Como el coco: Entre conchas (2)
Sigue la acción.
Como el coco: entre conchas (II)
Esa noche después del polvo interrumpido cenamos todos juntos como raras veces coincidíamos Lucy, Ester, Carla y yo. Luego conversamos largamente sobre varias cosas y mi primita me pidió que la ayudara con una tarea de matemáticas. Me fui al sofá con esa belleza y apenas si pude concentrarme para explicarle unos problemitas de algebra. Mi mente daba vueltas pensando en lo que había ocurrido hacía hora y media, además Lucy, vestida aún con el pantaloncito rosado con el que había ido a patinar y una blusita sin mangas algo justa que había cambiado por la que había ya sudado, me tenían sugestionado. Sus piernas suntuosas y hermosas, sus pechos sin sostenedores dibujados en la blusa y su rostro hermoso me tenían hebreo de calentura. No sabía en ese momento a quien deseaba más, si a ella o a su madre. Hacía lo que podía para que comprendiera mis distraídas explicaciones. Mi tía Ester que andaba por el pasillo viniendo de la cocina nos dijo hasta mañana y que descansen mientras me guiñaba el ojo. Supe en ese momento que habría sexo. Me esperaría en la alcoba para continuar lo que Carla había interrumpido. De solo pensarlo, mi verga se endureció a tal punto que tuve que cruzar las piernas para que Lucy no notara la evidente erección.
Menos mal que fue cuestión de unos minutos. Lucy, agotada del algebra, me dijo que ya se iba a dormir. Me miró con gesto agradecido y me dio un beso firme y sentido en la mejilla al tiempo que me abrazaba. Yo aproveché para acariciarle un tanto su espalda tersa semidesnuda por la blusa. Mi prima estaba enamorándose de mí. Esa era mi sospecha, que después comprobé con acierto. Eran tal vez mis detalles constantes con ella, mi trato dulce etc., lo que hacía que esa adolescente sintiera que su primo seis años mayor la atrajera. Ahora me esperaba su madre. Vaya dilema.
Esperé que Lucy entrara a su alcoba para evitar ser visto con el bulto delator. Entré, luego lentamente a mi la habitación y efectivamente Ester completamente desnuda tumbada boca arriba sobre su cama con sus piernas dobladas y explayadas me estaba esperando. Lucía vulgar y provocativa a la vez. En voz baja expresó:
-Cinco minutos mas y me vuelvo loca. Te hubiera ido a buscar.
No pensé que el desespero fuera tanto. Notó mi erección y dijo:
-Vaya vaya, pero si ya venías listo, bueno ni mas faltaba. Este chochito esta esperando que ese gusanito se lo coma
Me bajé la pantaloneta y quedé desnudo de pié al borde de su cama. Ella se incorporó, se sentó colocando los pies en el piso y me hizo señal para que pasara el seguro a la puerta por si a Lucy se le ocurría entrar sin aviso a buscar algo. Lo hice. Luego sentí un calor excitante y suave que arropó si sexo. Ester se había tragado mi verga. Lo hacía con pasión inusitada. Sacudía su cabeza bruscamente entrando y sacando mi vara de su boca de labios gruesos. Nos mirábamos complacidos y sin sentimientos de culpa, eso había quedado atrás. Ahora ya no éramos tía y sobrino, sino simplemente hombre y mujer. Sus ojos negros y grandes bien abiertos adornados por esas cejas coposas definidas que Lucy afortunadamente heredó, me miraban con lujuria mientras su boca no incansable no se detenía de chupar y chupar mi verga. El cosquilleo electrizante me consumía todo el cuerpo de pies a cabeza. Estábamos locos de deseo. Paró en seco y sin dejar de masturbar mi pene untado de saliva, me dijo que me la cogiera.
Apagué la luz y ella encendió una lamparita de luz tenue y amarilla que hicieron de la alcoba un cálido cuadro de claro oscuro, a lo Rembrandt. Volvió a colocarse en su pose preferida, como supe mas tarde, boca arriba con las piernas dobladas y abiertas. A esta vez nada interrumpió el momento, Mi verga dura mojada de sus salvias se hundió con suavidad hasta el pegue de mis vellos púbicos con los de ella. El mete y saca fue intenso, tanto que yo sentía como mis bolas saltaban y castigaban locamente sobre su zona límite entre la vagina y el ano. Ella cubría su boca con su mano para que no se escucharan sus gemidos mientras yo peleaba con mi garganta para no emitir emociones. El placer, las sensaciones cálidas, el goce, su piel, el olor a sexo, todo estaba allí en su máxima expresión. Nos fuimos relajando sin dejar de menearnos en éxtasis. El clap clap plap plap de nuestras pieles sudadas al golpearse una contra otra era lo único delatable si alguien pegara su oído afinado en la puerta. Pero sabíamos que Carla dormía desde temprano, y Lucy tenía encendida su t.v para quedarse dormida.
El ritmo bajó un poco hasta hacernos más tiernos. Yo me recliné sobre ella acercando mi rostro al suyo. Juntamos nuestros alientos exhaustos jadeándonos el uno al otro hasta que despacio nos dimos el primer beso. Besaba delicioso. Mi tía parecía adolescente enamorada fundida en ese beso prolongado y profundo mientras mi pene hurgaba profundo en su vagina caliente y dilatada que al pasar los segundos se hacía más rica. Luego de liberar mi boca de sus labios, encorvé un poco mi torso para así con la puntita de mi lengua alcanzar sus erguidos y oscuros pezones. Los lamí como perritos juguetón y un sabor salado y rico invadió mi paladar. El meneo de mi sexo en su sexo no paró jamás y esa sensación, sabrosa, deliciosa, placentera y salpicada de gozo que anuncia el orgasmo irreversible me anunció que el final se acercaba. Mi garrote se contrajo endureciéndose al máximo. Ester gimió al parecer en un orgasmo hondo y sentido y segundos mas tarde mi verga vomitó a raudales toda la carga que mis huevas tenían. Fue el único instante en el que nos permitimos gemir sin control.
No se la saqué. Quedamos allí unos minutos mimándonos y besándonos hasta que poco a poco nuestros cuerpos recuperaron su equilibrio emocional. Fue hermoso sellar nuestro inicio incestuoso de esa forma. Fue entonces cuando de repente me sentí cansado y tranquilo. Habían sucedido demasiadas cosas ese día. Ella se levantó, se envolvió una toalla y se fue al baño. Tomó una ducha y luego hice lo propio. Mi mente aún daba vueltas sin creerlo. Me había follado, tirado, culeado, mamado, a la menor de las tres hermanas de mi papá. Ni sospeché en ese instante bajo la ducha el caudal de sexo que se me vendría en días postreros.
Dormimos como angelitos cada quien en su cama hasta el otro día.
CONTIUNARÁ
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