Cómo ganarse a tu hermanastro 2

André y yo no nos hablamos después de que me pillara con sus calzoncillos. Pero ya sabéis el dicho: cuando el hambre aprieta...

Desde mi descuido en el baño había decidido evitar a André y, en caso de que me recriminara algo, tenía pensado hacer como si no hubiera pasado nada. Pero claro está, esa situación no iba a durar para siempre, vivíamos juntos y era inevitable cruzarme con él.

Las pocas veces que coincidíamos él intentaba no mirarme y yo estaba de acuerdo, tiene que chocarte un poco que tu nuevo hermano se ponga cachondo al oler tu ropa sucia, que también debo decir que dejé de hacer. Intentaba quitarme esa costumbre, pero a veces no podía evitarlo y acababa cascándome una paja en el baño. Eso sí, asegurándome de poner bien el pestillo.

Nuestros padres trabajaban desde por la mañana hasta por la tarde, por lo que estábamos casi todo el día solos en casa. André a veces aprovechaba para traerse a sus amigos y ponerse a fumar porros en el salón mientras hablaban de ``cosas de tíos´´, que se oía todo desde el piso de arriba porque hablaban a voces, se debían de olvidar que yo estaba ahí.

Hablaban de videojuegos, de si había salido algún coche nuevo, de los coñitos que se tiraban cuando salían de fiesta… palabras literales suyas. Esas conversaciones me calentaban, de hecho, casi todo lo que tenía que ver con André me calentaba, sobre todo cuando lo escuchaba contar en que posturas se follaba a las tías o lo duro que le gustaba darles. Hasta lo escuché decir que intentaba convencerlas de que le dejaran metérsela por el culo, pero nunca le dejaban porque no quería que le hicieran daño, normal al ver el pollón que se gastaba mi hermanastro.

La verdad que yo ya estaba cansado de evitarle, ya llevábamos una semana y pico sin dirigirnos la palabra y en cualquier momento nuestros padres podrían empezar a sospechar y tendríamos que dar explicaciones. Así que aproveché una mañana que no había invitado a sus dos amigos para intentar hablar con él y aclarar las cosas.

—André, ¿podemos hablar un momento? —Pregunté al bajar y encontrándomelo viendo la tele.

—Sí, claro. Dime

—Bueno, es que estos días no hemos hablado mucho y te noto un poco raro, ¿te pasa algo conmigo? —Definitivamente estaba fingiendo que ese encuentro no había existido. Además, a lo mejor tampoco me había visto bien cuando me pilló.

—¿Estás de coña? ¿Me estás diciendo que no sabes por qué no nos hablamos? —Creo que hacerme el tonto lo estaba cabreando, y yo ya estaba rojo como un tomate.

—Eh… y-yo… — No podía evitar tartamudear.

—No te hagas el inocente. Eso igual funciona con tu padre, pero conmigo no. ¿Me puedes explicar qué coño hacías con mis calzoncillos en el baño? —Mierda. Sí lo sabía.

—Pues… la verdad es que no sé qué me pasó. —Decidí sincerarme. Total, si ya me había pillado—. Pero te juro que es la primera vez que me pasa algo así. ¿No podríamos… ignorarlo? Por favor.

—Es que es muy fuerte, que te pajeaste con mis calzoncillos. No sabía ni que eras…bueno eso.

—¿Eso qué? ¿A qué te refieres? —Sabía perfectamente a qué se refería

—Pues eso, marica. Pero no te preocupes, no diré nada a nuestros padres de este asunto.

Tras eso le di las gracias y me volví a mi cuarto. Durante los días siguientes volvimos a empezar a hablar, era como volver a conocernos, con la diferencia que ya sabía que me ponía cachondo. Por desgracia, con su actitud de hetero medio homófobo me dejaba claro que mis posibilidades con él eran nulas, así que solo me quedaba fantasear con él por las noches, mientras lo escuchaba pajearse.

Pasados un par de días, nuestros padres nos avisaron de que iban a salir a cenar y a alguna discoteca y que posiblemente no volverían hasta el día siguiente, así que esa noche nos quedaríamos solos.

Cenamos como si nada y me iba a ir a mi cuarto cuando André me preguntó si quería ver una película con él en el salón, cosa que acepté, pero un poco sorprendido. Era una de esas pelis de acción sin mucho argumento, mucho tiroteo, mucha pelea y alguna que otra escena de sexo. Sexo hetero, por supuesto.

Estábamos los dos sentados, André bebiéndose una cerveza y yo concentrado en la peli. Ya era la tercera o cuarta que se tomaba por lo que supuse que iba algo borracho, cosa que confirmé un rato después.

—Puf, que buena está esa. —Comentó en alguna de las escenas de sexo, de reojo le miré y vi que se le estaba empezando a notar un bulto importante—. Aunque bueno, a ti se te irán más los ojos al tío. Pero aun así tienes que reconocer que la tía está bien buena.

—Sí, supongo. —No sabía que estaba intentando, pero su actitud de machito también me estaba empezando a calentar.

—Oye, ¿y si cambiamos de peli?

—Como quieras. —Contesté, a ver si ahora ponía alguna que nos calentara menos.

Se levantó y sacó un disco de su mochila, que estaba tirada al lado de la mesa del comedor, lo puso en el DVD y, para mi sorpresa, había puesto una peli porno.

—Tío, ¿qué haces? —Pregunté sorprendido, no es que el porno hetero me fascinara.

—¿A qué te crees que me refería con cambiar de peli? Venga, nos hacemos una paja y listo, que se que a ti también te puso cachondo la otra peli. —Lo que él no sabía era que la peli me daba lo mismo, lo que me estaba calentando era verle a él.

Nos pusimos a verla, era un poco topicazo: la chica que llega a un taller y el mecánico se la acaba follando en el capó del coche. André no dejaba de sobarse el paquete por encima del pantalón de pijama, que luego supe que no llevaba calzoncillos.

—Joder, que puta zorra. —Dijo levantándose un poco y bajándose el pantalón, dejando a la vista su pedazo de rabo. A mí ya se me caía la baba, era imposible no mirarle—. ¿Tú no vas a hacer nada?

—No sé, la verdad es que me da corte contigo delante.

—Venga, no me seas imbécil, que ahora somos como hermanos. Además, ¿te crees que no te oigo gemir todas las noches? Así que ahora no te me pongas tonto y enséñale a tu hermanastro qué tal cargas.

No me dejo otra opción, me bajé los pantalones y calzoncillos y le enseñé mi polla, que ya estaba durísima. No es que fuera muy grande, pero tampoco era pequeña, unos 16 cm o así.

—No está mal, aunque la mía es más grande. ¿Cuánto te mide? —Los machitos y su manía de comparar.

—Unos 16 cm creo. —Respondí empezando a tocarme, ya estaba soltando presemen del calentón.

—Bua, a mi me mide un poco más de 19. Mira. —No tardé ni 2 segundos en mirarle, estaba sujetándosela desde la base, enseñándomela orgulloso.

Ya llevábamos un rato viendo la peli, la tía estaba siendo follada por el mecánico a 4 patas en el suelo cuando apareció otro tío que le metió la polla en la boca. André no hacía más que resoplar.

—Joder, se las traga dobladas la muy puta. ¿Tú te las tragas igual? —Preguntó, descolocándome un poco.

—¿Cómo?

—Eso, que si la chupas igual de bien. Me han dicho que los maricas la chupan mejor.

—No lo sé, nunca se me han quejado. —Respondí, la verdad es que sí, la chupaba muy bien.

—Oye y… ¿y si me dejas comprobarlo? No te confundas, no soy marica ni nada, pero estoy demasiado cachondo.

Me lo pensé un par de segundos, pero no tardé en decidirme. Me levanté hasta quedar delante de él y me puse de rodillas. Él no perdía detalle de lo que hacía. Le sujeté la polla con una mano y con la otra empecé a masajearle los huevos, quería ponerle muy cachondo.

Cuando vi que estaba empezando a soltar presemen lo recogí con el dedo y me lo llevé a la boca, me encantaba su sabor, ya solo tenía ganas de saborear su polla. Pero quería hacerme de rogar, así que seguí pajeándole y pasé a comerle los huevos, que sabían un poco a sudor pero que solo conseguía ponerme más cachondo.

Él no paraba de suspirar y yo no quería hacerle sufrir más, así que empecé a pasarle la lengua a lo largo de todo el rabo hasta llegar a la punta, que no dudé en meterme en la boca y empezar a succionar. Ahí empezó a gemir. Estaba con la cabeza hacia atrás, con las manos detrás de la cabeza, creo que estaba intentando no mirarme, imaginándose que soy alguna guarra de las que se tira.

Yo ya estaba empezando a tragarme su polla, al primer intento me metí hasta la mitad, no conseguía que entrara más, pero logré meterme un poco más. Soltando alguna que otra arcada, claro.

—Joder, si al final resulta que tenía una zorra en casa y no lo sabía. —Decía entre gemidos.

Me agarró la cabeza con las dos manos y empezó a marcar el ritmo. No paraban de darme arcadas y parecía que eso le ponía aún más, cada vez me la metía más rápido, era como si se estuviera follando mi boca. Su rabo ya estaba lleno de mis babas.

Notaba que se iba a correr, tenía el capullo hinchado y cada vez bufaba más. Pensé que iba a acelerar y correrse en mi garganta, pero en vez de eso me agarró de los hombros y me empujo hasta quedar boca abajo en el sofá. Yo solo me dejé hacer. Me levantó un poco el culo, escupió en el y me la empezó a meter. Al principio no entraba mucho, obviamente. Yo estaba gritando de dolor, pero a él parecía no importarle, seguía empeñado en meterla toda.

Noté cuando su cuerpo chocó con mis nalgas, ya lo había conseguido y yo sentía como si me estuviera partiendo en dos. No esperó mucho, a los pocos segundos ya estaba empezando el mete saca con bastante ritmo. A mí me seguía doliendo, pero estaba tan cachondo de que me follara mi hermanastro que me dio igual.

Al poco rato ya estaba desapareciendo el dolor y estaba empezando a sentir un gustazo tremendo, mis gritos se habían convertido en gemidos y André pareció notarlo, empezó a acelerar el ritmo mientras gemía como un loco. No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero yo estaba disfrutando como una puta.

—Ponte de rodillas que me voy a correr en tu cara. —Dijo a la vez que me la sacaba.

Yo obedecía cualquier cosa que me decía, y ahí estaba, de rodillas a sus pies. Me agarró del pelo y me ladeó un poco la cabeza mientras que con la otra mano se pajeaba en mi cara. No tardó mucho en soltar varios chorros de esa leche que tanto tiempo llevaba esperando. La notaba escurriéndome por la cara, caliente, espesa. Lo único que pude hacer fue llevármela a la boca para tragármela mientras él me miraba.

—¿Te vas a quedar ahí siendo una zorra o me vas a limpiar la polla? —Preguntó. Bueno, más bien ordenó, cosa que yo no tardé en obedecer, otra vez.

Cuando ya se la dejé bien limpia, me dejó ahí en el suelo y fue a la cocina a por otra cerveza.

—¿Todavía sigues ahí? —Preguntó al volver—. Lárgate antes de que vuelvan nuestros padres.

Me dejó un poco sorprendido, otro que me dejaba a medias. Pero claro, ¿cómo iba yo a desobedecerle en algo? Así que me levanté y me fui a mi cuarto, donde me estuve metiendo dedos durante un rato para poder correrme. Todavía tenía restos de su lefa en mi cara y su sabor en la boca.

Y ahora quería probar la mía.

Nota del autor:

Muchas gracias por leer mis relatos! Me encanta leer vuestras opiniones en los comentarios o en mi email. Espero que os guste la sigguiente entrega...