Como me convertí en un juguete (4)
Finalmente llegamos al lago, donde encontré finalmente un pequeño sentimiento de felicidad, felicidad que me fue arrebatada al mismo tiempo por la peor de las situaciones que me podía encontrar...
Llegamos casi al anochecer. traspasando un bosque con los coches, aprovechando un pequeño camino de cabras que nos permitió acceder hasta el claro y aparcamos a escasos metros del lago, rodeados por un frondoso bosque bastante siniestro, sobretodo teniendo en cuenta que la luna estaba empezando a asomar por el cielo y aquel lugar era totalmente solitario, con poca o nada de cobertura y ni un alma en fácil dos kilómetros a la redonda.
Héctor y Tatiana aparcaron los vehículos y yo inmediatamente me escapé del nuestro, acercándome al coche de Tatiana y pegándome a Joaquín, con la esperanza de que sirviese de escudo, aunque no hizo mucha falta. Dado que aún había que montar las tiendas y el tiempo se nos echaba encima, había que hacerlo rápido y Héctor sacó del maletero dos tiendas espaciosas, una para nosotras y otra para los chicos y, mientras Héctor y Vicente las montaban, Joaquín preparaba una hogera con maderas y piedras.
Las tiendas estuvieron preparadas en tan solo media hora y todos nos arremolinamos alrededor del fuego, cenando de unos tuppers que había traido Héctor. Pese a que en teoría estábamos reunidos un grupo de amigos, la tensión del ambiente era palpable. Vicente me estaba mirando todo el rato y Joaquín se había dado cuenta, torciendo el gesto a disgusto y pegándose más a mi. Por otro lado también estaba él tenso porque Sara estaba a su lado y eran ex-novios. Yo miraba irritada a todos por igual, Héctor parecía pensar en alguna fórmula mágica para desatascar la situación y Tatiana se concentraba más en cenar que en el resto.
-¿Qué tal si nos bañamos? -Sugirió Héctor desesperado
Hubo intercambio de opiniones. Cuando yo dije que no me apetecía, Tatiana coincidió conmigo. Joaquín me contradijo y decidió bañarse, con lo cual Sara también aceptó. Vicente se lo pensó un rato, hasta que dijo que no se bañaría. Joaquín fue a cambiar de opinión al escucharle, pero Sara le susurró algo y decidió bañarse. Bufé pero no le dije nada, ganándome una mirada divertida de Sara, que parecía disfrutar de su momento. Me excusé y me fui discretamente hasta la tienda de las chicas, seguida por Tatiana que, nada mas entrar, me intentó lanzar un beso que conseguí esquivar por puro reflejo, sentándome en el suelo y sacando mi libro del bolso.
Tatiana me miró durante unos instantes y se sentó a mi lado, apoyando su cabeza contra mi hombro.
-Joaquín está algo molesto -Me dijo de repente
-¿Por?
-Él dice que cree haberte visto besarte con Vicente en el coche -Me susurró a modo de respuesta
-Imaginaciones suyas -Respondí algo pálida- Además, él parecía divertirse mucho ¿No?
-Os estábais besando -Acusó- Y quien sabe, en cualquier caso le dije que solo lo había imaginado
-Gracias, por cierto ¿Sara no viene a cambiarse? -Pregunté cambiando de tema
-Joaquín es su ex-novio y Héctor es Héctor, no creo que le importe que la vean desnuda
-¿Y Vicente?
-Es un crío, además, solo parece interesado en ti...y en esto -Me susurró al oído, llevando su mano debajo de mi falda
-Párate, Tatiana, nos pueden ver
Ella se encogió de hombros y me dio un beso en la mejilla. En ese momento se abrió la tienda y Vicente entró. Tanto Tatiana como yo le lanzamos una mirada de pocos amigos, al parecer a ella tampoco le hacía mucha gracia su presencia en nuestras vidas. Nos miró como quien mira un producto de supermercado y se dirigió hacía mi, bajándose la bragueta.
-Ponte a cuatro patas -Ordenó
La orden fue innecesaria. Antes de que pudiese reaccionar me agarró del pelo y me tumbó contra el suelo. Pataleé durante un rato, mientras él me levantaba la falda y me bajaba el tanguita a los tobillos. Tatiana le pegó un empujón que, aunque no lo movió del sitio, hizo que aflojase la presión y pude escabullirme a rastras de su presa. Nos miró furibundo e hizo ademán de incorporarse para volver a la carga pero, por puro reflejo, le di una patada en el rostro y cayó redondo al suelo.
Tatiana y yo nos miramos horrorizadas. Ella fue y le tomó el pulso y, para nuestro alivio, solo estaba inconsciente, pero le sangraba la nariz allí donde mi pie había impactado. Me subí el tanguita y miré a mi amiga suplicando que tuviese una idea milagrosa para salir airosas de esto. Ella me devolvió la mirada y con un "espera" salió de la tienda, volviendo al poco rato con una botella de vodka de las que siempre acompañaban a Héctor. Le abrimos la boca y, tapándole la nariz como podíamos, le obligamos a beberse a ratos casi toda la botella, mojando parte de su ropa y cuidando que no cayese nada al suelo. Rápidamente arrastramos el cuerpo de Vicente fuera de la tienda y lo pusimos enfrente del coche de Héctor, en una postura que pareciese que se hubiese pegado un tortazo contra el vehículo. Derramamos el resto del Vodka entre la hoguera y Vicente y se la dejamos cerca de la mano.
Volvimos rápidamente a nuestra tienda, rezando para que colase la engañina que habíamos echo y que, de paso, el alcohol nublase un poco la mente de Vicente y no recordase lo ocurrido y, sobretodo, que si se acordaba que mantuviese la boca cerrada. En solo un cuarto de hora un pequeño grito de sorpresa femenino nos hizo darnos cuenta de que, finalmente, habían encontrado a Vicente. Tragamos aire y salimos fingiendo sorpresa de la tienda. No tardamos en encontrar a Joaquín y a Héctor arrastrando a Vicente hasta la tienda, Héctor con unas vendas en la mano. Sara los miraba con una mezcla de irritación y sorpresa.
-¿Qué pasó? -Pregunté intentando sonar alarmada también
-Ese mocoso inutil se emborrachó con el vodka de Héctor -Respondió ella- Al parecer se la pegó contra su coche porque tiene la nariz rota
-Vaya, Héctor no se lo tomará bien -Respondió Tatiana
-Estaba hecho una furia, más por su vodka que por el mocoso
Me fijé en ese momento en que Sara iba desnuda, tal y como había dicho Tatiana. La miré de reojo buscando alguna señal, pero no vi nada en su cuerpo que indicase que había estado haciendo nada. Al rato Héctor vino hacía nosotras y le dijo a Sara que fuese a ayudar a mi novio. Cuando ella hubo desaparecido nos miró con ojos acusadores, sobre todo a mi.
-Vosotras sabéis algo ¿No?
-Nosotras estábamos en la tienda leyendo -Intenté defenderme
-Mentira, Vicente no bebe y no me creo que se atreviese a robarme esa botella -Cortó de golpe Héctor toda esperanza de mantener en secreto eso
-Intentó violar a Alejandra en nuestra propia tienda -Saltó Tatiana- Que se joda
-¿Y? ¿Acaso no lo ha hecho ya bastantes veces?
-Ese no es el punto, ni siquiera se porque viene ese crío con nosotros -Continúo Tatiana, que se había convertido en una especie de caballero protector
-Es amigo de Rubén y al parecer le ha pagado por poder tirársela
-¿Perdón? -Pregunté yo incrédula
Aquello ya me pareció demasiado. Ya me había empezado a disgustar seriamente que se aprovechase de la situación así, pero que se atreviesen a venderme era la gota que colmaba el vaso. De repente algo me vino a la mente, un recuerdo que desbancaba esa teoría.
-Rubén nunca haría eso -Repliqué. Tatiana asintió a mi lado, visiblemente molesta por ese mismo motivo- Una cosa es que se quiera acostar conmigo y otra que me...venda
-¿Y tú que sabes?
-Yo lo se -Respondió Tatiana con tono gélido- Tanto Rubén como yo odiamos la prostitución, como ya deberías saber
Y era verdad. Héctor palideció dándose cuenta de su error. La madre de Rubén y de Tatiana había sido madre soltera y, debido a que no encontró trabajo ni nadie que la ayudase, se había visto obligada a prostituirse. Hace unos pocos años un borracho se había sobrepasado y había mandado a su madre al hospital después de propinarle una paliza que la mantuvo en coma varios meses. A raíz de eso, ambos habían desarrolado un odio atroz a cualquier cosa que estuviese relacionada con la prostitución, sobretodo Rubén. Héctor soltó una maldición y nos dejó plantadas, volviendo a la tienda y al parecer sacando a Sara y a Joaquín.
-No sabía que conocías esa...historia Alejandra -Me susurró Tatiana mientras volvíamos a la tienda
-Rubén me la contó hace unos meses
-Te enteraste ayer que eramos hermanos pero ya sabías lo de...bueno, da igual
Tatiana entrelazó su brazo con el mío mientras yo rezumaba felicidad. Parecía que por fin me iba a deshacer de aquel incordio de crío. Joaquín nos abordó antes de que pudiesemos entrar en la tienda y le pidió a Tatiana que nos dejase a solas. Ella me miró y yo asentí, así que entró en la tienda mientras nosotros dos nos alejábamos un poco.
-Alejandra...lo siento -Me dijo de repente
-¿Por? -Pregunté sorprendida
-Por mis celos, me entraron dudas -Dijo algo rojo- Me pareció veros besaros antes y llevo unas semanas algo insoportable, pero son tonterías mías
Un sentimiento de culpabilidad me invadió por completo. Sabía que no podría mentirle así que intenté hallar algunas palabras que nos salvasen de aquella situación tan incómoda.
-No es culpa tuya, no te preocupes -Lo intenté tranquilar- Yo también llevo un tiempo algo molesta y celosa
-¿Por? -Preguntó sorprendido- ¿De quién?
-De esa maldita consola a la que le dedicas más tiempo que a mi...y de que llevas unos días desapareciendo y ahora aparece Sara y...no se, me imagino cosas raras
-Sara me pidió volver antes -Dijo de repente, dejándome boquiabierta- Pero le dije que no, que estaba muy bien contigo, por eso desaparecí esta mañana, había quedado con ella para hablar de eso
Un miedo irracional me entró en el cuerpo, atando algunos cabos sueltos que quedaban. Él me dio un beso y volvimos a las tiendas. Busqué con la mirada a Héctor pero no le vi y entré con Tatiana y Sara, a la que lancé una mirada feroz que pareció intimidarla pues le recorrió un entremecimiento por el cuerpo. Me puse a leer, intentando no pensar pues tenía miedo de hallar algo que me hiciese arrepentirme de por vida. Escuché el ruido de un motor y como un coche se alejaba.
-Es Héctor, se lleva a Vicente a la ciudad -Resolvió Sara
-¿Por? -Pregunté sabiendo la respuesta
-No lo se, estaba hecho un basilisco
Conociendo a Héctor no le habría gustado nada que ese crío le engañase. Y cuando Rubén se enterase ya serían palabras mayores. Tatiana me sonrió dulcemente mientras yo me permitía el lujo de abandonar mis presagios y sentir algo de cruel felicidad. Al cabo de un rato Sara nos dijo que se iba a acostar y apagó su linterna, metiéndose en el petate y dándonos la espalda. Yo me sentí cansada de repente y decidí que dormir no era mala idea, así que me desvestí quedando solo con el tanguita y me metí en el mío, sin apagar la linterna. Al cabo de media hora, sentí como mi petate se abría y alguien entraba.
Los labios de Tatiaba besaron mi cuello y sus manos rodearon mi cuerpo y mis pechos. Me giré quedando de cara a ella y esta vez fui yo la que buscó sus labios, encontrando su aceptación y fundiéndonos en un húmedo beso, mientras nuestras manos buscaban nuestros sexos. No me sorprendió encontrarla desnuda y el morbo de tener a Sara tan cerca me pudo. La bese en los labios, abriendo del todo el petate para estar más cómoda y comenzando a besar sus pechos, lamiendo y mordiendo suavemente sus pezones, mientras ella ahogaba algunos gemidos, estirándose debajo mía y rodeando mi cabeza con los brazos. Volví a besarla en los labios y ella me mordió la lengua traviesa, revolviéndose y quedando encima mía.
Ella cambio de sentido y dejó sus piernas alrededor de mi cabeza, dejando que mi lengua jugase con su sexo mientras ella hundía su propia cabeza en mi entrepierna, apartaba el hilo de mi tanguita y comenzaba a lamer mi vagina. Me mordí la lengua para no gemir y me concentré en ella, hundiendo mi lengua dentro de su sexo y devorándolo literalmente, mientras ella me correspondía por primera vez, alcanzando las dos un orgamos simultáneo a los pocos minutos y cayendo ambas abrazadas sobre el petate.
Amaneció y yo me levanté algo perezosa, saliendo de la tienda solo con el tanguita y la camisa sin abrochar. Alrededor de la ya consumida hoguera estaban Tatiana, Héctor y Sara desayunando. El primero todavía con cara de pocos amigos.
-¿No está Joaquín? -Pregunté buscándolo con la mirada
-Aún duerme -Respondió Héctor secamente, señalando la tienda
Asentí y me encaminé hacía la arboleda, para hacer mis necesidades. Me encontraba orinando cuando vi aparecer a Héctor, que se situó delante mía observándome irritado. Terminé y algo incómoda fui a levantarme, pero él me forzó a quedar de rodillas, todavía con el tanga bajado. Se bajó la bragueta y me puso el miembro en los labios. Mitad por ya costumbre, mitad porque sabía que no podía negarme, empecé a chupársela.
-Vicente me mintió -Dijo de repente mientras se la chupaba- Lo dejé en casa de Rubén, le dije lo que ocurrió y lo dejé todo en sus manos
Se quedó en silencio, algo despistado y sin prestarme atención, dejándome hacer a mi a mi antojo.
-Joaquín nunca te fue infiel -Dijo al cabo de un rato
Me quedé helada y fui a sacarme su miembro de la boca, pero él me mantuvo sujeta la cabeza.
-Ya no hay vuelta atrás -Continúo sin dejar de sujetar mi cabeza- Espero que seas consciente de tu situación y de que yo sigo teniendo poder sobre ti, sino quieres problemas, te limitarás a seguir obedeciendo mis órdenes
Torció el gesto y se tensó, eyaculando dentro de mi boca. Tragué más por obligación y necesidad que por gusto.
-Bastardo... -Le dije en un susurró cuando él se aparto de mi
-Es lo que hay -Contestó- Lo del payaso ese no se repetirá, no permitiré que ningún extraño más ponga sus manos sobre ti
Me sorprendió ese arrebato de protección, pero eso no quitó ese sentimiento de odio que tenía en ese momento. Me vestí y me alejé de él lo más rápido que pude, dejándole todavía enfrascado en sus pensamientos. Al volver a las tiendas, Joaquín ya estaba despierto asi que me colé si que me viesen en la mía y me limpié la boca, saliendo de la tienda y sentándome junto a Joaquín, que me dio un beso en la mejilla mientras yo enrojecía de vergüenza.
Me había librado de Vicente, pero me habían dado una bofetada muy grande y no sabía como salir de esa situación sin destrozar a mi novio. Ahora me encontraba en una encrucijada odiosa. Ya no me quedaban dudas de que Tatiana albergaba ciertos sentimientos hacía mi, Héctor seguía chantajeándome y con él estaban Martín, Jaime y Rubén que también querían tomar su parte del pastel. Y luego estaba Joaquín, quien permanecía ajeno a todo aquello y al que debía algo más que una explicación. Y solo era el primer día, aún quedaba otro en aquella acampada que había perdido el poco encanto que podía tener para mi.