Como me convertí en un sumiso. Segundo mes
Relato de la fantasía heterosexual de un sumiso en la cuarentena.
Como ya sabéis los que hayáis leído mis relatos anteriores, mi tiempo como amo estaba acabando, más concretamente solo me quedaban unas horas para comenzar mi segundo mes como sumiso, según el acuerdo que había alcanzado con mi mujer. Era una sensación extraña ya que por una parte lo estaba deseando, pero por otra parte tenía un miedo terrible a lo que mi mujer me pudiera ordenar. En su mes como sumisa la había llevado al límite (aunque eso es otra historia que algún día espero poder contaros) y no sabía si ella haría lo mismo y si yo sería capaz de complacerla.
Perdonad por la extensión de este relato, pero en vez de dividirlo por semanas he decidido colgar uno solo con los acontecimientos de todo el mes.
Cuando a primera hora de la mañana sonó el despertador, Lydia me ordenó acompañarla al baño para enjabonarla y prepararla para irse al trabajo. Una vez que ella estaba preparada para marchar, me colocó el cinturón de castidad y me avisó de que estaría con él puesto al menos una semana de forma continua, me eligió el tanga que debía llevar, blanco de encajes y tul transparente, me sacó un traje y nos fuimos a trabajar, antes de separarnos me comentó unas ordenes de obligado cumplimiento para el mes que acababa de empezar. En esta ocasión eran sencillas, asearla y vestirla por las mañanas, además todo el tiempo que estuviera en casa debía estar vestido solo con la ropa interior que ella me hubiera elegido por la mañana.
Durante toda la semana, mi mujer se dedicó a enviarme mensajes muy subidos de tono por el móvil, muchos de ellos acompañados de fotos suyas en posiciones eróticas, la tuve que comer el coño varias veces, evidentemente todo esto suponía una gran excitación en mi que se veía apagada por el atrapamiento de mi miembro dentro del cinturón de castidad lo que me provocaba grandes sufrimientos.
Cuando llegó el fin de semana y Lydia se despertó la acompañé a la ducha como de costumbre, pero en esta ocasión me pidió que cogiera el bote de lubricante, un consolador doble que tenemos y que lo dejará todo encima de la cama. Después de enjabonarla y ante mi sorpresa me ordenó ponerme a cuatro patas en la ducha y se dedico a limpiarme de forma exhaustiva todo mi cuerpo, principalmente mi culo. La sequé con la toalla y cuando terminé me seque yo también, así que cuando salimos del baño me dijo :
-Ponte a cuatro patas encima de la cama.
Rápidamente obedecí y cuando estuve en posición, se dedicó a untarme una gran cantidad de lubricante en mi ano, una vez preparado, cogió el consolador doble y me introdujo la mitad del mismo. Mi rabo estaba a punto de estallar por la presión del cinturón de castidad, me sentía relleno como un pavo mientras mis intestinos se iban acostumbrando al ancho del consolador. Lydia se colocó también a cuatro patas detrás de mí, agarró la parte del consolador que colgaba y se lo introdujo en su coño mientras gemía de placer.
Poco a poco empezó a moverse hacia delante y hacia atrás, lo que provocaba que ambos estuviéramos siendo follados, no sé cuanto estuvimos así pero Lydia se corrió al menos dos veces, cuando terminó me sacó el consolador, me ordenó cambiar las sabanas, ya que mi polla había estado chorreando liquido pre-seminal ante la imposibilidad de ni siquiera empalmarse y por ultimo vestirme, con un corset de color azul marino con liguero y un culotte a juego.
Nos fuimos a tomar unas cervezas para hacer algo de tiempo antes de comer, habíamos reservado mesa en un buen restaurante de la ciudad y que nos pillaba cerca de casa. Cuando llevábamos 3 o 4 acabadas Lydia me dijo que no podía ir al baño hasta que ella me lo indicara, de momento no supuso ningún problema pero según iba avanzando el tiempo mi vejiga empezaba a dar muestras de estar completamente llena.
Al llegar al restaurante ya no podía más, así que le indique a Lydia que necesitaba ir al baño.
-Señora, necesito ir al baño. ¿Me da su permiso?
-Si, debes ir al baño de señoras, no cierres la puerta de la cabina en la que te metas y siéntate en la taza para mear.
Me daba igual lo que me dijera, necesitaba mear en ese mismo instante, así que me encamine hacia los aseos y espere unos segundos antes de entrar en el de señoras para dar tiempo a que saliera la gente que estuviera dentro. Cuando abrí la puerta me encontré a una señora retocándose en el espejo, por lo que la sorpresa de ambos fue enorme. Rápidamente le explique a la señora que el de hombres estaba estropeado y me habían indicado que entrará en el de señoras, así que continúe andando con decisión hacia la ultima cabina y siguiendo las instrucciones de Lydia, dejé la puerta lo más entornada que pude pero sin cerrarla.
La señora se marchó y estando ya solo, pude empezar a mear tranquilamente. En eso estaba cuando se abrió la puerta del baño y escuche como entraban dos mujeres hablando de sus cosas. En el baño solo había 4 cabinas y yo estaba en una de ellas con la puerta abierta, así que empecé a preocuparme por si me pillaban sentando en la taza con las bragas bajadas, en liguero y con un cinturón de castidad puesto. Mi pene, como siempre en estas situaciones, decía lo contrario y se empezó a comprimir contra las paredes de mi cinturón de castidad. Afortunadamente se metieron en otras cabinas, lo que aproveche para salir lo más rápido que pude....
La comida y la tarde continuó sin más sobresalto, salvo cuando mi señora me pidió que le explicara la situación del baño, fue empezar a relatarlo y mi miembro se puso otra vez para reventar.
Al llegar la noche nos fuimos para casa y según entre me desnudé, lo que provocó que Lydia se descojonara y me dijera:
-Mira que eres guarro... Te gusta que te humille y que te trate como una guarrilla.
-Sí, sabes que es lo que deseo y te lo agradezco mucho. Sé que aceptar esta situación a supuesto un esfuerzo muy grande para ti.
La conversación puso mi pene con una nueva incipiente erección que no había forma de que s eme bajar, para poder dormir tuve que darme unas duchas de agua fría porque las experiencias del día me había sobrexcitado.
Al despertar el domingo, cumplía ya una semana con el cinturón de castidad puesto, pero no me atreví a decir nada. Preparé el desayuno, como siempre vestido solo con la ropa interior de mi mujer y una vez que estaba preparado nos pusimos a repasar la prensa diaria, estuvimos hablando de las vacaciones que empezábamos el siguiente domingo. Habíamos planificado pasar una semana en una famosa zona nudista del sur de España y necesitábamos comprar algunas cosas, aprovechando la ocasión Lydia me recalcó que estaría toda la semana a su disposición y que me fuera preparando para cumplir todas sus órdenes.
Cuando acabamos nos vestimos, nos fuimos de bares y posteriormente a comer, durante toda la mañana Lydia no para de provocarme y de insinuarse lo que ocasionaba que mis huevos estuvieran a punto de estallar y hasta me dolieran de la excitación que tenía. Su vestimenta tampoco ayudaba, se había puesto un sujetador negro de encaje y una blusa totalmente transparente, acompañada de unas medías sujetas a medio muslo con una falta de tubo que estilizaba su figura y unos zapatos de tacón.
Durante toda la comida Lydia me sirvió vino en abundancia, lo que unido a las cervezas del aperitivo y el GIN TONIC de después de comer hizo que estuviera bastante perjudicado. Ya de vuelta a casa y mientras yo me quedaba en ropa interior en el hall de casa Lydia me comentó:
-Cariño, te estás portando fenomenal durante este mes así que hoy tendrás una recompensa. Te voy a quitar el cinturón de castidad y vas a poder follar pero tendrás que correrte en 60 segundos ya que pasado ese tiempo te volveré a poner el cinturón de castidad y no sé cuando te lo quitaré.
-Gracias señora.
Acto seguido Lydia sacó de su bolso la llave del cinturón, unos condones y un bote de EMLA (es una crema anestésica). Me quitó las bragas y el cinturón de castidad, simplemente eso sirvió para que mi rabo se pusiera todo venoso y a punto de estallar. Continuó aplicándome la crema por todo el miembro, los huevos y la zona perianal, mientras la crema hacia efecto se desnudó y me ató las manos a la espalda utilizando sus propias medias. Saco del armario una vagina de látex y la ubicó sobre la cama, la verdad es que me sentí muy decepcionado porque hasta ese momento pensaba que me podría follar a mi señora, pero en lugar de eso tendría que hacerlo con una vagina de mentira. No lo pensé mucho, la verdad, mi grado de excitación y llevar toda la semana masturbando a mi mujer, soportando que me humillará y me pusiera cachondo me tenían al borde del colapso.
Cuando pasaron unos 20 minutos mi pene estaba un poco flácido por el efecto del alcohol y de la crema, así que Lydia me la meneo un poco y cuando parecía que estaba a tono me puso dos condones, me desató las manos y me ordenó ponerme en posición. Rápidamente me subí a la cama y apunte mi miembro a la entrada de la vagina.
-Cuando diga ya, tendrás 60 segundos para hacer lo que quieras con ese coñito. ¿Lo has entendido?
-Si Señora.
-YA. Dijo mientras encendía un cronometro.
Sin más demora, penetré ese coño y empecé a moverme lo más rápido que podía, Lydia iba diciendo en voz alta los segundos que me quedaban.
-Te quedan 30 segundos.
-Te quedan 20 segundos. ¿Q te pasa cariño, no quieres correrte? ¿Sabes que dentro de 20 segundos te volveré a poner el cinturón de castidad?
-Te quedan 10 segundos. ¿Cariño acabas ya? ¿Qué pasa que ir todo el día con ropa de mujer te está volviendo impotente?
-Te quedan 5 segundos. Está claro que no te hacía falta desahógarte, me estás haciendo perder el tiempo para nada...
-¡YA, PARA!
No le hice caso y seguí moviéndome todo lo rápido que podía para intentar correrme.
-!!!!PARA YA!!!!!!!.
Seguí sin hacerle caso, necesitaba correrme, pero la verdad es que no sentía nada y me quedaba todavía mucho rato para conseguirlo y estaba dispuesto a terminar. En ese mismo instante sentí que la piel de mi culo se rasgaba y empecé a notar un escozor terrible que me obligó a retorcerme sobre la cama de dolor, sin más demora note otra vez el dolor y entonces vi a Lydia dándome azotes con una peine de madera que tiene en el baño.
-¿Qué coño haces, no me has oído? Cuando te doy una orden la cumples sin más. Decía mientras me daba un tercer azote que me hizo gritar de dolor.
Lydía, me tumbó boca arriba en la cama, me metió el tanga que se había quitado en la boca y me ato las manos al cabecero de la cama. Para entonces mi pene estaba en su estado normal, lo que le permitió quitarme los condones y ponerme el cinturón de castidad sin mayor problema.
Sacó del armario tres velas rojas y mientras las encendía me dijo.
-Te acuerdas de lo que me hiciste el mes pasado con esto, ¿verdad? Pues no es nada con lo que te voy hacer ahora. (Esto es una historia, de cuando yo era su amo que espero contaros algún día).
Rápidamente empezó a tirarme cera en el pubis y en el miembro, por lo que di gracias de que estuviera ya metido en el cinturón de castidad que le servía de protección. Solo veía las estrellas cuando alguna gota caía justo en la punta que era lo único que mi miembro tenía al aire. Consumió las dos de las velas, lo que provocó que mi entrepierna y el cinturón de castidad fueran una sola cosa, ya que la cera se había ido solidificando y había conseguido pegar el cinturón a mi piel. Mi miembro no se veía, todo era una masa roja que estoy seguro me impediría moverme con normalidad cuando aquel tormento finalizará.
Cuando acabó con la segunda vela, me desató y me ordenó ponerme en cuatro. Encendió la última vela y me la introdujo en el ano, lo peor fue cuando empujó mis huevos hacia atrás y los dejó justo debajo de la vela. Según se iba fundiendo la cera, goteaba directamente sobre mi zona perianal y la parte posterior de mis huevos. Como agradecí que la crema que me había dado para dormirme la zona todavía tuviera algo de efecto porque de lo contrario me hubiera muerto de dolor.
Finalmente Lydia se acabó cansando por lo que apagó la vela, me sacó sus bragas de la boca (que no eran más que un trapo mojado por mis babas y arrugado), se vistió y me ordenó no limpiarme hasta que pasara una hora, cuando hubiera terminado me tenía que poner sus bragas y salir al salón para ponerme a su disposición. Cuando finalmente pasó el tiempo establecido me miré en el espejo y entendí rápidamente que aquello no sería fácil, tenía una capa roja de cera como de un dedo de alta que me llegaba desde el ano hasta casi el ombligo. Intente moverme el cinturón de castidad y no fue posible, así que poco a poco y a base de tirones fui consiguiendo que mi piel apareciera, evidentemente lo peor fue quitar la cera de mis huevos y de mi ano así que después de una hora de tormento conseguí quedarme sin cera en mi piel.
El resto del día y de la semana paso sin mayores acontecimientos reseñables, tuve que darle placer a Lydia varias veces y ella cuando tenía un rato y le apetecía me humillaba haciéndome comer como un perro o riéndose por ir vestido con su ropa interior.
Al llegar el domingo nos dispusimos a disfrutar de la semana de vacaciones que habíamos preparado, nos despertamos pronto, nos vestimos y cogimos el coche para irnos hacia nuestro destino. Como siempre nos turnamos a la hora de conducir para que sea más descansado y cómodo el viaje. Según empezó ella a conducir me dijo:
-Cariño, ¿Cuánto tiempo llevas sin correrte?
-Señora, tres semana.
-¿Tienes ganas?
-Si claro. Pero es una decisión suya.
Ella sonrió y mirándome me dijo. ¿De verdad te gusta este rol que hemos adoptado? ¿Te gusta que te vista de mujer? ¿No serás maricón? ¿Te gusta que te humille? ¿Te gusta que te castigue?
-La verdad es que me daba vergüenza contestar, así que le retire la mirada y bajando la cabeza conteste a todas sus preguntas:
Sí, me gusta el rol. La verdad es que pienso que hemos mejorado mucho en calidad y cantidad nuestra vida sexual desde que decidiste ser mi Ama. ¡No soy maricón!, nunca me lo montaría con un tío, es más, lo más humillante que haces en vestirme de mujer por eso me gusta, porque me gusta que me humilles no porque sea maricón. No me gusta nada que me castigues, pero entiendo que está dentro del proceso de aprendizajes que todo sumiso necesita.
-Pues no lo entiendo muy bien, pero si es lo que quieres seguiremos así. ¡Quítate los pantalones!
-Si Señora. Me desabroche el pantalón y tire de él hacia abajo. Así que me quedé en el asiento del copiloto con mis medias sujetas a medio muslo y un culote rojo semitransparente que permitía ver mi cinturón de castidad con total claridad.
Cuando adelantábamos camiones y autobuses, mi mujer se ponía en paralelo y se mantenía un rato a la altura de la ventanilla, por lo que los conductores podían verme con total claridad, yo en cuanto podía trataba de taparme con las manos, pero Lydia me ordenó retirarlas, como decidí no enfadarla cumplí de inmediato sus órdenes.
Cuando tocó cambiarnos para conducir yo, Lydia no me permitió vestirme, así que paró en una gasolinera y tuve que bajarme del coche sin vestir y cambiarme al otro lado del coche, pero Lydia no se bajó y además cerró el seguro de la puerta. No se cuanto tiempo me tuvo de pies, vestido con medias y culotte pero me aterrorizaba la idea de que entrara en la gasolinera algún camión de los que habíamos adelantado, para colmo mi pene ya estaba dando muestras de que aquella situación le gustaba por lo que el culotte ni siquiera podría ocultar mi incipiente erección, finalmente me dejó entrar y coger mi ropa para vestirme. Una vez nos pusimos en marcha, Lydia me desabrocho el pantalón y me empezó a realizar una mamada con el cinturón de castidad puesto, mientras me chupaba el plástico que rodeaba mi miembro, metía su lengua por la punta del mismo para chupar la punta de mi polla, luego se pasaba a los huevos y los relamía una y otra vez, mi pene empezó a hincharse hasta tal punto que pensé que iba a romper el cinturón, acto seguido empezó a expulsar liquido pre-seminal que Lydia iba limpiando mientras tanto, ella se masturbaba en el asiento del copiloto hasta que se corrió un par de veces, en el momento que lo consiguió paró de chupármela y continuamos con el viaje.
Llegamos a nuestro destino a la hora de comer, el hotel en el que estábamos alojados está en primera línea de playa y es nudista 100%. Hicimos el checking y nos dirigimos a nuestra habitación, decidimos deshacer el equipaje e irnos a comer a un chiringuito de la playa.
Cuando terminamos de ordenar todo, nos desnudamos y Lydia se encaminó a la puerta para marcharnos a la playa.
-Señora, yo no puedo salir e irme a la playa con el cinturón de castidad puesto.
-¡!Perdón!! Tu saldrás con lo que yo diga.
-Pero Señora, en la playa hay mucha gente y no puedo pasear por la arena con esto puesto... Además, el plástico se recalentará mucho y me puede quemar.
Parece que esta última afirmación la hizo reconsiderar la situación porque de repente se encaminó hacia la habitación.
-Súbete a la cama y ponte en cuatro, me dijo mientras sacaba el plug joya del armario.
-Pero Señora, tampoco voy a salir con eso metido en el culo.
-Sin decir nada más, me pego tres o cuatro azotes en el culo. Mira puedes elegir, una de las dos cosas las vas a llevar contigo, dime cual quieres.
-Sopese durante un segundo la situación antes de contestar y pensé que el plug no se me vería si me mantenía de pie, cuando lo tuve claro le dije. Señora, prefiero la joya.
Lydia lo unto de lubricante y me lo metió de un solo empujón hasta que quedó bien encajado, rápidamente me dio la vuelta mientras me quejaba aun por el dolor del culo y me quitó el cinturón de castidad. La reacción de mi miembro fue inmediata y se puso con una erección como nunca había visto, parecía hasta más grande y gordo, me dolían hasta los huevos.
-Vámonos, que tengo hambre.
No quería enfadarla más, pero no podía ir por el hotel y por la playa con aquel calentón, además a cada paso que daba el plug me excitaba más y más por lo que no conseguía que se me bajara el empalme. Me puse la toalla delante y la seguí por los pasillos del hotel.
Una vez en la playa, nos encaminamos hacia el chiringuito, que también era nudista, para tomar unas cervezas. Quería pensar que mi plug no se veía porque no notaba que la gente me miraba así que me empecé a relajar y para cuando llegamos a la barra mi polla ya solo estaba morcillona.
Se acercó una camarera y nos preguntó que deseábamos tomar, justo cuando le iba a pedir dos cervezas Lydia apretó con sus dedos el plug lo que hizo que se metiera un poco más dentro de mí, así que ni si quiera pude pedirle nada y provocó que mi rabo se volviera a levantar descaradamente. Finalmente Lydia fue la que tuvo que pedir yo estaba rojo como un tomate y a punto de salir corriendo, pero sabía que si lo hacía Mi Señora se enfadaría mucho.
-Cariño, si alguien te pregunta por algo del plug le contestas que hablé conmigo.
Estuvimos como un par de horas en el chiringuito, en las cuales Lydia me hizo ir varias veces a la barra y al baño, de tal forma que me pasee por todo el local con el culo relleno por un plug esmeralda que me estaba volviendo loco, después de tres semanas sin poder correrme. En una de las ocasiones la camarera me preguntó que por qué llevaba puesto un plug a la vista de todo el mundo, así que en ese momento fui consciente de que cualquier persona me habría visto con una esmeralda metida por el culo, como conocía la reacción de mi miembro ante estos pensamientos le dije que se lo podía preguntar a mi Señora puesto que no tenía permiso para contestarla y seguí hacía el baño lo más rápido que pude. Cuando salí, la camarera estaba hablando con Lydia, ambas me miraron y se rieron, cuando llegue a la mesa me senté y pude escuchar que estaban hablando de nuestra relación y de mi situación de sumiso durante ese mes, hablaban como si no estuviera y me avergonzaba todo lo que decía Lydia, le estaba contando todas las cosas que me hacía hacer y decir. Mi pene empezó a endurecerse de nuevo mientras yo rezaba porque no me hicieran levantarme.
-Cuando termínanos de comer Lydia me preguntó delante de la camarera:
-Cariño, llevas empalmado casi dos horas ¿Quieres correrte?
-Si Señora, lo que más deseo pero sabe que estoy a su disposición.
-Vámonos al hotel que vas a tener tu recompensa.
Cuando atravesamos la puerta de la habitación, Lydia pidió unas bebidas al servicio de habitaciones y me empezó a hacer una mamada de campeonato, mientras me la chupaba me quitó el plug y me empezó a penetrar con los dedos. Sabía que me iba a correr enseguida pero no pensaba parar ni decir nada, aunque fuera solo un minuto, necesitaba vaciar mis huevos. Lydia paró en el momento justo y me ordenó que me subiera a la cama, con los pies subidos a la pared y la cabeza en la almohada con la boca abierta, estando en esa posición empezó a masturbarme hasta que consiguió que de mi polla salieran como seis o siete chorros de semen que por la posición cayeron directamente sobre mi cara y mi boca mientras mis piernas temblaban de excitación y gusto.
En ese momento, llamaron a la puerta y dirigiéndose al baño me pidió que abriera la puerta sin limpiarme, la puerta seguía sonando pero yo estaba paralizado, no podía abrir con toda la cara y el pelo lleno de semen. Lydia desde el baño me gritaba que abriera y la puerta seguía sonando así que me encaminé hacia la puerta y bajando la cabeza todo lo que pude abrí.
Apareció la camarera y para mi sorpresa era la misma que la del chiringuito que nada más verme se descojonó de la risa y llamó a Lydia que salía ya del baño con el arnés puesto.
-Hola guapa, ¿Qué tal estás? Le preguntó Lydia a la camarera.
-Bien, ya veo que has permitido al sumiso tener una alegría ¿no? Contestó ella.
-Si pero no te preocupes, lleva tres semanas sin correrse y todavía le queda mucho. Cariño, mi amiga no ha visto nunca un sumiso y estaba interesada en aprender cosas, además nos vendrá bien para grabar todo lo que hacemos para la web, me indicó. Bueno, estábamos con tu premio ¿Qué quieres hacer ahora? Me acababa de correr, así que sabía que tardaría un poco en volverme a correr por lo que decidí pedir lo que más me gustaba: Bueno, me gustaría darla por el culo Señora.
-Está bien, pero no puedes correrte hasta que te de permiso.
Sin quitarla el arnés, la apoyé en una encimera y la empecé a chupar el ano, mientras le metía un par de dedos en el coño. Pronto Lydia empezó a gemir, mientras la camarera se sentaba en un sillón de la habitación y cámara en mano grababa todos los detalles. Cuando tuve el ano bien embadurnado de saliva saque los dedos del coño de Mi Señora y los metí en su agujero trasero mientras que empezaba a chupar su coño. Lydia se retorcía de placer y se corrió con gran estruendo. Me retiré un poco y agarrándome la polla la apoyé sobre su ano, empecé a empujar con firmeza y decisión hasta que conseguí que mis huevos chocaran con su culo.
Paré un rato para deleitarme con la situación, tenía a Mi Señora rellena con mi miembro y gimiendo como una perra. Empecé a bombear mientras me agarraba a sus caderas con fuerza, me solté de las caderas y dirigí una mano a su clítoris y la otra a una de sus tetas. La agarraba con fuerza del pezón y movía con avidez la mano sobre su clítoris lo que provocó que ella gimiera con más fuerza, nos debía estar oyendo medio hotel pero me dio lo mismo. Pronto le introduje dos dedos en su coño mientras seguía bombeando con fuerza lo que precipito su orgasmo entre fuertes gemidos.
Sin sacársela del culo la deje descansar un poco para que recuperara, pero no fue mucho tiempo porque necesitaba correrme otra vez, estaba como loco por vaciar mis huevos después de su largo cautiverio así que empecé de nuevo a bombear con fuerza dentro de su culo, estaba empezando a sentir ese cosquilleo en mi rabo que anuncia una inminente corrida, así que se lo anuncié a Mi Señora para que me diera permiso para correrme.
-Señora, ¿Puedo correrme?
-No, sácala inmediatamente y no te toques.
Seguí sus instrucciones y me quedé de pie conteniendo como pude mi orgasmo, mientras tanto Mi Señora se recuperaba de la enculada y embadurnaba muy bien su arnés con abundante lubricante.
-Cariño, sal a la terraza. Ponte en posición con la cabeza por fuera de la barandilla.
Rápidamente me dirigí a la terraza, junto con la camarera que se ubicaba en una nueva ubicación para seguir grabando. Cuando llegué a la terraza me coloqué con medio cuerpo fuera de la barandilla mientras que con las manos en mis nalgas abría todo lo que podía mi agujero del culo para ayudar a Mi Señora en su penetración.
Mi Señora se ubico detrás de mi, y de un solo golpe me introdujo todo el falo de plástico en mi culo. No pude evitar gritar de dolor por la invasión, pero me tuve que contener porque me podía escuchar toda la piscina del hotel.
La situación era un poema, cualquier persona que mirará para arriba o que se asomará a su terraza podía verme siendo enculado por Lydia. Poco a poco mi mujer empezó a incrementar el ritmo de la follada, en esas estábamos cuando me ordenó que cambiara de posición. Me llevo a la cama, se tumbo boca arriba y me pidió que me sentará sobre ella pero de frente a la cámara.
Me quería morir, hay estaba yo, delante de una desconocida que me estaba grabando en video, sentándome sobre una polla de plástico y con una erección espectacular, pero la verdad es que la situación me gustaba, no se me ocurría nada más humillante en esos momentos.
Una vez en esa posición se dirigió a la camarera y le dijo:
-Hazme un favor, coge esas cuatro pinzas de la mesilla y pónselas en sus partes.
No me gustó nada la situación, no me gusta que nadie más participe en nuestras relaciones pero no me atreví a decir nada, no quería enfadar a Mi Ama.
La camarera me colocó tres pinzas en el rabo que soporte bastante bien y dejo la ultima para los huevos, cuando la puso note un dolor agudo en los huevos que me hizo encogerme y agarrarme con las manos mis partes.
-Quieto gritaba mi Ama tumbada en la cama. Empieza a follarte tu solo.
No me podía mover del dolor que sentía, así que mi Señora empezó a darme azotes con todas sus fuerzas. Poco a poco empecé a moverme hasta que conseguí olvidarme de las pinzas y empecé a ensartarme con todas mis fuerzas la polla de plástico. En esas estaba cuando la camarera me pegó una palmada con todas sus fuerzas en mi rabo que hizo saltar por los aires las tres pinzas que tenía enganchadas, la verdad es que no me dolió mucho, más bien me excitó sentir el alivio de no tener las pinzas pero quedaba una sola y la que más me molestaba, la de los huevos. Afortunadamente se limitó a quitarla sin darme más golpes.
Cuando Mi Señora noto que estaba cansándome me pregunto:
-¿Te quieres correr ya?
-Si por favor, no puedo más.
-Está bien, ponte en la misma posición de antes.
Me ubique en la misma posición y Mi Señora repitió el proceso, me masturbó hasta que mi polla expulsó todo su contenido sobre mi cara y boca mientras las dos mujeres de la habitación gritaban y aplaudían con gran entusiasmo. Era la segunda corrida que recibía en la cara y aunque la primera ya estaba, se juntaban los olores y sabores de ambas. Me encontraba realmente sucio y avergonzado por que aquella desconocida me viera en esa situación.
-Cariño, hoy vas a poder correr una vez más. ¿Quieres o paramos ya?
-No estaba dispuesto a dejar pasar la ocasión. Muchas gracias Ama, quiero volver a correrme pero necesito un poco de tiempo.
-No hay problema, consíguenos tres cervezas. Pero antes de irte, acércate a nuestra amiga para que te ponga el plug esmeralda que te queda muy bien.
Me incorporé, busqué el plug por la habitación y cuando le había lubricado un poco se lo ofrecí a nuestra invitada que en ese momento había dejado de grabar. Me incliné hacia delante y le ofrecí el culo para que introdujera la joya con facilidad. Me lo metió con delicadeza, cosa que agradecí porque tenía el ano bastante dolorido y después de un par de azotes me insistió en que fuera a por las bebidas.
-Señora ¿puedo lavarme?
-No, no te demores más. Tienes 5 minutos para estar de vuelta.
Salí de la habitación con toda la cara llena de semen que chorreaba por mi barbilla hasta que caía en el pecho, afortunadamente mi dos corridas habían dejado mi miembro totalmente flácido por lo que, al menos eso, no era un problema para andar desnudo por el hotel. Evidentemente descarté ir al bar del hotel en esas condiciones, así que pensé sacar tres latas de cerveza de las maquina de vendin del hotel que estaban en la planta baja. Nadie podía verme así, decidí irme por los pasillos y por la escalera con la cabeza lo más agachada posible, pero esto provocó que todo el semen empezará a escurriese con largos chorros hacia el suelo a una gran velocidad. Me tuve que parar un par de veces y esconderme un poco por los pasillos para dejar pasar unas parejas que volvían a sus habitaciones.
Cuando llegué a la maquina, me quedaba poco tiempo para regresar con las bebidas, saqué las cervezas y repetí el camino inverso hasta la habitación. La camarera me abrió la puerta y mirando el reloj me dejó pasar y me informó de que me habían sobrado 30 segundos. Ambas estaban en la terraza tomando el sol, por lo que les puse allí las cervezas y me quedé a la espera de las órdenes de Mi Señora.
-¿Tienes sed?
-Si Señora.
-Coge tu plato y ven aquí con nosotras, me dijo mientras aparecía una sonrisa en su rostro.
Me puse rojo como un tomate, sabía lo que aquello implicaría pero no quería defraudar a Mi Señora delante de aquella extraña.
-Vamos! ¿Qué te pasa no tienes sed?
Me encaminé al baño, recogí mi plato y al llegar a la terraza mi señora lo colocó en el suelo junto a una esquina y vertió la cerveza. Me arrodillé y mi incliné para beber mi cerveza desde el cuenco del suelo por lo que mi culo quedó completamente expuesto y mirando hacia las dos mujeres. Todo el semen que aun tenía por la barbilla se había quedado flotando en la cerveza lo que hacía que la cerveza tuviera un aspecto lamentable. Sabía que hasta nueva orden debía comportarme como si fuera un perro, así que bebí otro trago y me quedé tumbado en el suelo a los pies de mi Ama.
Mi señora le contó a la camarera todas las humillaciones y pruebas que había pasado en los dos meses que llevábamos con el rol de ama y sumiso, ella preguntaba por detalles y estaba muy interesada en que hacer para conseguir un hombre que fuera capaz de hacer todas esas cosas. La charla se acompañaba de pequeñas demostraciones que mi dueña me pedía hacer, que si chúpame los dedos de los pies, que si ladra, que si prepara la ropa de esta noche, etc...
Todo aquello empezó a despertar mi miembro que se empezó a poner duro como una piedra, lo que evidentemente no pude disimular de ninguna forma. Cuando nos acabamos las cervezas Mi Señora dijo en voz alta:
-Veo que ya estás preparado para tu última descarga del día y señalando una de las esquinas de la terraza, me indicó que me pusiera en cuatro patas mirándolas a ellas.
-Te vas a masturbar tu mismo hasta que te corras, quiero que con una mano te folles el culito y con la otra te hagas tu mismo una paja. Pase lo que pase no pares hasta que te corras.
Sin más demora y olvidándome de todas mis vergüenzas y prejuicios comencé a masturbarme. Ver a las dos mujeres mirándome fijamente mientras me hacía una paja y yo mismo me follaba el culo me parecía lamentable y hace un par de meses me hubiera parecido impensable, pero mi incipiente orgasmo decía que me gustaba más de lo que era capaz de aceptar.
Pronto aceleré el ritmo y Mi Señora sabía que me empezaba a quedar muy poco para terminar mi alivio, entonces se levantó y poniendo sus pies a cada uno de mis lados me acariciaba la cabeza. Nuestra invitada hizo lo mismo de tal forma que ambas mujeres estaban de pies encima mío, mientras yo seguía pajeandome.
En ese mismo instante ambas mujeres empezaron a mearme la cabeza, la espalda y el culo mientras ambas de reían y la camarera le decía a mi Ama que estaba decidido, quería un sumiso lo antes posible. Mientras ellas terminaban de mearme alcance el orgasmo corriéndome por tercera vez en aquella tarde. Se retiraron, se despidieron y mi Ama me quitó el plug y me dejó limpiarme.
El resto de la semana avanzaba mientras que nosotros disfrutábamos de la playa, el sol y la buena comida y bebida. Todos los días duchaba a Lydia y la ayudaba a asearse, la tuve que comer el coño un par de veces mientras que ella no me había permitido correrme ni una sola vez más. La ultima tarde que estábamos en la playa mientras disfrutábamos de un baño, me preguntó:
-Mañana nos vamos a casa y como esta semana te estás portando fenomenal, he pensado en darte una nueva recompensa ¿Te apetece volver a correrte?
-Claro Señora, ya sabe que yo siempre estoy dispuesto, siempre que usted me lo permita, claro está.
-Bien, pues vamos a terminar de disfrutar la tarde y si no me enfadas, ya veremos que se me ocurre.
Cuando nos preparamos para irnos a cenar, Lydia como de costumbre, preparó la ropa que debía ponerme. Aunque era verano me sorprendió que me preparara un liguero y sus medias a juego, junto con un tanga diminuto.
-Señora, hace un poco de calor para llevar medias. ¿Puede prepararme otra cosa?
-No, tendrás que aguantar un poco. Estás muy mona así vestida.
Sin más nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo y después a cenar. Cuando acabamos de cenar Mi Señora dijo que nos íbamos a tomar una copa a un local que le habían comentado.
Cuando entramos, me di cuenta de que estábamos en un local liberal. Lo que me llevó a unir todas las situaciones de la tarde y rápidamente adiviné que aunque no sabía que iba a pasar, sabía que era el sitio donde tendría mi recompensa.
Cariño vamos a la barra y pedimos unas copas, por favor dos GIN TONIC pidió mi mujer cuando nos atendió el camarero. Nos la tomamos mientras charlábamos y mi mujer me frotaba constantemente mi paquete por encima de los pantalones, según avanzaba la noche en el local había cada vez más gente y ya se encontraba prácticamente lleno de parejas. Pasado un rato un camarero se acercó hacia nosotros y mirando a Lydia comentó:
-Señora, ya está todo preparado cuando usted quiera puede pasar.
-Muy bien, muchas gracias.
-Cariño, ahora vas a tener tu recompensa. Espero que te lo pases bien y te guste lo que te tengo preparado, ponte esta mascara, no me gustaría que nadie nos reconociera.
-Vamos, me agarro de la mano y nos dirigimos hacia una puerta con un cartel de privado.
Entramos en un vestuario, me dio una máscara de latex rojo que tenía un orificio para los ojos, la nariz y la boca, se adaptaba a todas mis facciones como si fuera una segunda piel, una vez me la puse, ella sacó de su bolso otra igual y también se la puso.
-Desnúdate y déjate solo la ropa interior, cuando acabes ayúdame a vestirme.
-Lydia, se puso unos pantalones de Latex con una abertura en la entrepierna que le dejaba todos sus genitales al aire. Luego se puso una camiseta, también de latex que al adaptarse a su cuerpo se volvió totalmente transparente.
Salimos del vestuario por otra puerta que daba a un pasillo que tenía distintas puertas y habitaciones, mientras avanzábamos me empezó a entrar una vergüenza y un miedo tremendo que me impedía incluso avanzar, Mi Ama me llevaba a tirones y me decía que no entendía nada, que llevaba mucho tiempo pidiendo este tipo de cosas y ahora no lo quería... La verdad es que la estaba enfadando, pero era tanto miedo y vergüenza lo que sentía que en esta ocasión ni mi pene reaccionaba levantándose.
Llegamos ante una puerta y Lydia la abrió con decisión, pasamos a una sala diáfana llena de artilugios de BDSM y rodeada por unas ventanas que permitían a la gente de fuera de la sala ver el interior con total claridad, Las ventana estaban ubicadas casi en el techo de la habitación y desde dentro solo se veían las cabezas de la gente que estaba en el local.
-Cuando se cerró la puerta, la habitación se quedó casi a oscuras, solo había una tenue luz que permitía ver a duras penas todos los artilugios de la habitación. Señora, no puedo seguir. Quiero dejarlo, vámonos al hotel.
-No jodas, ¿sabes lo que me ha costado mentalizarme para hacer esto? ¿No ves que estoy vestida de puta, medio desnuda y delante de un montón de gente que puede verme el coño, las tetas y el culo? No voy a consentir que te rajes ahora. Mira, cuando encienda la luz, las ventanas se bajaran, las cámaras comenzaran a grabar y todo el mundo que quiera, podrá ver cómo te comportas con un perfecto sumiso, como vas vestida de putilla y como encima disfrutas con ello e incluso escucharan como pides a gritos permiso para correrte.
-Señora, esto es demasiado, no estoy seguro de que quiera seguir adelante. Podemos parar y hablarlo tranquilamente.
-No, no vamos a hablar nada. Me gritó mientras pulsaba un botón de la pared que encendió las luces de la habitación y bajo las ventanas, lo que hizo que todo el mundo se girará para ver qué pasaba y permitió que el ruido del local empezara a entrar con total claridad.
Lydia me agarró de mi pene flácido, me llevó hacia el centro de la sala y me colocó en un potro que me sujetaba la cabeza y las manos. La altura esta como de un metro de alto, así que me tuve que quedar inclinado hacia delante lo que hacía dejar todas mis partes muy expuestas, luego me puso unos grilletes en los tobillos y los unió a una barra que estaba entre mis piernas. Estaba totalmente inmovilizado, con las piernas muy abiertas y de cintura hacia delante totalmente inclinado y en paralelo al suelo. Desde fuera se oía a la gente gritar y hacer comentarios sobre lo que pensaban que me esperaba, también había muchas mujeres que le gritaban a Lydia sobre lo que debía hacerme o meterme.
Lydia se acercó hacia la pared de la sala, pero por mi postura no veía nada de lo que hacía, pronto sentí como me retiraba la tira del tanga, me untaba algo en mi ojete e introducía un plug de unas dimensiones considerables. A los pocos segundos se acercó hacia mi y me ordenó abrir la boca, me puso una especie de arnés en la cabeza que tenía dos consoladores, uno de ellos, el más pequeño, me lo metió en la boca, de tal forma que el otro quedaba hacía fuera. El aparato tenía las dimensiones exactas para no dejarme tragar, tenía la boca completamente llena y la punta del consolador se había quedado a escasos centímetros de mi garganta, así que a los pocos segundos se me empezó a escurrir la saliva por los lados de la boca escurriéndose por mi barbilla hasta el suelo.
Por último, Lydia enganchó en mi pene un succionador que agarro fuertemente a mi cintura con unas correas para que no se me callera, en la parte de abajo tenía un tubo que conectaba con un cuenco de cristal. Lo poco que podía moverme me permitió ver que había mucha gente mirando por las ventanas, la situación era demasiado y no me estaba gustando nada, pero poco podía hacer ni siquiera hablar.
-Bien, ya estás preparado. Tenemos esta sala dos horas y tienes permiso para poder correrte las veces que quieras. Ahora mismo voy a enchufar el succionador y no lo pararé hasta que nos vallamos, no te preocupes por nada más, nadie puede reconocernos, así que disfruta.
Lydia puso su culo delante de mi cara y poco a poco se fue metiendo el consolador que salía de mi boca en su coño. Cuando consiguió meterlo entero empezó a follarse, primero despacio y luego más deprisa, cuando lo hacía deprisa el consolador de mi boca se me introducía un poco lo que hacía que diera en mi garganta y me provocaba arcadas que me llenaban la boca de saliva que no podía tragar y salían por las comisuras de mis labios. Mientras tanto, con la ayuda de un mando a distancia enchufó el succionador de mi rabo que lentamente empezaba a trabajar mi flácida herramienta.
Lydia consiguió tener un primer orgasmo, sus movimientos me clavaron el consolador hasta el fondo de la garganta durante unos segundos, no pude controlar las arcadas y en una de ellas se me salió toda la saliva por la nariz lo que provocó un estallido de aplausos y gritos en la gente que estaba mirando la escena. Estaba tan agobiado y avergonzado que mi miembro seguía sin reaccionar, estaba como muerto, totalmente flácido pero la maquina había conseguido vaciarme una vez y todos mis restos descansaban en el fondo del cuenco de cristal que había en el suelo y seguía conectada haciendo una succión constante de mi aparato.
Mi mujer se quitó el consolador y desapareció de mi vista saliendo de la habitación, estuve solo como media hora, en ese tiempo la máquina de mi pene consiguió ordeñarme en tres ocasiones mas, pero la verdad es que no me había conseguido más que ponérmela en alguna ocasión morcillona. Cuando Lydia volvió me quitó el arnés de la cabeza y me dio un poco de agua.
-Cariño, ya veo que te has corrido varias veces, tienes el cuenco medio lleno. Estate tranquilo y disfruta.
-Señora, no quiero seguir, no me gusta nada y por favor quíteme el succionador me está empezando a doler mucho mi rabo.
-Lydia me dio un pequeño bofetón. O te callas o te vuelvo a poner la polla en la boca.
Se reincorporó, cogió de la pared un arnés y se lo puso. Me quitó el plug que me había puesto y sin más demora me ensartó de una forma constante hasta que tuve todo dentro de mis intestinos. Empezó a follarme y a darme pequeños pellizcos en las nalgas y en la espalda, no sé cuánto tiempo estuvimos así pero ella se llegó a correr otra vez más antes de que me retirará la polla de plástico y mis intestinos sintiera una sensación de vacío.
Había perdido la cuenta de las veces que me había corrido, las piernas me temblaban y sudaba por toso los poros de mi cuerpo. El cuenco tenía una cantidad considerable de semen y los huevos y mi pene estaban muy doloridos. Parece que Lydia me había leído el pensamiento y en ese momento paró la maquina y me desengancho las correas que lo sujetaban, con cuidado cogió el cuenco para que no se derramara nada y desapareció de mi vista.
En cosa de un minuto, noté que me metía algo por el culo, por las sensaciones que me provocaba era un objeto metálico, fino y un poco largo. Para inmediatamente después comenzar a sentir como algo espeso y caliente entraba en mis intestinos. En ese instante supe que me estaba metiendo todo mi semen por el culo y a juzgar por lo que tardó debía ser una gran cantidad. Cuando terminó, me puso un tapón anal y me advirtió que no se me saliera ni una sola gota.
Me desató las piernas, me liberó la cabeza, las manos y me ayudo a incorporarme, me quito las medias y las puso en el suelo junto con el tanga que también me quitó.
Cariño, casi hemos terminado, quiero que me acompañes al centro de la habitación y te pongas en cuclillas encima de tu ropa interior.
Prácticamente me llevó ella al sitio porque yo no podía ni andar, me puso como me había dicho, dejando mi culo mirando hacia las ventanas de la sala y una vez en esa posición me quito el tapón del culo por lo que empezó a escurrir todo mi semen encima de mi ropa interior. La gente empezó a ovacionar la ocurrencia y dedicaba a mi mujer gritos de admiración por el sumiso que tenía.
Cuando terminé de escurrirme y ya no caía nada de mi culo, Lydía me ayudó a ponerme el tanga y las medias, que estaban empapadas de mis fluidos y salimos de la habitación. Ella se cambio de ropa en el vestuario y nos fuimos al hotel, estábamos exhaustos así que caímos rendidos en la cama.
Cuando me desperté, estaba como un autentico cerdo y olía a todo, las medias totalmente pegadas a mi cuerpo por el semen que tenían encima, de mi culo había seguido saliendo restos de mis corridas por lo que tanga estaba húmedo y pegado a mi piel, me duché y cuando salí hicimos la maleta y nos fuimos para casa, durante todo el trayecto no hablamos de la experiencia y nunca más lo hemos realizado.