Cómo me convertí en sumiso. Semana 2-3 Reescrito
Continuación de la fantasía heterosexual de un posible sumiso en la cuarentena.
Este relato es la continuación del titulado “Cómo me convertí en un sumiso”, se centra en la segunda semana de mi periodo de sumisión y relata los acontecimientos más destacables que sucedieron durante esos 7 días.
La segunda semana de sumisión empezó de la misma forma que ya comenzaba a ser habitual, me levantaba para ir a trabajar me aseaba y me ponía la ropa que mi mujer me había dejado preparada. Para este lunes me había dejado un tanga azul eléctrico en el que difícilmente podía ocular mis testículos y unas medias opacas azules a medio muslo.
El día transcurrió entre reuniones e informes hasta la hora de salida, al llegar a casa ya estaba esperándome mi mujer para bajar a correr un rato y así mantenernos en forma:
-Cámbiate rápido que nos vamos a correr 15 minutos. Ya tienes la ropa preparada sobre nuestra cama, déjate el tanga puesto.
-Si cariño, ahora mismo.
Cuando llegue a la habitación me desnude rápidamente, me puse una camiseta de algodón color azul oscuro, las mallas tipo corsario de color blanco y las zapatillas que me había dejado preparado Lydia.
Cuando salí de la habitación la cara de Lydia era un poema, estaba muerta de la risa ya que se me transparentaba todo el tanga azul debajo de las mallas blancas, era como si fuera solo en tanga, cuando me di cuenta me puse rojo como un tomate y muerto de la vergüenza le comente:
-Tu estás loca, yo no pienso salir así a la calle, voy casi desnudo.
-Te voy a explicar que da igual lo que tú pienses, te recuerdo que soy tu Señora y en esta casa, durante este mes, se hace todo lo que yo diga y sin rechistar. Mira en este momento tienes tres opciones: Sales así vestido y disfrutamos del rato de deporte, sales a correr sin las mallas o recibes un castigo por tu insolencia. Puedes elegir la que quieras:
-La verdad es que la primera opción no quería hacerla, la camiseta prácticamente no me tapaba nada puesto que me llegaba a la cintura por lo que tanto por delante y por detrás se transparentaban las bragas de forma explícita. La segunda opción de salir sin las mallas no era planteable, así que decidí elegir el castigo.
-¿Estás seguro?
-Sí.
Rápidamente Lydia se dirigió a por unas pinzas mientras me ordenaba que me quedara desnudo, cuando volvió al salón traía en la mano 4 pinzas de madera de las de tender la ropa. Colocó las 2 primeras sobre mi flácido miembro y las otras dos me las puso en los pezones.
-No te muevas, estarás así hasta que lo decida y se dio media vuelta marchándose a correr ella sola.
A los 15 minutos regresó y me pregunto cómo me encontraba, la verdad es que al contrario de lo que pensaba cuando me puso las pinzas, las pinzas del pene no me molestaban nada, pero por el contrario la de los pezones me estaban matando y así se lo dije.
Ella rápidamente me quito las pinzas y el resultado fue aun peor, la sensación de que la sangre volviera a circular por mis pezones me producía un dolor y un escozor que me hicieron soltar unos gritos y retorcerme de dolor. Pero todo empeoró cuando recibí un manotazo en mi pene que hizo saltar las dos pinzas y que éstas cayeran al suelo. Mis piernas me fallaron y tuve que arrodillarme en el suelo agarrándome con una mano los pezones y con otra mi pene duramente castigado. Ella mientras tanto se marchó a ducharse y se preparó para cenar, ver la tele y acostarse.
El miércoles me mandó un mensaje a la oficina para avisarme que por la noche tendríamos una cena especial, así que llegamos a casa después del trabajo y me duché y arreglé para estar preparado para cuando mi Señora dijera que nos teníamos que marchas. Para mi sorpresa mi mujer empezó a cocinar en casa y no se arregló, cuando ya estaba todo listo me dijo que me quedará desnudo y que fuera poniendo la mesa.
Evidentemente obedecí la orden lo más rápido que pude y preparé la mesa del salón, mi miembro sabía que algo se avecinaba y poco a poco se iba poniendo en posición de combate. Cuando mi mujer salió de la cocina traía dos platos de pasta con tomate y carne picada, pero ante mi sorpresa colocó uno en la mesa y otro en el suelo.
-A comer, exclamo.
-Yo no sabía qué hacer así que espere de pies hasta que ella ordenará algo.
-Cuando empezó a comer sentada en la mesa me miro y me dijo que si no tenía hambre.
-Sí, pero no se qué tengo que hacer.
-Pues te pones a cuatro patas y comes como un perro, cuando quieras agua me la pides con un ladrido, por cierto la cabeza mirando hacia la tele.
Me quede paralizado, comer tirado en el suelo, sin cubiertos y totalmente desnudo, además al comer mirando a la tele, mi culo y mis huevos quedaban totalmente expuestos a mi dueña.
Lydia se estaba empezando a impacientar porque yo no obedecía y pronto me hizo ver que o ejecutaba la orden inmediatamente o recibiría un castigo. Todavía me dolían los pezones del castigo del lunes, así que cumplí la orden y me puse a cenar.
La situación era muy humillante, tenía toda la cara manchada de tomate y de restos de pasta, cuando tenía sed tenía que ladrar y Lydia me acercaba un vaso de agua pero extrañamente mi miembro cada vez estaba más duro. Visto con el paso de los años y después de hablar con Lydia, fue en esta situación cuando ella se dio cuenta de que lo que realmente me gustaba de servirla era las situaciones humillantes que me hacía vivir.
Cuando acabamos con la pasta me ordenó que recogiera la mesa, me limpiara la cara y llevará el postre. En esta ocasión había preparado unos flanes que serví de la misma manera que había comido la pasta, es decir ella en la mesa y yo en suelo. Pero antes de empezar me dijo que me estaba muy contenta con mi comportamiento y que me iba a premiar, se levantó, se situó a mi lado y ordenándome que no abandonará la posición de perrito me empezó a masturbar con una mano, mientras que no la otra me empezaba a penetrar analmente.
Creo que no tarde en terminar ni un minuto así que cuando estaba a punto de correrme le avise y me dijo que disfrutará mi premio, así que me abandone a los placeres del orgasmo que estaba teniendo. Cuando me recuperé, Lydia ya estaba terminado el postre y me dijo que terminará pronto que tenía sueño. Rápidamente acache la cabeza para empezar a comer el flan y entonces vi que toda mi corrida estaba encima del plato y se mezclaba con el flan y el caramelo que tenía.
Como no empezaba a comer por la repulsa que sentía ante tal mezcla, recibí un azote y un grito de mi Señora que me hicieron rápidamente abrir la boca y comerme todo para no disgustarla más.
Al llegar el viernes me extraño que mi mujer no me hubiera pedido ni una sola vez que le diera placer, pero ya os he comentado que ante esta nueva situación desconocía todos los comportamientos de Lydia. Cuando llegue de trabajar Lydia me colocó el cinturón de castidad y me avisó de que no me lo quitaría hasta el lunes para irme a trabajar. El fin de semana pasó sin más sobresaltos y nos dedicamos a realizar vida normal. Tanto el sábado, como el domingo me pidió nada más despertar que le comiera el coño y ella se corrió tantas veces como quiso. Pero el domingo cuando nos acostamos me dijo:
-Descansa que la próxima semana será intensa, será tu tercera semana de sumisión y vamos a dar un paso más para ver si realmente quieres ser mi esclavo o solo es una fantasía tuya.
Esa noche difícilmente pude descansar pensando que humillaciones tendría preparadas Lydia para los próximos 7 días.
Continuación de la fantasía heterosexual de un posible sumiso en la cuarentena.
Antes de empezar con este tercer relato de la fantasía que he vivido en mis sueños, os tengo que comentar que como ya dije en mi anterior relato “Una pareja normal” soy un gran amante de la lencería de mujer, nada me parece más erótico y excitante que una mujer con lencería fina y elegante, por explicarme mejor para que me entendáis todo lo contrario a esas bragas y sujetadores de color carne.
El lunes de la tercera semana empezó con una pequeña novedad, nada más despertar me metí en la ducha aun con el cinturón de castidad puesto, cuando aún estaba el agua fría entro Lydia en el baño y abrió la puerta de la ducha se metió debajo del agua y me ordenó enjabonarla, rápidamente me puse a ello, mientras mi pene aun enjaulado en el cinturón de castidad me daba enromes pinchazos por el aumento repentino de su tamaño. Una vez que terminé me indicó que me tumbará en el suelo de la bañera:
-Rápido, túmbate en el suelo.
Sin más, abrió un poco las piernas y empezó a mearme encima, desde los pies a la cabeza. Pensé que mi miembro me iba a estallar, la situación me estaba sobrexcitando y no podía ni empalmarme. Cuanto se deshago salió de la bañera y me dijo:
-Límpiate que estás que das asco, cuando acabes quítate el cinturón de castidad y ponte la ropa que te he preparado.
-Gracias, Señora.
Me terminé de limpiar con agua fría para tratar de bajar mi calentura, me sequé y me quité el cinturón, me fui a la habitación y vi a Lydia con un tanga de tul transparente de color rojo y unas medias sujetas por un liguero. En ese momento comprendí que mi ducha no había servido para nada ya que mi herramienta se empinó de forma exagerada. Lydia al verme se rió muchísimo y me dijo que me diera prisa en vestirme o llegaríamos tarde.
Después de comer recibí un mensaje en el teléfono en el que Lydia me ponía que fuera al baño de la oficina, me quitará la ropa y me hiciera una foto para enviársela inmediatamente. Me dirigí lo más rápido posible al baño y me baje los pantalones y me quite la camisa, puse el teléfono en modo cámara y me preparé para realizar dos fotos una de frente y otra de espaldas, pero cuando fui a disparar la primera foto me di cuenta de la vergüenza que sentía vestido con un tanga de mujer de color carne y unas medias del mismo color a medio muslo. Yo no soy homosexual me dije a mí mismo, esto tiene que cambiar que pensé en voz alta
Me vestí sin hacer las fotos y me convencí para hablar con mi mujer esa misma tarde. Le conteste el mensaje diciéndole que no había podido hacerme las fotos y que luego hablábamos.
Cuando estaba de camino a casa me encontraba muy contento por la decisión que había tomado y estaba seguro de que Lydia lo entendería. Cuando llegué me desnudé y me puse uno de mis calzones que hacía más de dos semanas que no utilizaba, puse la televisión y esperé a que mi mujer volviera a casa.
Lydia llegó a su hora de costumbre, cosa que agradecí porque poco a poco me iba poniendo nervioso sin saber muy bien por qué. Nada más abrir la puerta se dirigió hacía mi y sin saludarme me dio un bofetón con la mano abierta.
-¿Por qué no me has enviado las fotos? Entiendes que tu eres mi sumiso y debes hacer todo lo que yo ordene tal y como me has solicitado desde hace años. Tu te crees que ahora después del coñazo que has dado te puedes rajar.
-Pero, cariño he pensado que esto se nos ha ido de las manos. Me vistes de mujer, como en el suelo, te meas encima mío... No estoy seguro de querer continuar
-Según acabe la frase Lydia me dio otro bofetón y a gritos me dijo. ¡No entiendes que esto es una cosa que has propuesto tú voluntariamente! Durante este mes ya te he explicado que me da igual lo que pienses o quieras, eres mi sumiso y eso implica hacer todo lo que yo quiera sin ni siquiera pensarlo. Si ahora te arrepientes haberlo pensado antes. ¡Desnúdate ahora mismo, ponte en la cama a cuatro patas y no me calientes más la cabeza!
Me quedé estupefacto y la verdad es que asumí sus órdenes de inmediato, no quería enfadar a mi Señora por nada en el mundo, ella estaba haciendo un gran esfuerzo por salirse de su rol habitual y encima yo estaba poniendo pegas a lo que yo mismo había deseado y pedido constantemente.
Una vez en cuatro mí mujer se quitó su tanga y me lo metió entero dentro la boca, otra vez mi subconsciente me traicionaba y mi polla empezaba a presentar una incipiente erección.
-Pues para querer dejarlo y no estar seguro parece que te gusta mucho ¿no? Me decía Lydia mientras me daba estirones en el pene.
Abrió el armario y sacó el arnés de doble pene, que tenemos sin utilizar desde hace años, junto con un bote de lubricante. Ella se introdujo de forma hábil el pene más pequeño y se ajustó las correas del arnés para que se moviera lo menos posible. Me aplico lubricante de forma abundantemente en mi culo y me penetró lentamente pero de forma continua hasta que tuve todo el pene de plástico dentro de mí. Una vez así, se detuvo para que mi recto se hiciera al tamaño del invasor y mientras tanto me pidió que pusiera los brazos hacia atrás para atármelos con unas medias a la altura de los codos.
En esa posición, sin poder utilizar los brazos, yo solo podía apoyar la cabeza en la almohada lo que provocaba que no pudiera respirar ya que tenía la boca totalmente taponada con el tanga de Lydia, además la postura le permitía un acceso total a mi culo para poder hacerle lo que quisiera.
No sé cuánto tiempo estuvo sodomizándome ni cuantas veces se corrió pero yo ya no podía más, me dolían los brazos, el culo, cada vez respiraba peor, no podía decir nada y mi polla y mis huevos estaban a punto de estallar. Me sentía usado y sin voluntad, como si fuera un esclavo al servicio de mi Señora. Realmente era lo que había pedido tantas veces y ahora se cumplía, estaba totalmente excitado, necesitaba tocarme para poder correrme y aliviarme, pero no tenía forma.
Tras unos minutos más de penetración, noté que algo salía de mi pene, pensé que me estaba meando y al mirar vi que estaba manando semen de forma abundante pero no tenía la sensación de orgasmo, era como si me estuvieran ordeñando, simplemente salía leche pero no sentía nada. Lydia se dio cuenta y continuó follandome hasta que paré de expulsar leche, se retiró lentamente de mi culo y me tiró un par de fotos de lo abierto que había quedado mi agujero tras más de media hora de perforarlo constantemente. Por último me sacó el tanga de la boca, me insertó el plug-joya y me dijo que no me lo quitara hasta nueva orden.
-Dúchate, limpia todo esto y no te pongas bragas quiero apreciar tu “joya”. Espero que te haya quedado clara la lección de hoy y te recuerdo que te queda toda esta semana y una más sin la más mínima voluntad.
Esa noche lo pasé fatal, tenía el plug insertado en mi culo, lo que me producía una excitación enorme, pensaba constantemente en que me había convertido en un sumiso y seguía sin tener un orgasmo desde el miércoles anterior. Me habían ordeñado y realmente solo había servido para que estuviera aun más cachondo. Al llegar la mañana mi Señora me dejó quitarme el plug.
El martes y el miércoles todo transcurrió con normalidad, pero cuando llegué el jueves de trabajar me encontré en la cama unas bragas brasileñas rojas y las mallas blancas para ir a correr. Todavía recordaba el castigo que sufrí por no querer vestirme con esas mallas y os aseguro que no quería repetirlo, así que me lo puse todo y me preparé para bajar a correr con Lydia.
Estuvimos como 30 minutos corriendo y paseando por las calles de nuestra ciudad, yo intentaba no pensar en que se me transparentaba todo pero la verdad es que era imposible, incluso me pareció en varias ocasiones escuchar a la gente comentar y gritar algo referente a mi vestuario, la situación una vez más me hacía estar humillado y apenas levantaba la cabeza para mirar más allá del suelo. Al llegar a un parque Lydia me dijo que posará para hacerme unas fotos y estuvo un buen rato fotografiándome en todas las posturas que se le ocurrieron.
El viernes como ya era costumbre me tuve que poner el cinturón de castidad al salir de trabajar. Durante el fin de semana Lydia me penetró con el arnés en un par de ocasiones y me pidió que la masturbara y la comiera el coño las veces que le apeteció. El domingo por la noche, antes de acostarnos, mi mujer me quitó el cinturón de castidad y me recompensó con una mamada magnifica pero me avisó que antes de correrme la avisará.
Siguiendo sus instrucciones y justo antes de correrme la avisé, ella paró inmediatamente y dejó que se me bajará la excitación, yo creí que me volvía loco. Semana y medía sin correrme y ahora me dejaba así... Pero no, pasado un rato empezó a masturbarme de nuevo y me volvió a pedir que la avisara cuando me fuera a correr, así lo hice pero en esa ocasión me siguió masturbando y justo un segundo antes de que me corriera ella dejo de mover su mano.
De esa forma consiguió parar mi orgasmo justo en el punto de no retorno, es decir no conseguí tener el orgasmo, pero toda mi leche se derramó de forma abundante. Jamás había experimentado algo igual pero esa semana Lydia había conseguido ordeñarme dos veces sin que yo ni siquiera hubiera podido disfrutar lo más mínimo.
Lydia se moría de la risa por las caras que yo debía estar poniendo, la impotencia que mentalmente sufría era enorme, quería forzarla a que me llevará al orgasmo, pero el miedo al castigo y saber que eso era lo que yo había pedido me hicieron pasar el mal trago sin ni siquiera rechistar. Nos acostamos y ella se encargo de recordarme que ya solo me quedaba una semana.