Como madre e hija.
Y como si hubiera sido una orden, Mamá obedeció y comenzó a comerse todo mi sexo. Yo gemí. Gemí tan fuerte que seguro alguno de los vecinos me escuchó.
Gracias a la carrera que estudio, debo viajar a algún lugar del país por lo menos una vez cada semestre. Usualmente rentan cuartos de hotel para cada alumno, pero esta vez nos colocaron en casas diferentes a todos, donde una familia nos hospedó y se encargó de nosotros durante nuestra estancia.
A mí me tocó quedarme cerca del lugar donde estábamos trabajando, con una mujer de unos 40 años y su esposo, un poco más grande; no tenían hijos, pero sí un montón de sobrinos y otros familiares que vivían en su casa.
A pesar de que era una familia numerosa, todos salían de la casa muy muy temprano a cumplir con sus actividades, y llegaban tarde por la noche, por lo que casi nunca nos encontramos; a excepción de Clara, la señora de la casa, quien se quedaba sola durante todo el día encargándose básicamente de los quehaceres del hogar.
Pasaron varios días desde que llegué a hospedarme ahí, y siempre me sentí muy bien atendida… sin embargo, había algo que me parecía sumamente raro… la regadera no tenía puerta ni cortina, la puerta del baño podía cerrarse con seguro, pero había un agujero de unos 5 centímetros de diámetro.
Cada vez que yo me metía a bañar, una extraña sensación me acompañaba, como si alguien me estuviera espiando por aquél agujero. Nunca vi a nadie asomarse por ahí, pero aún así, podía sentir su mirada. Ese sentimiento comenzó a excitarme, el imaginarme desnuda siendo observada por alguien más me ponía sumamente caliente… hubo algunas veces en las que al salir de la ducha corría a mi cama a masturbarme, porque no podía más.
Esto comenzó a ocurrir más cotidianamente, me quedaba más tiempo dentro de la ducha, incluso, hubo días en que me atreví a masturbarme bajo el chorro de agua; lo hacía escandalosamente, esperando que de esa forma mi espía apareciera atraído por mis gemidos.
Pasó una semana y media, cuando al salir de la regadera, toda mojada y con una toalla enredada en el cuerpo, me topé con Clara. Estaba ahí, parada junto a la puerta del baño, atónita, como congelada.
-Bu…buenos días Clara.- dije nerviosa.
Ella no respondió. Nos quedamos las dos ahí, de pie, sin decir nada. Se podía sentir la gran tensión sexual, que comenzaba a volverse incómoda. Suspiré y confundida comencé a caminar hacia mi habitación, cuando Clara me tomó de la mano, me jaló y me colocó contra la pared.
Me arrancó la toalla y me dejó completamente desnuda. Me tenía prisionera, me agarraba de los brazos y yo no podía (ni quería) moverme.
-Cariño, esto tú lo has provocado, tú tienes la culpa, así es que te vas a callar y no me vas a impedir nada- me dijo en un tono un poco agresivo.
Entonces metió su mano entre mis piernas, abrió mis labios vaginales y comenzó a tocar toda mi conchita, que ya estaba bastante húmeda. Yo sólo acerté a soltar un gemido, pues no podía haber estado más excitada.
Yo arqueaba la espalda cada vez que sus dedos se posaban sobre mi clítoris , y chorros de líquido comenzaban a salir a borbotones de mi sexo . Con una mano empecé a sobarme las tetas mientras ella hacía lo suyo en mi concha. Me besó el cuello. Lamió mi oreja. Y yo estaba a punto de llegar al orgasmo cuando repentinamente me soltó. Yo temblaba de placer y no quería quedarme así.
-Mhhh… no, Clara… ¿qué pasa? ¿hice algo mal?
-No quiero que me llames Clara. Quiero que me digas MAMÁ. A partir de este momento soy tu mamá. Tú eres mi pequeña niña y vamos a jugar.
Aquellas palabras encendieron una gran lujuria en mí. Nunca había tenido fantasías de hacer el amor con mi madre, pero la idea me encantó.
-Si mami- le dije todavía entrecortadamente- lo que tú quieras.
Entonces me llevó de la mano hacia la sala. Las cortinas de la casa estaban abiertas de par en par y eso en cierta manera me excitaba aún más, porque me encanta ser vista.
-Quiero comerte toda, hija- me decía mi mami mientras se despojaba de la ropa- ya no podía esperarte ni un día más, mi cielo.
Hizo que nos sentáramos en el sofá y después recostó mi cabeza tiernamente sobre su regazo, entonces tomó una de sus grandes y rosadas tetas y metió su pezón en mi boca.
-Ven bebé, que te voy a amamantar. Bebe de mi leche, corazón.
Comencé a succionar el enorme pezón dentro de mi boca, mientras ella acariciaba suavemente mi cabello húmedo. Mi lengua jugueteaba con él y en ocasiones lo mordisquee.
-¡AAHHH!- Clara soltó un gemido, señal de que le gustaba alimentar a su pequeña hija.
Entonces extendió su mano y comenzó a masajear uno de mis senos. Lo apretaba fuertemente y torcía mi pezón cada vez que yo succionaba el suyo.
-Mi niña, no pares, sigue, sigue porque ya me vengo… ¡AAAAAH! ¡MMMMMH!
Entonces, mi madre, Clara, tuvo su primer orgasmo.
Rápidamente me levanté del sofá y me arrodillé frente a ella, frente a sus piernas abiertas. Su vagina estaba roja y totalmente lubricada. Y un clítoris enorme se asomaba por entre sus labios. No me resistí y empecé a comerla toda. Metí mi lengua en lo profundo de su sexo y lamí cada rincón de ese delicioso manjar. Era dulce y amargo a la vez.
-AHHHHHH, si, dale a mami placer. ¡Sé una niña buena y dale a mami otro orgasmo!- gemía Clara mientras apretaba mi cabeza contra su sexo.
Succioné su clítoris durante unos minutos, era gigante, y me encantó. Mamá se retorcía de placer y gritaba cosas que nunca entendí. Entonces, la penetré con mi lengua y ella saltó y gritó. Mi lengua se introducía y salía de su cueva y ella lo disfrutaba, gemía como un animal y se convulsionaba en señal de que llegaría a su segundo orgasmo. Se vino en mi boca, y yo bebí casi todos sus jugos. No quería separarme de aquella fuente, pero mamá estaba agotada y me pidió que la dejara descansar.
Me dio un largo beso, nuestras lenguas se entrelazaban y ella pudo probar así sus propios líquidos. Entonces me recostó sobre el sofá, se puso encima de mí y comenzó a lamer mis tetas. Mis pezones ya estaban durísimos, y dolía un poco cada vez que ella los succionaba. Apretaba mis senos uno contra otro y yo me estaba volviendo loca.
-Mami, si mami. Eres mejor que nadie. Solo tú sabes lo que tu hija necesita. MHHHH, ¡MHHHHH!
Mamá dejó de lamer mis tetas y bajó lentamente hacia mi sexo. Abrió mis piernas y contempló mi vagina durante algunos segundos.
-Qué hermoso tesoro, hijita. Qué delicioso se ve. No puedo esperar para comérmelo todo.
-Entonces cómetelo, mami, porque ya no aguanto más. Te necesito ahí abajo.
Y como si hubiera sido una orden, Mamá obedeció y comenzó a comerse todo mi sexo. Yo gemí. Gemí tan fuerte que seguro alguno de los vecinos me escuchó. De abajo hacia arriba mi mamita me lamía y se detenía siempre sobre mi clítoris para estimularlo con su lengua. Mi vagina comenzó a escurrir y yo apretaba la cabeza de mi mami para que no dejara de atenderme.
-Mami, mamita, ya casi me vengo, ¡YA ME VENGO! MHHH, MHHHHH, MMMMMH… ¡AHHHHH! ¡AAAAAAAAH!- exploté y mi néctar mojó todo el sofá, mis muslos escurrían y mi vagina palpitaba fuertemente. Por un momento dejé de respirar, pues mi mami me había regalado el primer orgasmo del día.
-Hija, espero que nunca más tengas que masturbarte en el baño. Siempre que lo necesites, llámame y yo iré a ayudarte. ¿Te ha gustado cómo lo hace tu mamá?- Asentí con la cabeza, puesto que estaba tan exhausta que no podía respirar.
Estuvimos ahí unos minutos recostadas en el sofá. Acariciándonos en silencio y jugando mutuamente con nuestras tetas. Una vez que recuperamos el aliento, ella me llevó a su habitación y me dijo que tenía una sorpresa para mí.
Me recostó sobre su cama bien tendida y me besó la frente.
-Aquí es donde papá y yo hacemos el amor, cariño, pero tú eres mucho mejor que él. Espérame aquí un segundo, ya vengo.
Yo obedecí y me quedé ahí mientras suavemente sobaba mi clítoris. Entonces puede ver que de su clóset, sacó una caja que contenía ¡UN CONSOLADOR! Un consolador con cinturón. Yo los había visto en videos porno, pero nunca imaginé que usaría alguno.
Se lo puso y me dijo que me iba a gustar. Entonces me jaló y me acercó a la orilla de la cama, donde ella de pie sacudía el pene de plástico azul… comenzó a restregarlo en mi vagina, jugueteando en la entrada de mi agujero, cuando de pronto, me penetró.
-MMMH- gruñí, pues había dolido un poco.
-Hijita, no quise lastimarte. Pero ya verás qué rico se siente.
Empezó a bombearme suavemente, lo metía y lo sacaba de mi vagina mientras con su dedo índice se encargaba de mi clítoris. Entonces poco a poco aumentó el ritmo y me embestía más fuerte. Yo estaba totalmente caliente, y mi sexo se lubricaba cada vez más.
-MHJ, MHJ, MHJ, MHJ- gemía Mamá cada vez que me embestía.
-¡MHHH, AAAH, AHHHH, mami, mamita, más rápido, más fuerte!
Entonces tuve otro clímax. Estallé. Mi cuerpo se arqueaba y con mis manos apretaba las sábanas de la cama mientras gritaba de placer. Mamá se quedó dentro de mí unos minutos , esperando a que pasara mi éxtasis y después sacó aquel pene de mi vagina, se lo quitó y me ordenó que yo lo usara.
Me ayudó a ajustarlo a mi tamaño. Yo arrodillada sobre la cama y ella de pie junto a mi comenzó a hacerme una mamada . Introducía casi todo el consolador en su boca saboreando mis jugos y con la mano hacía como si lo estuviera bombeando de arriba a abajo. Yo podía sentir como si ese pene fuera parte de mí. Después de un rato, Mamá se puso en cuatro sobre la cama y sacudió sus nalquitas pidiéndome que entrara en ella. Y así lo hice. De una vez le metí todo el consolador y comencé a embestirla rápidamente, como perritas en celo.
Entraba y salía, entraba y salía y cada vez iba acompañada de un gritito de mi mamá, lo cual me ponía sumamente cachonda. Después de unos minutos de aquel show, mi madre explotó en otro orgasmo. Su cuerpo tembló. Se quedó sin aliento y se desplomó sobre la cama.
-¿Te ha gustado mamita? ¿Tu hija ha aprendido bien de ti? Eres una buena perrita, mamá.- le dije mientras me ponía sobre sus piernas.
Alcancé la caja de donde había sacado el arnés y encontré un dildo doble, largo, muy largo y suave. Entonces ordené a mi mamá que se volteara y abriera las piernas, introduje una parte del consolador en su vagina y el otro extremo en la mía y comencé a moverme rítmicamente hacia adelante y hacia atrás. Ella se levantó e hizo lo mismo. Cada vez que embestíamos, nuestras conchitas se juntaban y podíamos palpar nuestros clítoris, lo cual nos estimulaba aún más.
Estuvimos un buen rato así, gimiendo y gritando de placer, hasta que las dos nos venimos al mismo tiempo. Nos corrimos una sobre la otra , estábamos en éxtasis.
Así nos quedamos, una dentro de la otra, recostadas en la cama, jadeando.
-Qué mañana tan perfecta me has dado, bebé. Eres una buena niña.
-Tú eres la mejor, mamita.
-Vamos a bañarnos, mi amor, porque ya se te ha hecho tarde para el trabajo. Quisiera que te quedaras aquí conmigo todo el día, pero comenzarán a preguntarse en dónde estás, así es que esta noche te esperaré desnuda en tu habitación…