porque me estaba inquietando que no contestara. Llevo casi media hora golpeando la puerta y pensé que le podía haber pasado algo.
O sea que los golpes no eran en mi cabeza, eran en la puerta. Bueno, por lo menos de eso no tenía que preocuparme, no estaba tan mal como parecía. Al menos esos golpes eran reales.
si, lo siento, no le oí, estaba dormida
si, es cierto, y bien dormida. Casi tiro la puerta.
vale, vale. No grite mas, ya le oigo. ¿Quién es usted y que quiere? ¿Para que me ha despertado?
pero si no le estoy gritando, apenas me oigo a mi mismo. Soy Pedro, el camarero, le traigo el desayuno y una nota del jefe.
de acuerdo, cállese ya y déjelo ahí. Y por favor, váyase.
No es que me molestase que me estuviera viendo y desde luego saboreando, con esa mirada llena de deseo recorriendo todo mi cuerpo todavía sin cubrir, sentada sobre la cama de cualquier manera y sin animo para buscar algo que ponerme o tirar de la sabana, que ni sabía donde se encontraba.
Su voz era la que me ponía de los nervios, aunque asegurase que no estaba hablando alto. Poco a poco caí en la cuenta de que el dolor que sentía era solamente hambre. Ya no estaba tan cansada. Casi doce horas de sueño me habían dejado nueva, pero tenía el estomago pidiendo algo desde hacía cuatro o cinco horas.
El desayuno era abundante y me quitó la primera molestia física que me atosigaba, porque la segunda era mas bien mental, un aturdimiento general que se suele curar con una buena ducha templada.
Cuando salí del baño después de peinarme un poco me sentía mejor, casi nueva. Entonces leí la nota de Pedro que venía con el desayuno. Me decía que cuando estuviese visible y descansada, me acercara por su casa, que me esperaban para pasar la tarde y que pidiera un coche en recepción.
No tenía demasiada prisa por ir. Era seguro que me tendrían preparada otra juerga sexual, a saber hoy de que modalidad, y de momento no me apetecía mas sexo por dos o tres días. Ya me pensaría si ir y cuando, y por el momento, me dediqué reposadamente a arreglarme.
Cuando me hube peinado bien me puse unas bragas y el albornoz y me senté en la alfombra junto a la cama. Necesitaba cuidarme un poco los pies y provista de un cortaúñas, esmalte y algodón me dediqué a ello con toda tranquilidad.
Esta vez si oí los golpes en la puerta y eso que sonaron flojitos, apenas con la punta de los dedos.
¿quien es?
soy Pedro. Vengo a recoger el desayuno.
pase Pedro.
Su voz había sido un susurro apenas audible y me hizo gracia el detalle. Colocó todo en la bandeja y se me quedó mirando, admirado tal vez del arte que desplegaba en mi cuidado personal, o por todo lo que se apreciaba entre las solapas del albornoz medio abierto por mi postura.
¿qué mira, Pedro?
pues a usted. ¿Ya puedo hablar?
si, claro. Disculpe por lo de antes
sabe, es que el fin de semana libro y luego usted se va y pensaba que si tenía intención de darme otra propina pues…pues… no iba a tener otra ocasión mejor que ahora.
venga, le daré un beso de propina.
Ya estaba sobre mi nada mas acabar de hablar, sus manos se apoderaron de mis pechos desnudos, de los que no había apartado la vista en ningún momento por la abertura de mi bata y su boca se fundió en la mía con ansia.
Sus dedos taladraban mis bragas, hasta que decidió meter la mano por dentro y tocar directamente sobre mi piel y yo decidí que a lo mejor un poco de sexo ahora que me encontraba tan a gusto, pues no me vendría muy mal.
Eso si, si volvía a casa de Pedro esta tarde, no permitiría que volvieran a manejarme y me aseguraría de que no tuviesen ocasión de tocarme.
Con esta decisión firme, empecé a corresponderle y a desabrochar su pantalón, mientras él me subía a la cama y me quitaba el albornoz.
Ya que había decidido hacerlo, adopté mi postura favorita cuando de echar un polvo rápido se trataba. Le dejé a él debajo y engullí despacio su verga, chupando y apretando bien por la base, para que adquiriera el tamaño que me convenía.
Cuando me pareció suficiente, me subí sobre él y me la fui metiendo, permitiendo solamente que se agarrase a mis tetas y las tocara y manoseara como quisiera, pero sin dejar que se incorporase. A continuación me lo follé despacio, con calma, sintiendo como entraba y salía y acelerando cuando me apeteció.
Noté que estaba a punto, así que me agaché un poco y le apreté la polla por abajo para que aguantase un poco mas. Hasta que no empecé a correrme entre botes sobre su vientre y suspiros cada vez más altos, no le solté. Se vistió con calma, sin dejar de mirar mi cuerpo desnudo y se despidió de mí con una carita de pena que casi me hace reír.
- Gracias, señora. Que lastima que todas las clientes no tengan esta costumbre para las propinas…
Ya era bastante tarde, mas de las seis, cuando llegué a la cita y pasé al jardín, donde decían que me esperarían. No había nadie a pesar de que la puerta estaba abierta, les llamé no muy alto, para que no se enterasen todos los vecinos, pero no estaban o estaban todos dormidos.
La entrada de la casa estaba abierta y accedí a ella. No había nadie en el salón ni en la cocina. Subí las escaleras que daban a los dormitorios y unos ruidos ligeros me guiaron.
Por la abierta puerta de la habitación vi el origen de aquellos sonidos. Estaban haciéndolo otra vez. Los tres. En esa casa no se paraba, parecía ser el deporte familiar.
Sin entrar, desde el pasillo y en la semipenumbra de las persianas casi abajo, la vi a ella de rodillas en la cama. Pedro se la metía por detrás, despacito, como queriendo que durase mucho y ella sujetaba con una mano la polla de Pere a fin de que no se escapara de la boca y con la otra intentaba no caer, apoyada en la cama.
Era un cuadro precioso, muy fuerte, padre e hijo follándose a la mujer de ambos y ella feliz por partida doble. Era contagioso. Me descalcé y me quité el vestido, dando un par de pasos hacia el interior de la habitación.
Pere me vio y con la polla en ristre se acercó a mí.
- creíamos que hoy ya no vendrías. Te estuvimos esperando todo el día y decidimos empezar sin ti.
Miré la hora, hoy era viernes… si, perfecto.
Pere, por favor, enciéndeme el ordenador y la cámara.
¿ahora? ¿No prefieres primero…?
no, tiene que ser ahora. Date prisa.
Mientras yo tecleaba la dirección de mi marido, él me estaba tocando por detrás, intentando desabrochar el sujetador y metiendo la mano entre las bragas, besando mi nuca y mi espalda.
Esa imagen fue lo primero que vio mi marido al contestar. Le dije a Pere que se fuera con los otros, que enseguida me uniría a ellos y apunté la cámara hacia el grupo.
¿te gusta el panorama? ¿Qué te parece lo que ves?
muy bueno. Hacen un buen grupo. ¿Y tú que haces?
preparándome para intervenir.
Déjame que te vea
¿te parece bien como estoy?
Todavía tenía la ropa interior puesta, mi conjunto rojo con el sujetador un poco recogido y las bragas casi inexistentes por detrás después de los manejos de Pere. Me di una vuelta por delante de la cámara para que me viera bien y luego dejé de nuevo la vista del grupo.
estas divina. ¿Cuándo intervienes tú también?
ahora mismo, quería saludarte antes. Un besito
que te lo pases bien…
Hice los últimos ajustes y me dirigí a la cama, quitándome lo poco que me quedaba. Puse mi culo sobre la cara de Trini para que que no perdiera el tiempo en sacarla de su boca y aun sentí su lengua en mi rajita mientras el miembro de su marido entraba, ya tremendo de tamaño y bien ensalivado.
No podía evitar mirar a la otra pareja mientras era sacudida por los movimientos de Pere. Alguna vez alcancé incluso a besarle los labios a ella mientras se corría escandalosamente después del buen rato que llevaban hasta que yo llegué.
Luego fue ella la que se echó sobre mí, mientras mi cuerpo se sacudía y se convulsionaba. Pedro nos miraba a los tres y cuando nos separamos, se sacudió un poco la polla y nos preguntó:
- ¿Qué os parece si después de cenar…?