Cómo me convirtieron en una depravada (5/11)
ESTUDIANDO CON CLAIRE Capítulo narrado por la hija de nuestra protagonista, en el que conoceremos un poco más del entorno familiar. Voyerismo, Lésbico.
Había quedado para estudiar en casa con Claire. Oí voces que subían por las escaleras, era mi madre, que subía con ella.
– Érica, guapa, está aquí Claire
– Sí Hannah, ¡Muchas gracias! Nos quedaremos estudiando en mi habitación.
– ¡Perfecto!, yo me cambio y bajo a la piscina a relajarme y tomar un baño.
Claire entró en mi habitación y, tras descalzarse como yo, nos instalamos en un rincón de mi habitación, donde tengo un par de sacos-sofá, para estudiar.
Mientras trabajábamos, no podía dejar de observar a Claire. A pesar de que no eran de su interés, siempre había tenido mucho éxito con los chicos, tanto cuando íbamos al instituto como ahora en la facultad, y no era de extrañar: era una pelirroja realmente guapa, con unos bonitos ojos verdes, nariz respingona y unos sensuales labios que hacían de ella una chica muy deseable. Además, Claire desprendía sexualidad por los cuatro costados, tanto por su actitud como por su forma de vestir, realmente provocativa. En aquella ocasión llevaba un minúsculo top anudado al cuello y espalda, que recogía sus bonitos y respingones pechos sin necesidad de llevar sujetador, y dejando ver el piercing que adornaba su ombligo. Claire era muy aficionada a los piercings, como había podido comprobar en las duchas del gimnasio. A parte del mini-top, Claire vestía unos shorts elásticos que insinuaban una minúscula tanguita bajo ellos.
He de decir que la naturaleza no se ha portado mal conmigo. Más bien delgadita, siempre he estado orgullosa de mi trasero, redondito y respingón, y de unos pechos relativamente grandes, dadas mis proporciones. Aquella mañana me había puesto una cómoda camiseta de tirantes, con generosas aperturas laterales que dejaban ver los laterales del sujetador, y una minifalda de jean.
En estas, mientras estudiábamos, que Claire se levantó y se acercó a la ventana abierta, para tomar un poco el aire.
– ¡Joder!, ¿has visto lo que están haciendo tu madre y la mía?
– ¿Qué pasa?
– Están en la piscina, y parece que se estén enrollando
– ¡Pero qué dices!
Me levanté y fui a ver. Desde la ventana de veía cómo la madre de Clare le ponía bronceador a la mía.
– Claire, sólo se están poniendo bronceador. No seas exagerada.
Me volví a sentar en el saco, mientras Claire seguía observando.
– No, Érica. Conozco a mi madre. En temas de sexo es una leona… y le va todo.
– ¿Cómo?
– Lo que oyes. A mis padres les va el rollo swinger… ya sabes… intercambio de parejas y eso… y mi madre… mi madre es especialmente… liberal ¡Y la verdad es que tu madre es realmente una mujer espectacular! No me extrañaría que mi madre quisiera enrollarse con ella… ¡Hasta yo lo haría!
– La verdad es que, con Hannah, mi padre dio en el clavo. Es un encanto de mujer… ¡y muy guapa!
– ¿Muy guapa? Creo que te quedas corta… ¡Mira cómo le está poniendo bronceador! ¡Le está metiendo la mano bajo el bikini!
En aquel momento me di cuenta de que Claire, más que escandalizarse, se estaba poniendo cachonda mientras observaba a nuestras madres. Sus erectos pezones se marcaban a través de la fina tela del top, y empezaba a acariciarse la entrepierna por encima de la tela del short.
Ver cómo Claire se excitaba haciendo de “mirona” e imaginar a la mujer de mi padre teniendo un rollo lésbico en la piscina, me estaba empezando a hacer efecto; empezaba a excitarme y notar como mi entrepierna se humedecía por momentos.
– ¡La leche! Se ha puesto de espaldas y le está sobando las tetas mientras le pone bronceador.
Claire deslizó su mano por debajo de los shorts, y empezó a masturbarse, mientras sus ojos no se desviaban de lo que ocurría en el jardín.
– ¡Ufff! Me estoy poniendo muy perra con las tetas de tu mami. Lo siento, pero necesito hacer esto.
Mientras tanto, yo ya me había recostado en mi puf. Abrí las piernas y, levantando un poco mi minifalda, aparté mi tanga a un lado para poder tocarme el botón mientras observaba a mi amiga masturbarse y gimiendo calladamente. La situación estaba siendo muy morbosa: Claire masturbándose en la ventana, mientras espiaba a nuestras madres, y yo haciendo lo mismo a sus espaldas. Tenía dos dedos metidos en el conejito y metí la otra mano por el lateral de la camiseta, para sacar mis pechos por encima del sujetador y poder acariciarme las tetas.
Claire abrió un poco las piernas, y pude apreciar una mancha de humedad en su entrepierna, mientras me decía, entre suspiros:
– ¡Ufff! En el bolsillo lateral… de mi mochila… tengo un vibrador… ¿Me lo alcanzas, guapi?
Dejé de masturbarme y me levanté del saco para buscar en la mochila de Claire, donde encontré un pequeño vibrador a pilas, de unos 10 cm de longitud. Lo conecté un momento para probarlo: ¡aquel pequeñín se movía como el demonio!
Me acerqué a Claire por detrás, para darle el vibrador, pero no pude contener mis ganas. Lentamente le bajé los shorts elásticos, besando sus nalgas lenta y sensualmente, y dejando el hilo de su tanga al descubierto. Cuando Claire notó mis labios recorriendo su trasero, más que detenerme, se inclinó hacia adelante, sacando la cabeza por la ventana y apoyándose en el alféizar para que su culo quedara más accesible para mí, mientras continuaba espiando a nuestras madres…
Bajé los shorts y el tanga hasta las rodillas, y mi lengua empezó a juguetear con su agujerito posterior, intentándolo penetrar como si fuera un pequeño pene. Alternaba la estimulación de su agujerito con largos lametones en su rajita, jugueteando con el piercing que rodeaba su clítoris. Claire cerró los ojos y dejó de masturbarse, apoyando sus tetas en la piedra caliente del alféizar mientras llevaba sus manos al culo para abrir más los cachetes y facilitar mi tarea. Respirando pesadamente, a duras penas pudo decir.
– ¡Joder, qué gusto! ¡Sigue así, no pares!
Las piernas abiertas me permitían acceder todavía mejor. Mi boca se acoplaba a su rajita y empezaba a succionar y beber sus jugos, mientras mi lengua jugueteaba con su clítoris. De vez en cuando cogía el piercing con mis dientes y pegaba tironcitos, haciendo que Claire pegara pequeños gritos de placer. El pequeño vibrador ya hacía su función, introduciéndose en el culito de la pelirroja, que no podía evitar los espasmos. El espectáculo que Claire estaría dando desde la ventana de mi habitación debía ser espectacular. Me preguntaba si se vería desde la zona de la piscina.
Claire se giró repentinamente y me cogió la cabeza para hundirla en su entrepierna. Su tierna vagina, totalmente depilada exceptuando un corazón pelirrojo por encima de su clítoris, se veía empapada y enrojecida por la comida que le estaba haciendo. Yo pegué mi boca a su raja, succionando sus jugos y lamiendo y mordisqueando su clítoris, mientras sujetaba el pequeño vibrador, que ya estaba totalmente metido en el culito de la pelirroja.
Claire empezó a encadenar orgasmos. Su cuerpo se convulsionaba y los pequeños gritos se convirtieron en sonoros gemidos, que no debieron pasar desapercibidos por nuestras madres, mientras yo bebía con deleite la catarata de jugos que emanaba de su fuente.
Cuando se recuperó de su orgasmo, me hizo levantar para besarme, se sacó el vibrador del culito y me lo metió en la boca mientras nuestras lenguas se cruzaban en un húmedo y frenético beso, antes de decirme:
– Ahora te toca a ti, perra.
Me cogió de la mano y me llevó a la cama, empujándome al colchón.
Me recosté boca abajo, alzando mi culito, con mis tetas aplastadas en el colchón y mis manos agarrando mis nalgas para abrirlas, tal como había estado haciendo Claire.
Claire se lanzó a comerme el culito, hambrienta. Notaba el piercing de su lengua jugueteando en mi ano, y recorriendo mi perineo hasta tocar mi inflamado clítoris. Mi sexo era otra vez un torrente de flujos, y yo me sentía dominada por su lengua. Claire se recostó boca arriba, con su boca pegada a mi vagina, y yo me reincorporé, sentándome sobre su cara. Succionaba mi vagina como una aspiradora, mientras me introducía el vibrador por el culo. Yo me había sacado la camiseta, y me agarraba y chupaba las tetas, mientras mis dedos pellizcaban mis pezones.
– ¡Diosss, que bruta que eres! ¡Me estás matando de gusto! ¡Mmmmh!
– No iba a ser menos que tú, cariño.
Claire intercambió su lengua por un par de dedos, con los que me empezó a follar lentamente, mientras torturaba mi clítoris con su piercing. La excitación hacía que mi vagina se abriera como una flor, y pronto los dos dedos no fueron suficientes. Claire sacó los dedos para chuparlos, y volvió a la carga, metiéndome más dedos, a medida que mi vagina de iba dilatando, hasta que toda su mano podía entrar en mi cueva. En ese momento cogí el mando de la situación, y era yo la que subía y bajaba el culo, penetrándome con la mano cerrada de esa ninfa del sexo. Notaba como mi sexo se estremecía, y como un escalofrío recorría mi espalda. Tuve un orgasmo largo y muy intenso y no podía contener los gritos de placer mientras mi vagina se contraía y me corría como una cerda.
Cuando acabamos, Claire se relamió los dedos y nos fundimos en un largo y sensual beso, mientras Claire me susurraba...
– No veas como nos han puesto las dos zorras de la piscina. Yo creo que nos han oído, pero no me hubiera importado que tu madre nos sorprendiera follando… es una mujer tan hermosa, que le haría cualquier cosa.
Las palabras de Claire me provocaron un escalofrío, al hacerme imaginar la situación. La mujer de mi padre era muy bella, y tenía un cuerpo que estaba hecho para el pecado.
Nos recompusimos la ropa y reemprendimos el estudio, haciendo alguna que otra pausa para “distraernos”.