Cómo me trajiné a vuestra madre - Los desconocidos

Aquel invierno estaba siendo más frío de lo habitual y, mientras Marshall y yo discutíamos incansablemente sobre si eran más calientes los guantes o las manoplas, vuestra tía Robin se entregaba a su pasatiempo favorito: follar con desconocidos.

Aquel invierno estaba siendo más frío de lo habitual y, mientras Marshall y yo discutíamos incansablemente sobre si eran más calientes los guantes o las manoplas, vuestra tía Robin se entregaba a su pasatiempo favorito: follar con desconocidos. Y sí, desconocidos va en plural porque le gustaba hacérselo con más de uno a la vez.

Antes de salir de casa, se puso unos ajustadísimos leggins negros. Sin nada debajo, por supuesto. Aquella prenda marcaba su fabuloso trasero e insinuaba su insaciable rajita, poniendo cachondo a cualquiera. Embutió su busto en un diminuto top de generoso escote. Sus enormes pechos asomaban de forma descarada, resultaba imposible no mirarlos. Completó su vestimenta con unos zapatos de tacón y una cazadora de cuero de cintura corta. Después se dirigió a un bar de carretera, en busca de hombres rudos y fuertes, que como ya sabéis, son la clase de tipos que a ella le atraen.

Veinte minutos más tarde estaba de rodillas en un almacén comiéndose una polla enorme. Y cuando digo que estaba de rodillas no me refiero a que estaba tímidamente echada en el suelo a las órdenes de aquel enorme motero. No. Estaba arrodillada de forma sexy, con su precioso culito echado hacia atrás y posado en el suelo, la espalda arqueada, y gozando como una diosa. Se metía todo aquel descomunal falo en la boca, chupando y chupando, mientras miraba a los ojos al dueño, de la forma más lasciva y caliente que os podáis imaginar. Luego se la sacaba de la boca y se reía a carcajadas mientras pajeaba con las dos manos aquella monstruosa salchicha gigante.

Estoy seguro de que a aquel tipo nunca se la habían mamado de esa forma. Estaba totalmente sorprendido, disfrutando de las habilidades orales de Robin, con los ojos entrecerrados y dejándose llevar. De vez en cuando le acariciaba la cabeza o soltaba un “Ohh, jooder, sí, mmmmm”.

El otro maromo, acabó de desvestirse y se puso también frente a la chica. Ahora tenía dos pollas delante de la cara y las fue lamiendo de forma alterna. Siempre mirando a aquellos desconocidos a los ojos, sonriendo. Los muchachos acariciaban su cuerpo, estrujando sus tetas y sobando su culo. Pasó muy poco tiempo antes de que decidieran que la ropa estaba de más. Así que mientras la preciosa morena seguía mamando la polla enorme, el otro se situó detrás de ella y le fue sacando el top.

No llevaba sujetador, así que sus dos enormes, preciosos y perfectos pechos salieron al aire alegremente. Eran redondos y grandes, con pezones rosados y pequeñitos. Bailaban y saltaban al ritmo que ella se movía para pajear o chupar las vergas de sus acompañantes.

La pusieron en pie y tiraron con energía de sus leggins hacia abajo. Le ayudaron a deshacerse de ellos y luego la llevaron en volandas hasta una mesa. Uno de los hombres le separó las piernas y dirigió su boca a su sexo. Fue directo y algo rudo, pero el pesado beso que vuestra tía Robin recibió en su coño chorreante, la hizo arquear la espalda y soltar un largo grito de placer.

El otro se colocó frente a un extremo de la mesa y dirigió su falo gordo y venoso a la boca de ella. Comenzó a follársela lentamente con una mano sobre cada teta. La lengua que tenía en el coño se movía con maestría, alternando caricias largas y lentas con golpes más rápidos y superficiales. Luego entraba y salía de su mojado agujero. La boca pellizcó los labios vaginales con energía y succionó repetidas veces en la entrada de su vagina. Ella estaba en la gloria y soltaba gritos y largos jadeos, que eran ahogados por la polla que entraba y salía por sus labios y llegaba a atravesar su garganta.

Robin agarro la cabeza de su amante oral y tiró de su pelo con fiereza, empujándole la cara hacia ella. Todo el cuerpo de la chica se contrajo y luego explotó en un enorme y delicioso orgasmo. Escupió la polla de su boca para gritar y aullar como una loba del sexo, mientras su cuerpo se convulsionaba. El calor que la invadía fue a más, llegando a todos los extremos de su cuerpo. Enormes ríos descontrolados de flujo a presión salieron hacia la cara y la boca de él, mientras ella seguía gritando y gritando como una posesa. Se relajó, poco a poco, con el corazón aún galopando en su pecho y el sudor inundando su espalda.

El hombre modificó su postura y se puso de pie entre las piernas de Robin. Le metió su descomunal polla poco a poco y empezó a follarla a buen ritmo. El otro volvió a meter su herramienta a través de la boca de la chica, propinándole severas embestidas.

Ella disfrutaba. Acompañaba con las caderas las acometidas de su bien dotado amante y se movía con ansia y deseo. La volvía loca sentir aquella enorme polla en su coño caliente.

El otro chico paró de golpe y sacó apresuradamente su miembro de la boca de vuestra tía Robin. Ella estaba un poco confusa por esa brusca y extraña reacción, aunque en seguida comprendió lo que ocurría. Él estaba a punto de correrse, así que se la sacó de la boca y la meneó un poco apuntando a su cuerpo. Largos chorros de semen espeso salieron en todas direcciones, aterrizando principalmente sobre su cara. Fue una corrida de las que ella describiría como “XXL”, que le dejó chorretones por toda la cara, el pelo y parte del busto.

El semen circulaba por su cara debido a los movimientos que hacía al follar. Cruzaba sus mejillas y se iba descolgando por su barbilla en largos y espesos hilos, que acababan sobre sus enormes y preciosas tetas.

Las embestidas de su semental eran profundas y a buen ritmo. La clavaba dentro de ella y empujaba hacia abajo, duro pero gentil. Apretaba sus tetas y le daba pequeñas bofetadas. Salvaje y descontrolado, y además le faltaban algunos dientes. El tipo de hombre que vuestra tía adoraba.

Los dos cuerpos se movían en un frenesí alocado e incansable, alternando series rápidas y lentas, duras y suaves, profundas y superficiales. Vuestra tía Robin volvió a correrse, apenas unos segundos antes que su chico. Ella acercó la cara a su polla para que éste pudiera repetir la acción del otro y también se corriera en su cara.

La preciosa cara de Robin estaba ahora cubierta de semen, su pelo descolocado y salpicado. Ríos de leche espesa y caliente caían de ella, atravesando las mejillas en ríos e hilillos. Ella jadeaba y miraba de forma sexy a su amante. Había sido una noche fabulosa.

-FIN-