Cómo me convertí en un sumiso

Fantasía de un heterosexual interesado en la sumisión

La idea de escribir este relato me surgió después de muchas fantasías que he soñado por las noches, teniendo siempre como protagonistas a mi mujer y a mí, Me encantaría que fuera verdad pero de momento es solo un sueño

Como ya os comenté en mi relato anterior somos un matrimonio sin hijos, que vivimos solos y no tenemos problemas económicos, en este momento llevamos 12 años de casados y casi 20 de relación, poco a poco la pasión sexual se va apagando y yo necesito dejar volar mi imaginación para encontrarme lleno sexualmente hablando.

Yo tengo 38 años, mido 182 y peso 67 kg, ella tiene 40 años, 174, y 65 kilos, con un  buen cuerpo y un par de tetas muy bien puestas rematadas en unos pezones rosados y del tamaño de una galleta, se llama Lydia y está totalmente depilada.

Al principio de nuestra relación teníamos sexo todos los fines de semana, incluso había días que hasta dos o tres veces, probábamos muchas cosas y posturas pero con el paso de los años, nos hemos ido apagando y actualmente, salvo excepciones, el sexo se limita a realizarlo 3 veces al mes y siempre en la misma postura y en las mismas circunstancias.

El resto del tiempo yo siempre estoy un calentón de narices y no hay día que cuando me quitaba los calzones o me despertaba por las mañana, mi rabo no estuviera bien empalmado. Hace años decidí hacerme pajas siempre que tengo la ocasión, para aliviarme y así no molestar a mi mujer.

Hace tiempo le propuse a mi mujer jugar a ser ama y esclavo, incluso llegamos a comprar un cinturón de castidad para mí y un arnés de doble polla para ella pero no se mostro muy receptiva y salvo algunos azotes de vez en cuando no experimentamos mucho más.

Yo mientras tanto seguía con las mismas ganas de experimentar que tenía al principio de nuestra relación y poco a poco fui leyendo y escuchando cosas sobre lo placentero que resulta para el hombre la estimulación de la próstata, por lo que un día se lo comenté y decidimos probar. El resultado fue maravilloso y poco a poco se ha ido convirtiendo en normal, que de vez en cuando me penetre con un consolador, mientras me masturbo hasta correrme muy satisfactoriamente.

Cada cierto tiempo le recuerdo la posibilidad y lo divertido que sería jugar a ser su esclavo e incluso le adjunto paginas con instrucciones y propuestas de comportamientos y prácticas que podríamos hacer, pero la respuesta de ella es una indiferencia absoluta sobre este asunto.

Todo cambió un sábado que me levanté y en lugar de hacer el amor, de la forma habitual, mi mujer mostro una indiferencia absoluta y se puso a realizar sus tareas habituales. Después de comer, estábamos en el sofá viendo la televisión y mi mente volaba por otros derroteros y comencé a notar mi polla cada vez más dura, hasta que en un momento dado mi mujer se me quedó mirando y se enfadó mucho con la situación

No se porqué se lo tomó tan a mal, pero en su cara vi que algo había cambiado para siempre. Estuvo toda la tarde y la noche sin hablarme. El domingo por la mañana se levantó, se dirigió a mí y sin más me soltó:

-Desnúdate y ponte de rodillas

La obedecí inmediatamente, mientras ella se quedó mirándome. Al cabo de un buen rato, salió del baño con un impresionante corsé y un tanga a juego y mientras se ponía unos zapatos de tacón de aguja me tiró en la cara unas medias y unas bragas de encaje.

-Ponte las medias y las bragas y luego te pones los pantalones encima. Nos vamos de compras

Me entró un pánico horrible, ya que aunque alguna vez he practicado sexo anal, os puedo asegurar que para nada soy homosexual, me imaginaba que alguien me veía así vestido o me pasaba cualquier cosa y la vergüenza me pareció insoportable y me asusté muchísimo.

-Por favor cariño, vamos poco a poco (yo pensaba que estábamos jugando así que le propuse ir haciéndolo poco a poco para que yo me acostumbrará al nuevo rol)

-No te preocupes, tonto ¿crees que quiero que alguien sepa la clase de hombre con el que me he casado? Lo que quiero es que estés bien dócil, que cumplas todas mis órdenes y que pongas esa cara de devoción por mí que tienes cuando te meto el consolador por el culo.

Me invadió un alivio inmenso, al menos este castigo era algo asumible así que comencé a vestirme sin perder más tiempo. El contacto del encaje y las medias sobre mi piel, no hacía más que empeorar la situación y mi pene hacía lo posible por salirse de la escasa tela de encaje que tenían las bragas de mi mujer por lo que la situación era cada vez más humillante lo que cada vez me gustaba más, por lo que la situación estaba convirtiéndose en un circulo de humillación y excitación cada vez más insoportable.

Fuimos en el coche a un centro comercial y estuvimos toda la mañana mirando tiendas y ropa tanto para ella, como para mí. Yo le ayudaba con las bolsas y contestaba a sus preguntas de cómo le quedaba esta prenda o aquella otra.

Hasta que bien avanzada la mañana me pregunta:

-¿Cómo te encuentras vestido con mi ropa interior?

-Muerto de la vergüenza y sin poder mirarle a la cara le conteste que bien y le di las gracias.

-No me des las gracias, desde ahora van a cambiar las cosas y después de lo pesado que has sido con este tema, espero que te guste, porque estarás mucho tiempo haciendo todo lo que yo diga o pida. Acto seguido me saco del bolso una bolsita y me dijo vete al baño y póntelo, tienes 5 minutos, te espero aquí mismo para irnos a comer.

Salí hacia el baño sin perder ni un segundo, me metí en una cabina y abrí la bolsa. Contenía un plug-joya anal y un bote de lubricante, así que sin más demora me quité las bragas y procedí a metérmelo. Mientras me acostumbraba a estar relleno, me miré a mi mismo y me vi con las medias a medio muslo y las bragas de encaje puestas, era lo más humillante que me había pasado en la vida pero también supuso una inmediata erección y que mi polla se volviera a salir de las pequeñas bragas de mi mujer.

Una vez que pude andar con facilidad me dirigí hacía donde había quedado con mi mujer y estuvimos comiendo como si tal cosa y charlado de temas variados.

Cuando finalizamos de comer me dijo que se le había olvidado comprar una cosa y que volvíamos a la planta de las tiendas de ropa de mujer. Yo empezaba a notar un dolor en mi culo provocado por la falta de lubricación de la joya que tenia dentro, así que le comenté a mi mujer que quería quitármelo, pero ella me contesto:

-Me da igual lo que tú quieras, ya te he comentado que desde esta mañana tú estás aquí para lo que yo desee y se dirigió andando hacía una famosa tienda de lencería.

Una vez allí, estuvimos viendo bragas de distintas formas y materiales, hasta que cuando ya tenía 3 o 4 seleccionadas se dirigió al probador y me dijo que la acompañará. Al entrar en el probador y ante mi estupefacción me dijo:

-Desnúdate, déjate mis bragas puestas y vete probando todos los modelos que he traído.

Me quede paralizado y lo siguiente que recuerdo fue un bofetón en la cara y a mi mujer diciéndome que no teníamos todo el día, así que hice lo que me había ordenado y empecé a probarme todos los modelos. Mi excitación era enorme y mi pene a duras penas se mantenía dentro de las bragas por lo que la situación era cada vez más humillante, desnudo, vestido con ropa interior de mujer y al otro lado de la cortina multitud de personas pasando al resto de probadores.

Compramos finalmente los 4 modelos y nos marchamos para casa, al llegar, mi mujer, me ordeno que me quitara la camisa y los pantalones y le ayudara con las compras. Cuando estuvo todo colocado se desnudó, dejándose solo el corsé, se tumbo en la cama y me dijo que la comiera el coño. No sé cuánto tiempo estuve comiendo, pero tras correrse  cuatro veces, sin dejarme apartar la boca de su coño, a la quinta era tanto el gusto que cuando comenzó a correrse se meo encima de mí.

Cuando se recuperó se levantó y se fue a la ducha mientras me decía que me quitará las medias y el plug pero que me dejará las bragas, que por hoy era suficiente y que no se me ocurriera tocarme si no quería recibir un castigo. Esa noche nos fuimos a dormir sin mas, por cierto me costo la propia vida quedarme dormido, pues me había puesto a mil esa sesión de sumisión

La semana paso sin mucho más, pero mi calentón era tremendo así que el miércoles me tuve que hacer una paja porque la presión era insoportable. No sé cómo, pero mi mujer se enteró y hablando conmigo me comentó:

– Mira a partir de ahora si quieres follar tendrá que ser cómo y cuando yo lo diga, y no se te ocurra pajearte sin mi permiso. Por cierto ahora necesito algo de ayuda tuya:

– Dime

  • Cómeme el coño estoy muy cachonda y necesito correrme. Me levante como un resorte mientras ella abría las piernas. Cuando llevaba unos 10 minutos de faena y tres orgasmos, me agarró bien la cabeza para que no dejara de comerle mientras se corría. Fue tan grande el orgasmo que se volvió a mear en mi cara.

-Anda limpia el suelo, y haz la cena, que voy a lavarme… Así que allí me quedé yo con una erección de caballo.

El viernes cuando salía del trabajo recibí un mensaje de mi mujer en el que me decía que en cuanto llegara a casa me pusiera la ropa que me había preparado y la esperara a cuatro patas en  el dormitorio. El viaje de regreso a casa fue una tortura, primero por las ganas de  llegar y por otra parte porque no sabía que me esperaba ya que desconocía absolutamente la nueva faceta de mi mujer. Al llegar, rápidamente, me desnude y me puse un culote de encaje rojo que habíamos comprado el  domingo anterior y otras medias del mismo color, me mire en  el espejo y con la vergüenza que sentí al verme así note como se me empezaba a poner el rabo como una estaca de  madera. Sin mas dilación me puse a cuatro patas y espere a que llegara mi ama.

Cuando llegó y la escuche subir las escaleras mi erección y no se podía disimular, llevaba dos semanas sin sexo y las humillaciones que estaba sufriendo me hacían estar todo el día excitado.

-Hola perrito, como estas. Acércate para saludar a tu ama.

Yo me fui a levantar pero rápidamente me ordeno que fuera hacia ella en la posición en  la que me encontraba. Cuando llegue hasta ella me arrodille delante suyo y  la bese los zapatos. Parece que le gusto mi  respuesta porque me dijo que portándome así de bien tendría recompensas y que una de ellas era poder desnudarla ahora mismo.

Con toda mi excitación a la vista, comencé a desnudarla y así pude deleitarme con aquel cuerpo de  escándalo que todavía conservaba mi mujer, cubierto con unas medias sujetadas con un ligero y un tanga y sujetador a juego. Cuando finalice me ordeno que la preparara un baño y se  sentó en la cama para observarme como ejecutaba sus ordenes.

Cuando el baño estaba preparado cogió una de  las medias que yo le había quitado, me sentó en el wáter y me ato las manos a la espalda. Luego se fue al armario de la habitación y cogió el consolador que utilizamos cuando me realiza sexo anal, volvió al baño y se metió en el agua. Comenzó a relajarse y a enjabonarse mientras yo estaba sentado mirándola totalmente empalmado, pasado un rato cogió el consolador y comenzó a masturbarse con el hasta que se corrió mirándome a la cara, yo estaba pasándolo realmente mal, me dolían los huevos de la excitación y mis manos comenzaban a dormirse. Cuando se relajo, se saco el  consolador:

-Límpialo.

-Como si tengo las manos atadas.

-Utiliza tu boca como si fueras un perro.

Así que me acerque a cuatro patas a la bañera y comencé a chupar el  consolador de  arriba abajo.

Cuando termine se  arreglo, me dio unos pantalones y  nos fuimos a cenar. Al llegar a casa me ordeno quitarme las medias pero que me dejara las bragas, puesto que desde esa tarde y hasta nueva orden solo llevaría ropa interior de mujer. Esa noche tampoco pude dormir e incluso me  tuve que levantar a darme una ducha de  agua fría.

El sábado me levante y prepare el desayuno con el culote rojo todavía puesto tal y como me había ordenado Lydia, cuando ella se levantó ya estaba todo preparado y comenzamos a desayunar hablando de temas intrascendentes. Mientras ella recogía la mesa me pidió que entrara en la habitación y me pusiera lo que había encima de la cama, tenia 5 minutos.

Cuando entre vi que lo que me  tenía que  poner era un cinturón de castidad, asi que rápidamente me puse a ello, el problema era que con la erección casi permanente que tenía desde hacía una semana me lo impedía. El tiempo pasaba y no  había forma de  acabar, me di una ducha fría y pensé en diferentes cosas hasta que finalmente pude ponérmelo, cuando acabe me volví a poner las bragas y salí de la habitación.

Finalmente había tardado casi 20 minutos y el cabreo de mi mujer era monumental por no poder cumplir sus ordenes:

-          Tu que te crees, que tengo todo el día para ver como encierras tu polla. Apoya las manos en la mesa, bájate las braguitas y saca el culo.

-

-          Te voy a dar 10 azotes y por cada uno de ellos me vas a dar las gracias, si se te olvida alguna vez empezaremos desde cero. Lo has comprendido.

-

-          Si, senora.

Mi mujer empezó a darme la zotaina y por cada golpe yo le daba las gracias, la situación era cada vez mas humillante, con las bragas por las rodillas, enjaulado en un  cinturón de castidad y dando las gracias por los azotes recibido. Pero mi polla no pensaba lo mismo y la erección dentro del cinturón de  castidad propiciaba un dolor que empezaba a ser inaguantable.

El sexto azote, propiciado en lugar de con la mano, con una pala de la cocina supuso un  dolor y un escozor que no esperaba en las nalgas, por  lo que chille muy alto y casi ceden mis piernas, además de  que se  me olvido dar las gracias a mi señora, por lo que el  castigo empezó otra vez desde cero.

Cuando por fin llego a  10, me pregunto si me había gustado, la verdad es que a pesar del dolor y de  sentirme totalmente humillado solamente pude contestar:

Si mi  señora, muchas gracias.

Nada mas acabar me quito el cinturón de castidad y unas gotas de flujo preliminar cayeron al suelo desde  la punta de  mi pene. Se coloco detrás de mi y me ordeno que volviera a la posición en la que había recibido el castigo. Suavemente, lentamente Lydia me empezó a masturbar hasta que cuando estaba a punto de correrme paro de golpe y comenzó de nuevo a  azotarme hasta que se me bajo todo el empalme que tenia, una vez así comenzó a masturbarme de nuevo y esta vez dejo que acabara, me corrí como nunca lo había realizado, cayendo toda mi corrida  al suelo del salón y los pies de mi mujer.

Una vez que conseguí recuperarme Lydia me ordeno que limpiara aquel desastre, pero cuando me dirigí hacia la cocina para coger la fregona me dijo:

-          ¿Donde vas?

-          A por la fregona.

-          Riendose a carcajadas me grito, pero no te enteras de nada o que. Me agarro de mi pene y me hizo acacharme y ponerme a cuatro patas mientras me decía al odio, con la boca, lo limpias con la boca.

Jamás había sentido una humillación tan grande, pero me gustaba mucho servir a mi señora y además era lo que había pedido durante meses, ser su esclavo. Así que me esmere en dejar todo el suelo y sus pies como una patena.

Cuando finalice le di las gracias en voz alta y me sentí el hombre más feliz del mundo por tener una mujer tan maravillosa.

Ella simplemente me dijo, espero que te guste esta situación porque vamos a estar un mes así y finalmente evaluaremos si volvemos a nuestra relación normal o continuamos con esta relación de sumisión, pero eso será otro relato que espero poder escribir próximamente.