Como llegué a ser Alexia (11)

Les contaré que fue lo que pasó con mi primera cita con el oficial de policía.

Como llegué a ser Alexia (11)

Después de la fracasa salida con Manuel. No le volví a contestar ninguna llamada. Y que decir, que si era insistente el muchacho. A todas horas llamaba con la esperanza de que le contestara. Pero mi interés estaba puesto en el oficial de policía. Al que llamé hasta el otro fin de semana. Toda esa semana me dedique a continuar con mi terapia hormonal, hacer ejercicios para fortalecer mis nalgas, cintura y caderas. Así como fui a una sex-shop para comprar lencería bonita, para las ocasiones que esperaba se presentaran.

Pude conseguir lo que quería visitando varias, que habían diseminadas por la ciudad. Aparte de la lencería compre dos aditamentos que se llaman plugs que sirven para insertarse en el ano. Uno con vibrador y el otro con una crin de caballo, que imitaba precisamente a la cola del caballo. El primero la usaba cuando salía, dejaba el control al alcance de mi mano para encenderlo y apagarlo a placer, y vaya si me daba placer. El segundo lo utilizaba en la casa, porque cuando hacia la limpieza o alguna otra labor del hogar, al caminar sentía como se movía dentro de mí y la cola de caballo como se movía estimulándome las nalgas.

Esto lo hice porque pensé que si tenía que aceptar mi pobre culito, el grueso aparato de Julián (que así se llamaba mi oficial a cargo de "la operación destrucción", pero de mi culito). Tenía que irlo adecuando para tamaña proeza.

La semana se pasó volando. Y el sábado le hable a Julián, a su celular, para concertar una cita. Pero estaba de turno y saldría a las 10:00 PM. Esto me dio oportunidad de prepara todo. Bañarme, maquillarme, peinar mi cabello (que llegaba hasta por debajo de lo hombros), depilarme todo mi cuerpo y preparar una deliciosa cena (que la haríamos a la luz de las velas). Me puse para la ocasión un body azul, con una abertura entre mis piernas, muy transparente. Con una minifalda muy corta de color azul más obscuro con una sandalias de plataforma de plástico tranparentes con las correas plateadas y con correas para amarrarse en la pierna. No me puse blusa y deje que lo transparente dejara ver mis tetas, que se me apreciaba de mayor volumen.

Todo estaba preparado para el gran momento. Al dar en el reloj las 22:30 hrs, pensé que ya no se haría nada. Pero al ir a recoger la mesa para acostarme y rumiando mi fracaso. Se oyó el timbre de la puerta. Era Julián, vestido con un saco café claro y un pantalón más obscuro, con una camiseta de cuello redondo, también de color claro. Esto hacía que resaltara el color moreno de su piel. Su pelo bien cortado. Con un perfume muy suave, pero agradable.

Pasó rápido sin preámbulo, al departamento, y le dije coquetamente que si me permitía ir a cambiarme, porque estaba vestida así al pensar que ya no acudiría a la cita. Me dijo que me veía preciosa y que no hacía falta que me cambiara de ropa. Nos fuimos hacia la mesa, donde estaba servida la cena, pero antes me dio de esos besos que solamente él me había dado. Que me aspiraba parte de mi energía. Dejándome hasta que las piernas me temblaran.

Le serví una copa de licor, como aperitivo, el cual bebió en forma tan lenta. Lo que permitió que fuera por los alimentos, después de encender las velas. Al servirle el plato me jalo hacia él y quede sentada en sus muslos. Los cuales comprobé lo fuerte y musculosos que estaban. Me tomó en sus brazos, me atrajo hacia él y me continúo besando en boca, cuello y parte de mi espalda. Mientras sus manos jugaban con mis pechos, que inmediatamente se pusieron los pezones erectos y duros y que debajo del body se veían muy sexys y apetecibles.

Le dije que el postre era hasta el final, pero me dijo que el comía el postre al principio. Así que me cargo en sus brazos y me llevó hasta la cama. Que también estaba iluminado con velas y la cama con unas sabanas de satín de color azul cielo. Me acostó con mucho cuidado y procedió a desvestirse, lo que hizo con una rapidez asombrosa, quedando completamente desnudo. Su aparato era como el badajo de una campana. Y al caminar, se movía de un lado hacia otro. Al acostarse a un lado mío me quito la minifalda con una maestría de un verdadero experto. Entonces me pareció el momento adecuado de decirle mi condición.

Le empecé a explicar parte de mi vida y que no era una mujer genéticamente, pero que en lo demás si lo era. El me dijo que ya lo sabía. Que cuando me estaba cogiendo, en el estacionamiento del centro comercial, el se había dado cuenta de todo y que eso precisamente lo había excitado más. Permitiéndole tener una venida más abundante que la que comúnmente tenía. Que no me preocupara que la noche apenas iniciaba.

Me beso todo el cuerpo. Me quito el body, de la parte superior, y se solazó con mis dos hermosas tetas. Las que mamo hasta casi hacerme sentir un orgasmo. Ya para ese momento mi culito pedía a gritos una verga. Al estirar mis brazos, mis manos, encontraron ese magnífico aparato, un poco largo, pero de una anchura descomunal. Se lo acaricié con las dos manos. Y como estaba circuncidado, únicamente pase las manos de arriba hacia abajo. Me gusto como se veía esa cabeza chata que remataba esa tranca tan gruesa. Sus venas eran del grosor de mis dedos meñiques y tan tortuosos, que me impresionaron. Por donde pasa la orina, era un canal, en relieve y del grueso de mis dedos índices.

Entonces hice un acto de magia. Como pude metía toda esa cabeza chata en mi boca y procedí a practicar las enseñanzas de Vanessa. Pero ahora si puliéndome al máximo, como si en ello me llevara perder la vida. Empecé a sentir como palpitaba su miembros y como arqueaba su cuerpo y emitía unos gruñidos como león en celo. Por lo que apreté su raíz de su verga con ambas manos para que pasara ese conato de eyaculación. Mientras, tanto, Julián no había perdido el tiempo con sus manos me acariciaba los cachetes de mis nalgas con firmeza y a la vez suave. Se ensalivaba sus dedos y con ellos acariciaba mi rodete de mi ojete. Que para ese momento, si hubiera balado, le hubiera dicho que carajos esperaba para perforarlo.

Después, se acostó sobre su espalda y me hizo que me pusiera en horcajadas, dejando mi culito a nivel de su boca. Así es que mientras se lo mamaba, él me mamaba mi culito. En un momento el quiso darme una mamada, en ese apéndice que hasta ahorita únicamente me había servido para orinar. Me levante inmediatamente y le dije que lo dejara en paz. Que no tenía nada que ver con lo que estábamos haciendo. No era un aparato sexual. Me pidió disculpas. Proseguimos con nuestro juego sexual como si nada hubiera pasado.

Entonces me dijo, más bien me exigió, que ya necesitaba metérmela. Que porque no me sentaba sobre su pubis. Así lo hice, pero antes le puse una crema para relaciones anales que había comprado en la sex-shop. Y luego procedí a ello. El haberme estado entrenado con los plugs anales permitió que no fuera tan doloroso. Él lo hizo en forma amorosa y se detenía cuando manifestaba dolor. Pero imposible no sentir dolor con semejante aparato. Pero de todas maneras la lujuria se impuso a la cordura. Me la metió toda hasta su pubis, que lo tría también depilado. Al tocarme con los dedos el fundillo, este había desaparecido, hasta las arrugas había desaparecido, de lo tenso que se puso la piel, al estirarse al máximo. Después bombeó en forma lenta, después rápida. Por un tiempo que me pareció una eternidad. Que me hizo escapar, gemidos, pujidos, y hasta malas palabras. Sin faltar las concebidas como "méteme la verga hasta el fondo" "destrózame el culo a vergazos" "soy tu puta y haz de mi lo que quieras" "cógeme como una perra" "lléname de tu leche papacito".

Esta vez no sacó su verga para llenarme la boca con ese semen de sabor a helado de vainilla. Sino que empujo hasta el fondo y en esa forma golpear con su pubis y huevos alrededor de mi culo. Y quedarse en esa forma mientras me dejaba una abundante cantidad de leche en mi intestino. Así se quedó hasta que su verga se puso fláccida. Luego la saco y me la ofreció para que se la limpiara con mi lengua. Esto lo hice de tal forma que volvió a ponerse erecta, pero ahora con mayor longitud y mayor grosor. Parecía como si hubiera sido un pivote de neumático y la hubiera inflado con aire.

Por lo que ahora, yo fui la que se acostó sobre su espalda y el quedó a horcajadas y su miembros a nivel de mis labios. Me tuvo que colocar una almohada en la cabeza, para poder levantarla y hacía poder mamar esa cabeza chata, que tanto placer me estaba dando. Así empecé a darle una mamada de experta

Esta historia continuará