Como enculé a mi hermana Catalina

Mis padres se van de viaje y pillo a mi hermana masturbándose con un plátano. Aquello me prendió tanto que mi único objetivo se convirtió en encularme a mi hermana Catalina.

Si es difícil inventar una historia erótica, más difícil es aún relatar hechos reales. Aún así, he decidido compartir lo que sin duda ha sido uno de los momentos más gloriosos de mi vida.

En mi familia la situación económica es buena; pero lamentablemente ello requiere que mis padres pasen de país en país visitando empresarios para poder exportar sus productos, por lo cual a mí y a mi hermana nos ha tocado compartir más entre nosotros y con la empleada que con ellos.

Antes de comenzar mi relato en sí, me describiré un poco. No soy un prototipo de modelo, pero no me puedo quejar de lo que la naturaleza me deparó. Mido 1.82 y mi obsesión estos últimos cinco años ha sido el gimnasio, donde además de contornear mi cuerpo, he conocido ha muchas chicas interesantes con las cuales he tenido algo más que una amistad. Intento ir todos los días a ejercitarme y a pesar de tener sólo 20 años, he tenido varias experiencias sexuales.

Pero si debo reconocer algo, es que de la familia, mi pequeña hermana de 18 años es quien se lleva todos los aplausos. Es una muchacha de 1.72 cm, pelo largo y castaño claro, ojos verdes y con unas facciones realmente exorbitantes. No les voy a mentir diciendo que sus medidas son 90-60-90, porque aunque tiene lo suyo, sus tetitas no son su máximo atributo (como 85 cm tendrá). Pero ése culito que tiene, saca más que una mirada en la calle.

Mi hermanita, Catalina, es una muchacha muy recatada. En la familia yo soy el chico sano deportista, mientras que ella es de las que se pasa metida en el computador chateando con sus ciberamigos.

Ahora, a dejar la introducción e ir al grano.

Un día nuestra madre nos avisó que tendrían que ir con mi padre fuera del país por una semana y que, por desgracia, la empleada no iba a poder acompañarnos puesto que su marido había sufrido un accidente y debía estar junto a él por los dos meses que duraba su recuperación.

Pasaron los dos primeros días sin ninguna novedad a parte de que mi hermana llegaba todas las tardes de la escuela a meterse al computador hasta altas horas. Pero una noche, todo cambió.

Yo venía llegando del gimnasio a eso de las 8 de la noche y, como de costumbre, iba directo a bañarme. Al entrar, me llamó la atención que el frasco de vaselina líquida (que asumo que mis padres lo compraban para lo suyo) estaba sobre el lavamanos. No le di más importancia y me bañé. Luego, me até una toalla a la cintura y fui al cuarto de mi hermana para decirle que esa noche le tocaba a ella hacer la cena.

Al abrir la puerta, el mundo me dio vueltas.

Ahí estaba mi pequeña hermana, con las piernas abiertas sobre el escritorio y ensartándose con toda su fuerza un gran u ya jugoso plátano, mientras se sobajaba sus tetas con furia.

No es que yo tenga líos con la masturbación, pero es distinto cuando ves a tu hermana chica haciéndolo mientras tiene audífonos puestos y ve por el computador como a una tipa se lo meten por el culito.

De inmediato me fui de su habitación, para que así no se diera cuenta de que la había visto. Me fui a mi cuarto dispuesto a vestirme, y cuando me quito la toalla de la cintura, mi polla había crecido inmensurablemente.

El morbo de la situación me superó y me pegué la tremenda paja de mi vida pensando en que la tipa del video era mi hermana, y el que se la enculaba con fuerza era yo. Nunca en mi vida había lanzado tanta leche como aquella vez.

El resto de los días continuaron sin ninguna anécdota, a pesar de que cada vez que mi hermana se encerraba en el cuarto, yo me iba al mío imaginándome a Cata metiéndose un platanito. Y morbo por ella crecía cada día más; no se si era mi calentura o qué, pero cada vez que la veía con el uniforme o la veía salir de la ducha con una toalla, me ponía a mil.

Ya no me interesaba ninguna mujer del gimnasio o de la universidad: mi único objetivo durante esos días era encularme a Catalina. Y por más que intentaba rozarme con ella o hacerme el galán, ella se encerraba en su pieza.

Mi desesperación fue tal, que la última noche antes de que volvieran mis padres, recurrí a algo que aunque es vergonzoso no me arrepiento.

Para antes de que ella llegara, me fui a su cuarto y con un alicate, le pelé el cable de la cpu, haciéndolo cuidadosamente para que ella no se percatara de que había sido con intención.

El berrinche que armó al ver que su querido mejor amigo estaba inutilizable me lo tragué sin problema alguno, porque mi plan iba tal y cual lo había calculado.

Esa noche decidí que cenáramos juntos en el comedor, y ella, dado que su computador no funcionaba, aceptó sin problemas.

-¿Y cómo te ha ido en la escuela, Cata?-

-¿Y desde cuándo te preocupa?- me contestó, sin duda alguna desquitándose por lo del cable, sin saber que era yo el responsable, claro.

-¡Caray, mujer, el computador no es tu mundo!-

-¿Argh, tu qué sabes si con suerte sabes prenderlo?-

-Uf, pero tú si que le das uso, eh…- lo dije insidiosamente, dándole a entender que algo sabía.

-Mira tú, eh.-

Al ver que el tema de conversación no funcionaba, me di por un momento por vencido y nos fuimos al living a comer el postre mientras veíamos un Reality Show.

Mi polla despertó de inmediato al ver como su faldita escolar se arrepollaba y me dejaba ver sus braguitas blancas. Estaba sin corbata y con los tres primeros botones desabrochados, dejándome ver el comienzo de sus tetas. En cualquier momento iba a saltar encima de ella.

-¿Y cómo están los novios, Cata?-

-¿Novios?- replicó con sorna. – Jajajaja, no tengo.-

-¿Y por qué, si eres guapa?-

Ella dejó de ver el programa para mirarme ceñudamente, pero con una sonrisa de zorrita que la hacía más apetecible.

-¿Me quieres pedir algún favor o algo que estás tan preocupado por mí?-

Negué con la cabeza mientras Catalina, que estaba sentada en un sillón de al lado, abría más las piernas.

-Pues, ningún chico de mi clase me gusta. Son todos demasiado pendejos.-

¡Bingo!, me dije para mí mismo.

-¿Y no te has metido con ninguno?-

-Si.-

-¿Y tuviste sexo con él?- se me salió.

-¡Felipe!- chilló mientras abría sus ojos como platos y se ruborizaba. -¡Eso no es de tu incumbencia!-

-Claro que sí; eres mi hermana y, como hermano mayor, me gustaría aconsejarte.-

Ella como que lo meditó unos segundos que se me hacían interminables, mientras yo estaba en una lucha interna por no mirarle las piernas abiertas.

-Bueno sí, me acosté dos veces con él.- confesó mirando hacia el televisor nuevamente.

-Y…. ¿Todo bien?-

-Pues…- dudó. –Asumo que sí.-

-¿Cómo que asumes?; ¿te trató bien, llegaste al orgasmo?-

-Sí.- respondió sin mirarme, dándome tiempo para acomodar mi polla.

-¿Y por qué terminaron?-

-Porque el quería metérmelo por el culo y yo no quería.- contestó sin tapujo alguno. Luego, me miró y le levantó. –Es tarde, me voy a la cama.-

Y me dejó ahí con la polla adolorida de tanta excitación.

Ya en mi cama y con la polla en la mano, meneándola frenéticamente, mil imágenes de mi hermana se me cruzaban por la mente. Y sentía como si la erección crecía cada vez más. No di más, me levanté y me fui a su cuarto, dispuesto a todo.

Entré lo más despacio posible, para no despertarla, y me acerqué a la cama. No sabía si estaba despierta o no, pero me metí y me recosté junto a ella.

-¿Qué haces, Felipe?- me preguntó sin sobresaltarse. –Vete a tu cama que tengo clases mañana.-

-No quiero.- respondí mientras la abrazaba.

Gran sorpresa me llevé al ver que sólo dormía en ropa interior y, ni tonto ni perezoso, acomodé mi polla entre sus nalgas.

-¿Qué haces?- inquirió subiendo el tono de voz y tratando de zafarse de mi abrazo. -¡Suéltame, asqueroso!-

En vez de producirme miedo sus gritos, más me calentaba. Y en vez de soltarla, más la abrazaba y manoseaba.

Comencé a besar sus hombros y su cuello, haciéndome el sordo ante sus gritos e intentos de alejarme. Le toqué las tetas, agarrándoselas tan fuerte como cuando la había visto magrearse.

-¡Suéltame, suéltame o le dirá a los papás!-

-Dile, putita, dile lo que quieras y yo les diré lo que haces, ves y te metes cuando te encierras en tu pieza.-

Aquello pareció surgir efecto, porque dejó de gritar de inmediato. Me atreví a ir más allá y metí mi mano bajo sus braguitas, tocándole ése tan esperado coñito.

-¿Así que no querías, eh?.- me burlé al sentir como su panochita estaba tan mojadita.

-Tenía que hacerme la difícil, ¿no?. Además, desde que me viste masturbándome, supe y quería que este momento llegara.-

Era zorra y con ganas. La muy putita se había dado cuenta de todo y quería que me la montara. Y como era mi hermanita chica, yo le iba a dar en el gusto.

La tumbé de espaldas mientras ella hacía que oponía resistencia, y me comí sus tetas con violencia, sacándole gemidos que hasta el día de hoy resuenan en mis oídos. Eran gemidos de excitación y dolor, de gloria e infierno.

Me desvestí en un dos por tres, para luego rasgarle la ropa interior a ella. Con terminé de hacerlo, le metí dos deditos en el coño, que entraron con facilidad, y mientras se los metía y sacaba me puse a chuparle el clítoris, y mordisqueárselo de tanto en tanto.

-¡Métemelo, cabrón, métemelo!- me gritaba mientras presionaba mi cabeza contra su vagina, haciéndome tragar todos sus juguitos y viniéndose en un tremendo orgasmo.

Pero yo quería hacerla sufrir un poco más antes de metérselo, así que me senté cerca de su boca y le tomé las manos.

-Abre la boca, puta, que quiero que te tragues mi leche.-

Como la posición era algo incómoda para ella y para mí, la senté para que se apoyara en el respaldo de la cama. El mete y saca que tenía con su boquita me estaba matando. Sentía que salía y de golpe llegaba hasta su garganta, y en menos de cinco minutos me corrí dentro de ella, haciendo que se atorara un poco.

Para no ser desagradecido, mientras me recuperaba, comencé a comerle nuevamente su coñito y a meterle deditos. De vez en cuando, para prepararlo, llevaba mis dedos con sus juguitos hacia su ano, para que se dilatara de a poco. Y eso, parecía volverla loca.

-Métemelo, Felipe, métemelo por el culo.- pedía en gemidos. –Viólame, rómpeme el ano, pero métemelo ya.-

Me lo estaba entregando, y mi polla ya se estaba despertando. La agarré del pelo y la obligué a que me lo chupara un poco para que la tranca se parara por completo. En cuanto mi erección había recuperado su fuerza, la puse en cuatro patas.

-¡MÉTEMELO!- me gritó.

-Calma, calma, zorrita, que tengo que preparártelo.- le expliqué al mismo tiempo en que le chupaba el anito e intentaba meterle un dedito.

-Usa la vaselina, tontorrón. Está debajo de mi cama.-

Y la muy puta se había acaparado la vaselina para ella. Pero mi sorpresa aumentó aún más cuando, en vez de tantear la vaselina, toqué un plátano. Sin decir nada, unté el plátano en la vaselina y comencé a metérselo por el culito.

-¡Me vengo, ah, me duele, pero sigue, métemelo hasta el fondo, cabrón!-

Y en ése momento sus palabras fueron órdenes para mí. Se lo introduje de una, pero no cupo entero. El grito que pegó retumbó en toda la habitación. Y para acostumbrar su ano a mi polla, mientras intentaba hacer círculos con el plátano, le metí tres deditos en su coñito.

-Ahora sí, puta barata, prepárate para que te lo ensarte.-

Al oír esto, Cata se volteó para ver a qué me refería. Y cuando vio que lo que sacaba de su culito me sonrió como una puta.

Me costó un poco meter mi polla entera, puesto que el plátano no había llegado hasta el fondo. En cuanto mis huevos chocaron con sus nalgas, la tomé del pelo y le dije:

-Prepárate, zorrita, que te voy a cabalgar hasta que te llene de semen.-

-Lléname de leche, cabrón, rómpemelo-

Comencé a culearla con fuerza y furia, soltándola del pelo para agarrarle las tetas que en esos momentos se bamboleaban exquisitamente.

-¡Más, más duro, más fuerte, rómpeme!

Yo ya no sabía qué mas fuerte se lo podía ensarta, pero para darle más placer, paré un poco y le metí hasta la mitad el plátano que tanto goce le había propiciado. Luego, volviendo al ritmo violento en que me la culeaba, y con el plátano ensartado en el coñito, la tomé del pelo y comencé a cabalgarla como nunca antes lo había hecho con alguien.

-¡Me vengo, cabrón, me vengo!- gemía como una verdadera yegua.

Y cuando sentí que se contorsionaba, le solté mi leche dentro y me recosté encima de ella, sin sacarle la polla por completo.

-¿Sabes algo, Felipe?- me dijo ya cuando nos recostábamos en la cama, yo abrazándola.

-¿Qué?-

-Dos cosas. Primero: creo que cuando nuestros padres salgan de viaje ya no me meteré tanto al computador.-

-¿Y segundo?-

-Me debes un cable para la CPU.-