Como para cerrar un trato tuve que abrirme
Segunda parte de la PROPUESTA, en la que las historias de nuestra amiga la llevan por nuevos caminos de placer y sexo. Contiene fetichismo y mucho morbo.
Ya os conté como pasé a trabajar para un hombre muy poderoso como su secretaria, ayudante y desarrollista de proyectos.
En un tiempo, gracias a mis habilidades como estudiante aventajada de la academia de servicio y sacrificio, además de forma literal me convertí en la colaboradora nº 1 de Jordi. Su abnegada sierva.
La historia que voy a relatar sucedió cuando recibimos una delegación de un país árabe para renegociar los tratos respecto a la extracción y refinado de petróleo que nuestra empresa había estado llevando a cabo allí. El tema era complicado, porque los magnates rusos del petroleo y del gas habían estado negociando duro con la intención de expandirse en la Península Arabiga, y la pérdida de nuestro contrato podría suponer un duro varapalo a la empresa.
La delegación la componían unos jeques y su séquito, que se alojaban en Madrid. Tuvimos que desplazarnos a la capital, y establecer nuestra base de operaciones en un céntrico hotel, cercano al de los jeques. Jordi estaba histérico con el tema, intratable, no había quien le hablara.
El primer día, lo dedicamos a enseñar la capital a los jeques, de manera de cortesía, les llevamos a un restaurante donde podían ver flamenco en directo (los tópicos españoles)… y a visitar otros lugares de interés. Por la noche, ya en nuestro hotel, mientras repasábamos los planes a seguir, intenté, sin suerte tranquilizar a Jordi, con un masaje, que mientras se lo estaba dando, le sonó el móvil.
-Si, digame.
-Señor Jordi, soy Abdul Mohammed. Nos gustaría invitar a su joven ayudante a cenar esta noche.
A Jordi le cambió la cara, al momento vió una oportunidad de dar un giro a la situación y pensó en aprovecharla.
-Si señor. Enseguida la envio a su hotel.
-No se preocupe, nosotros enviaremos a alguien a recogerla. En una hora en la puerta del hotel.
Jordi colgó y me miró con media sonrisa. –Parece que les has gustado, quieren invitarte a cenar-. Lo que menos me apetecía después de todo el dia dando vueltas por Madrid era cenar con unos jeques árabes, pero parece que en un caso así, había que aventajar a nuestros competidores rusos. Además, si Jordi me lo ordenaba, no había mucho más que hablar.
-Quiero que atiendas todos sus deseos- y remarcó – TODOS, no olvides quien eres ni quien soy yo.
Corrí a la ducha, y me preparé lo mejor que pude con la ropa que había llevado. Decidí soltarme el pelo, en lugar de llevar coleta, como había estado todo el día. Me anudé un pañuelo al cuello, y me puse el conjunto de dos piezas, chaqueta y falda.
A la hora convenida, estaba esperando el coche que me recogería. Llegó un mercedes, del que se bajó un arabe para abrirme la puerta. Suba señorita.
El mercedes nos llevó hasta el parking del hotel. Que no estaba a más de 10 minutos, pero creo que lo hicieron para dar una demostración de riqueza y poder.
En el parking había un ascensor, que accionaron con una llave. Nos llevaba a la suite de la azotea del hotel.
Lo que me encontré allí nunca me lo hubiera imaginado. Estaban los 5 jeques de la delegación, sentados en el suelo, alrededor de una mesa, sobre la que había tendida una chica desnuda, cubierta de comida en pequeños platitos. La chica tenía aspecto de ser latina, cubana o algo así. Era esbelta, de grandes pechos. Tenía el pelo largo rizado. Los arabes cogían la comida con las manos, y hablaban entre ellos, como si la chica no estuviera allí. El jefe, me indicó que me sentara a su lado, en un cojín vacío que había.
-Por favor, únete y disfruta de la comida.
Lo hice cortésmente, y me senté con las piernas cruzadas junto a el, al hacerlo, ante la incomodidad de las botas, se me acercó una de las chicas que atendía el banquete, y se arrodilló junto a mi para quitarme los zapatos. Le dije que no hacía falta, pero el insistió en que fuera ella. Era curioso y divertido ver el aspecto que tenían. Tenía aspecto de odalisca, y llevaba la cara tapada por un velo. Aparte de eso cinturón de monedas y pulseras y tobilleras, pero no tenía nada mas de ropa.
No sabía cuales eran exactamente las intenciones de los árabes, pero intuía que no tardaría en saberlas.
Después de comer, y hablar de asuntos triviales con el jeque, que se deshizo en halagos por mi pelo y la forma del arco de mis pies, y mis uñas, dio dos palmadas, y entraron dos odaliscas, que para mi sorpresa se acercaron a la chica de la mesa, y limpiaron los restos de comida que quedaban con la lengua. Los demás comensales se iban animando y les daban palmadas en el culo. La chica no se inmutaba, parecía acostumbrada a este tipo de actuación.
El jeque me invitó a que yo también participara en la limpieza de la chica, y la verdad es que yo no tenía mucho entusiasmo en participar de dicha orgía alimenticia pero recordé lo importante que era complacerles y el castigo que me esperaría si no lo hacía, así que me lancé hacia la chica e imité lo que hacían las demás. Empecé por lamer los pies de la morena y noté como el árabe me agarraba por los tobillos.
-Desnudate tu también.
Recordando lo claro que había sido mi amo, me puse de pie, y empecé a quitarme la ropa, ante los aplausos y los vítores de los demás arabes, que estaban enfervorizados con el espectáculo.
Me quité toda la ropa, quedándome en tanga únicamente y me volví a colocar de rodillas frente a la chica. Seguí lamiendo su cuerpo, que sabía a una mezcla entre aceite corporal y comida picante. Noté unas manos que me palpaban el culo, y las pantorrillas, era mi amigo el jeque, que se había animado a tocar, agradado por mi obediencia. Algo le había hecho pensar que yo seria una chica fácil, y no se equivocaba. No me malinterpreteis, no me parecía nada erótico ser magreada por un jeque delante de todos sus amigos que aplaudian mientras lamía el cuerpo de una mujer semi objeto pero la experiencia de estar en compañía de estos tipos tenía su aquel. Cuando ya les pareció que era suficiente, ordenaron a mis compañeras odaliscas que la levantaran. La cogieron de las manos, y acompañaron suavemente el movimiento de la chica-mesa que comprendía la orden perfectamente, se incorporó y permaneció sentada sobre la mesa. Las odaliscas la abrieron de piernas, y la dejaron con su vagina abierta frente a mi. El jeque cogió un tarrito de chocolate, y lo derramó sobre su vagina.
-Limpialo- Me ordenó.
Nunca antes había tenido relaciones con una chica, pero se donde nos gusta a las mujeres que nos toquen y como nos toquen, así que me decidí a comprobar si esa chica era tan inmutable como parecía. Metí la cabeza entre sus piernas y me centré en el clítoris, mientras la chica de madera se resistía por evitar gemir, eso me animaba más a ver como conseguía que gimiera. Mientras las otras dos chicas se habían puesto a tocarla los pechos.
La chica de madera comenzó a hacer movimientos pélvicos, se vio arrastrada por la marea que le estaba dando y no pudo mantener por mas tiempo su fachada… hasta que se vino en mi boca. Me había cansado darle el cunnilingus a la esclava de ébano, y había tenido una sensación rara, pero placentera. Las odaliscas se la llevaron cogida de las manos a una habitación. El jeque me dijo:
-Has estado muy bien, pero ahora quiero que me acompañes y disfrutaremos de tu cabellera rubia.
Vaya, pensé a fin de cuentas tendré mi propia Mil y una noches.
Me dirigí a la habitación que el me había indicado, que curiosamente era la que las odaliscas habían llevado a la chica de ébano. La chica estaba de rodillas frente a la cama, sosteniendo un conjunto de ropa de bailarina del vientre, presumiblemente para mi. Más mil y una noches. Me coloqué la ropa y las odaliscas fueron a buscar al jeque.
Lo trajeron y le desvistieron. Tenía un cuerpo un poco entrado en peso.
Madre mia, pensé cuando vi el aparato que se gastaba. Tenía un tronco gordo y largo, que le caía como un plátano colombiano, y al ver mi sorpresa, me sonrió, las rubias haceis buena chupada, mejor que las arabes, y querrás que este bien mojada cuando te la vaya a meter. De todas las pollas que me he podido meter en la boca, esta sin duda era la mas grande, y no sabia como iba a hacerlo sin que me dieran arcadas. Le hice que se tumbara en la cama y me senté a un lado suyo, extendiendo mis pies hacia su cara, esto le gustó, ya que me los tocaba y alababa la suavidad que tienen. Yo acerqué mi boca hacia ese monstruo fláccido que se iba poniendo más duro a medida que se entretenía con mis deditos. Allá va. Siempre he sido un poco chupona, aunque me afectan bastante los olores, y este en concreto tenía un olor bastante fuerte, que me dio un conato de arcada. Giré los ojos hacia el y me miró esperando su premio.
La sujeté con una mano y la muevo de arriba abajo, lamiendo su tronco, su glande, mientras va creciendo, y mi jeque gozando de mi trabajo. Veo que lo estoy haciendo bien, intento evitar metérmela en la boca, pero es cuestion de tiempo que tenga que hacerlo. La cojo con las dos manos y arrimo mis labios a la punta, los abro y la rodeo con ellos. Le masturbo mientras muevo la boca rapido, intento conseguir que se corra, para no tener que meterme eso… Una de las odaliscas se sienta junto a mi, y pone su mano sobre mi cabeza, va a hacer lo que me temo… Empuja de mi cabeza hacia abajo, haciendo gemir al árabe y a mi tener una arcada. Una y otra vez, es desagradable pero sigo haciéndolo…y no se corre aun… La chica retira la presión, dejándome respirar.
-Vale esta bien rubia, no hace falta que lo hagas mas… La verga del arabe esta dura y temible, como una torre… Ya se lo que me toca, me indica que me ponga encima de el, lo cual va a ser de todo menos placentero. Me monto encima suyo y me cuesta horrores que me penetre, a pesar de que esta muy lubricada de mi saliva. La odalisca intenta ayudar untando un aceite y al final entre dolores conseguimos la penetración… El arabe está impaciente y agarra mis pechos con fuerza empujandome mas hacia dentro. Grito, se me saltan las lágrimas y me muerdo la mano. Me muevo como si me estuvieran rompiendo las entrañas, cosa que al cabron le excita mas y me da palmadas en el culo y en las tetas. Le acerco las tetas a la cara y se las dejo que disfrute en ellas, las chupa, las muerde, jadea en mi cara, yo grito mas aun, noto la mano de una de las odaliscas moverse entre mi vagina y sus testículos, acariciando, tocando con lubricante, hasta que empieza a temblar, yo me muevo en círculos para acelerar su orgasmo, y se viene dentro de mi.
Cuando se corre, las odaliscas me indican que me levante de la cama, y me llevan al lavabo de la habitación. Tengo la vagina dolorida, me untan un liquido que me calma en parte y me traen mi ropa. Me visto, y al salir está el jeque fuera.
-Princesa rubia quiero darte un regalo.
Me ofrece una caja, que al abrirla, veo que contiene un collar de oro. Me lo pone el mismo al cuello, y me invita a acompañar a los dos hombres que me trajeron al hotel.
¡Ni que decir tiene que el negocio lo cerramos con éxito, negociando unas condiciones más que ventajosas!