Cómo ganarse a tu hermanastro 3

Pasando de hermanastro a puta sumisa, Y me encanta ser la puta de mi hermanastro y cumplir todas sus órdenes.

Aquella noche dormí como nunca. Me había follado mi hermanastro en el sofá de nuestro salón, como si fuera una puta cualquiera y no pudiera negarme a obedecer sus órdenes. Tengo que reconocer que me gustaba, ese día descubrí una faceta sumisa que no sabía que tenía, que me gustaba que un hombre como André me usara como le diera la gana y me dejara como me dejó, de rodillas en el suelo con su lefa en la boca y sin haberme corrido.

Los días después yo me insinuaba para ver si se repetía la situación, me agachaba dejando ver mi culo, me volvía a pajear en el baño con sus calzoncillos dejando la puerta un poco abierta, gemía un poco más alto por las noches, pero nada funcionó, André había decidido hacer como si no hubiera pasado nada y yo cada día estaba más cachondo.

No sabía por qué, pero necesitaba que mi hermanastro me volviera a follar, necesitaba sentir sus músculos agarrándome y los golpes de su cuerpo en cada embestida… joder, así no podía seguir mucho tiempo. Por eso mismo había decidido atacar con todo.

Una mañana me esperé hasta que nuestros padres se fueran a trabajar para bajar a desayunar en calzoncillos, unos slips negros que me marcaban un culazo que hacía babear hasta a los heteros, que era justo lo que estaba buscando.

André estaba sentado en el sofá viendo la tele, llevaba un pantalón corto y una camiseta de tirantes. Tenía el pelo mojado, así que supuse que se acababa de duchar al terminar de hacer ejercicio.

—Buenos días, hermanito. —Saludé. Hoy me había levantado sin vergüenza y quería aprovecharlo.

—Buenos días. —Respondió tras unos segundos. Creo que le sorprendió verme en calzoncillos.

Desayuné en la barra de la cocina dándole la espalda, quería que viera mi culo, el mismo que se había follado hacía una semana y pico. Me había dejado los calzoncillos un poco bajados para que se me empezara a ver la raja, me estaba poniendo mucho exponerme como una zorra.

Terminé de desayunar y me senté en el sofá con André a ver la tele, un programa de deportes, qué novedad. Estábamos sentados bastante cerca, mi brazo no paraba de rozar el suyo y todo era intencionado, obviamente. Me cansé de estar así y que no pasara nada, así que acabé tumbándome y apoyando mi cabeza en los muslos de André, notando su paquete pegado a mi nuca, cosa que aproveché para restregarme disimulando un poco. La estaba empezando a notar dura cuando André habló.

—Para

—¿Parar el qué? —Pregunté incorporándome.

—Que pares de intentar ponerme cachondo. Ya te dije que yo no soy marica.

—Creo que esto dice lo contrario. —Respondí poniendo una mano en su paquete y notando su polla medio dormida—. ¿Qué pasa? ¿No te acuerdas lo bien que lo pasaste el otro día?

—¿Sabes por qué me lo pasé tan bien el otro día? —Contestó quitándome la mano de su paquete—. No fue porque la chuparas bien o porque me gustara follarte el culo a pelo, que también. Pero lo que más me gustó fue verte tan sumiso, hacías todo lo que yo te decía y eso me gustó. Así que si quieres volver a hacerlo no solo será follar, serás mi puta a partir de ahora y me obedecerás en todo, ¿queda claro? Cuidado, porque si dices que sí ya no habrá vuelta atrás.

No podía creerme lo que estaba escuchando, André quería que fuese su puta, su esclavo. Quería que su pequeño hermanastro fuera su esclavo.

No me lo tuve que pensar mucho, asentí mirándole a los ojos como un perrito que quiere jugar con su dueño, y creo que eso iba a ser André a partir de ese momento, mi dueño.

—Muy bien, putita. —Dijo con una sonrisa de satisfacción—. Venga, empieza ahora mismo, que antes salí a correr y tengo los pies destrozados, Dame un masaje.

Acepte como buen perrito y a los pocos segundos estaba de rodillas en el suelo delante suya quitándole las sandalias que usaba para andar por casa y empezando a darle el mejor masaje que supiese hacer. Creo que le gustó, porque echaba algún suspiro de vez en cuando.

—¿Te lo pasas bien, zorra? No me contestes, si ya lo sé. Venga ahora ponte a lamerlos un rato.

Dicho y hecho. Nunca había hecho nada parecido, los pies no eran mi fetiche. Aún así lo hice como si me fuera la vida en ellos, lamía la suela de punta a punta, entre los dedos, me metía los dedos en la boca… porque mi fetiche en ese momento era André.

—Despacio, no te desesperes, que ya tendrás otras cosas que lamer desesperada. Y disfruta, porque la próxima vez te aviso antes de ducharme.

Me encantaba que me hablara en femenino, me sentía una nena sumisa en manos de su dueño.

Seguí lamiéndole los pies un rato más mientras él pasaba de mí y se ponía a ver la tele. Hasta que se cansó y me ordenó que me sentara a su lado en el sofá.

—No te confundas, a partir de ahora no tendrás permiso de sentarte a mi lado, pero por ser tu primer día me estoy portando bien. —Dijo conforme me senté—. Ahora quiero que me digas cuanto te gusta mi cuerpo. Tienes que ganarte el privilegio de tocarlo.

—Pues tu cuerpo me parece el mejor del universo. Desde el primer día que te vi en esta casa se me caía la baba mirándote y deseando que me dejaras adorarte como el macho que eres. Adoro todos tus músculos y me encantaría tener el privilegio de tocarlos y sentirlos contra mi cuerpo.

—No está mal. ¿Te gusta mi bíceps? —Preguntó flexionando el brazo y sacando músculo.

—Sí, señor.

—Venga, dale un beso. —No tardé en inclinarme y besarlo con mucha devoción—. Ahora lámelo.

Estaba muy cachondo, tanto que me limitaba a responder a todas sus órdenes con un si, mi amo´´ osi, señor´´.

Tras estar un buen rato lamiendo su bíceps, se sacó la polla y me mandó a chupársela como la otra vez, cosa que no tardé en hacer. Esta vez me esmeré en darle la mejor mamada que pudiera, mejor que cualquier tía que se hubiese tirado, quería que tuviera ganas de repetir.  Le lamía los huevos mientras le pajeaba, me la metía hasta la garganta, me daban arcadas… y todo eso mirándole a los ojos como una buena puta.

Estuve un buen rato chupándosela hasta que me avisó que se iba a correr. Yo iba a parar porque pensé que me iba a follar, pero en lugar de eso me agarró la cabeza y me metió su rabo hasta la garganta, soltando ahí toda su lefa que tanto tenia ganas de saborear. Me atraganté un poco y no pude tragarlo todo, llegándose a caer un poco de su leche en el suelo.

—¡¿Qué coño es eso?! —Gritó dándome un bofetón—. Limpia mi puta lefa del suelo ahora mismo, guarra de mierda.

Asustado y con la cara roja del golpe que me acababa de dar, me puse a lamer el suelo a cuatro patas, esperando que no se enfadar más.

—Mejor. —Dijo cuando terminé—. Ahora lárgate de aquí, que quiero ver la tele.

Obedecí y me subí a mi cuarto con la polla durísima y un calentón que no me quitaba nadie. Me iba a quitar los calzoncillos para meterme los dedos cuando vi que había una mancha en ellos, me había corrido sin enterarme.

Pero todavía estaba cachondo, así que me desnudé, chupé dos dedos y me los metí de golpe, soltando algún gemido. Cogí mis calzoncillos con corrida y empecé a lamer la mancha, me encantaba el sabor de la lefa, aunque fuera la mía.

No tardé en correrme, pringando todo mi cuerpo e incluso algunos chorros llegaron a mi cuello. Me quedé agotado, con la respiración agitada y mi cuerpo todo mojado, así que me levanté de la cama y me fui a duchar.

Al volver a mi cuarto me encontré una bolsa encima de la cama con una nota encima. Abrí la bolsa y en ella había unos calzoncillos y unos calcetines usados. Leí la nota: Un regalo por ser una buena puta. Puedes quedártelos.

Y otra vez cachondo.

Nota del autor: Hola! Siento haber tardado tanto en esta entrega, intentaré tardar menos parala siguiente, si estoy menos ocupado. Muchas gracias por el apoyo a las dos entresgas anteriores, me encanta leeros en los comentarios y correos. Gracias por leerme! Nos vemos en el próximo relato.