Como me dejé seducir por un chico gay – 3

De nuevo en el estudio del pintor, primero una sesión de pintura y después otra de sexo.

Cuando regresé al estudio no iba en busca de sexo, de hecho estaba avergonzado y arrepentido de haberme dejado llevar por el sexo, yo no era gay y me gustaban las mujeres, aunque en la noche, en varias ocasiones recordaba como había ocurrido todo y nunca pude encontrar ninguna explicación mas que me había gustado, que había disfrutado y que no quería repetirlo, por supuesto, pero que había sido una experiencia más que gratificante: increíblemente erótica.

Habíamos quedado en vernos otro día, pero se me olvidó la fecha, de modo que cuando llamé y me preguntaron quien era, algún desconocido me abrió, porque no reconoció ni mi nombre ni mi voz. Era un chico joven, algo gordito pero bien parecido, y con ese toque ligero de pluma que delata al gay, y creo que me asusté un poco, por donde me había metido.

Me tranquilicé al rato, su conversación era agradable y amena y cuando le dije que me había propuesto hacerme una pintura, se le iluminó la cara, recorrió los caballetes, miro los lienzos en el suelo, y al fin en un rincón encontró los dos últimos lienzos que había realizado, puestos allí para que no estorbaran, con unos trazos que reconocí enseguida.

  • Este eres tú? - me dijo al mostrarme el cuadro todavía húmedo de cuerpo entero que terminó el otro día – me parecía que me sonaba tu cara cuando entraste.

  • Si, me dijo que cuando estuviera seco me lo podía llevar.

  • Entonces este otro también es tuyo, imagino

Era la lámina a lápiz con el dibujo de mi polla bien derechita, a la que había añadido unos retoques de realismo, pintándola un poco más gruesa y con el relieve de las venas perfectamente trazados.

  • Si, no sabía que las dejase por ahí, a la vista de cualquiera.

  • Bueno, yo vivo aquí, no me queda más remedio que ver todos los días lo que va haciendo, tenemos que atravesar esta sala para ir a las habitaciones.

  • Entonces tú eres…

  • Bueno, su pareja, si quieres decirlo así. Vivimos juntos, sí.

Aquí me fue contando un poco mientras preparaba café que llevaban un tiempo viviendo juntos, pero sin ningún compromiso, que empezó alquilándole una habitación y al final se quedó a vivir allí, en cuanto encontró trabajo. Me pareció buena persona y mis miedos se fueron disipando, amenos en la conversación, y con bastante gracia, se me ocurrió que hacían buena pareja.

No le importaba que pintara a otros hombres desnudos, era su trabajo y además no era celoso (esa palabra me pareció rarísima en su boca, pero pensé que las cosas eran así, daba igual como fuera la pareja) y también me dijo otra cosa igual de extraña para mí: que era muy bueno con él y que estaban a gusto juntos.

Me preguntó si iba a volver a posar, si tenía pensado volver otro día. No lo sabía, yo venía a recoger el cuadro, pero algo me insinuó de que pretendía hacer otro en otra postura, si. Me podría quedar a verlo? Me dijo, pocas veces tengo la oportunidad de ver cómo trabaja.

Me quedé algo cortado, tal vez violento, y casi enfadado por su petición, pero justo cuando le iba a contestar algo de malos modos se abrió la puerta y apareció mi amigo el pintor.

  • Holaaaa, no te esperaba tan pronto, aun no se ha secado y así no te lo puedes llevar. O vienes a posar para el otro cuadro?

  • Bueno… yo venía a por el cuadro principalmente, no pensaba…

  • Mira, ya que estas aquí, haré las primeras líneas, y si te gusta seguimos, espera que me cambio. Has hecho café para mí?

Apenas nos dejó articular palabra ni decir ni que sí ni que no, se dirigió a una habitación del fondo y el otro corrió rápidamente a terminar de preparar el café y buscar unas tazas, para colocarlas sobre unas cajas amontonadas que había por allí. Yo me quedé quieto viendo todo ese trajín de ambos y menos de un minuto después reapareció el pintor como el otro día, con solo un pantaloncillo. Ponte cómodo, me dijo, o mejor, quítate todo y así no perdemos tiempo que ahora hay buena luz.

Bueno, viéndole allí sentado en pantalón corto, no le hice caso, no me pareció oportuno desnudarme delante de una pareja gay  pero me senté a su lado para tomar el café y ver si así me dejaba decir algo al fin.

  • Bueno, verás, yo solo venía para ver si estaba ya seco, no tenía intención de posar de nuevo.

No me contestó, siguió tomando el café sin decir palabra y mirándome, mientas saboreaba y hacía gestos de satisfacción.

  • No, tienes que posar de nuevo, tengo una idea soberbia, la tengo en la cabeza desde el otro día, y necesito plasmarla rápidamente, no quiero que se me vaya.

  • Y por qué no le pintas a él?

  • Ja ja ja, estas celoso? No es lo mismo, a él ya le he pintado, pero yo quiero otra cosa.

  • No sé por qué no es lo mismo, al final un hombre desnudo es lo mismo sea quien sea, no?

Se quedó pensando un rato la tontería que yo acababa de soltar y al final le pidió muy amablemente a su compañero que se desnudase para que viera la diferencia y lo que quería decir. Un poco remiso, tal vez avergonzado, se volvió de espaldas y fue quitándose la ropa, hasta quedar como el otro, con un bóxer bastante ajustado.

Si, ahora efectivamente me di cuenta de lo tonto de mi comentario: no tenía mal tipo, pero le faltaba musculo, era algo fofo, delicado tal vez, le falta masculinidad por decirlo de alguna manera, y de ahí su papel en la pareja.

No sabía que más excusas poner, sin que siquiera se me pasase por la cabeza que no tenía porque poner ninguna, solo abrir la puerta y largarme, y como un perrito obediente, pero sintiendo el morbo de esos cuatro ojos posados en mí, me fui quitando la ropa despacio, dejándola donde antes estaban las tazas, y descalzándome. Por último, levante una pierna y me saqué el slip y ahí lo dejé, tirado en el suelo.

Dio instrucciones a su compañero que me fue colocando de espaldas a él, como me había dicho para sacar la parte trasera de mi anatomía, y sus manos suaves, casi acariciantes, me dieron el primer aviso de que volvía a gustarme eso de ser manoseado por un hombre, y ahora más si cabe, pues no había la menor duda de que estaba disfrutando con mi cuerpo y se explayaba al intentar ponerme en posición.

Menos mal que de espalda no se apreciaba demasiado el principio de erección que ya estaba surgiendo de aquel toqueteo, o eso pensaba yo, porque cuando levantó mi pierna para cruzarla sobre la otra, no pudo evitar agarrar y colocar el rígido miembro y dejarlo libre, a su aire. Todavía le regaló un pequeño apretón mientras estiraba la pierna antes de retirarse a un lado para dejar trabajar al artista.

Con muy ligeros descansos, decidió después de un buen rato que ya tenía suficiente para seguir en el estudio solo, hasta que me presentase de nuevo para rematar los detalles, como con el anterior. Apenas me podía levantar, estaba doblado después de tan largo tiempo sin moverme, y las piernas casi no me sostenían. Tal vez tenía razón y me ponía demasiado rígido, y eso agarrotaba mis músculos.

Entre los dos me sujetaron, y me dieron unas friegas. Sentí sus cuerpos pegados al mío, sus manos recorrerme por todos lados y mi polla de nuevo sin preguntarme que me parecía se levantó como un resorte y me fue entrando el calorcillo del placer.

Sabían perfectamente los síntomas en un hombre de la excitación, era evidente. El pequeño se agachó y metió mi polla en su boca y comenzó una chupada suave pero intensa, mientras el pintor tocaba mi torso, mi espalda, bajaba hacia mi culo y penetraba despacito por mi raja, separando ambos glúteos.

Fue doblándome despacito, despacito, hasta que mi trasero quedó perfectamente expuesto y a su altura, y ahí, como la otra vez, acercó si polla delgada y firme, apretó un poquito y mi culo se abrió inconscientemente para recibirle mejor. Entró como la vez anterior, despacito, abriéndome poco a poco, me hizo sentir y desear más rapidez, que golpease hasta el fondo, pero se lo tomó con calma.

Su compañero tampoco tenía prisa, me daba mordisquitos en la punta, besaba el glande, chupaba esa parte sensible, luego se la volvía a meter entera. Me sentía casi flotar entre uno y otro, trasportado, me sentí utilizado pero pleno, satisfecho del trato, y cuando el pintor aceleró, síntoma de que estaba a punto, el otro se la metió entera en la boca y se follaba el mismo, tragando y soltando, hasta que los tres nos descargamos casi al unísono, y yo gemí y gritaba de placer.

Mientras me iba vistiendo pude ver cómo iba el nuevo cuadro, y entendí la postura y tanto colocarme como él quería, era realmente bonito, me gustaba verme desnudo allí en el lienzo, y aunque sabia que no era gay y pensaba que no lo sería nunca, estaba seguro era que regresaría a ese estudio en más de una ocasión.