Como llegué a ser Alexia (6)
continuaré mi narración de como me fue con mi primer cliente
Como llegué a ser Alexia (5)
Subí a su automóvil, de una marca conocida de autos de lujo MB, y me abrió la puerta como todo un caballero. Ya en el interior, al estar sentada, la minifalda se me subió hasta dejar casi completamente descubiertos mis muslos.
Me llevó a una casa de campo, en un lugar muy lujoso de mi ciudad. Era una casa enorme, con un jardín bien cuidado al frente y con un sendero para entrar los autos. Al llegar a la puerta salieron tres mujeres hermosas. Una de origen asiático, otra afroamericana y una tercera latina. Estaban vestidas con un microuniforme de mucamas y con medias negras y ligueros. No traía ropa interior, excepto la afroamericana que traía una tanguita negra. Las tres con pelo largo recogida hacia atrás y una cofia blanca muy coqueta. Nos dieron la bienvenida y nos dejaron solos en una espaciosa sala.
Roberto, que así llamare a mi galán, se comportó muy correcto. Se sentó cerca de mí y me ofreció algo de tomar. Yo acepté, porque pensé con alguna bebida se me quitaría lo cohibida que estaba. De repente apareció la mucama de origen asiático llevando una copa de un licor fuerte pero sabroso. Me dio tiempo de poderla observar, su uniforme le quedaba precioso, resaltando sus rasgos, así como sus atributos físicos: uno pechos grandes con unos pezones y areolas enormes que al caminar se vibraban con cada paso, y un pubis perfectamente depilado que dejaba ver unos labios mayores hermosos más obscuros que el resto de su piel.
Roberto tenía una plática entretenida que me hizo tomar un poco más de confianza, que junto con la bebida me hicieron entrar en calor. Me pidió permiso para retirarse un momento. Dejándome sola en esa enorme sala. Pude observar que estaba adornada con un gusto exquisito y que todas las figuras y cuadros eran con imágenes de mujeres hermosas pero con grandes falos. En eso estaba cuando volvió con un cambio de ropa. Traía una especie de traje de lino blanco muy transparente. Por detrás se notaba que no traía ropa interior.
Pasamos al comedor, también amplio y con unos muebles preciosos de madera. Que no podría definir que estilo. En la mesa estaba iluminada con candelabros dorados con velas de colores rosas que despedían un agradable perfume. Nos sirvieron una cena deliciosa, que no pude definir que era. Acompañado con un exquisito vino tinto. La afroamericana fue la encargada de servirlo. Puede observarlo a mis anchas y me gusto lo que veía; tenía un inmenso trasero con unas nalgas redondas y morenas. Unos pechos enormes que no desproporcionado con su cuerpo. La tanga era linda pero se veía que tenía tremendo paquetazo pidiendo ser liberado se su cárcel.
Después de la cena pasamos a una recamara que estaba amueblada como todo un sueño de hadas. Con una cama enorme donde colgaban enormes adornos de gasa, como si fueran mosquiteros y unas sabanas de satín blancas que invitaban a acostarse.
Roberto se paró enfrente de mí y me dio un largo beso, jalándome hacia su cuerpo. Que despedía un olor a perfume de lilas. Fue tan fuerte el abrazo que pude sentir algo duro en la entre pierna. Su lengua busco mi lengua con hambre y se entrelazaron y bebiéndose mí saliva. Y también haciéndome que me bebiera su saliva que tenía un gusto dulzón. Esto me excitó al máximo. Me quitó la blusa y la minifalda. Y de un ademan también me quitó mi sostén. Dejando al aire unos senos parados con unas areolas hinchadas y unos pezones duros. Así como mi culo parado con unas nalgas redondas que vibraban al caminar.
Así me acostó en la cama. El se quitó la parte superior de su traje mostrando un hermoso tórax musculoso que demostraba horas en el gimnasio. Entonces para mi sorpresa la pared de enfrente se deslizó dejando al descubierto una pequeña cama en la que estaban las tres sirvientas. Pero ahora desnudas. La afroamericana tenía cuerpo de diosa de ébano, pero con una verga enorme con una cabeza como hongo y completamente erecta. La mostraba con orgullo. La asiática y la latina estaban acostadas con las piernas abiertas con unos pechos enormes. Pero la fijarme en sus chochos rasurados, observé unas cicatrices, apenas perceptibles. Que iban desde su monte de Venus hasta sus preciosos ojetes.
La morena se acercó a ellas y las dejó que se gozaran con el enorme mástil. Que por más esfuerzo que hicieron no se pudieron comer esa cabeza como un hongo. Por lo que las dos se lo mamaban pero cada una por un lado. Bajando sus lenguas hasta sus enormes bolas. Que como su pubis estaban completamente depiladas. Así estuvieron por un buen tiempo, haciendo que la diosa de ébano estuviera con unos quejidos de placer que me calentaban cada momento más y más. Roberto de vez en cuando hacía comentarios obscenos de la morena o de las otras mujeres.
Hasta que de repente la diosa de ébano ensarta a la latina y de un solo empujón le introduce su hermosa verga hasta los cojones. Ella lanza un grito de entre dolor y placer y se empieza a mover como perra en brama. Mientras que la asiática le mamaba las bolas y la verga cada vez que salía de ese hoyito hermoso, de la latina. Así estuvieron unos largos 15 minutos. Hasta que la sacó y comenzó un ritmo muy rápido de masturbación hasta tener una abundante venida de un semen como leche condensada que las dos mujeres la bebieron con un deseo animal. No dejaron ninguna gotas se desperdiciara. Y continuaron mamándosela hasta que quedo fláccida. En ese momento volvió a ser cubierto por la pared que se deslizó.
Le pregunté a Roberto acerca de las cicatrices de las 2 mujeres. Y me respondió que hacía un tiempo las había operado porque tenía un pene muy pequeño. Que solo dejo a la morena debido a ese pene enorme y con esa cabeza de hongo que tanto excitaba.
Continuamos acariciándonos, besándonos hasta que sentí húmedo su entre pierna. Entonces se retiró el pantalón transparente y dejar ver un suspensorio, ese que utilizan los deportistas, pero transparente. Dejando entre ver un tremendo aparato sexual que ni ensueños los había visto. Entonces sobre esa especie de suspensorio le inicié unas caricias con ambas manos hasta que ya no lo pudo contener y se desbordó por su parte superior. Dejando ver una enorme cabeza roja, parecida al hongo que tenía que tenía la diosa de ébano, pero al doble.
Se quitó el suspensorio y dejó ver tremendo aparato. Que dejaría al de Juanito como de un púber. Así lo pude masturbar a placer con las 2 manos, que abarcaban una parte y dejaban al hongo libre. Tremendo espectáculo hizo que tuviera un cosquilleo en el ano. Que no pude definirlo si era por el deseo de tenerlo adentro o el miedo por el dolor que provocaría al intentarlo meterlo todo. Siguió besando mi cuello, mis tetas (que dejaron escapar más que gotas de sabrosa leche) que las paladeó Roberto como un becerro de un año. Me beso y acarició con su lengua mi rodete del ojete hasta sentirlo bien relajado que permitió que me metiera lo mas que pudo de su lengua en mi hoyito. E inició a meterla y sacarla como si estuviera teniendo una relación con su lengua. Lo que me calentó en una forma extrema .
En otra ocasión continuaré comentando como me fue con mi primer cliente .