Cómo hacer que un Amo te acepte (1 de 4)

Cuando se conocieron por el chat, ninguno de los dos se imaginaba el camino que recorrerían hasta conocerse.

I

La carretera que va desde la Seu de Urgell hasta Lérida, está sorteada por numerosas curvas por las que el coche avanzaba a velocidad constante. En su interior, ella pensaba en todo lo que le había pasado en los últimos días y en lo que estaba a punto de acontecerle.

Había conocido a un chico de Lérida mediante una página de contactos, y ahora se disponía a encontrarse con Él. Ella, de tendencia sumisa, necesitaba a un macho Dominante que supiera ponerla en su sitio, manejarla, usarla... en definitiva, darle un sentido a su triste historia ya vivida allá en su pueblo.

Era colombiana. De piel oscura dulce y suave. Tenía unos ojos bonitos, una sonrisa abierta y bajo ella, unos dientes blancos perfectos. No era muy alta, pero sí tenía un buen cuerpo almohadillado, tostado todo él con el color oscuro de su piel.

Él, al cual sólo había visto en una foto, era también moreno, no tanto como ella, pero se notaba que su color no era el blanquecino de la gente que le rodeaba en el pueblo donde vivía. Era de complexión fuerte, sólo un poco más alto que ella y en su foto lucía una camiseta negra que a ella le ponía a mil.

Después de las primeras charlas banales que siempre se tienen por el chat, el empezó a introducir pequeños comentarios sobre la vida sexual "alternativa" que le gustaba vivir. Ella, que sabía perfectamente de qué hablaba, acogió dichos comentarios con otros tantos bastante sutiles, pero que no dejaban cabida a mal interpretaciones. Ambos hablaban el mismo idioma. Las conversaciones fueron derivando cada vez más y más hacia una exploración de la otra persona. Él marcó una tendencia Dominante desde el primer momento. No era agresivo, pero sí decidido en su búsqueda. Ella, por su parte, le habló de anteriores relaciones de las que no se había sentido del todo satisfecha en cómo le habían tratado sus Amos. Siempre habían surgido las tendencias posteriormente a que se conocieran: Primero eran novios y luego cada uno adoptaba el rol que le correspondía, muchas veces inducido por las necesidades de ella misma. El resultado era siempre nefasto. Ellos no tenían la fuerza de voluntad ni comprendían de las necesidades reales que ella tenía. Sí, hacían que la castigaban o la humillaban, pero ni por asomo el castigo ni la humillación eran todo lo duras que ella esperaba para sí. En ese sentido le habían fallado todas sus relaciones anteriores.

Ahora sabía que podría ser distinto. No había amor con esta persona, sólo una fuerte atracción ante las palabras que Él le brindaba por el chat. A todo esto le añadió, el hecho de que una de sus fantasías había sido tener un contacto con alguien completamente desconocido. Por tanto desde el primer momento se sintió muy predispuesta a querer conocerle.

El carácter de Él era bastante fuerte. Sabía claramente lo que quería y no iba a retroceder ni un ápice, lo cual excitaba aun más la mente de ella. Cuando esta, en una de las conversaciones le sugirió si Él podría instruirla, este le sorprendió con toda sarta de comentarios de si la intención de ella era hacer perder Su precioso tiempo. Estaba claro que no iba a perder ni un minuto en, ni siquiera imaginar, qué podría hacer con ella si no estaba completamente de acuerdo con cuanto de ella le iba a exigir. Ella dijo que sí, que estaba perfectamente mentalizada de que deseaba que Él le enseñara a ser una sumisa obediente.

Durante unos instantes, ella no vio que Él escribiera nada en la ventana del messenger. Cuando por fin lo hizo, le dijo que lo primero que haría sería someterla a unas pruebas con la intención de comprobar hasta qué punto era capaz de entregarse. Ella aceptó sin reparos.

Oimar: Quiero que te metas ahora mismo en tu cuarto de baño, te desnudes y te hagas una foto de cuerpo entero. Quiero que se te vea el coño y las tetas. Te espero aquí.

Noe: Vale. Ahora vuelvo.

Él espero un buen rato hasta que por fin vio que en su ventana aparecía la miniatura de una chica de piel tostada completamente desnuda. Le dio a descargar y esperó. Ella le hablaba por el messenger al mismo tiempo. Pero Él la calló con un simple "Espera".

Cuando se descargó la foto contempló el cuerpo de ella. Se sintió muy excitado, puesto que tenía un cuerpo bonito y bastante sugerente. Además, el hecho de no haber puesto ningún reparo, le daba la certeza de que ella tenía las cosas tan claras como Él.

Oimar: Me gusta esta foto. Pero no se te ve bien el coño. Así que quiero que te hagas otra, pero esta vez que te abras con tus dedos tu chocho y pueda verlo. Y date prisa, que tengo sueño.

Noe: No tardo, espérame.

Por supuesto que no se iba a ir. Estaba tan cachondo que sabía que no se lograría dormir si antes no se masturbaba. Así que esperó a que llegaran dichas fotos y ver qué es lo que ella le ofrecía. Esta vez vio como dos imágenes aparecían en la ventana de messenger. En una de ellas, se le veía metiéndose un dedo dentro de una rajita rosa, cuyo exterior estaba perfectamente depilado. En la otra, con dos dedos se separaba los labios de su chocho, dejando entrever la humedad que los recorría.

Oimar: ¿Estas cachonda?

Noe: Si. Bastante. Creo que luego me tendré que dar un repaso.

Oimar: Ni lo sueñes. Una de las cosas que quiero que aprendas, es que el único que es capaz de darte placer soy Yo. Ni tan siquiera tú eres digna de dártelo a ti misma. Así que, a partir de ahora no te volverás a tocar sin que yo te lo ordene. ¿Está claro?

Noe: Si.

Oimar: Perfecto. Otra cosa. Ya que has sido tú quien te has acercado a mí y deseas que Yo sea el que te enseñe, quiero que me mandes un mail suplicándome que te haga mía y te acoja para enseñarte. Y espero tener dicho mail mañana cuando me levante. ¿Lo tienes claro?

Noe: Si.

Oimar: Muy bien. Hasta mañana, zorra.

Y cerró la sesión, dejándola delante del ordenador con una sensación de calentón que recorría todo su cuerpo. Ella repasó mentalmente lo que le había pasado: un completo extraño, le había dicho que se hiciera unas fotos desnuda. En una de ellas, incluso mostrando explícitamente su sexo y lo cachonda que estaba. Y encima ahora le obligaba a suplicarle que la condujera a por un camino de sufrimiento y disciplina. Desde luego que sus sensaciones no le engañaban. Estaba cachonda como una perra en celo. Y lo que era peor, no se podía tocar. Quería empezar con buen pie y sabía que si se mentalizaba desde ya de que tenía que ser obediente, se ahorraría muchos disgustos. Así que con las bragas mojadas por sus fluidos, se acostó en su cama e intentó dormir, metiendo las manos debajo de la almohada y apretando bien las rodillas.

A la mañana siguiente se levantó bien temprano y encendió el ordenador. Sabía qué tenía que decir y lo escribió en un mail. Quiso adornarlo para que a Él le pareciera un mail sugerente y así lo mandó. Él aun estaba desconectado y mientras pensaba en lo que tenía que hacer durante el día y para su sorpresa, le llegó la contestación.

Remitente: Oimar.

Destinatario: Noe.

Hola perra. No se que entenderás por suplicar, pero no veo que en tu mail supliques una mierda. Si te tengo que enseñar qué es suplicar, vamos mal. Yo se que tu te entregas a mí, pero para que yo acepte tu, por ahora, asqueroso ser quiero que me pidas de rodillas que quieres que YO te lleve por el lado recto. ¿Entiendes? Te voy a dar otra oportunidad, a ver si no me estás haciendo perder el tiempo. Otra cosa, intenta ir metiendo en tu cabeza, como piensa una sumisa. Si quieres que Yo sea tu Amo, empieza por mostrarme un respeto. No te preocupes, yo sabré ganármelo, pero ante todo, empieza a mostrarlo tú. Usa detalles como siempre que te refieras a mí, hacerlo en mayúsculas y con el debido respeto. No te voy a tolerar faltas de insubordinación, ¿entendido? De las faltas de ortografía ya hablaremos. Me gusta que mis perras hablen y escriban bien. Otra cosa. Si hoy sales de tu casa, vas a empezar a cambiar tu atuendo. Quiero que salgas en falda, botas si hace frío, y camisa. Quiero que se te vea el escote. Da igual si encima debes llevar un chaquetón, pero quiero que vayas así. Y quiero una foto que lo demuestre. Espero que antes de hablarme de nuevo tenga yo las dos cosas: el mail y la foto. Adiós, zorra.

La contestación, lejos de turbarla hizo que se mojara las braguitas ya sudadas de la noche anterior. Estaba claro que Él no se contentaba con poco y no iba a disminuir ni un ápice la intensidad. El siguiente mail, procuró arrastrarse todo cuando pudo, y sacó la sensación más miserable y rastrera que había en su ser.

Después, sabiendo cómo tenía que ir vestida, se acercó a su armario y seleccionó la ropa que se pondría ese día: Blusa ajustada clara, falda marrón que le cubría hasta justo antes de las rodillas, medias oscuras y unas botas de caña alta de piel. Buscó un sostén que le realzara bien su pecho y no llegó a abotonar la camisa completamente. La dejó por fuera de la falda, quitando también el último botón, que dejó entrever el piercing fluorescente que tenía en su ombligo.

Así salió de casa y se dirigió a sus quehaceres. Por el camino, paró a una señora que paseaba a su perro y le dijo si no le importaba hacerle una foto, donde se le viera completamente. Llevaba en ese momento un chupachús en su boca, el cual sacó y lo sostuvo en una mano con una actitud de "niña mala" mientras que, con la otra, se medio levantaba la falda dejando más descubierta parte de su pierna. Si Él quería guerra, la iba a tener, pensó.

Durante toda la mañana no paró de fantasear. Cada vez que pensaba en Él, lo idealizaba más como el hombre que sería capaz de someterla como lo que siempre había querido sentirse. Notarse fuera de su cuerpo, de sus acciones. Llevada de la mano por un recorrido de oscuridad y dolor hasta lo más profundo de su ser. Casi no atinó a lo que tenía que comprar ya que deseaba volver cuanto antes a su casa para mandar la foto.

Aun seguía Él desconectado cuando llegó. Estaba claro. No volvería a hablarle más que por mail, si no demostraba que iba a cumplir cada uno de sus requisitos.

Descargó la foto y la adjuntó al mail que tenía preparado para mandarle con la suplica. Después se puso a ordenar un poco el cuarto, hasta que escuchó la señal acústica de que se había conectado Él.

Dejó lo que estaba haciendo y se sentó delante de su ordenador.

Oimar: Veo que eres bastante puta. Lo cual dice mucho de ti. Pero no eres lo suficientemente para mí. Yo te enseñaré. Me ha gustado como te has arrastrado y veo que aprendes rápido.

Noe: Gracias.

Oimar: A partir de ahora, añadirás "mi Señor" cada vez que te dirijas a mí. Como alguien que va a ser iniciada por Mí, quiero que se me trate así. Yo te iré enseñando. Cuando haya terminado contigo serás la más abnegada de las sumisas, la más puerca de las perras, y la más libilidosa de las putas. ¿Aceptas entonces todo cuanto te puede pasar?

Noe: Si, mi Señor.

Oimar: Perfecto. ¿Qué estabas haciendo?

Noe: Arreglando mi cuarto, mi Señor.

Oimar: Quiero que te desnudes completamente y que sólo te dejes las botas puestas. Que conectes la web-cam y que te pongas a hacer lo que estabas haciendo.

Al conectar la web-cam allí estaba ella. Completamente desnuda pero con sus botas aun puestas. Se mostró bien ante la pantalla dando un par de vueltas para que Él admirada su cuerpo. Luego se puso a recoger ropa que tenía por medio. Dobló otra tanta y recogió libros que tenía encima de una mesilla. Él mientras, no dejó de mirar la pantalla y observar como sus nalgas y sus pechos vibraban a cada paso de ella, haciendo que su imaginación se calentara más y más, sobre cómo sería cuando la tuviera físicamente en sus manos.

Cuando terminó se volvió a sentar delante del ordenador y vio que a aun había conexión.

Oimar: Veo que eres una puerca muy ordenada. No me lo esperaba de una puta como tú. Pero me gusta. Dime: ¿estás mojada?

Ella se tocó y afirmó con la cabeza.

Oimar: Muy bien. Me imagino que pondrás todo perdido. Quiero que cojas el tanga que has usado y que lo enrolles y te lo metas en el coño. Y después, te pongas un tampón y cierres ese asqueroso agujero. Te puedes ir olvidando de placeres por ahí, hasta que no seas capaz de obtenerlos por otros lados, ¿está claro?

Ella obedeció, notando como el encaje que tenía el tanga le daba placer al rozar en las paredes interiores y lubricadas de su sexo. Después se puso un tampón, sellando el único agujero de su cuerpo por el que había sentido placer.

Él empezó a preguntarle más detalladamente sobre las prácticas que había llevado a cabo en sus relaciones de BDSM. Se dio cuenta de que habían sido muy light, centrándose en algunos azotes (que a penas noto), muchas mamadas tragándose el semen y poco más... Nada de sexo anal, entre otras cosas. Había sido siempre una reticencia para ella. Todo esto inflamó más la mente de Él. Le enseñaría de todo si ella estaba lo suficientemente dispuesta a aprender.

Le indicó que fuera a la cocina y que cogiera el mazo del mortero. También que cogiera vaselina o alguna otra cosa que sirviera para lubricar. Ella fue rápidamente a por lo que le mandaba. Tenía en su escritorio un bote de lubricante labial que usaba para el frío.

Oimar: Quiero que lubriques bien tu ojete y el mango del mazo, que por lo que veo es bastante gordito.

Noe: Pero...

Oimar: ¿Pero qué, zorra? ¿Te piensas que te voy a repetir las cosas dos veces, pedazo de puta? Lástima no tenerte cerca, te ibas a enterar del castigo que te iba a infringir. Pero tranquila, que no te quedarás sin él. Haz lo que digo.

Ella asintió al tiempo que embadurnaba bien el mango del lubricante. Luego se aplicó una buena cantidad en el ojete, por temor a que el trozo de madera le desgarrara su culo. Él le indicó entonces que se pusiera de culo a la web-cam y que, mientras con una mano se separaba un cachete, se introdujera el mango poco a poco por el culo, hasta que chocara la cabeza del mazo con la entrada.

Al principio vio como costaba entrar. Después de varios intentos en los que costó forzarlo, por fin pudo introducir la punta del mango en el ano. Por esa parte era más estrecho que por su parte central, por lo que aun tendría que dilatar un poco más. Escuchó como ella se quejaba y sollozaba. Le estaba haciendo daño. Él lo sabía, como también sabía que había formas de que no doliera. Pero también quería enseñarle que habría cosas que aprendería con dolor, y pretendía enseñárselo desde ya.

Por fin el mango pasó de su parte central y entró hasta dentro completamente. Él la felicitó y le dijo que se pusiera de pie, que ya estaba bien de verle el culo. Le ordenó luego que fuera a la cocina de nuevo (sin sacárselo del culo, ya que tenía que acostumbrarse a llevarlo) y que preparara en una taza, aceite y que estrujara en su interior una guindilla. Ella no sabía para qué querría eso, pero igualmente ni se atrevió a preguntárselo y lo preparó. Volvió al rato con la taza y la dejó al lado del ordenador. Como la cabeza del mango sobresalía por su culo, no se podía sentar en la silla, por lo que se inclinó sobre el ordenador, dejando ver como caían sus tetas y se balanceaban sus pezones en el vacío.

Oimar: Muy bien, mi perrita. Vas aprendiendo. El dolor es algo que siempre va a estar ahí. A poco se acostumbra uno. Pero pronto aprenderás el placer que se puede extraer de toda la energía que desprende el dolor. Quiero ahora que te empitones los pezones y te pongas en ellos dos pinzas de la ropa. Tienes que pinzar en la aureola.

Obedeció cogiéndolos de una palangana que había dejado al lado de cuando dobló la ropa. Él le ordenó que los retorciese y en su cara pudo ver una mueca de dolor, seguida de una de satisfacción. El notar su coño lleno al tiempo que se sentía penetrada por donde nunca antes lo había sido y el dolor intenso de las pinzas apretando sus pezones, hacía que se encontrara en un estado de tensión-relajación que excitaba cada molécula de su ser. Si esto era así, ¿cómo sería cara a cara, mano a mano? No pudo evitar que un escalofrío le recorriera su ser y se abrazó a sí misma. Él lo vio y le alabó por lo bien que lo estaba haciendo todo.

Le ordenó que se sacase entonces con cuidado el mango del mazo, recordándole con sorna que lo lavara antes de volver a usarlo. Después le dijo que se quitara las pinzas, pero de un tirón rápido, nada de abrirlas. Ella obedeció tirando rápidamente de ellas, pero no pudo evitar lanzar un grito cuando una de ellas le pinzó en un pezón. Él desde su sillón se rió.

Oimar: Bueno. Como te dije, no me gusta la insubordinación ni los titubeos. Así que deberás aceptar el castigo que tengo para ti. ¿Te duele tu culo?

Noe: Si, mi Señor.

Oimar: Bien, para que veas que en el fondo me apiado de ti voy a dejarte que te pongas un ungüento. El que has preparado en la taza.

Ella pensó en la guindilla que había estrujado en su interior y se imaginó lo que le iba a escocer aquello. Pero aun así, no se atrevió ni a abrir la boca. Mojó los dedos completamente en el aceite, que ahora tornaba un poco el color al rojo de la guindilla. Y se los metió bien profundos en el culo que aun tenía un poco abierto. Su boca dejó escapar un grito de dolor, a la vez que apoyaba la cabeza en la mano que tenia libre. En sus ojos brotaron lágrimas al tiempo que se mordía los labios de tal manera que casi se hace sangre.

Él se sintió más satisfecho que nunca. Notaba como se había ido poniendo más y más caliente a medida que le decía qué tenia que hacer. El ver introducirse el mango había sido embriagador, pero ver ahora la expresión de su cara... superaba con creces lo que esperaba de este primer día de colegio.

Oimar: Muy bien, mi perrita. Vas aprendiendo y me gusta. Ya te puedes quitar el tampón y el tanga de tu sucio coño. Por hoy te voy a dejar. Tú eres una zorra que no tiene nada más que hacer que pensar en tu Amo, pero yo he de trabajar. Así que esta noche te veo. Te quiero aquí a las 10, ¿entendido?

Y sin más, cortó la conexión.

Allí se quedó ella, viendo aun la ventana abierta, con el culo escocido y las lagrimas recorriéndole la cara. Y no pudo más que sentirse excitada por como se había comportado, como una verdadera sucia perra.