Como el coco: Entre conchas (3)

Sigue la aventura.

Amaneció y yo me sentí otro. Una deliciosa paz me invadía. Los atisbos de prejuicios tabúes habían desaparecido de mi mente. Habían sido arrasados por orgasmos intensos. Esther incluso se bañó primero que yo y hasta se vistió delante de mí como si marido y mujer fuéramos. Le contemplé su desnudez y mi palo reaccionó con una erección potenciada.

“Te va a tocar hacerte la paja, porque ya estoy atrasada como pa`  echar otro polvito”

Me dijo con sarcasmo y picardía contemplando mi calzoncillo inflado por mi verga.

Le sonreí y me fui a bañar. Tenía clases temprano ese día. Al salir de la alcoba y hallarme en el pasillo encontré la estampa de Carla en sostenedores blancos y estrechos viniendo con un vaso de agua  en su mano desde la cocina y tuve que hacer un giro forzado para que ella no notara mi bultito. Sus senos jugosos bamboleaban en su andar desesperado. Su color de piel bello era aún más bello alrededor de sus pechos. Carla tenía la dicha de ser una cuarentona con ese color de piel trigueña a punto de convertirse en negra, pero sin llegar a serlo. Un “buenos días” de su voz seca y gruesa de recién levantada me sacó de tajo de mi fantasía carnal. Al toparme con su mirada, sus ojos de un marrón oscuro precioso me dijeron en una fracción de segundo que ella ya se había dado cuenta de mi morbo hacia sus senos. Sentí vergüenza y me metí al baño evitando esos ojos que me enjuiciaban.

Fui apenas conciente de que cada vez el deseo y la obsesión por ese par de melones carnosos y morenos se acrecentaba. Cada vez me volví mas descarado. Sencillamente me olvidaba que ella no era Esther y la miraba sin reparos cada vez que me daba la oportunidad de mostrar sus encantos. La relación con Ester había provocado en mí  una actitud de exceso de auto confianza tal que ya el filum, sobrino – tía o primo – prima fue desapareciendo de mi cabeza para convertirse simplemente en hombre – mujer. El ejercicio de Esther surtió efecto.

Durante dos semanas no hubo mayores novedades en la rutina al interior de ese hogar. Seguían los semidesnudos diarios, los coqueteos cada vez más claros de Lucy hacia mi. Lo secretamente novedoso fue que hubo sexo casi sin interrupción durante esos catorce días fuera en las noches o en las mañanitas. Esther cada vez se volvió mas especializada. Su obsesión por el falatio me sorprendió. Chupar mi verga se convirtió rápidamente en su acción favorita. No hubo ocasión  en la que yo no eyaculara en su rostro o incluso en su boca. Le fascinaba lamer, chupar y hasta oler mí palo duro y sudado. Tenerlo en su boca le fascinaba.

En cambio, su ano fue para mí como un trofeo. Siempre al final de cada sesión la terminaba convenciendo de que me dejara cogerla por el “chiquito”. Sus nalgas explayadas en su pose a cuatro patas como perrita, me excitaba tanto que era inevitable llegarme rápido en su culo apretado y profundo. Disfrutamos mucho del sexo y nos fuimos haciendo a un lenguaje propio. Ya sabíamos que nos gustaba mas y el cómo. Hasta se compró un lubricante para las acostumbradas enculadas al remate de las sesiones. Casi siempre prefería las mañanas.

-“Los polvos mañaneros y cortos son mas sustanciosos”, Solía argumentarme.

El jueves siguiente, llovió copiosamente en la mañana. No tuve clases sino hasta en la tarde. Carla y Esther se habían marchado para sus labores desde temprano como de costumbre y Yuri había quedado atrapada por la lluvia en el supermercado. Todo se dio para que Lucy y yo estuviéramos por vez primera completamente solos en el apartamento. Era la oportunidad que esperábamos. Ocho y veintidós minutos marcaba el reloj de pared de “mi” alcoba y ella apenas se acababa de levantar con su cortita franela que le dejaba entrever un hermoso calzón cachetero de encajes rosaditos y un par de hermosos pezones.

No hubo palabras, ni rodeos esta vez. No era necesario, y no había tiempo para desperdiciar. Fui a lo que fui como ladrón de banco. La tomé por asalto en su propia alcoba cuando regresaba de mear y de lavarse los dientes. Entré en pantaloneta y sin camisa. La abracé sorpresivamente desde atrás con creciente atrevimiento arriesgándome y confiado de que ella consentiría  semejante falta. Mis brazos rodearon su cintura delicada y mi boca se posó sobre su cuello terso.

No me equivoqué. Lucy con su inocencia se sintió agradada al hallarse arroparla por mis brazos y juntar mi pelvis a su casi desnudo trasero. Ambos sabíamos que nos gustábamos.

Sorprendida trató de zafarse en un principio, pero apenas unos segundos después que fue consciente que se trataba de mi, cedió y nos besamos despacio bajo el sonar de la llovizna algo fuerte que se deslizaba por los cristales de la ventana. Paró el beso y preocupada preguntó:

  • “Y Yuri?”
  • “Esta en el supermercado atrapada. Tenemos tiempo no te preocupes primita” Le dije con voz tranquilizante.

Sonrió y nos seguimos besando como quinceañeros mientras mis manos resbalaban por su cintura hasta posarse en sus nalgas de ensueño. No hubo objeción. Eso quería decir que tenía permiso. Me otorgó pasaporte al sexo. Las acaricié y hasta metí mis manos entre la seda del calzón. Acaricié la piel desnuda de ese trasero tan lindo. Ella sus manos ansiosas las deslizaba por mi espalda desnuda sin dejar de gemir. Yo me preguntaba que tan lejos podía llegar. No sabía si Lucy era virgen o no aunque todo indicaba que si. Nos besamos y nos besamos hasta el cansancio.

Rápidamente y de pie como estábamos, me bajé el calzón para que mi picha saliera. Tomé una de sus manos sin dejar de besarla y lentamente la guié por mi pecho, luego por mi abdomen hasta posarla en mi vello púbico. Ella hizo el resto. Con evidente ingenuidad y temor me acarició levemente mi miembro. El mismo que apenas tres horas antes había hurgado en lo profundo de la vagina por al cual ella vino al mundo, pues esa misma mañanita Esther antes de irse a bañar me sedujo en mi cama cabalgándome magistralmente hasta hacerme eyacular dentro de su gruta generosa.

Era irónico que ahora estuviera  yo seduciendo a su hija, a mi prima bonita. Nos fuimos a la cama. Ella se sentó en el borde y yo quedé de pie. Su rostro justo frente a mi falo. No le di instrucción para no asustarla. Solo la contemplaba bellamente excitada. Deje que hiciera lo que le placiera. Posó un aleteo suave de sus carnosos labios en la puntita de mi glande y luego chupó suavemente sin saber que se estaba tragando los restos de efluvios vaginales mezclados con semen que quedaron del sexo reciente con su mamá, puesto que desde entonces yo no me lavaba mi pene.

Al parecer había hecho antes eso pues se veía muy confiada mamando. Eso me tranquilizó y me sumió en un rico disfrute. Me regaló una dulce y lenta mamada. Luego yo la ayudé a despojarse de la franela y fue cuando pude mirar los senos más hermosos del mundo. Blancos, erguidos, de mediano tamaño, paraditos de pezones rosaditos y amplios, muy diferentes a los de su madre. Se me antojaron tanto que no me esperé para mamarlos como ternerito. Los devoré uno a uno con la complacencia de ella. Esa carnosidad tan suave y tierna era muy adictiva para mi boca. Hice un esfuerzo grande para parar de lamer esos pezones.

Ella desnudo su vulva con desespero. Era amplia y lampiña. Una versión a escala menor de la exagerada concha de su madre. Tenía un lunar marrón amorfo en la parte superior justo donde inician los labios mayores carnosos. Me agaché hasta oler el vaho juvenil tan fresco y disímil del de las mujeres mayores. Acerqué mi lengua y una gotita de orín reciente de chochito mas secado dieron a la primera chupada un sabor placentero e indefinible. Ella gimió como si fuera el orgasmo más grande del mundo. No paró de gemir ni un instante mientras mi lengua jugaba con sus repliegues vaginales y su estimulada pepita juvenil. Parecía desvanecerse con cada palpitación de su cuerpo cuando hábilmente le chupaba su sexo.

La lluvia cesaba poco a poco así que viéndola vencida de gozo y lujuria decidí alistar mi falo. Lo puse afuerita en su raja y fue cuando su voz dulce y confusa confesó:

  • “Primito, nunca me han cogido. Ten cuidado”

La iba a desvirgar!. Vaya responsabilidad. La calmé con caricias y palabras dulces hasta que mi glande abrió esos labios con mi cuerpo encima del de ella. La cama chirreaba por falta de aceite. Le dejé mi palo así un rato en la entradita y poquito a poquito lo fui empujando. Entré la cabecita roja e hinchada de mi exigida picha y ella chilló. Su raja estaba deliciosamente estrecha, muy apretada e increíblemente caliente y mojada. Le di un beso de aliento mientras ella valiente medio llorando pedía que siguiera porque estaba gozando. La hundí unos centímetros más y la ricura de su calor me electrizó el cuerpo. Sentí una leve resistencia al hundir mi pene. Hice un esfuerzo y lo hundí más de la mitad. Fue maravilloso. Ella ahogó un llanto mientras la lluvia cesaba. Cuando saqué mi verga para bombear otra vez, noté que mi falo enrojecía. Me asusté. Sangró poco, pero suficiente como para inquietarme y sollozar. El ardor expresado por ella me obligó a detenerme unos segundos. Luego la volví sacar y a hundir mientras devoraba sus senos hermosos. Ella sollozaba. Mi primita si que era valiente. Esta vez dejé que toda mi verga se fuera dentro y profundo y mi barriga se pegó con la de ella. Ella sollozaba y gozaba. La embestí suavemente varias veces en un bombeo delicado y sorprendentemente placentero. El calor me invadió y me hizo venir rápido. Saqué la verga aún ensangrentada y mi semen se derramó en su barriga justo en su ombliguito. Ella observó con curiosidad.

La había desvirgado. Era su primer hombre aunque más tarde me confesó que dos veces le había chupado el pene a un exnovio que tuvo hacía seis meses, pero que con el que no había querido pasar más de allí, pese a las insistencias que aquel le hizo de dejarse penetrar.

Temblorosa, esa preciosa florecilla hecha mujer  me abrazó en un beso tierno. Estaba locamente enamorada de mí. Eso me gustaba. La tenía en mis manos y a mi me gustaba mucho su inocente ternura.

El clic de la llave de la puerta sonó. Había escampado y Yuri llegó del supermercado. Me dio tiempo de salir desnudo rápidamente de la alcoba al baño sin ser visto por ella. Cerré la puerta de la alcoba de Lucy con seguro por si a Yuri se le daba por entrar y no fuera a hallar a mi prima boca arriba y desnuda, con su barriga untada de semen y su vulva sangrada. Entré al baño y el agua fría bañó mi cuerpo que había estado  muy caliente y sucio de sexo doblemente pecaminoso.

Mas tarde conversé con Lucy. Se veía otra, tan hermosa con el uniforme de falda azul turquí corta del colegio, sus moños amarrados con lazos azules y su blusa blanca. Le dije que no se asustara, que eso era normal, que al principio dolía, pero después eso se pasaría. Ella estaba fascinada a pesar de todo. Secretamente nos dimos un besito de novios y se marchó.

Días posteriores esa mujer tan primorosa me daría todo el encanto del mundo en la cama robando momentos fugaces al resto de mujeres de ese hogar, pues no teníamos muchas oportunidades de estar  solitos. Vendrían momentos de sexo y más sexo.

CONTIUNARÁ

Les estoy profundamente agradecido por esos comentarios que me alientan a continuar escribiendo. Mis muy sentidos agradecimientos a todos. Créanme que haré lo posible para no defraudarlos. MUCHAS GRACIAS.

Hasta pronto