COMO DOS GRANDES VOLCANES (en erupción…)

Lyvi es solo fantasía,esa que a veces escondemos. Pero cuando la leas,sacará de ti,todos y cada uno de esos secretos ocultos,tendiéndote tan solo una mano,para que,sol@,acompañad@,o muy acompañad@,llegues a ese lugar al que deseabas llegar... MIS VEINTICINCO DE REALIDAD EN www.relatoslyvi.com

Casi era la hora de cerrar la oficina.

Tampoco es que tuviera prisa, pero apetecía el desconectar de gente y dedicar la tarde a mí mismo.

Al ir recorriendo cada lugar para comprobar que todo estuviera cerrado, cada cosa en su sitio y luces apagadas, oí como se quejaba.

Era suave su quejido de dolor. Como si lo aguantase, pero incapaz de evitar que se colara por su boca.

Al girar la pared que me separaba de la sala de espera, la vi allí sentada.

Ni se percató de mi presencia.

Miraba, con ojos brillantes de lágrimas que contenía, a una pequeña cosita, envuelta en un arrullo blanco, que, apoyaba su cabeza contra su pecho.

—Hola. Discúlpame. Crees que tardarás mucho? Estoy cerrando. Pero no te preocupes, eh? Estoy por aquí, terminando de poner todo en orden y no hay prisa…

Tranquila. No hay prisa.

Me puse nervioso. Realmente nervioso.

Intuía que algo no estaba bien, pero no quería molestar a aquella pobre chica.

Sus labios, se apretaron en cuanto dirigió su mirada hacia mí. Era dolor el que se reflejaba en su gesto.

—Perdóname. Creí que me daría tiempo a llegar a casa. Pero con tanta gente aquí, se me ha hecho tan tarde…, que necesito que coma, o voy a explotar. Pero se duerme. Y así no puedo estar.

La entendía. Pero quise hacer como si no supiera de qué hablaba.

No sé si fue por su voz, por la ternura de su mirada, por su naturalidad… No. No lo sé.

Pero quería que no dejara de hablarme.

—Quieres que llame a tu pareja? Necesitas algo? Se te ve, que algo te duele. Dime. Qué hago?

Me dirigió la sonrisa entre lágrimas, más bonita!, que jamás mis ojos hayan visto.

—No… No hay parejas, ni maridos. Este cachorro, es mío.

Y su mirada lanzó un brillo, que yo solo entendí de un modo, y procuré descartar al momento, porque fue puro erotismo.

—Ehhmm…, pues, que no sé… Si puedo ayudarte…

Y mi cabeza dio tal giro al mismo tiempo que dije eso, que sentí un mareo.

Qué coño me estaba pasando?

Lo que me contestó, con tanta naturalidad, casi, me dejo paralizado.

A mí!! A mí, que me encanta ser siempre el último en pronunciarme!!

—Si tus manos son suaves y frías. Si eres paciente y cuidadoso.

Si tienen la capacidad, de volver blanda una roca…, apóyalas aquí.

Dejó al pequeño en su carrito, sin molestarse en tapar el duro, súper hinchado y precioso motivo de sus lágrimas.

Mis pasos, guiaron mi cuerpo, ya que mis ojos, no se apartaban de la causa de su dolor.

Tomó mi mano, y con gesto suave y delicado, sabiendo que le provocaría dolor, la apoyó en esa dura roca.

Durísima!

—Se duerme. Siempre se duerme. —cerraba los ojos y guiaba mi mano para acariciar su pecho—Necesito vaciarlas para que dejen de doler.

Una mano guiada por ella.

Y la otra, se elevó a la misma altura, y aun así, sobraba terreno duro entre mis manos.

—No quiero lastimarte…

Algo, como instinto, me llevó a empezar desde lo más alto de ese pecho, con movimientos suaves hacia abajo, y al llegar al oscuro y enorme pezón, ejercer un poco más de presión.

Un gemido…

—Te duele?

—Lo haces bien. Va a doler mientras no salga toda.

Una y otra vez, acaricié de ese modo.

Intercalaba movimientos en círculo. Y de vez en cuando, al llegar al pezón, que se erguía con cada roce, salía una gotita.

Una de su teta. Otra de sus ojos.

No me daban las manos y aún así, arriesgué a sacarle la otra.

Un leve “sshhuuiitt” de su boca.

Y una mano en mi nuca, empujándome hacia delante.

Abrí la boca todo lo que pude y metí en ella una de esas enormes tetas.

Dejé posar mis labios suavemente sobre ella y coloqué mi lengua rodeando tan tieso pezón.

Y despacio, muy despacio, entre gemidos y pequeños ruiditos provocados por el dolor, empecé a chupar.

Una vez.

Nada.

Lento, otra… Y una dulce gota recorrió mi lengua.

Una más.

Otra… Un sutil chorrito.

Por dios! Qué locura…

No sólo tenía ella algo duro y a punto de explotar, y llenar todo de leche.

—Dios!! Como necesitaba esto! No dejes de chupar así.

Mi boca cambió de teta.

Y lo mismo.

Tras varias chupadas suaves, empezó a desbordar leche.

Mi mano seguía, apretando ya, la otra. Salían fuentes de leche de sus pezones.

—Sabes? He oído en algún lugar, que excitarse mucho, hace que salga de modo súbito. Y yo quiero quedarme sin una gota ahí dentro.

Así que no lo pensé más.

Me deshice de mis pantalones y antes de que pudiera vérmela, ya se había engullido toda mi erección.

Mi polla despareció completamente en su boca.

Ahora el gemido fue mío.

Bufff! Menuda boca…

Grandiosa como las tetas que yo seguía apretando entre mis manos.

—Maldito cabrón!! Hay que joderse…! Yo esperando por las llaves de la oficina y, mira tú, el motivo de la tardanza!!

Lo miré sin poder dejar de empujar mi polla en su boca.

Ella siguió a lo suyo.

Pero me dirigió una mirada muy, muy sucia.

Entendido…

—Has dicho que si te excitas mucho saldrá toda, verdad? Pues así sea.

Toda.

La tuya. La mía, y la de él.

Y mi compañero no necesitó más explicación.

Antes de llegar a nuestra altura, ya no llevaba uniforme.

Venía apuntándonos con una gran erección.

—Me puedo quedar con una de estas?—preguntó llevándose a la boca una teta.

Tirado en el suelo, empezó a chupársela.

– Uuhhhmm…, que bueno está esto.

Ya no sentía dolor. Quizás molestia, pero ya se confundía con tanta excitación.

Mi compañero, recostado en el suelo, la sujetó por la cintura, y la colocó sobre él boca arriba, dejando para mi gozo, ese espectacular cuerpo de líneas redondas, a mi vista y disposición.

Y así colocada, la penetró profundamente de una embestida.

Estaba muy excitada.

Sí.

Sus tetas no dejaban de disparar leche.

Me puse sobre ella, volviendo a saborear esos pezones que ahora, ya bailaban al ritmo de las embestidas, en mi boca.

Su coño también era precioso…

Me gustaba tanto, que sin el permiso de ninguno, me colé dentro de él también. Ya no se quejaba.

O sí! Pero de puro placer.

Mi compañero, al tiempo que se follaba el mismo agujero que yo, agarraba y apretaba sus tetas.

Y yo, respondía al ritmo del roce de nuestras pollas, con la misma fuerza hacia abajo.

Y me comía sus tetas y su leche…

Que placer…

Aquella princesa se tensaba.

Mi compañero apuraba el ritmo.

Y yo, no podía, ni quería parar, lo que iba a suceder.

—Me vais a dejar ya sin leche…

—No, nena, no…

Al unísono, los tres a la vez, una tensa, y los otros empujando fuerte, entre gritos salvajes, llenamos deleche y más leche…

Su interior…

Nuestros cuerpos…

Nuestras caras…

Todo…

Sin ningún dolor…