Como fue nuestro comienzo

A petición de muchos de Ustedes, les comparto como fue nuestro comienzo como pareja dispuesta a disfrutar de los placeres

Claudia y Alberto

Somos una pareja de esposos que hemos vivido toda nuestra vida en la capital, llevamos varios años juntos y tenemos dos hermosas hijas mayores.

Queremos relatar todos los momentos llenos de deseo, pasión y entrega que hemos vivido; aun cuando quisiéramos ponerlos en orden cronológico, es posible que algunos queden en desorden por saltos temáticos que la emoción nos obliga.

Antes de mi esposo, yo no había hecho el amor con nadie, ni siquiera me habían besado con lengua, como él me enseñó luego; sin embargo, me ocurrieron algunas cosas que me asustaron mucho pero luego al llegar a casa o incluso algunos años después, recuerdo con algo de excitación.

El primer recuerdo que tengo fue en una ocasión en que salía del colegio con mi hermana y con una amiga de ella, estaba en esa época en que mi cuerpo empezaba a transformarse al de una mujer, mis piernas eran más largas y firmes, mi cadera se había llenado, no mucho, pero yo me daba cuenta que los chicos me miraban más de la cuenta, y en la calle los hombres siempre me miraban con lujuria, mis senos habían crecido y yo inocentemente todavía no usaba brasier, pensaba que no lo necesitaba, aunque mi mamá me había comprado dos modelos muy lindos pero que me incomodaban, en el colegio casi nunca lo llevaba, mi mamá no se daba cuenta;  ese día salíamos del colegio y tanto mi hermana dos años mayor, como su amiga venían  muy entretenidas charlando cuando al pasar por una calle en donde habían varios hombres ellas se adelantaron para poder pasar, yo me quedé atrás y al pasar, dos de ellos me taparon un poco el camino para que yo tuviese que pegármeles, yo inocentemente pase por el medio; al rozarlos uno de ellos me agarró un seno, me lo cogió completamente por encima de mi blusa de tela blanca, abarcándolo todo y apretándolo fuertemente, me quede helada del susto, el pensando que yo aceptaba la caricia, lo tomó suavemente y luego me tocó el pezón y lo apretó suave, sentí que mis piernas no me aguantarían, y en ese momento note que el otro chico me tocaba las piernas por debajo de la falda….su mano subía y la sentía caliente y el roce era electrizante, no sé cómo o en qué momento me solté y corrí un poco para llegar a donde mis compañeras de estudio, mi hermana apenas miro de lado y continuo su camino, yo me puse los útiles en el pecho y los apreté fuertemente hasta llegar a casa; eso me dejó consternada muchos meses y cada vez que lo recordaba sentía un gran cosquilleo en mi entrepierna y corría al baño a orinar, me gustaba sentarme y aunque no salía orines siempre sentía una agradable sensación de estar así, sentada con mis piernas bien abiertas y mirándome la vagina que en esa época tenía con algunos bellos y descansaba hasta que se me pasaba.

La siguiente experiencia que recuerdo fue mucho más intimidante; un día en la mañana camino al colegio, el bus estaba bastante lleno y nos tocó ubicarnos de pie, yo me pare al lado de un señor mayor que se ofreció a llevarme los libros, mi hermana se paró un poco más atrás; no me di cuenta en qué momento el hombre que estaba sentado junto a mí, me había empezado a tocar las piernas, yo era tan distraída o la verdad siempre pensaba que la gente era de muy buen proceder, que ingenua verdad; cuando sentí algo fue que el tipo ya tenía su mano arriba de la rodilla y estaba subiendo acariciándome tan suavemente que en un principio creí que no lo hacía intencionalmente y lo dejé así, luego sentí que hacía más presión con su mano y seguía subiendo, entonces me asuste y me quedé quietita y voltee a mirar a mi hermana, ella estaba distraída mirando hacia la calle por la ventana del bus; yo mantuve la mirada lejos del hombre que me tocaba y el bus estaba tan lleno que si hubiera querido moverme, igual no podría, me quede quieta y el hombre siguió tocando mi pierna cada vez más arriba, yo sentí que la temperatura me subía, me sentí caliente sobre todo mi entrepierna, estaba segura que el señor al sentir que estaban tan calientes mis piernas retiraría la mano, pero al contrario la acercaba más y más a mis pantis por el lado de mi pierna; yo tenía, seguramente, de color púrpura todo el rostro y no apartaba la mirada de la ventana aunque no sabría que miraba, solo estaba pensando en esos dedos que me estaban tocando el borde de mis cucos; el calor aumentaba y empecé a sentir que de mi vagina brotaba flujo, seguí asustada, aún más porque el señor sentiría mi humedad, él llegó hasta mis pantis y metió un dedo por debajo y empezó a correrlo para llegar hasta abajo, directamente entre mis piernas, yo debí apretarlas para impedírselo, pero estaba aterrada, y cuando me di cuenta ya tenía un dedo dentro de mis cucos directamente en mi vagina y me frotaba los bellos, estaba toda mojada y fue fácil para él tocar toda mi vagina porque yo estaba estática y le dejaba hacer; cuando sintió mi pasividad metió otro dedo y con uno apartaba el panti y el otro lo penetró en mi vagina; sentí que me moría de vergüenza, no sabía si solo era susto, era consiente que también estaba sintiendo algo que no era feo, era algo de emoción algo de calor agradable que recorría todo mi ser y parecía que ese algo agradable me escurría por mi vagina y se derramaba por entre los dedos del hombre y por mis muslos….me apreté a él y sentí cuando quiso meter otro dedo por dentro, pero era demasiado tarde teníamos que bajarnos y mi hermana me llamó porque el bus ya estaba parando.

Con Alberto nos conocimos en la universidad, ambos iniciamos en el mismo curso el primer semestre de ingeniería industrial; Alberto es 7 años mayor; compartimos en varios grupos de trabajo y estudio hasta que en una ocasión nos quedamos a estudiar toda la noche en casa de él; al día siguiente, después de almorzar y caminando de regreso a la casa, nuestras miradas se encontraron, nos acercamos lentamente el uno al otro, creo que más yo que él; nos fundimos en un beso demasiado apasionado, lleno de entrega por parte de Alberto y de una extraña excitación por parte mia, toda vez que era la primera vez que alguien me besaba; quedé anonadada, llevaba tiempo escuchando su voz grave y profunda, viendo el negro brillante y triste de sus ojos y su forma de tratarme con algo de ternura y aprecio, pero nunca me imaginé que llegaría a esto; en fin me dejé llevar y me encantó que finalmente me besara después de varios meses de conocerlo.

Para Alberto, que hacía menos de un año se había separado de un matrimonio que lo dejó marcado para toda la vida; los besos que nos dimos eran un reencuentro con un montón de sensaciones que le llenaban otra vez su mente y su cuerpo de excitación que creía no volvería a sentir; él no sabía que para mi era la primera vez, pero cuando se lo confesé al día siguiente, entendió que esta mujer llena de encanto y timidez era la que curaría todas sus heridas.

Desde ese primer día comenzamos a experimentar todas esas hermosas horas de pasión desenfrenada con muchos besos y caricias; aún, cuando yo nunca le dejaba meter las manos debajo de mi ropa; pero mis mejillas pasaban de rosado a rojo por la excitación que Alberto me hacía sentir, todo era nuevo, raro y sobre todo prohibido; él me invitó varias veces a bailar a sitios en donde pretendía que finalmente, aceptara entregarme completamente, pero únicamente le dejaba acariciarme pero siempre por encima de la ropa, poco a poco me dejé tocar los senos bajo la blusa, aquella ocasión fue tan excitante que dejé que me metiera la mano por debajo de la falda pero sin quitarme las medias; Alberto se dedicó a darme muchas caricias y logró que por primera vez sintiera mi primer orgasmo; fue intenso, explosivo y sobre todo tan inesperado que me llenó de confusiones; abrí la boca ampliamente para poder respirar; dejé escapar una serie de gritos y quejidos que excitaron a Alberto mucho más de lo que se imaginaba; afortunadamente estabamos en un reservado alejado de la discoteca en donde nadie pareció escucharnos.

A partir de ese día Alberto me acariciaba siempre por encima de las medias y pantis hasta lograr que me excitara cada vez más; pero siempre me refugiaba en mis creencias y enseñanzas familiares para impedir que llegaran más allá; adicionalmente Alberto empezó a llenarme la cabeza con ideas de sexo libre, desenfrenado, de ideas claras sobre las pasiones que había que experimentar sin tabúes ni restricciones.

Finalmente luego de mucha dedicación y esfuerzo por parte de ambos, él intentando convencerme y dándome caricias cada vez más íntimas y provocadoras; y yo manteniendo intacta mi virginidad; llegó el tan anhelado día en que se realizaron los sueños de los dos; finalmente me dejé llevar por la pasión del momento y me entregé completamente; por su parte Alberto logró lo que nunca había realizado, tener sexo con una mujer virgen; y yo, a pesar del dolor de mi primera vez, experimenté un placer enorme al entregarme a ese hombre que amaba, tan experimentado, que me hacía sentir tantas cosas hermosas y llenas de pasión.

Desde ese día las cosas cambiaron lenta pero rotundamente, me dí cuenta que Alberto estaba lleno de ideas eróticas y de fantasías que, aunque me parecían algunas extrañas, me llenaban de susto, intriga y deseo por partes iguales; poco a poco me dejé llevar a ese nuevo mundo de placeres que fueron mejorando más y más su convivencia.

Encontramos sitios en donde podíamos entregarnos a momentos llenos de pasión, Alberto me hacía el amor con una vehemencia y pasión como si fuera un joven de muchos menos años; y me dejaba hacer de todo y en cualquier lugar, hicimos el amor en tabernas, discotecas, en el cine y por supuestos en algunos moteles, a los que acudíamos luego de terminar las clases de la universidad; siempre yo llamaba a mi casa y le decía a mi madre que me quedaría a estudiar con algunos compañeros.

Finalmente nos fuimos a vivir juntos un 20 de julio y desde ese día se empezaron a realizar los cambios que Alberto sugería y que yo acogía con un poco de incomodidad, pero sobre todo con el gusto de complacerlo y además íntimamente sentía que me gustaba todo eso. Alberto empezó comprándome ropa muy sexi, faldas cortas, ropa interior muy atrevida que yo usaba muy complacida en la intimidad de nuestro cuarto, pero que me daba mucho susto utilizar en la calle, cosa que Alberto siempre insistía en que hiciera; en alguna ocasión me pidió que utilizara una tanga tan pequeña que parecía que no llevara nada y me pusiera una minifalda que escasamente me cubría las nalgas, si me inclinaba solo un poco se me veía la parte baja de mi hermoso trasero; lo hice con mucho gusto y para darle placer, luego él me pidió que salieran así a la calle, le costó convencerme pero al final lo logró, me pidió que caminara adelante para él poder verme desde atrás, luego me pedía que corriera un poco para ver como se me levantaba la falda; lo hice temerosa que alguien me viese, pero llena de gusto, sobre todo porque veía en los ojos de Alberto ese morbo y placer que reflejaba; nos abrazabamos en plana calle y él me tocaba las nalgas subiéndome la falda y la excitación crecía en ambos para luego llegar a la casa y tener el mejor sexo.

Desde entonces Alberto me decía que siempre usara minifalda para mostrar esas hermosas piernas y ese trasero tan marcado que se me notaba, también me pedía que no usara sostén, cosa que aceptada fácilmente, porque mis senos no son muy grandes aunque mis pezones se marcan bastante; en otra ocasión me pidió que fueramos a un centro comercial pero que saliera sin ropa interior, así lo hice aunque un poco insegura porque la minifalda no era ajustada y el viento podría levantarla y mostrar todo sin ropa interior, y eso es precisamente lo que Alberto quería, al fin salimos y él me decía que subiera y bajara escaleras continuamente para ver debajo de mi falda y quizás para alguien me viera también; yo le hacía caso en todos sus caprichos, me daba mucha pena pero al final siempre aceptaba y me complacía saber que lo excitaba pero también me sentía caliente con esas demostraciones en público.

Cuando salíamos a pasear a alguna playa, Alberto me compró algunos vestidos de baño muy reveladores y hacía que me acostara a tomar el sol boca abajo para que todos pudieran ver ese maravilloso cuerpo, como él lo llamaba, sobre todo ese culo y esas piernas que le encantaba que luciera.

Los primeros cinco años de convivencia, antes que llegaran las hijas, estuvimos disfrutando de muchas actividades de pareja, salíamos a bailar y siempre con vestidos muy cortos o pantalones pegados que dejaran ver que tenía un tanga muy pequeña o que no llevaba nada debajo, a Alberto le excitaba que otros hombres me vieran el cuerpo con morbo y deseo; y luego en la intimidad de nuestro cuarto me contaba como me desnudaban con la mirada y me preguntaba suavemente al oído, qué haría si aquel u otro hombre me tocaba la nalga; yo siempre le decía que por supuesto que no le dejaría, pero nos excitabamos tanto con esos comentarios y poco a poco lograbamos aumentar nuestros deseo.

Cuando finalmente, mi esposo me inició en los placeres del sexo, lo disfrutaba mucho y me gustaba su ímpetu y sus ganas de hacerlo a cada rato, en cualquier sitio, incluso en público, en algún bar o taberna; después que nos casamos, me empezó a insinuar otras alternativas en lo sexual a las cuales yo accedía no con mucho agrado, un poco por complacerlo; por ejemplo me compraba ropa muy sensual e insinuante unas micro tangas y super minifaldas, me la hacía poner y salir a la calle así, casi siempre me decía que no usara sostén porque mis senos no lo necesitaban; yo le seguía la corriente y lo hacía, en el fondo algo de placer encontraba en esto; por lo menos sabía que lo excitaba mucho; también me hacía vestir provocativamente y me decía que fuéramos a cine porno; allí si me daba un poco de miedo pero siempre accedía, una vez me dijo que fuéramos a cine pero que viajáramos en diferentes puestos por si algún pasajero me charlaba y se me insinuaba, así lo hice pero afortunadamente para mí, ningún pasajero se propaso conmigo aunque si recibí miradas muy insinuantes y a veces hasta me decían cosas calientes; al llegar al cine me pedía que le contara todo lo que me dijeron con detalles y le contara si me había gustado, yo le conté lo que me dijeron pero le dije que me había dado miedo y no me gustaba mucho sentirme así sola, que me gustaría pero con él al lado; para compensarme me dijo que en el cine no me dejaría sola, yo llevaba un vestido de una sola pieza ajustado al cuerpo y muy corto, no llevaba ni sostén ni tanga, ni siquiera medias solo unas sandalias que hacían juego con el pequeño vestido, me sentía desnuda por ser de tela muy liviana, aunque en el fondo sabía que me veía muy bien y mi trasero se marcaba claramente, mostrando que estaba desnuda debajo de aquel vestidito; en el cine tanto en la taquilla como a la entrada no me quitaban los ojos de encima, yo miraba de reojo a mi esposo pero él ponía cara de serio y me apretaba la mano fuertemente, sabía que estaba súper excitado y me apretaba más a él; adentro completamente a oscuras caminamos por el pasillo sintiendo muchas personas de pie, creí que estaba lleno, pero no era tal, con alguna luminosidad de la pantalla pude darme cuenta que habían muchas sillas vacías, pero igual había muchos hombres de pie, recorriendo el pasillo y rozándose unos a otros, yo me asusté más y me pegué más a Alberto; le murmure que si nos sentábamos pero me dio un no rotundo, me dijo que era de pie en donde teníamos oportunidad de experimentar algo excitante y fue así que nos paramos hacia la mitad del pasillo, recostados contra una de las paredes laterales de la sala; él se hizo al rincón y me paso el brazo por los hombros y me atrajo hacia él, yo recosté la cabeza en su hombro y me calmé un poco y comencé a ver un poco la película, era de una orgía alrededor de una piscina, varias parejas muy jóvenes tenían sexo de a tres o cuatro, yo me fui excitando un poco al ver como gozaban esa mujeres sintiéndose penetradas por más de un hombre a la vez, aunque sabia claramente que nunca haría algo así. Al poco tiempo siento que un hombre se acercó por detrás de mí, muy cerca y cada vez se acercaba más, yo mire disimuladamente y volteé a ver a mi esposo, él estaba atento a los acercamientos y me apretó el hombro como diciéndome que me tranquilizara, yo me quedé como de piedra cuando sentí que aquel hombre, se me pego contra mi trasero, apenas lo sentí di un pequeño salto y respiré hondo para que mi marido reaccionara, pero el solamente miro por encima mío y acercándose me beso en los labios y me dijo al oído, “tranquila, disfruta y después me cuentas todo”; yo lo miré como diciéndole que no sería capaz de hacerlo, pero más me demore en mirarlo cuando sentí una mano en mis nalgas, me acariciaba suavemente, bien desde arriba hasta abajo en donde terminaba el vestido, volvía a subir apretándome un poco más cada vez; yo temblé un poco de susto y el tipo pensó que era de gusto y se apretó más y su mano me toco todas las nalgas más fuerte y bajo la mano y me acaricio las piernas al desnudo subiendo y encontrando mis nalgas al descubierto, eso debió excitarlo mucho, sentir que tenía allí a una mujer sin ropa interior y dejándose tocar al lado de su marido; yo sentí un poco de terror al saber la situación a la que mi esposo quería llevarme y lo tome de la cintura y me acerque a su oído y le dije que quería irme, él con la otra mano me acaricio suavemente los senos apretándome los pezones, sabiendo que eso me gustaba mucho y me dijo que lo complaciera que ya vería como me gustaría al final y seguía tocándome los senos, tan rico, que casi se me olvida lo que el tipo de atrás me hacía, me había metido la mano bien por debajo del vestido y ahora me lo había subido hasta la cintura, claro que no era difícil por lo pequeño del mismo, y ahora me acariciaba las nalgas con las dos manos con mucho descaro, apretándomelas y metiendo sus dedos por entre la división entre ellas, para que negarlo, algo de placer encontré en esa caricias y por lo que mi esposo me estaba acariciando, pero la verdad era más el miedo que sentía que el placer; sin embargo el tipo llego hasta tocar por abajo mi ano y mi vulva, al sentirla toda depilada me trató de meter un dedo, pero yo apreté tanto las piernas y los muslos impidiéndole que lo metiera; el insistió y alcanzo a meter un poco su dedo en mi ano; yo le dije a mi esposo que no me aguantaba más que me estaban cogiendo y que quería irme; me dijo espera un poco ahora salimos y me empezó a besar para tratar de disminuir mi susto; el tipo al ver mi pasividad me soltó de una mano y con la otra me acaricio toda la espalda y luego adelante hasta alcanzar mis senos y me los apretó con mucha fuerza; luego me apretó contra él y le sentí su pene caliente y duro junto a mis nalgas, se lo había sacado y lo tenía muy erecto, trataba de colocarlo dentro de mis nalgas, yo me moví un poco tratando de esquivarlo, pero entonces me tomo con las dos manos y me retuvo lo suficiente para ponerlo directamente entre la división y restregarlo arriba y abajo, sentí mucho calor y deseo pero me controlé un poco aunque la película no ayudaba mucho, en ese momento precisamente había una chica que estaba en cuatro y recibía un gran pene en su trasero; la chica empezó a gritar de placer, eso me distrajo lo suficiente, tanto que el hombre aprovecho para agacharse un poco y meter casi toda la cabeza de su pene en mi ano, yo di un grito y me lo saque rápidamente y le dije a mi esposo “vayámonos” y tomándolo de la mano nos fuimos.

Alberto estaba que me comía en el trayecto de regreso a casa, me cogía por todas partes y me exigía que le contara todos los detalles, así lo hice y al llegar a casa tuvimos un sesión extraordinaria de sexo como pocas veces; sin embargo me quedo sembrado en mi memoria como ese hombre que nunca vi, me acarició toda y como alcance a sentir su pene en mi orificio anal; en la noche me soñé con el tipo y en el sueño completamos todo lo que habíamos empezado, me desperté en la madrugada toda mojada y excitada, y pensé que finalmente mi esposo tenía razón, en el fondo se encontraba mucho placer en esos momentos pero sabía que yo no era capaz de ir más allá.

Así siguieron las cosas con algunas pequeñas experiencias, cuando bailábamos en alguna taberna, le gustaba levantarme disimuladamente la falda o el vestido para que otros hombres me vieran “lo buena que estaba”, como decía él, una vez me hizo salir muy de noche con solo una blusita casi transparente y una falda súper pequeña y ajustada y que saliera sola y tratara de dejarme abordar por algún extraño; afortunadamente, no pasó nada, aunque él se sintió muy decepcionado igual tuvimos sexo muy bueno esa noche.