¿Cómo empezó todo?

Y ese fue mi error, ¿o mi acierto? Porque me pillaste el punto, ¡cabrón! Y ahora me tienes atado a la cama con los ojos vendados...

De no haber tenido yo un perfil en una web de esas de contactos entre hombres tú nunca habrías sabido de mí. De no haber visitado yo el perfil de tu exnovio y éste no te hubiese mirado las huellas de los visitantes… de no haber sabido él de tus gustos y haberte dicho que yo había mirado su perfil… tú no habrías sabido de mí.

Porque yo, que miraba el mundo por una ventana sin participar de él, no me atreví a dejar ningún mensaje a tu exnovio. Porque yo no era de dejar mensajes de ningún tipo a nadie. Porque yo era así: poca cosa para los demás e inexistente para los míos. Me gustaba pasar desapercibido intentando no dejar huella ni rastro, no molestar a nadie.

Pero él te dijo que alguien, yo, había mirado su perfil y te mostró él mío.

Y mi perfil era como yo: tímido.

Los datos básicos de edad y altura. Una foto sin rostro. Y nada más.

Eso era todo. No rellené ni mis gustos, ni mis preferencias sexuales…. Nada.

Quizá por eso una vez más pasaba por la vida sin pena ni gloria y en internet: desapercibido.

Rara vez alguien se interesaba por mí y nunca yo me interesé por nadie.

Pero ese perfil mío que para nadie era nada para ti fue más que suficiente.

Para ti lo fue todo y todo comenzó para ti.

Tu ex novio me mandó un mensaje diciéndome que ya sabía que quizá me parecería una locura pero que iba en serio. Que no me estaba tomando el pelo. Pero que había visto que yo había visitado su perfil y que le había enseñado el mío con mi foto un amigo suyo y que le había gustado mucho y que éste, su amigo, o sea tú, estabas interesado en conocerme.

Volvió a insistirme en su mensaje en que iba en serio, que no me estaba tomando el pelo y tú le habías pedido por favor que me enviase ese mensaje con tu número de teléfono porque te gustaría conocerme y tomar un café conmigo.

Ahí todo comenzó para mí.

Parecía en serio ese mensaje, quizá porque era un mensaje totalmente distinto a cualquier otro y a todos los que hasta entonces, en los diez años de existencia de mi perfil, me habían enviado. Así que me lo tomé en serio y ese mismo día, mientras tú abrías un perfil única y exclusivamente para contactar personalmente conmigo yo, recibiste un mensaje mío: “vale. Acepto ese café.”

Y ese fue mi error, ¿o mi acierto? Porque me pillaste el punto, ¡cabrón! Y ahora me tienes atado a la cama con los ojos vendados esperando a que alguien, tú u otro, no lo sé, se decida a hacer conmigo lo que quiera. Porque estoy aquí. Entregado a ti. Ofrecido a todos y dispuesto a todo con la única condición de qué tú hagas de mí lo que quieras y que quien tú quieras haga conmigo todo lo que tú les permitas pero que todo sea… a pelo.