Como fue mi primera experiencia homosexual
Segunda entrega del relato: ¿me estaré volviendo gay?
Como fue mi primera experiencia homosexual
Continuación de mi escrito: ¿Me estaré volviendo gay?
Mi amigo el ex monitor de natación, al que le llamaremos Sergio, y objeto de mis fantasías homo desde hace dos años; y que debido a mi inseguridad en el mundo gay, nunca jamás me atreví a insinuarme en el club al que pertenecemos, nos encontramos casualmente un viernes por la noche en Chueca. Para quien no sepa que es Chueca, le informo, que además de ser un famoso músico nacido a principios del siglo XX, autor de famosas zarzuelas, es el nombre de una plaza en el centro de Madrid, y lugar de la "movida" gay desde hace unos años. Sigamos.
Decía, que, sentados en un taburete de barra del club Pasarela, ambos frente a frente, me puso una mano en mi muslo derecho a la vez que me preguntaba si era gay.
Quedé paralizado, ya que mis miradas en las duchas comunes hacia sus partes más excitantes de su hermoso cuerpo, pensaba que eran tan discretas que no había reparado en ellas, ¡pero sí..si..! Sergio se había percatado muy bien de mis miradas... Y ahora comprendo, que, las miradas de admiración, por mucho que uno crea que son prudentes, no se pueden disimular.
-No te preocupes. Me dijo con una sonrisa muy especial. Sé que eres un señor, y no te voy a poner en evidencia, por lo tanto, tranquilo. Y me volvió a preguntar:
-¿Eres gay?
-No, creo que no lo soy, siempre he follado con tías, y si te digo la verdad los tíos me daban reparo para el sexo, pero últimamente, no sé, me asaltan ideas homosexuales.
-Es normal, -Me dijo. Dicen que todos los humanos somos genéticamente bisexuales, pero la educación, las normas sociales y sobre todo las religiones, son las que al final determinan la sexualidad del individuo; y si esas sociedades parten de países teocráticos... Ya sabes... represión de todo aquello que la religión lo considera anormal o pecaminoso.
Quedé impresionado por la franqueza de Sergio, y no supe que decir. Él, al percatarse de mi dubitación, siguió hablando.
-Pues sólo hay una forma de saber si "te va la marcha".
-¿Cuál? Dije algo intrigado, pero muy interesado.
La mirada de Sergio, directamente a mis ojos, era tan clara, tan sincera y porque no... ¡tan pura! Que me lancé al abismo sin importarme ya las consecuencias de mis ansias; deseos inconexos, pero conversos hacia lo que me tenía "comido el coco" desde hace dos años.
-Ven Me dijo a la vez que me tomaba de la mano, y me llevaba hacia un lugar de la sala.
La salita que me llevó, era una habitación preparada para que las parejas dieran riendas suelta a sus desenfrenos. Estaba decorada con un gusto exquisito, y un aroma mezcal de rosas e incienso invadía la estancia.
Una pareja de lesbianas, en una pequeña pista iluminada con luces indirectas malvas y rosas, bailaban muy juntas al compás de un bolero cantado por Luis Miguel, creo que la canción se llama: "Sombras". Una especie de sofás muy confortables, ideal para que dos personas se sentaran muy juntas, pero de unos respaldos tan altos, que impedían ver las acciones de las demás parejas. Una pequeña mesita redonda era la encargada de que en ella se posasen las bebidas. Allí nos sentamos. Yo junto a la pared, Sergio al lado del pasillo.
-Que quieres tomar, me dijo Sergio a la vez que me pasaba su brazo derecho sobre mis hombros.
Una sacudida jamás sentida, me dio el corazón. Los latidos los sentía por mis sienes, pero lo que más me emocionó, fue que no sentí ningún rechazo ante ese abrazo.
Después de pedir dos "cubatas" , (el mío de beefeater) , Sergio me miró a los ojos, y sin poder remediarlo, porque era inevitable, moldeó sus labios en los míos; noté escalofríos por todo mi ser, pero no rechazo. El tacto de mis labios con los de Sergio y su bigote, fueron algo inenarrable. No lo pude evitar, abrí mi boca para que nuestras leguas se entrelazaran en un beso "mortal".
La emoción que me causó aquel beso, no lo puedo describir, sólo puedo decir, que todo el líquido prostático se me derramó de tan manera, que me sentía "muy mojada" ¡Perdón! Muy mojado.
Con sus labios sin despegarse de los míos, me llevó mi mano derecha muy lentamente hacia su bragueta. En ese momento me acordé del beso de Carl Gable a Vivien Leigt .
Juro que nunca le había acariciado la polla a nadie, pero aseguro, que al tener la de Sergio en mis manos, fue como el tener todo un mundo de placer en mis manos.
Siguiente entrega: De cómo fui sodomizado por Sergio en su apartamento