Cómo me folle a mi amigo de los ojos azules

Cuando tienes 15 años estás deseoso de probar el sexo y todo lo bueno que trae, y más aún si lo pruebas con tu amigo de toda la vida, aunque empecéis en un autobús...

Como cada tarde después del instituto, yo me disponía a coger el autobús que me llevara de vuelta a casa. Solían ser sobre las 3 de la tarde, y unido a que no había comido y que llevaba todo el día estudiando no estaba de muy buen humor, sólo quería dormir.

Me monté en el autobús de color verde botella y me fui a sentar a la parte de atrás, que afortunadamente ese día estaba vacía. El autobús se puso en marcha, y para no escuchar el infernal ruido del motor, me puse música y cerré los ojos. Apenas habrían pasado dos minutos cuando el autobús se paró para recoger a mas viajeros, era algo normal, así que no me molesté en abrir los ojos.

Una mano me tocó en el hombro, y cuando abrí los ojos aturdido, me encontré con una mirada azul contemplándome.

Era Raúl, un amigo de toda la vida que de vez en cuando me encontraba en el bus (no era de extrañar, porque estudia muy cerca de mi).

Aunque aquel día no me apetecía nada hablar con nadie hice un esfuerzo para parecer receptivo.

Raúl era un chico gracioso y con chispa, no era difícil pasarlo bien con él. Su cara aniñada, su pelo rubio peinado en tupé y su cuerpo delgado pero deportivo le hacían parecer el amigo ideal, a diferencia de mi que tengo ojos grises, pelo largo y casi siempre tengo cara de aburrimiento o mala hostia, aunque yo no sea así.

Debíamos llevar unos 10 minutos de conversación (de los 30 que dura el trayecto) cuando la conversación se desvió hacia el tema de las chicas. Acababa de ser halloween con todo lo que ello conllevaba: fiestas, alcohol, líos, etc. Así que Raúl tenía tema de lo que hablar, yo no tanto, porque no me había comido un rosco con ninguna que me gustara, se me habían ofrecido un par de tías, pero eran cardos y encima tontas, vamos, rechazo total.

Nunca había tenido por seguro la sexualidad de Raúl, le conocía desde pequeño, y aunque nos hubiéramos distanciado, siempre creí que lo nuestro era algo más que una amistad. Mi primera paja fue con él un día que se quedó a dormir en mi casa, allá sobre los 10 años, y desde entonces habíamos llevado una amistad bastante estrecha, aunque nos hubiéramos distanciado, a los 16 el destino quiso que nos volviéramos a ver más, y allí estábamos.

Volviendo al tema, cuando nos quedamos sin cosas de que hablar los dos decidimos ponernos la música y pasar del otro. El autobús se llenó de gente, y Raúl se puso a mi lado, donde al final se echó una siesta. Mientras estaba dormido pude fijarme en su entrepierna, estaba hinchada, y el bulto que se adivinaba debajo no parecía tener mal tamaño. Me dio corte despertarle para que se bajara, porque su parada estaba antes que la mía, y cuando se levantó para tocar el botón de la parada, su pantalón se tensó y pude ver su polla más marcada, a pocos centímetros de mi cara. Esa visión, no comprendí porque, me puso cachondo, y a los pocos segundos estaba yo también palote. Raúl se despidió de mi y se bajó del bus, andando hacia su casa.

Durante los siguientes días seguimos coincidiendo en el bus, lo que nos permitía mantener confianza, y una semana después ya hablábamos de todo como si nunca nos hubiéramos separado. El viernes volvimos a coincidir, los dos de muy buen humor, después de nuestra charla habitual, cuando ya no quedaba más cosas aburridas de las que hablar, Raúl tuvo una idea interesante. Sacó su móvil, abrió la galería y buscó en ella algo que yo no alcanzaba a ver, pero cuando lo encontró, sonrió y puso el móvil entre los dos (aunque el autobús iba vacío, habíamos tomado la costumbre de sentarnos juntos). Lo que Raúl habia puesto era un video porno, un trio con una adolescente y dos negros bien dotados. Su idea me gustó, y comencé a verlo de buena gana, notando como se hinchaba el bulto en mis pantalones. Para darle más morbo al tema, Raúl sacó los auriculares del móvil, que tenía en el bolsillo del pantalón, los auriculares se le cayeron al suelo, y me agache a recogerlos, dejando mi cabeza a la altura del nabo de Raúl evitar mirar con curiosidad. Estaba hinchado, tanto o más que el otro día, apuntando hacia el vientre de mi amigo, que creo que reparó en mi mirada a su virilidad

Aquello, lejos de ponerme mala cara, pareció gustarle, ya que pude apreciar un brillo travieso en sus ojos. Cuando me incorporé, un negro estaba ya follandose el culo de la rubia, mientras el otro recibía una preciosa mamada. Aquella escena y los sugerentes gemidos de la rubia me ponían a 100, y por lo visto a Raúl también, ya que se mordía el labio para contener el deseo. Aquello fue todo lo que pude aguantar, y bajé lentamente la cremallera de mi pantalón y me metí la mano en los boxers, para poder pajearme con comodidad. Raúl me miró con cara rara, pero después, miró a los lados, y asegurándose que nadie nos podía ver (comprobación que yo no había realizado), deslizó la cintura del pantalón hacia abajo, dejando al iré unos boxers rosas manchados de pre, a los que no tardó en meter mano. Llevaríamos un minuto así, cuando Raúl, aquejado de la incomodidad que supone masturbarse con ropa, decidió subir la apuesta y bajarse también los calzoncillos, dejando a la vista su polla, de color blanco claro (como su piel), de un tamaño medio largo y fina, con la cabeza grande de un color amoratado, y con dos huevos medianos del mismo rematados por una mata de vello rubio oscuro.

La visión me gustó, la debí mirar mas tiempo del que pensaba, porque cuando me di cuenta Raúl me estaba echando miradas de reojo. No tardé en hacer lo mismo, bajandome los boxers yo también, destapando mi polla, apenas un poco mas pequeña que la suya, pero mucho más gruesa, de un color mas oscuro y con una mata de pelo negro rodeándola. Aquello pareció gustarle a Raúl, porque me echó las mismas miradas que poco antes le había echado yo a él. Mientras la escena continuaba en su móvil, nosotros seguíamos masturbandonos suavemente, para no llamar mucho la atención, yo cada vez me iba calentando más, dándole sin parar. De repente, Raúl soltó la mano de su trozo de carne, y me miró con un signo interrogativo en la mirada. No comprendí que quería, y solté mi polla como el había soltado la suya. Raúl pareció darse por satisfecho, y cambiándose el móvil de mano, agarró mi polla con su izquierda. Ese gesto me dejó algo alucinado, ya que no habia comprendido lo que intentaba hasta entonces, aunque se me pasó cuando empezó a movermela de nuevo. Para corresponderle, le cogí yo también su polla, y comencé a darle placer, moviendo mas la muñeca. Aquello nos gustaba a los dos, y pasados unos minutos, cuando ya iba acabando el vídeo, noté que el mástil de Raúl se tensaba, y antes de que lo hiciera, retiré la mano, para no mancharme con su corrida. Ver a su nabo escupir semen me puso cachondo de nuevo, y casi sin darme cuenta, me corrí yo también, aunque a Raúl no pareció importarle mancharse, ya que no quitó la mano hasta que lo hube soltado todo. Le miré a la cara y me lo encontré sonriendo, sacó un cleenex de su bolsillo para limpiarse, y cuando llegó  poco después a su parada, se bajó mirándome a los ojos y sonriendo.

Haciendo balance de aquella experiencia, descubrí que me gustaba, aunque estaba confuso también.

Ese fin de semana era puente, y decidí dejármelo para pensar tranquilamente y ya la semana siguiente hablar con Raúl, aunque no fue eso lo que pasó.

El lunes, fiesta, salí como todos los puentes con mis amigos de siempre, me quedé un poco mas tarde de lo normal, aprovechando que mis padres no estaban en casa y no podían controlarme. Al volver a casa me monté en el bus, vacío a excepción de un asiento en la parte de atrás ocupado por... Raúl.

Me senté con él, me contó que el también había salido con sus amigos y que ya estaba volviendo a casa. Su forma de hablar era la normal, como si no recordara el incidente del otro día. Pasado un tiempo, como de costumbre, nos quedamos callados, yo supuse que esta vez no habria vídeo porno, así que me puse mi música y me encerré en mi mundo. Poco después sentí que Raúl dejaba su mano reposando sobre mi muslo. Yo no sabia si eso seria casual o intencionado, pero me quedó claro cuando comenzó a rozarme suavemente, cada vez mas cerca de mi entrepierna. Aquello no tardó en hacerme reaccionar, y me empiné de inmediato, estado que Raúl ya había alcanzado antes. Me desabroche el pantalón a la vez que él, y los boxers también, dejando al aire nuestros miembros. Aunque supuse que Raúl tardaría poco en pasar a la acción, decidí tomar la iniciativa, y agarré su mástil, para después escupirle y lubricarle bien. Raúl hizo lo propio con la mía, y nos empezamos a masturbar relajadamente, porque aunque el bus iba casi vacío (se habían subido un par de personas delante), había que tener cuidado.

El autobús llegó a una carretera de campo, y el conductor, como de costumbre, quitó las luces en la cabina para ver mejor. Supe que esa era mi oportunidad, le quité la mano de mi entrepierna a Raúl, me agaché, y sin darle tiempo a pensar me metí su nabo en la boca. Su sabor me gustó, era una mezcla entre ácido y salado. Intenté meterme lo más posible dentro y resultó ser más gorda de lo que creía. Mientras Raúl miraba con cara de gusto , gesto que aumentó cuando empecé a mover la lengua. Pasado un minuto Raúl había cogido el ritmo y movía las caderas para ensartarme con mayor facilidad, estrellando su glande contra mi paladar.

Yo sabía que antes o después el conductor volvería a encender las luces, así que me apuré todo lo que pude para acabar lo antes posible. Raúl había retomado su tarea masturbatoria sobre mi, y lo hacía con más ganas que antes.

Mientras yo continuaba succionando cada vez con mas pasión, observé a Raúl mirando por la ventana, acabábamos de pasar su parada, y cómo el no dijo nada, supuse que tendría otros planes.

En una de esas cavilaciones, sentí como Raúl gemía suavemente y su cuerpo se tensaba, aunque no pensaba hacerlo, su mano me presionó la cabeza para que no pudiera escapar, y pocos segundos después, dos trayazos llenaban mi boca del semen de Raúl. Este había cerrado los ojos y disfrutaba del momento. Saqué un pañuelo del bolsillo para limpiar los restos que hubieran quedado en mi boca, y me incorporé al tiempo que el conductor encendía las luces en la cabina de nuevo.

Raúl continuaba pajeandome, cada vez mas rápido, yo preveía que no iba a tardar mucho en acabar, pero decidí que eso no era lo que iba a pasar, y cuando estábamos llegando a mi parada, le quité la mano y toqué el timbre. Ambos nos subimos los pantalones y nos pusimos de pie, aparentando que no pasaba nada (aunque los bultos en nuestras entrepiernas nos delataran)

Al bajar le comenté a Raúl que el próximo autobús que volvía a su casa pasaba en media hora, y le dejé caer si quería pasar ese tiempo en mi casa. Él pareció comprender el mensaje, porque accedió de inmediato, aunque mostrándose un poco serio.

Comenzamos a andar, el camino a mi casa pasaba por una calle con chalets a un lado y un parque en el otro, a esas horas de la noche la calle estaba bastante oscura y solitaria, y una fugaz idea cruzó por mi mente...

-Espera un momento, que tengo que mear -Dije mientras me paraba al lado de un árbol.

-Pero... Si estamos al lado de tu casa -Raúl me miró con expresión extrañada en la mirada, pero una mirada a sus ojos pareció hacerle entender lo que quería.

Se acercó a mi lado, y cuando estábamos a pocos centímetros, se sacó su polla y la juntó con la mía. Las agarró con su mano y empezó a pajearlas, mientras me miraba a los ojos. A mi me encanta ese tipo de contacto, y le dejé hacer lo que quisiera. Al poco tiempo se puso de rodillas, y asegurándose de que no hubiera nadie merodeando cerca, me bajó los boxers a la altura de las rodillas y se metió mi polla en la boca. Aquella era una de las mejores sensaciones que yo había experimentado nunca, Raúl luchaba por meterse la polla más y mas adentro, mientras mantenía mirándome a los ojos con cara de vicioso.

Esa sensación me inundaba de calidez y placer, y supe que no iba a tardar en correrme. Lamenté hacer eso con todo mi alma, pero le saqué el pene de la boca a Raúl, que parecía ya echarlo en falta. Le ayudé a levantarse, y con todo el calentón, le llevé caminando lo mas rápido que pude a mi casa.

Abrí y subimos a mi habitación, Raúl se sentó al borde de la cama, donde no dudó en quitarse la ropa que llevaba puesta, quedándose en ropa interior para mí. Aquella visión de su apetecible cuerpo me excitó aún más, a duras penas me desnude yo también mientras buscaba un condón que me habían regalado días antes, había decidido que ya no había vuelta atrás y no quería que la hubiera. Cuando lo encontré lo dejé a un lado, oculto de Raúl, me acerqué a él, donde ya me esperaba, dispuesto a acabar la tarea que el mismo había empezado. Se la volvió a tragar entera, pero ahora con mas comodidad, lo que me permitió gozar un poco de sus labios carnosos y su lengua joven, que luchaban para arrancar todo el placer que pudieran de mí. Cuando volvía a quedar poco, le hice levantarse y tumbarse sobre la cama. Le bajé los calzones, y comencé a lamer su pene, sus huevos, el perineo, la zona entre el vello púbico y el ombligo, sus abdominales, hasta llegar a sus pezones, deteniéndole para morderlos y jugar con ellos. Raúl se había puesto bastante contento con ese jueguecito, y volvía a disfrutar con los ojos cerrados

Cuando supe que ya no se podía excitar más y que no se podría negar a nada de lo cachondo que estaba, le hice ponerse a cuatro patas sobre el colchón. Al hacerlo pareció extrañado, pero no dudó ni un segundo. Me coloqué detrás suya, acerqué mi boca a su ojete, delineado por una fina linea de vello rubio que lo ocultaba. Mi lengua se abrió paso entre el vello, y tocó el centro de su ano. Raúl no se lo esperaba, y reaccionó dando un pequeño respingo, al percatarse de mis intenciones no evitó poner cara de sorpresa, pero también de placer. Seguí con mi tarea, dejando que mi lengua penetrara ligeramente dentro de el, y que trazara círculos en su puerta. Cuando Raúl ya se había familiarizado con este movimiento metí el dedo meñique dentro de él. Su interiorba cálido y muy apretado, acogiendo mi dedo con efusión. Raúl gimió suavemente para confirmar mi intrusión en él. Después de ese dedo vino el índice, con el que masajee su recto, y cuando vi que estaba lo suficientemente dilatado (para mi nula experiencia), me incorporé, me puse el condón que había cogido anteriormente, escupí en el ojete de Raúl y posé la punta de mi polla en la entrada a su interior.

Raúl miró hacia atrás, levantó más el culo y se preparó para que le ensartada, pero cuando comencé, empezó a gemir con cara de dolor. Cuando ya llevaba la mitad Raúl luchaba por no llorar, y aunque supe que se acostumbraría al dolor me dio pena, así que me acerqué a su boca y le besé con pasión, dejando que mi lengua jugara con la suya. Era el primer beso que nos dábamos, y antes de que acabara, decidí embestirle todo lo que quedaba fuera, provocando que se quedara sin aliento y mirando al infinito.

Sabiendo que ya había pasado lo peor, lo agarré de la cintura y comencé a moverme dentro de él, disfrutando de una calidez y un placer que no podía haber llegado a imaginar. Reparé en que su polla estaba desatendida, a punto de estallar apuntando hacia el colchón, así que volví a masturbarle con suavidad, acompasando el movimiento de mi mano al de mis embestidas. Raúl ya no parecía sufrir, lo estaba gozando bien. Decidí aumentar el ritmo del mete-saca, viendo que no iba a poder aguantar mucho. Raúl también lo comprendió, y se movía para ayudarme en mi tarea, provocando que se adelantara más de lo previsto.

Cuando mi cuerpo se comenzaba a tensar, salí de su interior, me quité el condón que me molestaba y volví a follarme su culo tan fuerte como antes, hasta que unas pocas embestidas después estalle, llenadole el culo de lefa caliente y espesa. Me eché sobre el mientras me vaciaba, masturbándole a toda la velocidad que me era posible. Antes de que pudiera volver a vaciarse el también, le giré y me metí otra vez su mástil en la boca, haciendo que llegara a su segundo orgasmo mientras le pellizcaba los pezones.

Cuando acabamos nuestra escena nos tumbamos el uno junto al otro, acariciando nos la espalda y dándonos pequeños besos. No se que pasará con nuestra relación, si continuará como amigos, si volveremos a repetirlo o si nos dejaremos de ver, pero una cosa está clara, hagamos lo que hagamos, aquella primera paja en el autobús nunca se nos olvidará.


Muchas gracias a todos los que me habeís dado vuestro apoyo, lamento las faltas ortográficas y os animo a todos a comentar.