Como me masturbo (Betty)

En este relato os describo una masturbación mía

Estoy en el metro. Entre las caras lánguidas de la gente, mi mente divaga imaginando distintas escenas obscenas que podrían darse en ese mismo vagón. Sonrió levemente y me muerdo el labio. Un hombre mayor me mira. Puedo ver cómo me desnuda con la mirada. Le miro, con esa picardía que oculta el más profundo deseo carnal. Le abro mis piernas a su vista. Sus ojos lo dicen todo. Me siento bien, me gusta exhibirme. Llega mi parada. Ante su extraña impresión salgo, satisfecha del resultado que he dejado.

Llego a casa. Estoy sola, como  siempre. Preparo el termostato de la bañera. Despacio, comienzo a desnudarme. Empiezo por quitarme el vestido negro, dejando a la vista esa lencería negra de encaje que tanto me gusta. Se notan las semanas en el gimnasio. Tengo el vientre algo más plano, los glúteos firmes, y mis pechos firmes. Me miro en el espejo. Me hago un selfie, me gusta que me vean. Pongo una lista erótica en spotify. Sutilmente libero mis pechos. La sensación es fascinante. Acaricio mis pechos, con delicadeza, rozo mis pezones con mis dedos. Estoy ardiendo. Me quito las bragas. Están sucias y huelen a las humedades que mi sucia mente ha tenido a lo largo del día. Abro el segundo cajón de mi armario. Saco de allí un bote de lubricante, un dildo rosa, y un plug anal. Ese cajón es mi cajón sucio. Allí guardo la lencería erótica y los juguetes.

Entro en el cuarto de baño. El agua de la bañera esta templada. Me ruboriza pensar que pudiera haber alguien espiándome. Me meto lentamente en la bañera. El agua resulta relajante. Mi cuerpo se vuelve resbaladizo, mientras yo relajo mi cabeza sobre el borde de la bañera. Imagino la escena del metro. Aquel hombre. Me lo imagino pajeándose delante de mí. Con esa mirada. Me lo imagino espiándome ahora mismo, sacudiendo su pene como un mandril. Me excita ser el centro de atención. Me excita provocar la erección de los hombres.

De repente abro los ojos. Descubro que mi mano derecha, obrando por sí misma, se halla estimulando mis labios externos. Gimo de placer. Vuelvo a recostarme. Cierro los ojos y me relajo. Mis dedos dibujan círculos en mi vagina. Pasan por encima y mueven los labios. La sensación es placentera a la par que relajante. Comienzo a meter un dedo. Me estremezco. Tiemblo y respiro hondo. Comienzo a repetir el gesto. Emito leves gemidos. Acelero lentamente. Con la otra mano meso mi pecho izquierdo. De repente, mis ojos se abren repentinamente y me incorporo, puedo sentir el flujo saliendo de mi interior. El placer es total. Lentamente me levanto. Mi cuerpo mojado brilla ante la luz del baño. Me enrollo una toalla alrededor del cuerpo y salgo del baño.

Llego al salón. Me tumbo en el sofá, abierta de piernas, y con mis juguetes a mi lado. Agarro el lubricante y el plug. Me echo un poco de lubricante en la mano. Esta frio. Lo restriego contra el plug. El tacto del lubricante y la goma me excita. Lentamente, lo introduzco en mi ano. Duele, pero trato de concentrarme en el placer. Mientras lo introduzco, trato de estimular mi clítoris, con el fin de reducir el dolor. Tomo aire, me concentro y lo introduzco hasta el final. Duele mucho. Necesito un tiempo para asimilarlo. Pasados unos minutos, introduzco el dildo en mi vagina.  La sensación es extraña. Placentera y dolorosa a la vez.  Con una mano, penetro y con la otra estimulo el clítoris. Este orgasmo promete ser distinto, más intenso. Se acerca. El sonido que produce el dildo, induce a la humedad de mi vagina. De repente, un chorro de un líquido viscoso y transparente sale de mi vagina. Grito de placer. Me quedo adormilada.  De repente, alguien llama al timbre. Rápidamente me pongo una bata y salgo a recibirle. Me encuentro incomoda. Viene a quejarse de mis ruidos. No respondo, solo asiento. De repente, mi molestia se exterioriza, cayendo al suelo el plug, iluminando la cara del vecino con una expresión de incredulidad. Cierro la puerta. La vergüenza me inunda. Respiro profundamente y vuelvo al salón.me quito la bata. Recojo mis juguetes y los devuelvo al cajón. Me tumbo en el sofá, desnuda. Como una modelo renacentista, con mi pecho descubierto. Meto mi mano entre mis muslos. Finalmente, entre caricias y gemidos me duermo, allí, desnuda, bajo la luz de la luna que recompensa mi sacrificio sexual con un intenso sueño húmedo.