Como pasé del sexo virtual al real - 12

Jueves. Protagonizo una tremenda orgía en el barco con Pedro y unos cuantos de sus amigos. Todo el día desnuda entre tantos hombres, casi me pareció algo normal

Jueves

Hoy le tocaba a Pedro. Parecía como si toda la familia se fuera turnando para atenderme y no dejarme sola. Iríamos a dar una vuelta en barco de unos amigos, navegaríamos por las islas, comeríamos en alta mar y regresaríamos a última hora de la tarde.

Bueno, por lo menos descansaría un poco de la sesión diaria de sexo a que me tenían sometida y así al día siguiente lo tomaría con más ganas.

La mañana era esplendida, la lancha era una motora que a mi me parecía grandísima, el mar en calma casi total y los compañeros… bueno, no es fácil describirlos. Seis en total, de edades parecidas a la de Pedro, o sea, todos bastante mayores que yo, juerguistas, alegres y me acogieron como uno mas, como si me conocieran de toda la vida.

Por poner alguna pega es que yo era la única mujer del grupo y la verdad es que no estaba acostumbrada a manejarme muy bien en un círculo de hombres exclusivamente.

Los agasajos y atenciones de que me hicieron objeto, todos y cada uno de ellos, pronto hicieron que me olvidara de ese detalle y me integrara en el grupo casi inmediatamente.

Nos acercamos un poco a Mallorca por el norte, bordeamos la costa hacia el oeste, me señalaron el cabo Formentor y desde allí regresamos a Ciudadela, casi ya a la hora de comer.

Durante toda la travesía bebimos cerveza y pinchamos de todo lo que habían llevado, así que no me explicaba como podían tener ganas de seguir comiendo casi a continuación. Yo por lo menos intentaba al menos comer poco y eso que insistían e insistían hasta que me hicieron probar de todo y beber casi media botella de un rioja fresquito y delicioso.

A media mañana nos fuimos quedando en bañador y ahí me di cuenta por las miradas del todo el grupo, de que mi bikini era más bien pequeño. Como pensaba que la excursión sería de Pedro y yo solos, o si acaso con alguna otra pareja y aunque me quedaba divino, ahora me parecía excesivamente atrevido para estar entre un grupo de hombres, a quienes se les iba la vista sin apenas disimulo.

Por arriba eran dos triangulitos rojo fucsia con un adornito justo en medio del pecho, para disimular la puntita y sujeto con unos cordones muy finos, y por abajo, aunque era normal, de los que se anudan a los lados, era muy estrecho en el culo y se metía entre la raja, dejando bien a la vista las dos redondeces firmes y duras de mi trasero.

El caso es que según avanzaba el día y las cervezas caían y durante la comida, en la que circuló el vino de forma generosa, empecé a lamentar no haber traído un traje de baño entero, en vez de aquel bikini, con el que no había manera de tapar la mitad de mi pecho, siempre al aire por mas que hiciera, ni la casi totalidad de mi culo, por la estrecha tira de tela, que estaba siempre encogida dentro de mi rajita.

Notaba las dos carnosidades expuestas por completo y yo imaginaba que se me vería incluso el redondo agujerito cuando me agachaba para hacer cualquier cosa. El roce de la tela por mi sexo, introduciéndose por dentro, humedeciéndose y apretando mi clítoris suavemente, y sobre todo, las miradas de todos ellos sobre mi cuerpo me tenían en un estado medio febril.

Al final de la comida todos conocían al detalle todo mi cuerpo. No me miraban con insistencia o de forma incomoda, pero era lógico que cada uno intentara agasajarme a su manera, ofrecerme algo, limpiarme si derramaba el vino… Empezaba a gustarme ser el centro de atención: era como la reina de aquel barco y ellos mis súbditos.

Dejé de colocarme bien el sujetador cada vez que veía sus miradas en mis tetas, pensando que se me veía el circulito más oscuro o que se habría salido algo más, debido a las risas y el jaleo que nos traíamos.

También dejé de preocuparme si al estirarme sobre la mesa para alcanzar algo, mis tetas colgaban casi libres, ofreciendo un espectáculo que yo definiría como babeante para los comensales que estaban enfrente de mí y cuando mi culo quedaba alzado y abierto para los dos de mi lado, estaba segura que se quedaron con las ganas de palmearlo mas de una vez.

En resumen, me sentí una mas, me integré y compartí sus bromas, intervine en sus discusiones sobre fútbol, sin tener ni idea, sobre política, en la que yo si tengo mis opiniones bien concretas y muy claras, y al final, sobre mujeres, rebatiendo sus anticuados puntos de vista, sus prejuicios, sus ideas preconcebidas y defendiendo la libertad de la mujer y su albedrío para hacer, decidir y comportarse en todos los campos como un hombre o mejor.

La prueba de fuego vino después del café, de un par de copas, e incluso del puro, que yo me fumé o mas bien solté el humo, porque no fumo casi nunca, para demostrarles que podía hacer cualquier cosa que ellos hicieran.

Y esa prueba fue que con el calor del día, de la comida y las bebidas del final, a todos nos apetecía bañarnos y refrescarnos un poco, y ellos, como harían siempre que estaban solos, se quitaron el bañador y se tiraron al agua en pelotas.

Nadie me dijo nada, solo alguno me gritó eso de: ven, tírate, que el agua está muy buena, y yo, no se si por seguir la prueba o por haberme acalorado mas de la cuenta al ver tanto culo blanco flotando entre el agua, o  tantas pollas colgando y oscilando al lanzarse al mar o al nadar panza arriba, me quité el bikini y me tiré de cabeza.

Quiero decir que nadie me lo pidió, ni siquiera lo insinuó ninguno, solo me dijeron que me echase al agua. Es indudable que no les desagradó, pero tampoco hicieron ningún comentario sobre mi desnudez, ni se abalanzaron sobre mí como lobos. Ninguno me tocó, pero era imposible que dejaran de mirarme, más o menos como yo les había mirado a ellos un rato antes, con un poco de picardía, algo de curiosidad y bastante morbo.

O sea, que la total y absoluta responsabilidad de lo que ocurrió a continuación fue por culpa exclusivamente mía.

El agua era transparente y limpia y se veía por abajo la arena moviéndose con el vaivén de las olas y las estrellas, y los pececillos en pequeñas bandadas, las algas flotando…

Gocé de la libertad de nadar sin nada que me oprimiera, de sentir deslizarse el agua por mi piel sin obstáculos, de notar como mi pecho se movía libre al bucear, oscilando a cada brazada que daba. Vi sus cuerpos desnudos por encima de mí cuando me sumergía y disfruté de sentirme integrada en la naturaleza y ser como los peces que nos rodeaban.

Intenté subir por la escalerilla, todavía algo mareada por las copas y el humo del habano que empezaba a hacer su efecto. Me resbalé un par de veces y dos de ellos se acercaron a ayudarme caballerosamente.

Bueno, caballerosamente mas o menos, porque cada uno, con una mano en mi culo, me empujaban hacia arriba. Otro se subió y tiraba de mis manos y al fin, un cuarto, pasó sus brazos por debajo de los míos y me izó a cubierta, donde quedé sentada y un poco aturdida.

El contacto de su pecho con mis pezones me los había puesto de punta y al tener una pierna estirada y la otra flexionada hacia arriba para alcanzar el escalón, ofrecía a los seis una vista perfecta de mi chochito, abierto casi de par en par, sus paredes rositas, el pliegue interior mas arrugado entre dos superficies lisas y suaves y arriba del todo, un puntito redondo y sobresaliente en el que convergían seis pares de ojos y hacia el que ya apuntaba alguna polla que empezaba a despertar.

Me colocaron entre todos boca arriba sobre el techo algo elevado de la cubierta y sentí un montón de manos acariciarme y tocarme por todos los lados. Vi como uno miraba suplicante a Pedro, como pidiendo permiso y éste afirmó con la cabeza.

Poco después sentí como una lengua se introducía y chupaba y me arrancaba mis primeros suspiros, profundos y largos, que aceleraron su exploración. Otras dos estaban en mis pechos y Pedro, en la cabecera, con su polla sobre mi cara, apoyada entre mis ojos, dirigía la operación y daba instrucciones para la siguiente maniobra.

Me fueron penetrando los cinco y todos se corrieron y casi todos me hicieron gozar. El cuarto lo intentó por detrás, ya debía de estar muy sucia y pringosa, pero Pedro le cortó y le advirtió que ese agujero era para él.

Cuando le tocó su turno casi agradecí que me lo hiciera por el orificio trasero y dejase descansar mi escocida vagina, casi al rojo vivo la pobre. La leche de los demás le sirvió de lubricante y se movió y gozó y se corrió como todos sus amigos, y yo quedé ahíta y satisfecha.

Nunca había asistido a una orgía, pero pensaba que debía ser algo parecido a esto, y no lamentaba haberme dejado follar por todos, ni el final con Pedro, ni el calor que sentía en mi interior. Era realmente una experiencia inolvidable y nunca se me había pasado por la cabeza que fuese capaz de hacer esto ni de aguantar tantas pollas seguidas dándome placer.

Mi cuerpo casi helado por el agua, ahora ardía. Uno me abría las piernas y entraba suave y cuidadosamente, mientras se agarraba a mis muslos para poder empujar mejor. Algún otro se acercaba a mí, tanto, que no tenía mas que doblar la cabeza para tener en mi boca su herramienta.

Donde pusiera la mano, allí encontraba alguna otra cerca, dispuesta a que la agarrase y apretase y endureciese con mis manejos. Sentía un orgasmo, algo me inundaba, mi cuerpo vibraba, se retorcía y de pronto el vacío en mi chochito y un fresquillo entraba por mi cavidad abierta del todo.

Algo se acercaba de nuevo, tanteaba, notaba sus manos cerca de mis muslos manejando algo, apuntando y de pronto, zas… el frío volvía a desaparecer y un enorme calor me incendiaba conforme la polla que entraba rozaba mis paredes en suave vaivén, hasta que la sentía golpeando y arrancándome nuevos gemidos y hasta gritos incontrolados, y me oía a mi misma pedir mas y mas y mas…

Y el último Pedro. Solo me levanto un poco las piernas. Debía estar asquerosa y pringosa, pero eso le facilitó la tarea. Apuntó con cuidado mientras yo me encogía involuntariamente al sentirlo en mi culo. Iba despacio y yo me abría con deseo hasta que entró toda.

Tocaba mi pecho, me besaba, sus manos ascendían por mis piernas, unos labios rozaban los dedos de mis pies… no se cuando se corrió, apenas lo sentí entre el calambre intensísimo que me recorrió desde esos labios que me besaban hasta la punta de mis pelos desparramados por la tabla de la cubierta.

Cuando su aparato empezó a decaer y se salía de mí, se echó delicadamente sobre mi cuerpo y me dijo bajito:

  • no te preocupes, que lo he filmado todo para que se lo puedas enseñar a tu marido.

¡Qué detalle! Había pensado en él mientras organizaba los turnos para que gozaran de mí y hasta se había traído la cámara por si había oportunidad de grabar algo excitante. Me pareció excesivo, pero no tenía ganas ni fuerza para decirle nada.

Tampoco me di cuenta de cómo me miraban los seis, allí estirada sobre la cubierta. Mi cuerpo desnudo brillaba de sudor y de pronto sentí casi como vergüenza. Estaba totalmente expuesta y mis dos agujeros abiertos todavía palpitaban y escurrían ante sus miradas ya calmadas.

Me di la vuelta, cerrando un poco las piernas y volviendo la cabeza tímidamente. ¡A buenas horas! Pero estaba feliz. Que sesión de sexo tan tremenda… ¡que sensaciones! ¡Que placer! Satisfecha, ahíta, cansada, agradecida… no se como me sentía.

Entonces me vino a la cabeza un pensamiento más bien tonto: esperaba que a mi marido esto no le pareciera demasiado, o que opinara que esta vez me había pasado un poco… pero tenía que pensar como quedarme con la grabación antes de a que Pedro se le ocurriera enviársela, esas escenas no podían llegar a sus manos ni a las de nadie.

Me adormecí cansada y relajada mientras el ronroneo del motor y el vaivén del barco nos acercaba a la costa de vuelta.