Como me convirtieron en vanesa

Una historia de dominacion y travestismo

Mi nombre es, o mejor dicho era, Luciano.

Ahora soy Vanessa, una hermosa y sumisa travesti.

A continuación les contaré cómo llegué a serlo.

Yo era un tipo muy presumido. Había estado con rubias, morochas, pelirrojas, gordas, flacas, maduras y jovencitas. También con embarazadas y lesbianas. Me gustaba presumir delante de mis amigos.

Ellos me insistían en que debía probar con una travesti pasiva. Decían que eran dóciles y tenían muy buena cola para cogérselas.

Yo no estaba convencido, las seguía viendo como hombres, pero mis amigos insistieron tanto que finalmente accedí. Pero no con las que ellos recomendaban.

Busqué en el diario y encontré una: Ceci Love decía el aviso. Llamé y me atendió una voz dulce y melosa. Concerté cita para el día siguiente a las 15 hs en su casa, ya que trabajaba sola, según me dijo, y no era agencia.

Capítulo dos

Tomé el colectivo y llegué al barrio. Era humilde y tranquilo. Cuando llegué al número indicado toqué el timbre. Me abrieron. Era un gran pasillo largo con viviendas tipo chorizo.

La casa de Ceci Love era la del final.

Ceci era una travesti rubia, teñida, de ojos marrones, 1.75 de altura, unos 100 cm de busto y tendría 98 cm de cintura.

El comedor era pequeño. Se veía un pasillo con dos habitaciones.

C: Hola, bebé. Pasá, yo soy Ceci. Ponete cómodo. ¿Te gusta lo que ves?

L: Sí, esta es mi primera vez con alguien como vos.

C: Bueno, no te hagas problema. No muerdo. Pareces nervioso, ¿Deseas tomar algo?

L: Sí, gracias.

Ceci me alcanzó un vaso de jugo de naranja. Lo tomé rápido y me pareció algo ácido. Luego comencé a sentirme mareado. Me desmayé.

Cuando desperté estaba recostado en una cama tipo hospital. Quise levantarme pero no pude. Estaba esposado por dos muñequeras de cuero y unas cadenas gruesas. Intenté mover mis piernas pero era igual.

Comencé a llamar a los gritos a Ceci. Llegó y le pregunté qué pasaba y qué era aquello.

C: Lo que ves. Estás muy bien sujeta.

L: ¿Por qué me hablas en femenino? Soltame ya!

C: Noooooooooo, querida. Nunca más. Te hablo en femenino porque eso es lo que haré con vos. Te travestiré hasta hacerte como yo. Serás mi mujer, caíste en mi trampa.

A: Nunca lo haré ni lo aceptaré. Soltame.

C: Ya veremos. Cuando pasen los días y pases hambre cambiarás de opinión. Además, ¿Qué otra opción tenés? Nadie sabe que estás acá, ni te vio entrar. Cuando te vaya dando las hormonas te pondrás más dócil. Además, tengo un método infalible que te hará más sumisa.

A: ¿Cuál?

C: Muy pronto probarás mi pija. Comenzarás a ser mi mujer y te llamarás Vanessa.

Capítulo tres

Agustín despertó a eso de las ocho del día siguiente. Pensó que todo había sido un sueño. Quiso levantarse rápido, pero cayó pesadamente en la cama.

Sus cadenas unidas a sus muñequeras y tobilleras se lo impedían.

No se oía ruido en la casa. Estaba solo.

Gritó fuerte repetidas veces pidiendo auxilio, pero aquella casa debía tener paredes gruesas porque nadie dio señales de haber sentido sus gritos.

En una pequeña mesa de luz había un mensaje: Vanessa, fui a comprar ropa y algunas cosas para vos. Esta noche te haré mi mujer. Ceci.

Ceci regresó al mediodía. Traía consigo dos bolsas. Una de boutique y otra de género.

C: Vamos, comé. Aquí traje tu ropa. Espero que comiences a aceptar tu nueva vida y no hagas tanto escándalo como ayer.

A: De ninguna manera lo aceptaré.

C: Si vos lo querés así, será por las malas. Pero aquí traigo tus primeras dosis de estrógeno. Las tomarás, quieras o no. También traje muchos tranquilizantes y otras cosas interesantes que verás esta noche.

Agustín comió su comida y luego se sintió pesado, cayendo profundamente dormido.

Se despertó con la oscuridad. No estaba con sus brazos encadenados pero sí muy fuertemente sujetos por sogas a su espalda.

C: Vamos, Vanessa, despertate. Vamos a mi cuarto, te mostraré algo.

Agustín caminó unos pasos por el pasillo y entraron en un cuarto con paredes azules, una cama de dos plazas en el centro y una cómoda. También había un placard empotrado en la pared. En un costado, un espejo de cuerpo entero dado vuelta.

Ceci lo hizo pararse allí y le dijo:

C: Mirate. Te presento a Vanessa.

Dicho esto dio vuelta el espejo. Agustín vio para su horror que llevaba puesta una bombacha blanca de encaje, unos pechos postizos de 90 cm y arriba un corpiño armado también blanco y de encaje. Además llevaba puesta una peluca colorada larga hasta los hombros, lacia.

C: Te dije que pronto serías Vanessa y no me gusta esperar. Ahora te haré mujer.

Dicho esto tiró a Agustín boca abajo en la cama. Le ató una pierna a cada lado con bufandas. De este modo quedaba bien abierto. Ceci fue hasta el comedor y regresó con un almohadón que colocó debajo del vientre de Agustín. Así su cola quedaba levantada.

Agustín sintió algo húmedo en su orificio anal. Ceci lo estaba lubricando con saliva.

C: Bueno, se acabó el juego, nena.

Dicho esto comenzó a introducir su poderosa verga de 25 cm en la cola de Agustín, que sintió un dolor punzante como nunca antes. Parecía como si lo estuviesen taladrando.

Una nueva oleada de dolor lo invadió. Ceci le dijo que se tranquilizara, que ya faltaba poco.

Cuando creyó que no podría más del dolor, Ceci le indicó que ya la tenía toda adentro.

C: ¿Viste que no fue tan difícil? Ahora nos divertiremos……..al menos yo.

Dicho esto sacó la mitad y luego la metió con furia, con violencia. Luego otra vez con más rapidez y violencia, hasta que Agustín sintió que un líquido caliente y viscoso recorría sus entrañas.

C: Muy bien, Vane. Ya has recibido tu primer polvo. Y es el primero de muchos. Muchísimos……..

De repente, Ceci cambió su expresión.

C: ¿Pero qué es esto? –Dijo despectivamente. Agustín no entendía hasta que miró su bombacha. También estaba mojada. Había acabado sin darse cuenta.

Ceci lo abofeteó en ambas mejillas y luego estrujó sus genitales hasta que quedaron morados. A Agustín se le cayeron algunas lágrimas pero no dijo nada.

C: Con que nunca serías mi mujer, eh? Nunca lo aceptarías, eh? Eres una descarada! La primera vez, y no solo lo has disfrutado. Te has corrido sin mi permiso. Pero esto se acaba ahora. Por suerte me imaginé algo así y hoy en el centro te compré algo especial.

Dicho esto abrió una caja, de la cual sacó un tubo plástico con una anilla. Colocó el tubo en el pene flácido de Agustín. Luego ajustó la anilla alrededor de sus genitales y unió ambas partes con un pequeño candado.

C: El tubo tiene una ranura en el extremo para que hagas pis, pero impedirá que te vuelvas a excitar, que se te pare. No podrás penetrar a nadie con eso puesto, ni tampoco pajearte. Y lo llevarás puesto por el tiempo que yo diga. Que será mucho, por cierto. –Le dijo. –Así que ya que no podés penetrar a nadie, sólo tenés una opción: dejarte coger. Y yo lo haré con mucho gusto, nena.