Como me convertí en un juguete (1)
Como un día normal en la playa llegó a convertirse en una orgía en donde mi novio recibió sus primeros cuernos a escasos metros de mí.
Si alguien me hubiese pronosticado que aquel día veraniego, aparentemente normal, fuese a acabar así, probablemente me hubiese reído de él. Pero lo cierto es que superó mis expectativas de forma notable y, realmente, no creo arrepentirme demasiado por lo que hice ni por las consecuencias que pudo haber acarreado.
Físicamente nunca fuí una chica modelo, con veiniún años mido apenas ciento sesenta y cinco centímetros, de caderas pequeñas y pecho mediano, aunque por mi baja estatura parece mayor de lo que es en realidad. Suelo cuidar más mi cabello, que siempre tengo recogido en una coleta y mi piel, algo morena que desentona bastante con los tonos pálidos de mis amigas, cosa que, pienso, es lo que llama más la atención de mi y lo que provocó que aquel día se desmadrase.
El día había comenzado bastante rutinario, comida con mi novio en su casa, él enganchado a la consola media tarde y luego, sobre las ocho, llamada al timbre de unos amigos con los que habíamos quedado para montar una fiesta en la playa. Nos preparamos para bajar, yo me puse un bañador de dos piezas de color blanco para hacer contraste y no me molesté en ponerme pantalones o camiseta, pues íbamos a ir en coche, el trayecto era corto y la ropa solo era un estorbo después. Y con eso vino la primera discusión.
-Tú así no vas -Fueron sus únicas palabras
Cabe decir que mi novio es bastante celoso y no le gusta o, mejor dicho, aborrece que otros hombres me vean con menos ropa de la que llevaría una eclesiástica. A mi en cambio, si bien no me gusta tampoco ir medio desnuda, me gusta enseñar un poco y el bañador ayudaba, pues no cubría demasiado, marcaba mis pechos y el tanga (Prenda que tampoco le gusta a mi novio) era a juego.
La discusión fue por esos puntos. Él me acusaba de que quería ir provocando, yo alegaba que ya eramos mayorcitos, que conocía a todos los de la fiesta y que no sería la primera vez que me veían así y finalmente acabó con un "Me pongo lo que me da la gana" que me sirvió para salirme con la mía, cansada de sus tontos celos. Él tuvo que tragar malhumorado, se puso su bañador y una camiseta y salimos directamente sin decir nada más hasta subirnos en el coche de uno de ellos, dando lugar a un trayecto bastante horrible con un silencio tenso dentro del coche en los que ninguno de los otros dos chicos que nos habían recogido se atrevía a pronunciar una sola palabra.
Al llegar a la playa las cosas parecieron suavizarse un poco. Eramos alrededor de veinte personas, con mayoría de chicos e inmediatamente sacaron la cerveza, pusieron la música y todo pareció olvidarse. La playa a aquellas horas estaba desierta, más aún teniendo en cuenta de que era privada y habíamos alquilado una cabaña. Al llegar le lancé una mirada a mi novio, señalándole a las otras chicas que, al igual que yo, solo habían venido en bañador.
La segunda discusión vino a las dos horas. Habíamos encendido una hoguera sobre la arena con un círculo de piedras y unos palos, rezando para que no nos descubriese el dueño de la cabaña y el alcohol ya había empezado a correr. Yo no le suelo hacer ascos y, al igual que ela mayoría, iba con un poco de chispita previa. Mi novio por contra no aguanta muy bien el alcohol y a pesar de que apenas eran las once él ya estaba en un estado algo lamentable. Y encima tuvo la poca vergüenza de venir hacía mi y recriminarme que ya había bebido demasiado. Nuevamente sus celos, ayudados por la borrachera, me atacaban. Discutimos en voz alta y yo me marché cabreada al otro lado de la hoguera, dejándole solo a él y con un "Que te den" como última frase.
Para calmar los ánimos pusieron música para bailar por parejas. Algo arrepentida por haberle replicado así, fui donde él y le dije si quería bailar pero él se limitó a bufar y tumbarse sobre la arena hecho un ovillo, dejándome con las ganas. Me volví a mosquear y cuando me alejaba, uno de los amigos de mi novio, Héctor, se acercó a mi y me pidió si quería bailar con él.
Me lo pensé durante un rato. La forma de bailar era en teoría para parejas, pues los movimientos eran bastante sensuales y había bastante roce, pero estaba cabreada, el chico era atractivo y yo quería bailar, así que mi respuesta fue la que él quería oír y nos fuímos junto al resto de parejas. Él inmediatamente se pegó detrás mía y puso ambas manos sobre mis caderas. Yo me puse algo tensa al principio, pues él no se había cortado un pelo y había pegado su entrepierna contra mi trasero, pero él me susurró un "tranquila" y yo me relajé como un resorte, rodeando su cuello con mis brazos y dejando que él guiase el baile.
Y sin duda lo hizo. Con sus manos movía mis caderas mientras él, literalmente, se restregaba contra mí para luego pasear sus manos por mi cintura hasta rodear mis pechos. Me empecé a calentar, pero no quería darle a mi novio más motivos para estar celoso así que disimuladamente, para no montar una escena, me giré siguiendo la música y aparté sus manos. Él no se rindió y aprovechó que ahora estaba cara a cara con él para llevarlas a mi trasero y sujetar mis nalgas. Le miré con cara inquisitiva y él me guiñó un ojo bajando la vista, con lo que seguí con la mirada y vi a lo que se refería. Al llevar unos slips, su erección se marcaba bastante abultada. Me quedé embobada mirándole el paquete, bastante más grande que el de mi novio y al parecer mi cara debía decir algo que no pensaba en ese momento pues él me sonrió lascivamente.
Él aprovechó mi momento de duda y me volvió a girar, clavándome esta vez su entrepierna de forma más descarada entre las nalgas. La diferencia fue que al guirarme me encontré de cara con otro de los chicos, uno más joven que yo llamado Martín que, sin pensárselo, me lanzó un beso a los labios. En aquel momento yo no supe como reaccionar, iba muy caliente y la situación me pudo. Entrecerré los ojos devolviendo el beso, notando las manos de Héctor nuevamente en mis pechos, pero esta vez dentro de la tela.
Martín se separó de mi y se agachó, cogiendo una botella de cerveza vacía y diciendo que íbamos a recoger más cerveza. Él "íbamos" al parecer me incluía, pues Héctor me arrastró con ellos dentro de la cabaña sin que yo pusiese mucha resistencia. Mientras entrábamos pude escuchar unas risitas detrás nuestra, al parecer de una de las otras chicas que había adivinado lo que estaba a punto de ocurrir. Nada más entrar a la cabaña me llevaron a una de las habitaciones y cerraron la puerta, empujándome sobre la cama.
-Oye, parar en serio, no es buena idea -Protesté sin mucha convicción
-Ya hemos visto tu cara cuando me la miraste Alejandra ¿No quieres verla mejor? -Fue la respuesta de Héctor
Balbuceé algo mientras Martín se sentaba a mi lado y me desabrochaba el sujetador del bikini y me obligaba a arrodillarme en el suelo, poniéndose detrás mía y masajeando mis pechos y pezones. Noté como el calor subía a mi cara mientras Héctor se ponía delante mía. Llevé mis manos a sus slips, algo temblorosa, y los bajé de un tirón, dejando al aire su miembro totalmente erecto mientras contenía la respiración. Sin duda era mucho más grande que la de mi novio, pues a ojo alcanzaría fácilmente los veinte centímetros. Como para asegurarme de que era real lo agarré con mi mano y comencé a masturbarlo inconscientemente.
-Vamos, se te ve en la cara que quieres probarlo, no te contengas -Me provocó Héctor
Abrí la boca y empecé a deslizar la lengua por su tronco, mientras él llevaba sus manos a mi cabeza y empezaba a acariciarme el cabello, mirándome impaciente para luego mover él mi cabeza hasta que su glande tocó mis labios. Cerré los ojos y me la metí en la boca, comenzando a chupársela lentamente, cosa que no pareció satisfacerle pues empezó a empujarme la cabeza forzando que la felación fuese más rápida y provocandome arcadas cuando su pene rozaba mi garganta al forzarme a meterme en la boca más carne de la que cabía, al tiempo que Martín seguía manoseando mi cuerpo, paseando sus manos por mis senos y mi cintura, deslizando una de ellas dentro de mi tanguita y comenzando a masturbarme metiendo dos dedos dentro de mi vagina, mientras mis manos se agarraban a las piernas de Héctor para conservar el equilibrio.
Lo cierto es que algo dentro de mi deseaba eso. Hacía tiempo que mi vida sexual no era precisamente satisfactoria, pues mi novio llevaba casi cerca de dos meses sin acostarse conmigo, algo distante y más encerrado en sus videojuegos que en atender mis necesidades. Y la suma del alcohol, el calentón y la sequía me perdió totalmente y ellos se dieron cuenta cuando yo empecé a mover mi cabeza voluntariamente, ajena a las manos de Héctor, jugando con mi lengua y el pene que había en mi boca y siendo yo la que marcaba esta vez el ritmo de la felación.
Él empezó a dejar escapar varios gemidos, visiblemente complacido por mi sumisión, mientras me susurraba adjetivos que en otra ocasión habrían provocado que le diese un bofetón pero que en aquel momento solo me calentaban todavía más. Permanecí en aquella postura, chupándosela durante alrededor de cinco minutos hasta que él me agarró la cabeza con fuerza y dejó escapar un bufido, eyaculando dentro de mi boca y forzándome a tragarme el semen, que empezó a deslizarse por las comisuras de mis labios hasta que estornudé medo ahogada, separándome de él y recibiendo las últimas descargas en el rostro.
En ese momento escuché un "clic" y unas risas y me giré lentamente, viendo a una de mis amigas con un móvil haciendome una foto, riéndose visiblemente borracha y apenas sujeta por su novio, que tenía los ojos puestos en la escena y me observaba algo divertido.
-¿Quieres unirte Rubén? -Le preguntó Héctor, que volvió a introducirme el miembro en la boca para que se la limpiase de los restos de la eyaculación
-No, yo ya tengo mi propio "juguete" -Noté cierto tono burlón en la palabra, aunque no pude darle importancia al estar "ocupada" en ese momento
-¿Sabes algo de Joaquín? -Mi novio
-Ni os preocupéis, está totalmente KO ahí fuera
Tanto Martín como Héctor asintieron y volví a escuchar un "clic" dándome cuenta de que no se trataba de una foto sino de un vídeo, pero antes de que pudiese protestar tanto Rubén como su novia desaparecieron y los dos chicos que estaban conmigo me levantaron en volandas y me pusieron sobre la cama a cuatro patas. El tanga me duró puesto cosa de unos segundos, lo que tardó Héctor en desabrochar el cordón que lo sujetaba. No reaccioné a tiempo y antes de poder quejarme, ya que no llevaba condón, se puso detrás mía y sin demorarse mucho me penetró bruscamente por la vagina. Mi grito inicial se pudo haber oído fácilmente por toda la playa, pero los siguientes fueron amortiguados por Martín que, arrodillándose delante mía y aprovechando que había abierto la boca en aquel grito me la metió dentro del tirón.
Empezaron a hacerme un serrucho, yo haciéndole una felación a Martín, con el ritmo marcado por las embestidas de Héctor que nuevamente había abandonado cualquier atisbo de cuidado y estaba haciéndomelo de forma bastante salvaje, provocándome más dolor que placer. Héctor jadeaba y bufaba cada dos por tres, dándome nalgadas y soltando insultos mientras por contra, Martín, permanecía en silencio y se cuidaba de intentar que el oral fuese más lento. Al poco rato ya se podían oír gemidos en la habitación de al lado, donde estaban Rubén y su novia, lo que provocó que me terminase de calentar y tuviese un orgasmo que me hizo flaquear las piernas.
Durante los siguientes veinte minutos permanecimos en la misma posición, yo sintiendo el cuerpo entumecido y dolorido y deseando que acabase ya para poder relajar los músculos. Fue cosa de unos pocos segundos más. Martín terminó primero, eyaculando en mi boca y, aunque no lo forzó, esta vez lo tragué por voluntad propia. Martín se separó de mi, sacudiéndosela un rato más y soltando un par de pequeños chorros de los últimos espasmos sobre mi cara, impregnándomela más todavía y sentándose a esperar a que Héctor terminase. Cuando me agarró las caderas con las uñas clavadas comprendí lo que pretendía pero no pude evitar que se terminase dentro de mí. Solté un gemido prolongado, sintiendo yo también un segundo orgasmo y notando como su semen entraba dentro de mi cuerpo y caía por mis muslos, provocándome un estremecimiento de placer.
Caí rendida sobre la cama, con el cuerpo impregnado de semen y jadeando. En la habitación de al lado ya no se escuchaba nada cosa que agradecí y aproveché el momento para intentar ordenar mis pensamientos. Martín y Héctor permanecían algo alejados, el primero sentado sobre la cama mirándome con curiosidad y el segundo dándome la espalda y, según me pareció ver, tomándose una pastilla que no quise saber que era. La puerta de la habitación se abrió de nuevo y entro Rubén malhumorado, desnudo y empalmado.
-¿Qué ocurrió? -Preguntó Martín provocándome un respingo de sorpresa al escucharle hablar
-Se quedó dormida, le pudo la borrachera -Replicó él visiblemente irritado, pues al parecer no había podido acabar su "faena"
A Héctor le dio un ataque de risa al escuchar las palabras de Rubén y me señaló, mientras se levantaba y se dirigía hacía mi, nuevamente empalmado y con una erección aún mayor que la anterior. Rubén no se lo pensó y también dirigió sus pasos hacía la cama, donde empecé a temerme lo peor. No me equivoqué. Héctor me levantó en volandas y me sentó encima suya con las piernas abiertas. Comprendí lo que pretendía e intenté evitarlo, pero me sujetó los brazos y antes de que pudiese decir nada me penetró analmente. Rubén se puso enfrente mía y separó más mis piernas, inclinándose sobre mí y terminando el sandwich penetrándome la vagina.
Empecé a sollozar de dolor, mezclado con mis gritos pues era la primera vez que me lo hacían por detrás, nunca le había dejado a mi novio. Martín, que le había cogido el gusto a actuar de "silenciador" se puso de pie a mi lado y me giró la cabeza, ahogando nuevamente mis gritos con su miembro, mientras Rubén aprovechaba la posición para inclinar su cabeza y morderme un pezón, retorciéndolo con los dientes.
-Menos mal que teníais aquí a esta zorra, no creo haber podido resistir el calentón -Comentó divertido Rubén mientras seguía masticándome el pezón
-Sin duda, y tiene buen aguante, no entiendo como el idiota de Joaquín prefiere tirarse a otras teniendo esto en casa -Respondió Héctor con doble intención
El enterarme de que mis últimas semanas de secano se debían a que mi novio me había estado siendo infiel trastocó las últimas neuronas de cordura que me quedaban y mi cuerpo se destensó, entregándose totalmente a mis tres amantes, rodeando la espalda de Rubén con mis piernas y liberando mis brazos para rodear el cuello de Héctor con uno mientras con la mano libre acariciaba los testículos de Martín. La situación se alargó durante unos minutos, durante los cuales Rubén se terminó dentro mía, bastante rápido sin duda por el calentón previo que llevaba, cosa que no evitó que a los pocos segundos le pidiese a Martín un "cambio" y mientras este me comenzaba a penetrar, Rubén dejaba que yo se la chupase.
Finalmente Martín eyaculó, pero tuvo el detalle de sacarla primero y acabó regándome el vientre y los pechos con el semen. Con un suspiro se separó de mi y buscó su bañador. Rubén le preguntó y Martín solo respondió que ya no podía más, que salía fuera a tomar el aire. Mientras Martín se alejaba escaleras abajo, pude notar como Rubén parecía preocupado. Me fijé que, al parecer, no se le levantaba del todo. Su cara estaba roja como un tomate y Héctor, que se dio cuenta, se volvió a reír de él.
Rubén se retiró de mi boca algo irritado y avergonzado y Héctor aprovechó para cambiarme de posición y volver a ponerme a cuatro patas, penetrándome nuevamente por detrás mientras me agarraba la coleta con la mano y la cintura con la otra. Ahora que ya tenía la boca libre, volvieron mis gritos aunque esta vez eran más flojos, mas ahogados por los gemidos de placer que habían sustituido a los de dolor. Rubén salió de la habitación rápidamente, con algo entre las manos, mientras Héctor reducía la velocidad de las embestidas y finalmente me la sacaba, tirándome de la coleta para que me girase y "obligándome" a metérmela en la boca, donde se terminó nuevamente.
Volví a quedar tumbada sobre la cama, jadeando, dolorida y con todo el cuerpo manchado de semen, con Héctor tirado al lado mía y descansando también. Permanecimos así unos minutos, hasta que me incorporé decidida a salir ya de allí, que ya había estado bien y que había que terminar. Que equivocada estaba. Mi bañador había desaparecido.
-Si buscas tu ropa, se la llevó Rubén abajo
Intenté convencerle de que me la trajese, pero el se negó en redondo y finalmente salí desnuda de la habitación, bajé las escaleras y me asomé a la puerta de la cabaña. La mitad habían desaparecido, algunos se habrían ido a sus casas y otros, más interesados, todavía estaban por la cabaña disfrutando de sus parejas. En la playa solo quedaban mi novio, inconsciente, Rubén que estaba exhibiendo mi bañador, otros dos chicos y una chavala que no conocía, amiga de Rubén y más joven que yo. Esperé unos instantes, pensando en que hacer, hasta que Héctor, que apareció detrás mía, me dio la solución empujándome fuera de la cabaña y llevándome del brazo hasta el grupito.
Al acercarnos me fijé en que los tres desconocidos eran más jóvenes que yo, como mucho cada uno tenía dieciséis años. La chica estaba desnuda y, como yo, tenía restos de semen por el cuerpo, pero no parecía importarle ya que estaba sentada sobre una toalla hablando tranquilamente con Rubén. Cuando nos vieron llegar todos los ojos se centraron en mi, sobretodo los de los otros dos chicos que parecían querer devorarme con la mirada, a lo que yo respondí enrojeciéndome.
-Mirad, ella es de quien os hablaba -Comentó Rubén aireando mi tanga
-¿Puedes devolverme mi ropa por favor? -Supliqué al llegar hasta ellos
-De acuerdo, pero a cambio de una cosa -Respondió él- Tienes que condecerles un deseo, les he hablado de ti y quieren "conocerte"
Adiviné al instante lo que pretendía, pero sin darme cuenta me encontré asintiendo con la cabeza. Ellos se miraron y sonrieron y la chica abrió las piernas y se señaló la vagina.
-Me gustaría que me limpiases -Pidió ella con todo el descaro del mundo
Miré a Rubén que solo dijo que lo había prometido y Héctor me volvió a empujar, forzando a caer enfrente de ella. La miré. Ya había estado en un par de ocasiones con una mujer, pero ella era mucho más joven que yo y la situación era muy humillante. Como para incentivarme, uno de los chicos me dio una nalgada y yo gateé hacía ella y, haciendo de tripas corazón, comencé a lamer su cuerpo, empezando por sus pechos y su cuello, lamiendo todos los restos de semen y bajando poco a poco hasta que mi cara se encontró entre sus piernas, que ella cerró alrededor de mi cabeza y yo comencé a lamerle la vagina.
Deslicé mi lengua por su sexo, estimulándola todo lo que podía hasta que finalmente tuvo un orgasmo y, evidentemente, me tocó limpiarle los restos nuevamente, entre los "ánimos" del público. Una vez no quedó ni rastro, me tumbé sobre ella y la besé en los labios, jugando con su lengua durante un buen rato, hasta que ella me separó y señaló a sus dos amigos, de pie a nuestro lado y ya preparados para pedir su deseo, que no tardé en cumplir poniéndome de rodillas enfrente de ellos y chupando ambos miembros, turnándomelos en la boca mientras masturbaba al que estaba libre.
Me era muy excitante estar poniéndole los cuernos a mi novio estando este a escasos cinco metros de mi. La chica se arrodilló a mi lado y me acaricó la cabeza, indicandome a quien debía chupársela en cada momento y guiándome durante unos largos quince minutos hasta que ambos estuvieron a punto al mismo tiempo y empezaron a eyacular sobre mi cara y mi boca abierta.
Rubén me miró complacido y me entregó mi bañador. Yo me levanté y, dado que no podía vestirme estando como estaba impregnada de semen, me fui de allí sin decirles nada, camino al agua para limpiarme. Notaba sus miradas sobre mi mientras me alejaba, pero recé para que no me siguiesen, mientras pensaba en lo que acababa de ocurrir.
Había descubierto que mi novio me había estado siendo infiel y, a su vez, le había devuelto los cuernos con hasta cinco personas y un plus extra con la chiquilla, delante de sus narices. Me sonreí a mi misma. Como pensaba, mi vida sexual cambió mucho a partir de ese día.