Como me convertí en un juguete (3)

Tal y como prometió Héctor, me tenía una sorpresa guardada para el día siguiente. Una sorpresa que iba a ser muy larga.

Me desperté inquieta, todavía con la cabeza dándome vueltas sin poder asimilar bien el dástico cambio de rumbo que había tomado en tan poco tiempo, y temerosa de lo que podría ocurrir en el futuro. Me levanté de la cama, sorprendida de que Joaquín no estuviese durmiendo, pues él solía dormir hasta casi el mediodía y aún no eran ni las nueve de la mañana. Me puse unas braguitas y una camiseta y caminé perezosa hasta la cocina, donde estaba él totalmente vestido y peinado, rezumando un aroma a colonia que, sin duda, sobrepasaba lo que debería haberse puesto.

-Voy a salir -Dijo él cuando notó que lo miraba intrigada

-¿A donde piensas ir? -Pregunté sentándome en una silla y cogiendo un cuenco y el brick de leche

-Voy a ver a un...amigo, tardaré en volver -Respondió apartando la mirada

En mi cabeza saltaron las alarmas, pero él se limitó a darme un beso y marcharse rápidamente, dejándome sola en casa. Terminé de desayunar y me dirigí hacía la ducha para despejarme y, de paso, pensar en lo que iba a hacer durante el día. Si Joaquín decía que tardaría en volver, es que mínimo no volvía en tres horas y si había ido a hacer lo que sospechaba, probablemente hoy no querría salir tampoco por la tarde, con lo cual perdería mi único escudo contra Héctor y sus chantajes. Héctor tampoco podía forzarme a salir a mi sola pues Joaquín se mosquearía y Héctor no querría arriesgarse a perder su oportunidad. Debía pensar en alguna excusa.

Escuché el ruido de unas llaves abriendo la puerta de casa. Lo más probable es que Joaquín se hubiese dejado algo y yo tenía curiosidad por saber que era, así que salí de la ducha, me cubrí con la toalla y salí al recibidor. No se si se trataba de la famosa Ley de Murphy o si cada vez que pensaba en él aparecía como un fantasma, pero me quedé de piedra al ver que quien había entrado en casa no era mi novio, sino Héctor, acompañado por Tatiana.

-¿Qué hacéis aquí? -Pregunté alarmada

-¿Lo habías olvidado? Joaquín me dejó una copia de las llaves de su piso -Respondió Héctor- ¿No está tu novio?

-No, acaba de salir -Respondí sujetándome mejor la toalla

No sabía que hacer. No podía echarlos de casa, pero menos quería tenerlos aquí. Vigilé a Héctor, que parecía distraido mirando los libros de la estantería, mientras que Tatiana se acercaba a mi y me daba un suave beso en los labios, agarrándome las manos con las suyas y forzando de manera inconsciente que la toalla me abandonase. Tatiana me miró sonriendo, pero Héctor no parecía haberse dado cuenta. Intenté separarme de Tatiana, pero me volvió a dar otro beso y, de un ligero empujón, me sentó sobre uno de los sillones y ella se sentó sobre mis rodillas, rodeando mi cuello con sus brazos.

-Tatiana...para -Le susurré

-¡Hoy nos vamos de acampada! -Respondió ella, ignorándome completamente

La miré perpleja, olvidándome momentáneamente de la situación actual y mirando inquisitivamente a Héctor, que se giró sin prestarnos mucha atención y sacó su móvil, tecleando un número y esperando la llamada.

-¿Joaquín? Si, soy Héctor -Contuve la respiración, ignorando a Tatiana que seguía depositando besos sobre mi cara- ¿Ocupado? Bueno, es solo un segundo, si, espero -Se mantuvo medio minuto sin decir nada- Si, ¿Me oyes? Vale, mira, había pensado que podíamos ir tú, Alejandra, Tatiana, Sara, Vicente y yo de acampada y.. ¿Vicente? Es un amigo de Rubén que se está "integrando" con nosotros, si, Sara también vendría -Otro rato de espera- Sería sobre la tarde, a las seis, alquilé un terrenito por dos días, al lado del lago

Solté un respingo al notar los dientes de Tatiana sobre uno de mis pezones y abandoné durante una fracción de segundo la conversación para mirar a Tatiana, que permanecía amorrada como un bebé a mis pechos. Me perdí el resto de la conversación, pues al parecer Héctor ya había terminado y se había acercado a nosotras.

-Joaquín tardará unas cinco horas en volver, dice que no hay problema y que iréis -El "irés" sono tan autoritario que no pude formular ninguna queja

-¿Sara y el mocoso también vendrán? -Pregunté molesta. Sara era una ex-novia de Joaquín a la que no soportaba y al mocoso, Vicente, le tenía una inquina feroz

-Si, Rubén, Jaime, Martín y López -Otro amigo al que llamábamos por el apellido para diferenciarlo de Martín, que se llamaba igual- No pueden venir, tienen compromisos

Asentí. Eso eran seis menos que no venían, contando a las novias de Martín y de López. Miré a Héctor, que de repente mostraba más interés en Tatiana y en mi, pero no se unió a nosotras, sino que se sentó en el sillón al lado mía y empezó a mirar estilo "voyeur". Tatiana se levantó y me levantó a mi, llevando mis manos a sus pantalones, sin decir nada, sencillamente mirándome algo ruborizada. La miré de arriba a abajo. La verdad es que Tatiana era bastante bonita, tenía el pelo negro y corto, con un flequillo muy simpático, su piel era algo pálida y sus curvas, sin ser perfectas, provocaban que cualquier prenda de ropa que se pusiese le quedase bien. Era algo ancha de caderas, más alta que yo y sus pechos eran más grandes que los míos.

-Tatiana...ahora no me apetece... -Intenté excusarme

-Cariño... -Me dijo ella acariciando mis pechos

-Hazlo -Llegó la voz de Héctor en formato de orden, cortando la discusión

Volví a asentir y me arrodillé, mientras ella retrocedía hasta la pared y se apoyaba sobre un estante, empujando los libros y abriendo las piernas, mientras yo iba hacía ella y comenzaba a desabrocharle los pantalones, bajándoselos hasta los tobillos para posteriormente bajarle a las rodillas el tanguita rosa. Tanguita rosa que identifiqué como el que yo usé el día anterior, pero no dije nada y acaricié su sexo con mi lengua. Ella soltó un suspiro y me acarició la cabeza, soltando pequeños gemidos cada vez que mi lengua entraba en su vagina o mis dientes mordían suavemente su sexo.

-Te quiero cariño... -Me susurró ella estremeciéndose

Sentí su orgasmo en mis labios y continué lamiéndola durante un rato, hasta que ella apartó mi cabeza, se inclinó y me besó, subiéndose nuevamente la ropa y, agarrándome del brazo, me llevó hasta el sillón de nuevo. Héctor había presenciado en silencio la escena, pero no estaba dispuesto a hacer de espectador más tiempo. Tatiana me arrodilló entre sus piernas y ella se sentó al lado de Héctor, besándole en la boca mientras con su mano desabrochaba su bragueta y le saba el miembro, ya erecto. Luego guió mi cabeza hasta él y comencé a chupársela. Me sentía fatal, ellos como una pareja, besándose tranquilamente, mientras yo me encargaba de realizar el trabajo "sucio"

Héctor estaba disfrutando, de eso no cabía duda. Sin dejar que parase la felación, retiró la camisa de Tatiana y ella se bajó los pantalones y el tanguita, quedando desnuda a su lado. Él la agarró por la cintura y la desplazó hasta ponerla encima suya, apartando mi cabeza y sentando a Tatiana sobre su miembro, penetrándola mientras sujetaba sus nalgas con las manos y mordía sus pezones. Sentí algo dentro de mi, parecido a celos que intenté quitarme de la cabeza. Héctor le dio una nalgada y luego separó sus nalgas con las manos. Entendí lo que quería decirme y acerqué la cabeza, comenzando a lamerle el ano a Tatiana.

No aguanté mucho, a pesar de que me estaba humedeciendo, pero el desagrado me pudo y bajé la cabeza, inclinándola hasta alcanzar sus sexos en constante penetración y comencé a lamer los testículos de Héctor, para luego lamer el tronco de su miembro que quedaba libre. Al cabo de un rato Tatiana soltó un gemido más prolongado y empezaron a caer sobre mi rostro los flujos de su orgasmo. Tatiana quedó en reposo sobre su miembro, mientras yo seguía lamiendo los restos, hasta que se levantó de encima suya y se giró, quedando de espaldas a él, volviendo a sentarse sobre su miembro y reanudando la penetración.

Yo vi la oportunidad en ese momento y me aparté un poco, levantándome y marchándome al baño para limpiarme la cara y la entrepierna, aprovechando que parecían haberse olvidado de mí. Una vez me aseé, fui a mi habitación para vestirme. Mientras buscaba la ropa, Tatiana entró detrás mía, con restos de semen entre los muslos y se tumbó sobre la cama. Suspiré resignada y fui donde ella, hundiendo mi cabeza entre sus piernas. Una vez hube terminado de limpiarla, ella se incorporó y sin preguntarme nada empezó a hurgar en mi armario y me sacó una minifalda de tela blanca, que usaba cuando iba a jugar al tenis con ella, un tanguita amarillo y una camisa de botones.

-Ponte esto cariño -Me dijo dándome en mano la ropa

-Pero...es... -Miré la minifalda, bastante corta y para nada una prenda que te pondrías para salir a la calle

-Te queda bien, es para ir a la acampada en cualquier caso -Me susurró dándome un beso y volviendo al recibidor

Cuando salí al recibidor ya vestida, Héctor y Tatiana habían desaparecido. Vi una nota donde me recordaban que a las seis tenía que ir con ellos y suspiré aliviada por ese pequeño descanso que iba a tener. Ahora ni siquiera estaba segura dentro de casa. Pasaron varias horas en las que estuve leyendo un libro para desconectar del mundo. Joaquín llegó, hice la comida sin que ninguno dijeramos nada y la tarde pasó volando, él jugando a su consola y yo leyendo, hasta que el reloj marcó las seis y, solo dos minutos después, sonó el timbre indicando que ya era hora de irse.

Abajo nos esperaban dos coches, uno conducido por Héctor y el otro, para mi sorpresa, por Tatiana. Desconocía que tuviese carnet de conducir. Héctor dijo que nos dividiésemos tres en cada coche y, dado que Vicente y Héctor iban en uno y Sara y Tatiana en el otro, todo parecía indicar que Joaquín y yo iríamos en coches diferentes. Si la lógica indicaba que yo fuese con Tatiana y Sara, esta última se encargo de romperla, diciendo que Joaquín subiese con ella porque quería hablar con él. Observé como mi novio se subía en el asiento trasero del coche de Tatiana, ignorando que delante había un hueco libre, sentándose junto a Sara. Fui a subir en el coche de Héctor, abriendo la puerta delantera, pero Héctor me indicó que subiese delante, que antes "sin querer" había derramado un vaso con cerveza en el asiento y tenía que limpiarlo.

Vicente me sonrió como un idiota cuando subí al coche y se pegó a mi como una lapa. Le di un empujó y me pegué a la ventana, poniendo mi bolso en el asiento central a modo de débil escudo. Lo único que conseguí con ello fue que, en un descuido, el abriese mi bolso y sacase las braguitas del bikini.

-¡Devuelveme eso! -Le grité molesta

-Solo si eres capaz de quitármelo -Dijo metiéndose las braguitas dentro de los pantalones

En ese momento cometí un error. Furiosa con él, con quien no tenía ninguna confianza, que no era más que un simple desconocido que se estaba aprovechando de la situación, apreté los dientes y solté la mano, abofeteándolo con un golpe seco en la mejilla. Él me miró furioso y me arrojó las braguitas a la cara, agarrándome del pelo por la coleta y alzándome la cabeza y pegando mi cara contra la suya.

-Esta me la vas a pagar zorra, te arrepentirás de haberme golpeado -Me amenazó, llevando su mano a mi falda y levantándomela, mostrando mi tanguita

-Párate, aquí no que os pueden ver -Advirtió Héctor- Y no le sacudas, no quiero tenerla marcada -Se anticipó nuevamente

Vicente me apartó de un empujón, dejándome pegada a la ventana y todavía temblando por el miedo que me había entrado al verlo fuera de sus cabales.

-No te salvarás zorra, luego te daré lo que te mereces -Me volvió a amenazar, girándose para mirar por el cristal trasero, a lo que sonrió- Mirá

Hice lo que me pidió, girando la cabeza para ver por el cristal. Detrás nuestro estaba el coche de Tatiana, podía verla a ella y podía ver la cabeza de Joaquín en el asiento trasero. No entendí a que se refería hasta después de un rato mirando, al darme cuenta de que a Sara no se la veía.

-Tu noviete te los está poniendo -Me comentó riéndose- Deberías estarnos agradecida porque te nosotros te follemos, considéralo un favor

No le respondí. Estuve mirando un rato más, esperando a ver si aparecía Sara, pero no la veía por ningún lado. La única respuesta posible es que estuviese arrodillada o tumbada sobre el asiento y no había muchas cosas que hacer estando así. Solo una. Vicente me agarró nuevamente la cabeza y me obligó a mirarle. Tenía el miembro sacado por la bragueta de pantalón y una sonrisa cruel en los labios.

-Porque es un favor, te damos polla y te tenemos bien folladita, lo único que te exigimos a cambio es que seas nuestra puta siempre que queramos

Me quedé sorprendida con la facilidad en la que expresaba algo que, en otra ocasión, le habría valido algo más que un simple bofetón. Sentí mis ojos ardiendo y me mordí la lengua para no llorar y no mostrar ese signo de debilidad que el esperaba que sacase a la luz. Sus manos fueron a mi camisa y me la desabrocharon, sacando mis pechos desnudos a su vista. Héctor nos miró por el retrovisor pero esta vez no salió en mi defensa. Vicente agarró uno de mis pezones y lo empezó a retorcer, forzando que escapase un gemido de mis labios, cosa que aprovechó para besarme. Intenté apartarlo, aterrorizada de que Tatiana o Joaquín nos viesen, pero él forzo mi camisa hasta mis brazos, obligándome a que, si quería moverlos, debía romper la camisa.

-Para por favor -Conseguí suplicar, sin poder contener ya las lágrimas, en un momento en el que nuestros labios se separaron

-¿Eso es lo que quieres? -Preguntó llevando su mano debajo de mi falda y metiéndola en el tanguita- Vas empapada, eres un zorrón y quieres mi polla, admítelo

-No...

-Dilo, di que quieres que te folle aquí mismo -Me provocó mientras me masturbaba

-Por favor... -Continué suplicando, sintiendo mi entrepierna totalmente húmeda y empezando a soltar fluidos

-Por favor que, dilo, di que quieres mi polla y yo te la daré -Continuó, empujando mi cabeza hacía abajo y pegándola contra su miembro

Me mordí la lengua, dispuesta a no darle ese placer, pero él tenía otros places y me pellizcó un pezón, forzando un gemido y metiéndomela en la boca, inclinado sobre mí todavía masturbándome, forzando la felación con la otra mano. Cerré los ojos, retorciendo las piernas e intentando liberarme, pero mis esfuerzos, débiles, no servían de nada. Él acabó eyaculando dentro de mi boca, terminándose en mi rostro. Él retorció sus dedos dentro de mi vagina y sentí el orgasmo viniendo y noté mis piernas húmedas por los fluidos, sintiendo un escalofrío y temblando ligeramente. Él apartó la mano con un gesto de asco y me la metió en la boca, obligándome a chuparle los dedos empapados con mi propio orgasmo.

-Eres lo que eres y no lo puedes negar, puta, te gusta que te humillen y te corres solo con ver una polla -Me insultó, moviendo los dedos dentro de mi boca- Disfrutas chupando pollas y lo que más quieres es que se te corran encima -Continuó insultándome, con su cara pegada a la mía y los ojos desencajados

-Vicente, para ya -Ordenó de repente Héctor- La estás asustando

No era mentira. Vicente se encogió de hombros, se subió la bragueta y me miró divertido. Yo estaba temblando, con la cara manchada por mis lágrimas y el semen de vicente y las piernas por mi propio orgasmo. Héctor abrió la guantera y me arrojó un paquete de Kleenex para que me limpiase, cosa que hice rápidamente, después de liberarme de la camisa, secándome la cara, quitándome el tanga y limpiándome la entrepierna, ya sin importarme que Vicente me viese desnuda o no. Intenté secar un poco el tanga, pero al ponérmelo todavía podía sentir la humedad que había absorbido y me volví a estremecer. Me até la camisa y me acurruqué contra la esquina del coche.

Volví a mirar atrás. Esta vez si que vi a Sara, que parecía estar teniendo una divertida conversación con Joaquín. Sentí algo de envidia y volví a mirar hacía adelante, intentando no cruzar mi mirada con la de Vicente, del que solo pensaba en como podría vengarme o deshacerme de él. Ahora mismo, mi único escudo era Joaquín, el mismo que me había estado siendo infiel durante dos meses según Héctor. Y también el propio Héctor que, aunque no lo iba a admitir, le había molestado lo que acababa de pasar. Y lo peor de todo es que estábamos llegando, y aún faltaban dos días de acampada. Y no me gustaba mucho el panorama que me habían puesto delante...